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Huellas N.9, Octubre 2010

BREVES

Cartas

a cargo de Carmen Giussani

LLAMANDO A MI PUERTA
Querido Julián: Ayer, en la Jornada de Apertura de curso, me sentí descrita de tal modo que no puedo dejar de contarte lo que me ha sucedido este verano. Soy de Rimini, y, como muchos de la ciudad, colaboro con el Meeting. Junto con dos amigas nos encargamos de la zona infantil. Este año ha sido especialmente bonita la amistad entre nosotras tres y la relación con los voluntarios, hasta el punto de que algunos siguen escribiéndonos y durante el Meeting venían a pedirnos una ayuda para vivir el trabajo. Además, logramos tener un encuentro con Teresa Landi. De verdad, realmente bello. Mientras tanto, en casa acogía a la familia Toti (9 en total), de Lugano, que desde hace muchos años pasan la semana del Meeting con nosotros y que son una verdadera gracia. Durante el Meeting, el jueves, cenamos en casa con Leo, los keniatas, y un montón de amigos (éramos unos 60). En resumen, no podía pedir más esa semana.
Pero (y es que existe un “pero” enorme), mientras sucedían todas estas cosas, llevaba días sin dirigirle la palabra a mi marido por una fuerte discusión que tuvimos sobre los hijos; además, me pasaba el día discutiendo con mi hijo pequeño, todo esto sin que se enteraran nuestros invitados, y para terminar el otro hijo se había ido a España por su cuenta con un amigo…; en resumen, un caos. Cuando acabó el Meeting me encontré esquizofrénica, literalmente dividida en dos, cansada, amargada, desilusionada, y, sobre todo, cínica. Me daban ganas de escapar de mi vida cotidiana por su peso dramático, no quería aceptar la realidad, ni a estos hijos, que no se parecen ni de lejos a lo que yo querría que fueran, ni quería ese vacío sordo que me hacía llorar. En este Meeting he entendido que se pueden hacer trampas con uno mismo y con los amigos, se puede hacer todo bien y no estar presente en lo que haces, se pueden hacer discursos bonitos y no estar tú presente, se puede tener el corazón duro y hablar del deseo del corazón (porque los discursos los conocemos bien), se puede dejar de creer que Jesús responde y decir a los voluntarios que sólo Jesús responde. No hablé con nadie de este sufrimiento porque no tenía ganas de palabras, quería estar sola, no quería que nadie me ayudara, como si la carcoma del escepticismo hubiera excavado un abismo. Pero en mi desesperación escribí a Tiziano, vomitándole todo lo que llevaba dentro. Desde entonces no me ha dejado un día, no me ha hecho discursos, me ha abrazado con toda la porquería que llevaba encima y ha estado conmigo. Una vez me dijo: «Lee el capítulo sobre el sacrificio, si quieres». Lo leí, más por contentarle que por mí misma. Pero… a medida que leía me daba cuenta, llorando, que no podía huir a ninguna parte, que sólo en Jesús todo toma sentido. Y Él me estaba esperando. Entonces fui a confesarme.
Le pedí que me tomara de nuevo por entera, aunque Él ya estaba allí llamando a mi puerta y esperando mi sí, mientras yo la tenía cerrada. Cuando experimentas tu inmensa pequeñez, es cuando puedes entrar en el misterio de Su grandeza. Yo no quiero vivir por menos de esto. Quiero una relación personal, viva, carnal, con Jesucristo. Otra cosa no me basta. El cinismo, el escepticismo, el relativismo, han excavado una gran fosa; también en nosotros, que, pensándonos inmunes, hemos caído en ella como fruta madura.
Antonietta

CON INMENSO GOZO
Se acaba de cumplir el XXV aniversario de la adhesión de Nueva Tierra a Comunión y Liberación. En la perspectiva del tiempo transcurrido se aprecia lo más grande que la vida procura y que el Misterio continúa realizando en la historia a través del Carisma que va donando a la Iglesia y al Mundo. Conocí el movimiento en 1979 a través de Carras, que me invitó a un campamento de verano en El Tiemblo. Empezamos a reunirnos ese mismo curso (1979-80) en un local situado en la calle San Bernardo que nos dejó un sacerdote llamado Julián Carrón, que pertenecía a la Parroquia Ntra. Sra. de los Dolores. Recuerdo que, mientras tomábamos unas raciones de bravas, Carras comentaba la afinidad del párroco, y de sus amigos sacerdotes, con los distintos autores que Ediciones Encuentro por aquel entonces había publicado y manejaba como publicables. La vida transcurría y en el curso siguiente (1981) surgió la iniciativa de compartir un curso de filosofía sobre distintos pensadores (Teilhard de Chardin, entre otros) que propuso el padre jesuita Carlos Valverde, y en el que participaba un joven llamado Javier Prades. Me acuerdo bien, se celebró en un aula de la Escuela de Ingenieros Industriales. Fue el primer contacto entre jóvenes de ambos grupos. De esta época me vienen a la cabeza los encuentros realizados en la Parroquia de San Fernando, en la cual un sacerdote llamado Javier Calavia organizaba diversos encuentros culturales: eran los tiempos del Sindicato Solidarnosc, y en general del mundo desconocido de Europa del Este, que eran presentados con una novedad sugerente. El siguiente peldaño que el Señor iba poniendo en nuestra historia fue el que propició la visita del Papa Juan Pablo II a España en 1982. En octubre visitaría Ávila y CL propuso peregrinar durante dos días para acogerlo. ¡Qué recuerdos! Jóvenes de los dos grupos nos encontramos, cantamos, peregrinamos, comimos, contamos chistes, actuamos (como el famoso número de los hermanos Ortega), rezamos… y empezamos a conocernos. De 1983 y 1984 recuerdo que Carras nos comentaba, cada vez con más frecuencia, los progresos en la amistad que se fraguaba en las cenas en su humilde casa vallecana. Retengo el cuidado de la liturgia cantada y celebrada en la Parroquia de San Jorge, a cuya belleza no nos costaba ceder tomando parte en la misma, o la llamada a un encuentro con Nueva Tierra en la Calle Daoíz nº 12 (se anunció en la Escuela de comunidad); o la lectura de los Cuadernos editados por la misma asociación, que iban procurando ese crecimiento de las relaciones. Precisamente Cuadernos para la Memoria fue el título que se eligió, a partir de la unidad en 1985, para esas publicaciones que recogían los momentos de palabra más importantes del año, los Ejercicios Espirituales. Y llegamos a 1985,  me encontraba realizando el servicio militar en Mahón. Hasta allí llegaron diversas noticias, en forma de cartas de amigos, que me informaban de lo que estaba aconteciendo en la vida del movimiento. Asistía de forma privilegiada, reconociendo en los hechos que los amigos me contaban, el paso que se nos proponía a nivel personal y comunitario, para crecer en la experiencia del carisma de CL y reconocernos como Pueblo de Dios. El encuentro en Ávila del 22 al 24 de julio, organizado por Nueva Tierra y con la participación de don Giussani, junto a los Ejercicios Espirituales de 1985 (1 al 3 de noviembre) y 1986 (21 al 23 de noviembre) dictados en Alcobendas por el mismo Giussani, estaban constituyendo el fulcro de esa unidad que el Espíritu Santo tenía preparada para bien de su Iglesia, y, por tanto, para bien del Mundo.
Salvador Santabárbara (Madrid)

LA ESTELA DEL MISTERIO
Este verano acudí a las vacaciones de Andalucía en Mazagón. Me lo propuso una amiga y, a pesar de que no sabíamos a quién nos encontraríamos allí, nos fuimos las dos a la aventura. Fui sola en avión a Sevilla, donde me estarían esperando otras personas para ir juntas en coche a Huelva. Durante el vuelo me senté en el asiento de la ventanilla, algo rarísimo en mí, que siempre elijo pasillo para poder moverme a mis anchas. Esta circunstancia me permitió que, cuando estábamos a la altura del estrecho de Gibraltar y el comandante nos indicaba la costa africana, pudiera mirar y ver el espléndido espectáculo del cielo azul e infinito, sobre un interminable mar también azul, en el que se distinguían unos puntitos que dejaban una pequeñísima estela blanca sobre el mar: eran barcos inmensos (por la estela que dejaban) que cruzaban el estrecho en ambos sentidos hacia sus respectivos destinos. Este espectáculo me llevó a pensar que en esos puntitos tan pequeños iban tripulaciones numerosas, seres humanos cada uno con su corazón, con sus deseos y esperanzas. Pensé en lo pequeños que éramos frente a esa inmensidad y pensé en mí, que también era pequeña, ínfima frente a una enormidad que no podía medir… me perdí en este misterio insondable, y me sorprendí en una especie de conversación, de diálogo con algo que me sobrepasaba, que no podía comprender. El Misterio. Me sobrecogí. En algún momento me vino a la cabeza el salmo «Rendíos. Reconoced que yo soy Dios, más alto que los pueblos, más alto que la tierra». ¡Qué inmensidad! Tomé conciencia de que estaba siendo literalmente llevada, guiada: de que esta inmensidad que dominaba a los tripulantes ahí abajo, también llevaba mi vida en la palma de su mano hacia un destino bueno: en ese momento hacia esas vacaciones. Sólo recuerdo que al aterrizar, según se dirigía el avión a la terminal de Sevilla, me sorprendí contenta, ¡contentísima! No sabía por qué, porque todavía ni siquiera había visto a mis amigas, pero era una alegría que hacía mucho tiempo que no experimentaba. Una alegría con certeza. Cuando se lo conté a un amigo, me dijo que reconocer a una Presencia es lo que cumple la razón y el afecto, y por eso me sentía tan contenta. El resto de las vacaciones no hizo sino incrementar aún más esa certeza y esa alegría. Cada día que pasaba me levantaba y me sorprendía de nuevo contenta, y me conmovía del afecto que el Señor me mostraba sin merecerlo. ¡Qué misericordia y gratuidad! Esta experiencia ha sido vital para mí: hay un antes y un después. Desde que me pasó, tengo siempre el deseo de vivir así la vida, con esa conciencia. Repasando cómo se ha dado todo, desde la propuesta de las vacaciones, he descubierto que ésta vino en un momento de “aridez” personal que me obligó a pedir como una mendiga el volver a ser como una niña, tener un corazón sencillo, estar disponible. Esto me facilitó abandonarme al Señor y dejarle actuar. 
Carta firmada, Canarias (España)

SORPRENDERSE CADA DÍA
Comparto despacho con una compañera china. Un día vino a cenar a nuestra casa, vio una foto de don Giussani y nos preguntó si era nuestro padre. Le explicamos quién era y hablamos de muchos otros temas. A los pocos días vio que tenía en la oficina el libro L’io rinasce in un incontro, vio la portada, y comentó: «Ah, sí, es el “gentleman” que estaba en la foto de tu casa». Le hice ver en mi ordenador la página web del movimiento para explicarle más y de pronto leyó: «Can a man be born again once he is old?» y preguntó: «Pero, ¿es eso posible? ¿Puede un hombre de verdad volver a nacer de nuevo cuando es viejo?». Pensé: «Dios mío, Tú estás aquí presente para mí, a través de esta mujer que hace esta pregunta». Y siguió: «Un amigo dice que todos tenemos el derecho a que cada día sea bonito [ya sabéis, las afirmaciones que a veces circulan por ahí…]. ¿Es eso lo que quiere decir nacer de nuevo?». Le expliqué que esa pregunta se la hizo precisamente un hombre judío a Jesús, que se relata en el Evangelio, y que es algo que todos deseamos, pero el problema es si el hombre solo es capaz de lograrlo o si existe Alguien que lo hace posible. Y añadí: «Cuando hubo un incendio en tu edificio, al día siguiente, venías cansada, turbada, pensando que podías estar muerta, y te pregunté: “¿Te das cuenta que hay Alguien que te quiere, que te prefiere, que hace que tú vivas hoy?”». (Cuando me contó lo del incendio, me conmoví mucho al caer en la cuenta que esta chica, que es un auténtico tesoro, era dada, un regalo para mí, y que podía haberla perdido, y me eché a llorar. Empezó a trabajar y veía que le costaba concentrarse, que tosía porque había tragado mucho humo. Le pregunté: «¿Quieres que te traiga agua o leche, que ayuda cuando alguien se ha intoxicado? ¿Qué puedo hacer por ti, cómo te puedo ayudar?». Y me contestó: «Tú has llorado por mí, ya has hecho todo»). «Sabes que soy católica –le dije–, también deseo que cada uno de mis días sea bonito, y yo he conocido a Alguien que lo hace posible. Por eso le suplico que lo haga. De hecho, en el salvapantallas de mi ordenador tengo esta frase de Julián Carrón, que me repito: “Ser consciente significa sorprenderse cada día de que todo sea dado. ¡Si cada mañana empezáramos con esa conciencia, cuántas complicaciones nos ahorraríamos, cuántos intentos inútiles, cuánta pérdida de tiempo! Por lo tanto, el único gesto razonable para el que entiende que todo es dado, es pedir a Aquel que se lo ha dado que continúe dándoselo”». Para mi sorpresa, me soltó: «Por favor, traduce a inglés esa frase y envíamela para que no me olvide». 
Carta firmada, Shangai (China)

UN CORAZÓN PURO
Nada resulta más conmovedor para mí que el encuentro con su Presencia en mi situación concreta. Soy músico y he trabajado como profesor durante varios años en la universidad. Éste ha sido un trabajo bello y, en realidad, sencillo, porque me gustaba y no suponía un gran esfuerzo. Ante la dificultad económica, y en la imposibilidad de poder cumplir con todas las obligaciones de mi casa, comencé a buscar otro trabajo, pues la labor en la universidad era absolutamente insuficiente. Pedí a Cristo y, como siempre, no se hizo esperar. Así surgió una oferta de trabajo en un colegio. Nunca había pasado por mi cabeza trabajar en un colegio, incluso no me resultaba atractivo. Pero gracias a don Gius y al movimiento he aprendido que Cristo tiene la pretensión de cumplir mi deseo y que me desafía para que yo lo compruebe. En virtud de este juicio, acepté este trabajo que supone comenzar una nueva etapa de mi existencia. Debo confesar que asumir el riesgo, aunque haya una razón para hacerlo, no es algo automático, producto de una elaboración intelectual. No basta una receta alentadora, que saco del bolsillo cuando me siento mal, para vivir: ¡sólo Su presencia basta! El día a día en este trabajo resultó ser una fatiga. Entré en una crisis que me puso de rodillas, preguntando a Cristo: «Pero, ¿cómo puedes Tú cumplir mi vida? En este lugar, con este trabajo, enfrentando tantos desaires producto de la relación con estos niños, hijos de familias muy adineradas que lo tienen todo, que están acostumbrados a hacer lo que quieren, y que, por lo mismo, nada parece conmoverlos, hijos de la pretensión del hombre que cree que se cumple a sí mismo, niños irrespetuosos, pequeños bárbaros… Ha tenido que suceder todo esto para que Cristo purifique mi corazón, porque el corazón no se purifica al quitar la incapacidad o la pobreza, sino cuando llega a pedir su Presencia. Cristo me abraza a través de estos niños y de los demás profesores, esos niños que por las mañanas en la fila no rezan, porque no creen y no conocen Aquel que salva nuestra humanidad. Aunque ellos no lo sepan, el amor de Cristo los ha tenido también en cuenta para pasar a través de ellos. En estos días, se me acercó uno de los profesores para contarme lo que le han costado estos años de trabajo en el colegio, para al final concluir que, aunque difícil, volvería a comenzar. ¿Por qué?  Porque se ha dado cuenta que la vida puede ser una afirmación positiva y que, al final, lo que cuenta es si contribuimos con nuestra fatiga a la salvación de los hombres. Lo más bello que puedo decir es que ¡he sido amado primero, así ha sido siempre, y que en razón de esto, mañana nuevamente puedo decir sí a mi trabajo, porque Cristo sale a mi encuentro!
Lucho, Bogotá (Colombia)

EL DESEO DE PAULETTE
Querido Julián: Mis amigos saben que hace tiempo he deseado de corazón poner una casa hogar de puertas abiertas para niños huérfanos. Nació no sólo del entusiasmo de comunicar que esta herida que han sufrido no determina sus vidas, sino que hay Alguien en quien sostenerse para recuperar la confianza en la vida otra vez. Este deseo nació también gracias al encuentro que tuve con un niño de 11 años, que conocí en un albergue del Gobierno federal donde yo trabajaba; cuya madre otorgó al Estado la custodia, pues ella no quería responsabilizarse de él. En aquel tiempo tuve un fuerte deseo de adoptarlo, llevarlo a casa, pero mi pareja me convenció de olvidar la idea, pues dijo: «¿Quién eres tú para poder ofrecerle algo? Tú todavía no sabes bien ni cuál es tu vocación», argumento que entonces parecía razonable. Ahora, 3 años después, el deseo de “encontrar” de nuevo a este chico persiste. Una amiga me dijo que pidiera mucho a la Virgen para verificar en la realidad que este deseo no era un capricho mío, sino un deseo que en verdad Dios había puesto en mi corazón. Y así lo hice. Mientras, escribí un proyecto, entré en contacto con algunos amigos, pedí ayuda en temas legales y de financiación, visité obras similares, etc. Y seguía pidiendo que, si el Señor lo quería, me lo mostrara en las circunstancias y me mandara la gente que necesitara. Y no de inmediato, pero Él me respondió mandando amigos que me acompañaron en este paso, algunos desearon involucrarse en el Proyecto y otros simplemente me aconsejaron como pudieron. Pero el signo más bello es que, hace dos semanas, me pidieron impartir el catecismo a 3 hermanitos que son huérfanos. Es como si me dijera: «En este momento simplemente quiero que le hables a estos niños de Mí. ¡Muéstrales a éstos, que son huérfanos, quién es el verdadero Padre!». Me sobrepasa completamente darme cuenta de la caridad que Cristo está teniendo conmigo. ¡Así de fácil resultó dejarme abrazar por Él! Repito con el Salmo: «¿Qué es el hombre para que te acuerdes de él?» ¿Quién soy yo para que me llames a esta responsabilidad y me ames tanto? La primera en beneficiarse de aprender de nuevo el catecismo soy yo.
Paulette, México D.F.

Ciudad de Campana (Argentina)
SIN DAR NADA POR SUPUESTO
Nuestro párroco nos pidió que diéramos un curso prematrimonial a unas 11 parejas. Sentía una gran desproporción ante la tarea encomendada y la grandeza del mensaje que llevamos. Me encomendé a Santa Gianna Beretta Molla* y por gracia se dio un verdadero encuentro. No siempre sucede, pero esta vez la seriedad con que los novios encaraban las preguntas, su experiencia y su deseo de verdad hizo que todo fuera fácil y sencillo para nosotros. Pude comprobar que no podemos dar nada por descontado con respecto a nuestras tradiciones y al matrimonio. En cada encuentro con los novios comprobamos que no basta con transmitir una doctrina correcta, porque eso no les cambia a ellos, ni nos cambia a nosotros, no cambia el núcleo duro de nuestro corazón. Lo que sí sirve es mostrar cómo nuestra humanidad se ve cambiada por la presencia de Otro. Otro al que suplicamos, porque está claro que solos no podemos vivir la promesa del matrimonio. Ayudamos a cada pareja a considerar el encuentro con el otro como un bien y a ver cómo Cristo se sirve de ese “signo”, que es la otra persona, para entrar en nuestra vida y llevarla a su plenitud. Les testimoniamos que no es bueno frenar nuestra mirada ante un signo, que tenemos que ir hasta el fondo, hasta llegar a Quien nos regala al otro. Una noche les proyectamos una película sobre la vida de Gianna Beretta Molla y, al finalizar la misma, leímos un testimonio suyo. Yo pensé que los novios no iban a entender mucho de la película, pero me llevé una sorpresa: «Me impactó cuando Gianna decía: “el pasado, dejémoslo a la Misericordia de Dios, y el futuro, encomendémoslo a la Providencia divina”»; y otro: «Me llamó la atención que tenía los mismos problemas que cualquiera de nosotros, pero los vivía distinto, como cuando necesitaba que Pietro volviera porque estaba sola con los chicos, pero luego se dio cuenta que podía sola y le dijo que volviera cuando pudiera»; otro destacó su valentía al decidir tener a su hija, por encima de su propia vida. Una chica añadió: «Gianna tenía coherencia entre lo que hacía y decía, y yo pienso que no sé si voy a ser capaz de ser coherente a la hora de educar mis hijos… Dudé mucho en casarme por Iglesia, no sé si voy a ser capaz de transmitirles la experiencia cristiana». A partir de ahí hablamos del sacramento del matrimonio como la real presencia de Cristo en medio de nosotros y cómo Gianna y Pietro siempre se encomendaron a la Virgen. Los chicos pudieron percibir esa mirada virginal, dulce y tierna, con que la vivían Gianna y Pietro, y percibirla como una promesa para sus vidas. La última palabra la tiene el abrazo misericordioso de Dios, no nuestra coherencia. Dios nos recibe como al hijo pródigo, no importa cuáles hayan sido nuestras faltas, Él siempre tiene los brazos abiertos para recibirnos. Esa puede ser la forma de nuestras relaciones.
Alejandra

UNA INMENSA BENDICIÓN
Más de ochenta mil personas estuvimos en Hyde Park orando todos juntos en la vigilia de oración por la canonización del cardenal Newman. Pedí de manera particular para que podamos encontrar a Cristo y tener la fuerza de decirle que sí en todos los aspectos de nuestras vidas, para que podamos ser Suyos siempre y nunca renunciemos a esa verdad: «Él nos hizo y somos Suyos». Benedicto XVI mostró al mundo el Santísimo Sacramento, poniéndolo delante de todos: «Es Éste el que vosotros necesitáis, el único capaz de responder totalmente a vuestro deseo infinito de felicidad». Su humildad, dulzura, fortaleza y amor conquistó el corazón hasta de los más duros críticos de la Iglesia. Su honestidad y humildad al reconocer los casos de abuso y su compromiso personal en la protección de los niños causó mucha admiración por su valentía. En la homilía del sábado, el Papa nos dijo que oráramos por nuestras vocaciones y para que el Espíritu Santo nos ayude a responder a esa llamada de manera constante y con el corazón abierto. Nuestra vocación como madres nos llama a educar hijos buenos y santos que ayuden a hacer de este mundo un lugar más justo para todos, hijos que den testimonio de Cristo con sus vidas. Así podemos responder nosotras también a Dios, a esa inmensa bendición de habernos hecho partícipes de la creación al hacernos madres.
Yoli, Londres (Reino Unido)