IMPRIME [-] CERRAR [x]

Huellas N.8, Septiembre 2010

BREVES

Cartas

a cargo de Carmen Giussani

La libertad que educa
Terminó el semestre de trabajo y ya comienza otro. Mientras ordeno los libros, cuadernos, fotocopias, pruebas, etc., pienso en mis estudiantes. Recuerdo que fui a un encuentro en el que un amigo español decía que «al educar uno se comunica a sí mismo; comunica la razón de por qué vive». También recuerdo los coloquios de educación en la Universidad Santo Tomás donde hablamos de la importancia que tiene introducir a los chicos en una propuesta para sus vidas, ayudarles a conocer la realidad tomando en cuenta sus exigencias, lo que siempre descubro en clase. Los docentes, por otra parte, no se cansan de acusar a los estudiantes como la causa de todos sus males, mientras deseo que en algún momento vean a las personas que tienen delante, miren realmente la búsqueda que llevan en sus ojos, y lo solos que se encuentran, desanimados con la vida. Todo esto me duele mucho. ¿Cómo llegar a ellos? Lo que cada vez me queda más claro es que no se llega con discursos y  tampoco con las últimas teorías de la materia. Sin darme cuenta han pasado cinco años de docencia, y casi recién el semestre pasado entendí que se llega a los chicos cuando se vive con libertad, sin defender nada, sin cálculos de lo que debe funcionar. De esta manera, he sido yo misma, mirándoles con seriedad o alegría, aprovechando los juegos, los cantos, la música, las lecturas y la  pasión por todo (así dicen), sin censurarme y siempre con el respeto necesario. Creo que de este encuentro con los chicos surge la educación, y, sobre todo, que ellos pueden encontrar una razón para estudiar porque hay alguien que cree en ellos. De la misma manera que alguien creyó en mí. Surgen así sorpresas maravillosas. Por ejemplo, hablando de Ética en una clase, me preguntaron por el problema de la pedofilia en la Iglesia. Les hablé de la sed de justicia que tenemos, haciéndome eco del juicio de Julián Carrón. No lo hubiera sabido explicar de otra manera. Todos los chicos me miraron y acercaron sus sillas, creo que nunca me habían escuchado con tanta atención. Una chica preguntó: «Profesora, la conocemos, es una excelente docente, sabe muy bien su materia, pero, ¿quién es usted, quién es?». Les dije que yo soy lo que soy porque soy amada por la Iglesia, y me sonrieron. Entonces, añadieron: «Ahora entendemos quién es usted», y dejaron de hablar mal de la Iglesia. Al final, preguntaron cuáles serían los cursos que daría en el próximo semestre. «¿Por qué me lo preguntáis?»; «Para que volvamos a vernos», respondieron. Ahora espero volver a verlos, conocer a los nuevos, hablar con mis colegas… ¡qué libertad!
Angélica, Santiago (Chile)

¿Quién eres tú que unes lo que estaría dividido?
La obra de Gaudí me había producido siempre una cierta extrañeza, incluso un rechazo. Para mi forma “racional” de proyectar y construir edificios desde hace 25 años, era algo incomprensible. Cuando Ana, una arquitecta amiga mía, me contó que Etsuro Sotoo venía a la Argentina, no imaginé lo que iba a suceder. Había leído algún testimonio suyo en Huellas y me había gustado. Me impresionaba su conversión del budismo al cristianismo, que le llevó a trabajar como escultor de la Sagrada Familia en Barcelona. Los organizadores del acto que se celebró en Rosario no pertenecen a CL. Son viejos amigos y compañeros de mi padre en la Acción Católica, arquitectos de 77 años, que conocían y gustaban mucho más que yo de Gaudì. Me puse al lado de ellos ayudando a invitar, a imprimir carpetas y entregar volantes. Mientras, me mantenía en contacto con Ana y Walter, su esposo, y, junto con mi mujer, íbamos confrontando y compartiendo todos los pasos a dar y lo que vivíamos. Con algunos prejuicios y temores, me encontré con los “jóvenes  anticlericales”, estudiantes del Centro de Estudiantes de la facultad de Arquitectura. Les expliqué quién era Sotoo, su camino humano y su trabajo como escultor. Y se entusiasmaron. Hicieron volantes, invitaciones y grandes carteles en la facultad y convocaron a unos 300 estudiantes y profesores que, de otro modo, no se hubieran enterado del acto. Pablo, el referente del Centro de estudiantes con el que trabajé en la promoción de la conferencia, me dijo un día que estaba asombrado de cómo este hombre japonés había podido hacer un recorrido tan largo, siguiendo la belleza de la Sagrada Familia, hasta la conversión. Cuando les conté a los amigos de mi padre lo que estaba pasando con este estudiante, se llenaron de asombro, igual que yo. Volví un  par de veces a la facultad a encontrarme con antiguos profesores míos, colegas, estudiantes y les iba contando. Nadie se quedó indiferente. El 10 de junio, organizábamos también la proyección de un  hermoso video sobre U2, realizado por unos amigos de Santa Fe. Mi esposa, que sigue el grupo de GS de Rosario, mi hija Julia y algunos chicos de su escuela, la directora de la misma y el párroco, se involucraron en la iniciativa. Durante esos días mi papá tuvo que ser operado de urgencia y también me tocó vivir momentos difíciles en mi empresa. Todo fue muy intenso. Fueron sin duda 20 días de gracia y de belleza en los que el Misterio se hizo presente en mi vida. Pude comprobar la misericordia que tiene hacia mí. Todo me fue dado, poco lo que hice: apenas arriesgar tímidamente mi libertad, teniendo presente la provocación de Julián de la Morena: «Intenta hacer el trabajo de ir desde la realidad hasta su origen, para poder pronunciar Su nombre y reconocer Su amor por vos». Conocer a Etsuro, preparar los actos con mis amigos y mi familia, ver a mi padre alegre, porque sus viejos amigos le llamaban para contarle todo, me ayudó a entender que, aunque a veces las cosas nos parecen contradictorias o en conflicto entre ellas, el Misterio de Dios las une. No somos nosotros los que tenemos que juntar los pedazos, porque es Otro el que hace la realidad y nos la dona.
Juanjo, Rosario (Argentina)

Cielo y tierra
se encuentran
Durante el embarazo de nuestra primera hija, María del Pilar, le diagnosticaron una malformación cardiaca que exigiría una delicada intervención quirúrgica. Nada más conocer el diagnóstico, tuvimos el deseo de bautizarla. Afrontando el día a día, intuimos que Dios nos pedía la misma disponibilidad de Abrahán con Isaac. No sabíamos exactamente en qué sentido, por ello debíamos estar vigilantes y dispuestos a escuchar. Debíamos pedir. Una vez nacida la niña, nos hemos dejado sorprender por la mirada de los padres que conocimos en el hospital, a veces personas muy humildes, pero capaces de aceptar los problemas de sus hijos con una sencillez notable. En la mirada de algunos de ellos se reconocía claramente la fe. Al mismo tiempo, no nos ha faltado nunca la compañía discreta, pero siempre presente, de los amigos y la oración de muchos. ¡Hemos movido Cielo y tierra! Antes de la cirugía, cuando la niña quería estar en nuestros brazos, nos dimos cuenta de que o se quedaba en los nuestros o se iba en los de la Virgen. En cualquier caso se quedaría con una madre, pasase lo que pasase. Una vez salida la niña de la UCI y superadas las complicaciones postoperatorias, compartimos habitación con dos madres musulmanas, cuyas hijas tenían problemas cardio-circulatorios peores que los de María del Pilar. La fe y el amor de estas madres han sido un espectáculo y hemos tenido ocasión de compartir consideraciones sobre la grandeza de Dios en la fatiga de la enfermedad de los niños. Una madre y la hija de otra se llamaban las dos Fátima. Así, en la fiesta de la Virgen de Fátima, les felicitamos. Una madre había llegado desde Marruecos y no hablaba nada de español. Visto lo cual aprendimos a comunicar y a ayudarnos sin hablar. Después de haber leído el Corán, el último día, esta madre cantó algo en árabe acunando a María del Pilar. Fue un regalo inesperado. Nos hemos acordado de Angélica Caló, que en el Norte de Israel trabaja con chicos árabes e israelíes para “curar” sus corazones del rencor, y dice siempre que lo hace como una madre. María del Pilar nos hace vivir cada día con una mirada nueva, así como la paz en el Oriente Próximo, sólo puede empezar de allí. Mirar a nuestra hija nos ayuda ahora a recordar cómo Cielo y tierra se encuentran. Es lo que ocurrió en Nazaret.
Betta y Pedro, Madrid (España)

Cuando menos lo esperaba
Supe que Alfredo y Mariona iban a tener una niña que se llamaría María. Los médicos le habían detectado anomalías que podían indicar alguna disfunción genética. Esta circunstancia se ha revelado una oportunidad preciosa: nuestra amistad creció en confianza, madurez y conciencia de nuestra dependencia total y confiada del Señor, con la necesidad mutua de una compañía que, como gracia, nos iluminara en nuestro conocimiento de lo que es la vida, y nos recordara que Alguien nos ama a pesar de nuestros errores constantes. Cuando María nació, fue directa a la UCI. Según iban pasando las semanas, me veía como un espectador incapaz de hacer nada, tan sólo de acompañar a Mariona y a Alfredo, preocupado de que no se escapara nada a mi dormida humanidad. Así pude ver cómo, gracias a María, maduraba la paternidad de Alfredo con sus otras dos pequeñas y cómo los abuelos eran acompañados y abrazados por los jóvenes padres. En esos días tuve que encarar el sufrimiento y la incapacidad, enfrentarme a la enfermedad y a la espera. No podía esconderme o “pasar” de lo que sucedía. Se avecinaba una prueba importante y peligrosa para la salud de María y apresuradamente la bautizamos. Nos encontrábamos allí, un día laborable, padres, padrinos y amigos, convocados el día anterior, para acoger a nuestra querida pequeña en la cristiandad. Me sentía sobrepasado del premio de ser padrino, y mendigo de lo que el Señor obraba a través de esta pequeña. Yo quería testimoniar cómo se hacía patente una vez más que el sufrimiento puede ser un bien, cómo Dios elige magistralmente las formas y uno puede percibir carnalmente el destino bueno incluso en las peores situaciones. Al día siguiente, como una respuesta directa a mis reflexiones, María abandonó esta vida. De repente, me sentí vacío ante esta noticia. No sabía cómo reaccionar. La esperanza, la rabia, el desconcierto y la desproporción se mezclaban y luchaban entre sí. A pesar de ver la serenidad de los padres en el tanatorio, algo dentro de mí se rebelaba contra la “injusticia” patente. Pero, una vez más, el Señor actuó llevándome de la mano, cuando menos lo esperaba y más lo necesitaba. Durante el funeral, al acabar la misa, Mariona subió a decir unas palabras. Dio las gracias a Dios por todo lo acontecido y dijo que ese era un día feliz, ya que María estaba en el cielo. Ver a la madre decir estas cosas supuso un rayo de luz que rasgó mis tinieblas y alejó las inquietudes de mi corazón. Una vez más, vi la victoria de Cristo sobre la muerte y el significado último que tiene la vida. Ahora, en cada oración a la Virgen, cuando pronuncio el nombre de “María”, recuerdo a nuestro pequeño ángel como uno de los milagros que constantemente el Señor obra entre nosotros.
Dani, Barcelona (España)

Tortosa 1
Como me suele pasar, llegué a las vacaciones con amigos de CL con bastante pereza y pocas ganas. Varias situaciones personales (alguna especialmente dolorosa) se añadían a la habitual pereza que provocan en mí este tipo de “descanso comunitario”. Pero tenía el deseo de que este año pudiera disfrutar de los amigos y de que estos días me construyeran. Ahora, fue llegar al lugar donde nos alojábamos y se volvió a producir el bloqueo de siempre que se acrecentó a lo largo del primer día, provocando en mí una violencia que “me era familiar de otros años”. El segundo día el grado de bloqueo llegó a ser insoportable. Me salí de la primera asamblea con Franco Nembrini y no podía ni siquiera jugar a las palas con mis hijos. Lo que sí observaba con asombro (y no podía censurar) es que personas con las cuales apenas había tenido alguna conversación en los 20 años que llevo en CL o que ni siquiera conocía, y por supuesto mis amigos, se acercaban y me preguntaban qué tal estaba o cualquier cosa para lanzarme un cabo con el que yo pudiera salir de una situación que debía ser muy evidente para todos, incluso físicamente. Esta acogida, esta misericordia conmigo me sacó al final de mi bloqueo. Me sentí un hombre absolutamente nuevo, tanto que participé con gusto (¡al cabo de 20 años!) en los juegos. Antes no había jugado nunca. Disfruté de las excursiones, necesité leer el texto que se nos proponía (cosa que continúa ahora), estuve con mis amigos y familia descansando realmente. Reconocer una compañía concreta que me acoge tal y como soy es lo quiero para mí en el día a día de Madrid, con la fatiga cotidiana, las responsabilidades de la empresa, la familia, etc. Todo esto es un signo que me mueve hacia otra cosa, hacia Otro. Por ello, junto con estas personas, necesito hacer un trabajo serio de confrontación con la realidad, siguiendo el texto de la Escuela de comunidad y los Ejercicios de la Fraternidad. 
Jorge, Madrid (España)

Tortosa 2
Llegué a las vacaciones con una gran objeción a todo, además de ir arrastrando todo mi límite en los últimos meses. La persona renace de un encuentro era el lema de estos días. Tengo 26 años y lo último que me apetecía era pasar la única semana de vacaciones con 260 personas, familias y niños. Sin embargo, estos días han sido tan decisivos que ahora puedo decir que me han ayudado a renacer. El primer encuentro imprevisto para mí fue con el prior del monasterio de Poblet, que me dijo que tenía que volver al origen, a mi primer encuentro con Jesús. No entendía cómo, pero me fui con un gran deseo de encontrarlo de nuevo. Luego, mi novio y yo pudimos cenar con Franco Nembrini. Mientras le contaba mi historia, me conmoví sabiendo que Cristo había venido a tocarme y llevarse todo mi pecado. De repente, se me hizo patente que mi vida había sido una historia de perdón. Una historia que sigue ahora, mediante el rostro de los que más quiero y que me acompañan, sin juzgarme ni pretender que cambie o que me cure. He vuelto a renacer: no quiero perder el tiempo ni perderme el espectáculo que supone ver a familias que viven su amistad de una manera tan sencilla, que educan a sus hijos, etc. Esto es algo nuevo para mí que siempre he tenido miedo a crecer y a hacerme adulta, porque pensaba que la vida decae a medida que el tiempo pasa. Y aquí encuentro una novedad exquisita que me abre una esperanza enorme, haciendo pedazos ese miedo. Estas vacaciones no han sido geniales porque la gente fuera estupenda; lo han sido porque quien tiene una pregunta grande y un deseo (y estos amigos de Madrid la tienen) demuestra que Cristo actúa en ellos. Y lo hemos visto todos, la belleza de los cantos, los juegos, la manera de cuidarse y de cuidar la propuesta. No podía venir de uno que se pone como centro de todo, sólo podía venir de uno que ha encontrado a Alguien más grande y, por eso, te tiende la mano para acompañarte. Así es posible experimentar el perdón de Dios, porque está presente en una compañía, en un lugar donde puedo caminar.
Laura, Barcelona (España) 

Tortosa 3
Estuvimos en Tortosa mi familia y yo, y al final, también se apuntaron mis tíos, que nunca habían estado en algo del movimiento. Pues bien, cada día ha sido para mí un espectáculo. Tanto mi madre como mi tía tienen un pasado bastante complicado en la Iglesia, lo han pasado realmente mal, y de hecho, ni siquiera me habían contado nunca la historia completa. Pero algo ocurre aquí que ha hecho que pusieran su vida delante de todo el mundo, sin importar de quién se trataba, tanto gente que conocían de dos días o de gente que no conocían de nada en absoluto. Me ha conmovido ver cómo ponían de esta manera su vida delante de todos. También con dos amigos que he conocido este verano la experiencia ha sido espectacular, porque vivir con gente que juzga absolutamente todo ha supuesto darme más cuenta de las cosas y poder preguntarme un poco más sobre ellas. Pero, con toda libertad, tengo que decir que todo esto no me basta; aunque no lo entienda, veo que no me basta y me fastidia. Ha surgido en mí una pregunta muy grande, tan grande que a veces me da miedo mirarla a la cara: «¿Quién eres Tú que me cuidas así y haces esto con mi familia?» «¡¡¿Quién eres?!!». Sin duda, esta pregunta es más grande que cualquier respuesta que pueda intentar darme, porque no lo puedo explicar sin más, pero he descubierto que esta pregunta es la que quiero que predomine en este verano, y en toda mi vida. Es así como quiero vivir.
Marcos, Barcelona (España)

Por las obras lo reconoceréis
Unos treinta chicos de GS de Santa Fe y de Salta querían conocer la obra del Padre Aldo y visitar a sus compañeros de Paraguay. Lo que nos esperaba en Asunción fue mucho más grande de lo que imaginábamos. Allí pudimos ver un cristianismo que toma cuerpo en una obra. Paraguay es una tierra latinoamericana donde la semilla cristiana germinó de manera generosa siguiendo la empresa que realizaron allí los Jesuitas. La obra nacida del Padre Aldo es algo indescriptible. Vimos belleza, caridad, entrega, todo ello conjugado en armonía. Es necesario verlo, no basta explicarlo. Ante tanta vida que pulsa en la Parroquia de San Rafael –la Clínica para enfermos terminales, el Colegio Pai Alberto, la Casita de Belén, la Casa Santa Ana, la Casa San Joaquín, etc.– no puedes dejar de conmoverte y pronunciar ¡TUPA! “Tu” significa “asombro”, y “Pa”: ¿quién ha hecho esto? Tupa es el nombre que los Guaraníes le daban a Dios. Tomarse en serio la vida y las exigencias del corazón humano aquí no es una teoría, sino una realidad palpable. El Padre Aldo no está solo. El Padre Paulino le acompaña, le sigue, y con él una verdadera comunidad cristiana que vive en esta parroquia. En Asunción nos esperaban otros amigos de CL que generan un sinfín de iniciativas: la Casa de acogida donde trabaja Pedro, el Banco de Alimentos, la “casa” de CL que han levantado con el esfuerzo de todos (cada familia aportó algo, primero para la compra del terreno y, luego, para la construcción de la bellísima sede del movimiento). La atención hacia cada uno de los que habíamos llegado fue de tal calibre que el agradecimiento no me cabe en el corazón, sino que me devuelve  a la pregunta: «Pero, ¿quién genera todo esto?». Son hermanos con los mismos recursos y limitaciones que nosotros, con la misma realidad que nos abarca a todos en América Latina, con la única diferencia que se toman en serio su vida y –ni mas, ni menos– “obedecen a la Realidad”. Yo no podía ver eso y dejar de exclamar: «¡Todo lo que veo nace de ti, oh Cristo mío!». De verdad no nos falta nada, sólo seguir el impulso generoso que va de las obras que vemos al autor que las hace.
Rodolfo, Salta (Argentina)

Al alcance de la mano
Fui al centro de Puebla a realizar unas compras. Buscando donde asistir a la Misa, conocí la iglesia de Nuestra Señora de la Merced. El templo, de gran tamaño y con muchas capillas laterales (unas 12), estaba repleto de fieles. El sacerdote que ofició era un viejito que apenas podía hablar, pero los feligreses, que eran muchos y de culturas muy distintas, no mostraban distracción alguna. Participaban realmente de la Santa Misa con sencillez y devoción. El centro y protagonista era claramente Cristo. Pedí por los sacerdotes, las vocaciones y la santidad de los laicos. Me dijeron que siempre hay un Padre esperando a algún penitente. Eso me recordó cómo el Señor nos llama, nos espera, ansía darnos su misericordia. ¡Qué amor tan grande! Al terminar la celebración, colocaron la imagen de la Virgen de la Merced, una Virgen “mechudita”, “despeinada”. Los feligreses hicieron dos filas para pasar a besarla, tocarla, santiguarse, y el padre viejito pasa bendiciendo y rociando con agua bendita rosarios, escapularios, niños y también tantas personas que “prometen” no tomar alcohol, llegar temprano a casa, no faltar a su mujer o asistir a misa. Pregunté si ese día celebran algo en especial y me dijeron que los actos de devoción finales son así todos los días. Me conmovió ver que en medio de calles tan complicadas, llenas de ruido y altavoces anunciando: “Compre, compre”, atiborradas de puestos y de revistas a veces muy malas, mientras la gente corre y corre, sin embargo, la gracia de Dios está allí, al alcance de la mano.  En medio del bullicio hay templos que nos recuerdan quiénes somos, a quién pertenecemos y de qué estamos hechos.
Carmen, San José de Puebla (México)

Buenos Aires (Argentina)
Nacer de nuevo
El Hogar Sacerdotal de Buenos Aires es el lugar donde son destinados los sacerdotes ancianos, impedidos o enfermos. Algunos viven postrados en cama, otros, en silla de ruedas o caminan con dificultad. Pocos, los menos, logran moverse libremente.
Nadie llega al Hogar Sacerdotal gustosamente. Muchos se deprimen y se aíslan, evitando toda vida en común; aun la santa Misa y las comidas. No la celebran, y comen solos, en el cuarto. Cuando fui enviado al Hogar me preguntaba por cuál de mis errores habría sido. Los primeros tiempos fueron de gran desconcierto. No entendía qué sentido tendría para mi vida este exilio sociológico y pastoral… La fidelidad de algunos amigos de CL (cfr. Huellas, marzo 2010, p. 5) y el Año Sacerdotal me salvaron. Compré y releí la Vida del Cura de Ars de Trochou, festejé mis Bodas de Plata sacerdotales, hice una confesión general de mi vida y crecí en fidelidad a la Escuela de comunidad. Finalmente, el pasado 29 de mayo aconteció algo nuevo en el casi centenario Hogar. Tras una vigorosa (=insistente) convocatoria cuarto por cuarto, comenzó la Escuela de comunidad del Hogar, por primera vez, participando en ella más de la mitad de los huéspedes. Desde ese día sopla un aire nuevo entre nosotros: de mayor encuentro, de libertad, y de amor conmovido entre nosotros. Sin ninguna duda: ¡se puede “nacer de nuevo”,  siendo viejo! El padre Vicente Desimone, clase 1919, postrado en silla de ruedas, hace unos días participó en un encuentro regional de curas de CL. Fue para él un acontecimiento, que comunicó entusiasta, luego, a todo el Hogar: sacerdotes, enfermeros… a todos, y a cada uno. Un milagro aconteció y se dilata en el Hogar Sacerdotal de Buenos Aires.  Ahora sé por qué la providencia me trajo a este lugar.
Padre Francisco Miguel Delamer

¿No ardía nuestro corazón…?
Leyendo las meditaciones de la Liturgia eucarística publicadas en Magnificat (Julio de 2010, pp. 36-37), encontré una reflexión de Mons. Luigi Giussani, transcrita de la revista Huellas. Esto me hizo recordar cómo conocí a don Luigi, a la revista y a CL. Una amiga regaló a mi comunidad religiosa algunos números de Huellas, cuyo contenido me encantó. Expresaba conceptos sobre el “Misterio” de Cristo de tal manera, que encendía, que calentaba el alma. Empecé así a indagar quién era “ese” don Luigi, cuál era ese Movimiento de Comunión y Liberación, etc. Y como la información por mi amiga no llegaba con la rapidez deseada, escribí a la dirección electrónica de la Revista. Resultó que mi carta llegó a Madrid, de donde me remitieron a México, D.F. Y de aquí, nada menos que a ti, María Rosa y a Monterrey, ciudad donde las dos vivimos actualmente. Una vez hecho el contacto, empezó mi aluvión de preguntas y tus amables respuestas (¡entre las que se encontró una suscripción a Huellas!). Me encanta recordar la historia, pues palpo, una vez más, los caminos de Dios. No hay coincidencias en “Sus cosas”. Qué manera tan bella tiene Él de enlazar los eslabones de los acontecimientos, aun de los más sencillos de la vida diaria para acercarnos más a Él, para que Lo conozcamos mejor, para que deseemos amarlo más y darlo a conocer a todos. De todo esto, ha resultado una hermosa amistad. Ha surgido también otra intención más en mi oración, para que sigan haciendo mucho bien por todo el mundo. Que el Señor siga bendiciendo todo lo que hacen en Su Nombre y a través de su Espiritualidad (que se parece en mucho a la nuestra, ya que proceden de la misma Fuente); que sigan extendiéndose por el mundo entero, para Su gloria y el bien de Sus hijos. Siempre unidas en Su Corazón misericordioso.
Sor Martha, Monterrey Nuevo León (México)