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Huellas N.8, Septiembre 2010

PRIMER PLANO / Grandes cosas

Mi primer Meeting

Alessandro D’Avenia

El regalo de un librero, la joven que le pregunta por el amor, un sms. Y esos diálogos de tú a tú, aunque sea ante cien personas. O bien: «Lo inmenso en la punta de un alfiler». Un escritor (y profesor) cuenta sus veinticuatro horas en el Meeting, donde ha descubierto la otra cara (menos imponente y más escondida) del evento. Y en donde ha encontrado la respuesta a la pregunta con la que llegó

Uno vive y busca un método para vivir. Un método que te permita aceptar las dos cosas fundamentales para vivir (y por lo tanto para ser feliz): aceptar haber nacido y aceptar tener que morir. Lo primero te hace amar aquello que eres y tienes, lo segundo te hace amar lo que no eres y no tienes, tus límites, y abrirte a quien ama esos límites más que tú y quiere hacer que los superes introduciéndote en su infinitud. 
Pasamos toda nuestra existencia, lo queramos o no, en busca del método de la vida. Método quiere decir camino, recorrido, vía. Y hay Alguien que ha dicho ser la vida: el método. ¿Qué quiere decir ser el método de la existencia, el camino? ¿Cómo puede decirlo un hombre distinto de mí y pretender ser mi método, sobre todo si ese hombre es lejano en el espacio y en el tiempo? ¿Qué tiene que ver ahora conmigo, con mi carne?
Nadie ha tenido el coraje de decir yo soy la vida. Los demás, los fundadores de las religiones, los grandes pensadores, los sabios, los profetas, han indicado un camino a recorrer, pero nadie se ha atrevido a decir: yo soy el método
Llegué al Meeting con estos pensamientos en el corazón, pensamientos que me han acompañado en el verano y que palpitan entre las débiles paredes de carne de las que estoy hecho. 
Al entrar todo me parecía inmenso, grandísimo, ilimitado. Una vez dentro, la sensación aumentó, porque aquello “grandísimo” estaba lleno de cosas y de personas, cientos de rostros en movimiento, de todas las edades. Me preocupé: en verano no me gustan las masas, motivo por el cual nunca antes había ido al Meeting. No me gustan ni siquiera en invierno, pero no importa. Entonces empezó la sorpresa. 

Ulises y los asados. Me encontré con una pareja de amigos. Él intentaba controlar a sus dos hijas desatadas. Una vez identificado el desconocido, las dos le sedujeron enseguida con un globo naranja y comenzaron un partido de voleibol en medio de la gente. El escritor y la niña. Todo lo que antes me había parecido grandísimo, la masa de gente que me había aterrorizado, se transformó de pronto en algo pequeñísimo: una niña y un globo, en el gran juego del mundo.
De esta forma empezó una larga serie de “pequeñísimos” que contenían dentro lo “grandísimo”, que lo escondían y al mismo tiempo lo desvelaban, haciendo que pudiera tocarlo a través de los sentidos que sólo son capaces de tocar lo visible.
Lo pequeñísimo es un profesor que me habla apasionadamente de mi libro, de la enseñanza, y al que me encuentro más tarde sirviendo los “asados” en el restaurante abrucés, con la misma sonrisa y la misma pasión. 
Lo pequeñísimo es la atención y el cuidado femeninos (cuánta feminidad en el Meeting, cuántas mujeres elegantes en su forma de ser mujeres) de las dos azafatas que me acompañaban, de la propietaria del restaurante toscano, de la profesora fotógrafa…
Lo pequeñísimo es el librero que me aconseja un pequeño libro, que compro y que estoy devorando, porque es lo que necesito ahora; y después me regala uno grandísimo, que leeré antes o después. 
Lo pequeñísimo es el encuentro con cientos de chicos cuyas preguntas eran tan precisas y auténticas que las respuestas me obligaban a descubrirme, en una charla de tú a tú, sólo que con muchas personas. 
Lo pequeñísimo es una chica que me para y me pregunta cómo puede saber si está verdaderamente enamorada, y un profesor amigo mío que me regala el texto de la exposición sobre el Ulises después de haberla interpretado como actor.
Lo pequeñísimo es un joven de dieciocho años que no me pregunta nada y que sólo quiere darme un abrazo porque quiere ser profesor y lo que yo había contado había disipado sus últimos miedos.
Lo pequeñísimo es un sms: «Aviso que no sé si este es el número de la persona que creo que es. No sé si usted se acuerda de mí, de la chica que le sorprendió ayer en la exposición de Dante. No me presento como una de sus muchas fans apasionadas sino, sobre todo, como una chica en busca de sueños. En su libro he leído que para encontrarlos hace falta mirar alrededor y así, como una iluminación, he visto por casualidad (o no) su número… Me gustaría hacerle algunas preguntas, en la forma que prefiera usted, porque escuchándole he vislumbrado una posibilidad de ayuda para mi crecimiento».

No soy un autógrafo. Lo pequeñísimo es la enorme fila de chicos que querían que les dedicara el libro y con los cuales he podido hablar al menos durante unos segundos de tú a tú, sin verme transformado en un autógrafo ni en un ídolo inalcanzable, decepcionante y engañoso. 
Lo pequeñísimo es la chica que me explica con el acento de mi tierra la exposición de Flannery O’Connor, aunque en la vida real se dedica a una cosa totalmente diferente. 
Lo pequeñísimo es la pasión de Mariella al mostrarme los misterios de Ambrogio Lorenzetti, y el asombro por esa talla de la cabeza de Cristo, que se partió por la mitad, y en cuyo interior se halló un pergamino con una oración de Lando di Pietro pidiendo por la humanidad, que yo he hecho mía. 
Lo pequeñísimo es, poco antes de irme, una familia (igual que había empezado) que conocí allí mismo en la librería. Una de las dos hijas, después de una divertida e intensa charla, me pregunta al despedirse: «¿Te gustan los chupa-chups?». Ante mi sonrisa saca uno y me lo regala. 

Toda la vida. De este modo la masa de gente se ha transformado en un “tú” con el que dialogar cara a cara. El inmenso espacio de los pabellones se ha transformado en una estancia en la cual me encontraba corazón a corazón con rostros amigos, aunque los viese por primera vez. Lo más serio se ha transformado en un juego. Todo esto me ha dado la respuesta acerca del método. 
Él es el camino, porque es un hombre como yo, pero a la vez es Dios. Y Dios me enseña el método para ser hombre: poner lo inmenso (toda la belleza, la verdad, el bien, el amor, la libertad,…) en la punta de un alfiler y hacerlo accesible, poniéndolo al alcance de la mano. De este modo me introduce en ese dinamismo amoroso que es propio sólo del cristianismo, porque se modela sobre lo imprevisto y lo previsto de cada día, y lo inyecta dentro de toda la vida. Tanto lo imprevisto como lo previsto se convierten en carne permeable para lo inmenso: ya no existe dolor imprevisto, ya no existe rutina prevista, porque todo se llena de Dios que -si uno quiere- se sumerge en la carne y actúa en mí, vive en mí, en este extraordinario éxtasis de cada día. Por ello, no dejo de ser yo mismo, sino que soy otro que está más pegado a mí que yo mismo, que ama a los demás en mí y a través de mí y le ama a Él en los demás y a través de los demás. 
Esto es justamente lo que hay en el Meeting: lo inmenso en la punta de un alfiler, Dios en un globo y en un chupa-chups, en un rostro cansado y en una sonrisa. En las personas. 
Sólo me ha faltado una cosa: poder ir a darle las gracias personalmente, en un rincón, en ese trozo de pan que es el fragmento más lleno de realidad que conozco y que a lo mejor alguien más, aparte de mí, ha sentido la necesidad de ver cara a cara, de tú a tú, durante unos minutos, para recogerse y dar las gracias por una belleza tan desbordante. 


Han dicho

GIANCARLO GIANNINI Actor
«Tal vez sí, tal vez la belleza nos hará florecer de nuevo. Pero, en cualquier caso, yo creo que sólo hay una cosa que puede salvar al mundo: la apertura al Misterio, la fe en Dios. Algo que se refleja a la perfección en el Infinito de Leopardi. Espero que sus palabras lleguen a toda la gente del Meeting, porque es Dios el que ha puesto en nosotros la sed de Él, el apetito para que sigamos buscándoLe»

GIULIO TREMONTI Ministro de Economía
«En el viejo mundo la política descendía desde lo alto, y eran las ideologías las que calaban en el pueblo. En el mundo actual, la política debe ir desde abajo hacia arriba. Y cuando digo “desde abajo”, me refiero en realidad a lo mejor de la persona, de la familia y de la comunidad. Y creo que esto es fundamental para definir un modelo político que se inspira, en el fondo, en la caridad cristiana. No sólo tener, sino también ser»

MARY MCALEESE Presidenta de Irlanda
«Lo que más me fascina es el proceso, este proceso de conversión, que transforma corazones de piedra en corazones que son capaces de abrazar al enemigo. Requiere tiempo, paciencia y capacidad de resistencia, en particular cuando han existido bloqueos y oposiciones. Requiere algo que va mucho más allá de la esperanza: una fe inquebrantable en las posibilidades de cambio que se han cerrado, en la creencia de que el amor será más fuerte que el odio»

MAURIZIO SACCONI Ministro de Trabajo, Sanidad y Políticas Sociales
«La gratuidad impregna todas las dimensiones de la vida humana, incluida la económica. Nosotros deberíamos decidir, tal vez con este Meeting que es la casa de una gran parte del Tercer Sector, cambiar esta definición y eliminar ese “tercer”, que parece referirse a algo residual. Necesitamos recuperar la difusión, la centralidad de la cultura del don y de la gratuidad»