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Huellas N.11, Diciembre 2008

SOCIEDAD - Vida y Misterio

Toda vida pide la eternidad

La vida de Eluana corre el riesgo de acabar de modo trágico. El juicio que CL ha difundido al respecto nos interpela a todos. Ante los hechos, cada uno tiene que responder y Giancarlo Cesana profundiza en primera persona sobre el contenido del manifiesto

El manifiesto de CL a propósito del caso Eluana Englaro lo dice todo, pero merece la pena añadir algunas reflexiones para despejar la confusión actual respecto a la naturaleza de la vida, la de Eluana y la nuestra, la vida de cada día.
«Habéis oído que se dijo a los antepasados: no matarás; y aquel que mate será reo ante el tribunal. Pues yo os digo: todo aquel que se encolerice contra su hermano, será reo ante el tribunal» (Mt 5, 21-22). De acuerdo con estos versículos, «la vida es sagrada», como enseña el Catecismo de la Iglesia Católica (2258). Don Giussani nos ha educado en tomar conciencia clara de que dependemos desde el primer aliento de vida: no solo del oxígeno, sino del Ser que nos da la vida, del Creador. La vida humana no tiene su fundamento en sí misma, tanto es así que empieza y se acaba. En una palabra, la vida es un misterio, pone en evidencia continuamente que no somos sus dueños. “Nuestra” vida, igual que la de los demás, se nos da día tras día para conocer y gozar de su fundamento, de su fuente, pues recibimos «luz de luz», escribía Eliot.
El que pretende manipular la vida actúa como un cazador que al ver que algo se mueve disparara a ciegas entre la maleza, sin saber si se trata de un niño o de un conejo. Esto es inaceptable, pues va manifiestamente en contra de la categoría suprema de la razón, la de la posibilidad. La manipulación arbitraria de la vida ha generado siempre graves daños. Lo demuestran muchos experimentos llevados a cabo sobre el hombre, no sólo en los campos de exterminio nazis, sino en los laboratorios y en los hospitales de este siglo. Por algo la Organización Mundial de la Salud ha establecido los Comités Éticos y el consentimiento informado de los pacientes o de sus tutores. A Eluana se le ha arrancado un seudoconsentimiento a su ejecución, mediante frases que habría pronunciado cuando no sabía qué iba a ser de ella.

La esperanza cristiana
La eutanasia, como el aborto o la experimentación con embriones, constituye la violación de algo que no nos pertenece. Pero el caso Englaro es todavía más grave. Se puede llegar a comprender, aunque no a justificar, que en condiciones particularmente difíciles –guerra, miseria, soledad– no se pueda soportar el peso de la existencia y del sufrimiento. Pero si hay alguien que quiere hacerse cargo y se compadece, ¿por qué impedirlo? ¡Las Hermanas de la Misericordia asisten a Eluana desde hace diecisiete años! Su dedicación es gratuita. Manifiesta la bondad del Ser que mantiene en vida tanto a Eluana como a las hermanas. In spem contra spem: la muerte no puede ser la última palabra sobre la vida del hombre, siendo una contradicción absoluta con nuestra tensión irreductible a ser. Dios se hizo hombre y venció a la muerte. Jesucristo ha resucitado de entre los muertos. Este es el fundamento de la vida. El que decide acabar con la vida de Eluana rechaza la caridad, impide el testimonio físico, impresionante, de la Bondad en la que se asienta la vida, de su fundamento. Cercena el sentido del sufrimiento –mediante el cual los cristianos tomamos parte en los sufrimientos de Cristo–, que nos libera de una ilusión de omnipotencia y nos enseña a aceptar que somos queridos y Alguien nos hace instante por instante.

Nuestra civilización
«La realidad es Cristo», afirma san Pablo. Por ello, podemos amar sin titubear: prevalece la positividad y el destino del otro es mi aliado, no mi enemigo. La primera canción de nuestro Movimiento dice: «Tutta la vita chiede l’eternità». Toda la vida pide la eternidad y ¡esta petición tiene una respuesta!
El enorme esfuerzo realizado en Occidente para incrementar los conocimientos médicos no logró asistir y acompañar a los enfermos. Les apartaban porque incomodaban, apestaban, eran incurables y, con frecuencia, contagiosos. La sombra de la muerte provocaba un terror inexorable. Después de Cristo, los enfermos –dada la persistente escasez de conocimientos seguían siendo incurables, pero al crearse los primeros hospitales comenzaron a ser acogidos, como los pobres, los abandonados y los desahuciados. El límite dejó de paralizar al hombre. Como don Giussani dijo de manera fascinante, empezó a ser reconocido como lo que es: un paso fatigoso hacia el Misterio, «un peldaño hacia el Infinito».
Así se comprende lo que dice al final nuestro manifiesto. El respeto por la dignidad de la vida y el valor de la persona no son mitos religiosos, sino hechos constitutivo de nuestra civilización, que nos ayudan a entender lo que somos y queremos ser: amados. Nuestra civilización parece desmoronarse poco a poco. A nosotros nos toca vivir con verdad, ser y defender lo que somos. Esta es nuestra apertura al mundo, nuestra compañía al hombre contemporáneo.