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Huellas N.7, Julio/Agosto 2010

BREVES

La Historia

Los pasos de Simón

Es un día gris. Y una temporada dura. Thiago parte para Roma. Lucas acaba de irse a Chile. Así, Simón se encuentra sin sus compañeros inseparables. Lleva un año viviendo con ellos el día a día. Se conocieron en el Máster de Economía. Simón había dejado Nairobi para ir a Milán a cursar el Máster, y allí había vivido con estos compañeros una amistad fuera de lo común. Juntos formaban un trío multiétnico, Kenia-Italia-Brasil, que resultaba curioso. Quizás por ello, hasta hoy no se había percatado de las miradas que le dirigen por la calle.
Junto a Marta, acompaña a Thiago a la Estación Central. Se dan un abrazo y el amigo sube al tren que sale hacia Roma. Es la segunda despedida, otro amigo que se va. Menos mal que queda Marta. Es la primera persona que conoció Simón nada más aterrizar en Milán. Ahora, se sorprende de la amistad que ha nacido desde entonces, de cómo su vida se ha llenado de rostros amigos.
Mientra el tren se aleja, intercambian una mirada. No hace falta hablar. Salen de la estación y se paran en la boca del Metro para charlar sobre lo que acaban de vivir. Ella, muy guapa; él, totalmente negro.

«¿Todo bien?», pregunta un desconocido corpulento. No mira a Simón. Se planta delante de Marta como para protegerla. «¿Todo bien? ¿Necesitas algo? ¿Quién es éste?». Marta se sonroja y responde: «No pasa nada. Estamos charlando». «¿Seguro?». El hombre empieza a preguntar. Quiere saber si Simón es un clandestino, qué hace en Italia. «Es un amigo mío». Simón se queda callado. Es duro escuchar a este hombre que mira a Marta, luego le mira a él. Simón le sonríe y el hombre se va, controlándole de soslayo.
Tras un momento de silencio, Marta y él se miran, sin comentario. Luego, retoman la conversación donde la habían interrumpido.

Simón decide volver a su casa andando. Camina y se mira los pies, luego los brazos, la piel y piensa en las palabras de ese señor. «¿Por qué no me incomodó su actitud?». Luego, cae en la cuenta: «Porque estaba Marta». No había tenido ni que pensarlo. La simple presencia de Marta era más fuerte que ese tono de voz desconocido. «No podía dejarme llevar por la reacción o la rabia. Nuestra amistad era simplemente más fuerte». Delante del Metro, estaban dos realidades. Una de las dos era interesante: «La presencia de Marta, su amistad». Ahora Simón, observa sus pasos, su piel, su estado de ánimo, y piensa: «Era una presencia tan significativa que me ha dado seguridad, me ha cambiado». Sin que él hiciera nada más que mirarla.