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Huellas N.2, Febrero 2010

CULTURA / Santiago de Compostela

En el umbral de la gloria

Giuseppe Frangi

Un inmenso «libro de piedra» que habla al peregrino que llega a Santiago desde los puntos más insospechados del planeta. Pero, ¿qué mensaje queda impreso en esta obra maestra del románico? En este Año Santo, un ensayo y una exposición nos acercan a la escucha del «esplendor de la esperanza» que el maestro Mateo selló con su firma

Más que un libro de arte o un libro de cultura religiosa, se trata de un verdadero libro de investigación. Una indagación realizada en torno a uno de los monumentos más célebres y venerados de la tradición cristiana: el Pórtico de la Gloria, situado en la fachada occidental de la Catedral de Santiago de Compostela. De todos es conocida la extraordinaria atracción que este lugar ha ejercido durante siglos, meta de peregrinaciones para millones de fieles y gentes de todo tipo. Cualquiera que haya ido allí, aunque sólo sea una vez, conoce ese rito sencillo que acompaña la llegada y la entrada en la Catedral precisamente a través de este grandioso Pórtico. Pero se conoce poco del significado que este monumento quiere comunicar a todo aquel que lo atraviesa. Como un inmenso libro de piedra, el Pórtico dialoga, habla con los peregrinos. ¿Qué es lo que les dice?
Éste es el tema de la investigación que Félix Carbó ha realizado y que ahora, con ocasión del Año Santo Jacobeo, se ha traducido en un libro (El Pórtico de la Gloria. Misterio y sentido), una página web (www.porticodelagloria.com) y una exposición documental (véase el apartado en p. 50). Todo ello con el apoyo de una campaña fotográfica extraordinaria que permite descubrir también detalles en apariencia secundarios.
La investigación comienza tratando de explicar una anomalía relacionada con la historia del Pórtico: siguiendo las huellas históricas se descubre que la Portada actual no sería la originaria de la Catedral, terminada de construir en torno a 1122, como refiere el Códice Calixtino Aymeric Picaud, un monje cronista que vivió en aquel periodo. En realidad, el Pórtico que nosotros contemplamos es obra del célebre Maestro Mateo, que vivió 50 años después, como atestiguan numerosos documentos y como confirma de forma inequívoca la firma en latín que figura en la obra: «En el año de la Encarnación del Señor 1188, el día de las calendas de abril, los dinteles del Pórtico principal de la iglesia del Bienaventurado Santiago fueron colocados por el Maestro Mateo». ¿Cuál es el motivo de que se rehiciera el Pórtico algunas décadas después, alargando además la Catedral? La hipótesis de Carbó es que se trató de una decisión tomada por «quienes tenían autoridad sobre las obras de construcción de la catedral», habiendo juzgado la puerta precedente como «no adecuada para mostrar la potencia de la Gloria de Cristo».

Clave de bóveda. De esta forma entra en escena el Maestro Mateo, un personaje que, a juzgar por los documentos, debía gozar de un enorme prestigio, pues sabemos que en 1168 el rey Fernando II, que reinaba en León, Galicia y Asturias, le había asignado una pensión vitalicia. Fernando II era hijo de Alfonso VII, a su vez sobrino del papa Calixto II, el Papa que en 1126 había instituido el año compostelano, es decir, un “año santo” que se celebraba cada vez que la fiesta de Santiago caía en domingo. Para Santiago había comenzado un período de extraordinario florecimiento cultural, que había atraído hacia sí, entre otros, a algunos de los mejores arquitectos y escultores de Europa.
En el corazón de esta ciudad tan vital se inserta la gran empresa del Maestro Mateo. El Pórtico de la Gloria es un conjunto de rara riqueza y complejidad, con más de 200 figuras. Su estructura arquitectónica se impone con una fuerza tal que se convierte casi en el centro de la Iglesia misma en la que nos introduce. Está constituido por tres puertas: a la izquierda, la puerta de la Antigua Alianza, coronada por la representación del Limbo; a la derecha, la de la Nueva Alianza, coronada por el Purgatorio. En el centro, la puerta más majestuosa, dedicada a la Gloria de Cristo. En ella se encuentra la clave para comprender todo el significado del Pórtico: domina la escena un gran Cristo en Majestad, que parece inspirarse en el modelo bizantino del Cristo Pantocrátor. Pero, a diferencia de la iconografía bizantina, aquí Cristo no se haya aislado en la mandorla, sino rodeado de figuras en acción. En primer lugar, los cuatro evangelistas, sorprendidos en el momento de escribir, como verdaderos cronistas de una corte real. Están además los ángeles, que muestran los símbolos de la pasión. Y en la parte alta, la presencia más inesperada: la del pueblo. A la izquierda, el pueblo de Israel; a la derecha, el pueblo cristiano. «La genialidad del Maestro Mateo realiza una composición nueva», explica Félix Carbó. «El Cristo del Pórtico es un Cristo Pantocrátor, pero Cristo con su pueblo». El hecho de haber dado igual espacio al pueblo judío se explica con la referencia contenida en la carta a los Efesios: «Él es nuestra paz. Él ha hecho de los dos pueblos una sola cosa, derribando con su cuerpo el muro que los separaba: el odio» (Ef 2, 14).

La certeza de un pueblo. Otro punto enigmático del Pórtico es sin duda la figura situada en la parte trasera del Parteluz que divide el arco mayor. En la parte delantera del Parteluz se sitúa la célebre figura de Santiago; en la parte trasera, en cambio, hay una figura arrodillada de penitente que se dirige hacia el altar mayor. Por una antigua tradición, se ha pensado siempre que se trataba de un autorretrato del Maestro Mateo, cuya popularidad era tal que llegaba incluso a atribuírsele fama de santo. Según documentos antiguos, en el pergamino que sostiene con la mano izquierda se leía la palabra architectus. Mientras sobre la misma piedra se lee todavía hoy una “f” inicial que significaría fecit. Existen, por tanto, muchas probabilidades de que se trate verdaderamente del Maestro Mateo: un hecho casi único en la escultura medieval, que en general tendía a diluir las individualidades en la dimensión colectiva de la obra. En Santiago, la individualidad destaca como capacidad de percibir más profundamente una certeza que pertenecía a todo el pueblo. «Esta imagen resalta la actitud del personaje», explica Félix Carbó, «penitente y humilde ante el Misterio; […] deberíamos interpretarla como la firma del autor».

La elección del Maestro Mateo. La investigación de Félix Carbó comprende obviamente muchos otros aspectos, cuyo significado trata de esclarecer. Al final de su viaje, el autor cita un pasaje de la encíclica de Benedicto XVI, la Spe salvi, como clave para comprender la actualidad que conserva el Pórtico de la Gloria también para los hombres de nuestro tiempo. Dice el Papa que los artistas han tenido con frecuencia la tentación de hacer prevalecer el aspecto «amenazador y lúgubre» del juicio sobre la representación del «esplendor de la esperanza». El Maestro Mateo es uno de esos artistas que, sin duda, ha elegido dar forma de piedra al «esplendor de la esperanza».


El Pórtico de la gloria. Misterio y Sentido
(Ed. Encuentro, pp. 168 - 28,00 €), escrito por Félix Carbó Alonso, es un estudio exhaustivo del Pórtico de la Gloria en la Catedral de Santiago. Con una extraordinaria documentación fotográfica, el libro ofrece una introducción a la obra en su totalidad: durante este Año Santo Compostelano, los peregrinos no podrán disfrutar del Pórtico, actualmente sometido a obras de restauración. A raíz de la investigación de Félix Carbó, ha tomado forma también una muestra que se expone desde febrero a septiembre en el Edificio de la Obra Social de Caixa Nova, en Santiago. La muestra estará presente también en el próximo Meeting de Rimini en agosto y, a comienzos de 2011, en Madrid.