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Huellas N.11, Diciembre 2006

IGLESIA San José

El amor de José a María

José Miguel García

El relato de Mateo sólo es coherente si se lee desde la hipótesis del temor reverencial. José, ante la intervención divina, quiere apartarse discretamente, intentando con ello no ser obstáculo al plan de Dios. Pero al mismo tiempo su intención está motivada por un amor verdaderamente excepcional a su mujer

Los testimonios sobre Jesús son muy fragmentarios, por lo que resulta imposible reconstruir su vida en el detalle. Los evangelios ofrecen una información escasa, centrada fundamentalmente en su vida pública. Nada sabemos de su llamada vida oculta y muy poco de su nacimiento.

Mateo y Lucas
Acerca de este último acontecimiento informan sólo dos evangelistas: Mateo y Lucas. El primero, bastante más conciso, después de reseñar la genealogía de Jesús, narra su nacimiento centrado en la persona de José, la adoración de los Magos, la huida a Egipto, la matanza de los inocentes y la decisión de José de establecerse con su familia en Nazaret. Lucas, más extenso, describe paralelamente los nacimientos de Juan Bautista y Jesús. Comienza con las embajadas del ángel Gabriel a Zacarías, padre de Juan Bautista, y a María, madre de Jesús, para anunciar los dos nacimientos. Después de la visitación de María a su pariente Isabel, narra el nacimiento y la circuncisión del precursor, concluyendo esta información con una breve reseña sobre su vida oculta. Después, recíprocamente, relata el nacimiento de Jesús, con la visita de los pastores, su circuncisión y rescate; al final, también ofrece una breve reseña de la vida oculta de Jesús. Este paralelismo se rompe con el último relato de Jesús entre los doctores en Jerusalén. Una información insuficiente para poder reconstruir la infancia de Jesús.

Informaciones interesantes
No obstante, leyendo con atención los relatos podemos recuperar algunas informaciones interesantes. Mateo ofrece una de ellas al narrar el nacimiento de Jesús (1,18-25).
Este relato suele titularse “Las dudas de san José”. Al no estar especificado el motivo de la duda, los estudiosos han propuesto dos hipótesis: la sospecha de adulterio y el temor reverencial. Según la primera, la intención de abandonar a María, de repudiarla quizá rompiendo el matrimonio, obedece a que José, al conocer por los signos externos que María estaba encinta, no pudo evitar pensar en que ésta había cometido adulterio. La otra hipótesis sostiene que José, conociendo que Dios había elegido a esta mujer para una misión singular, temió mantener su relación con María y decidió apartarse discretamente de ella.

La hipótesis de la sospecha
Ciertamente la interpretación más popular es la que atribuye a José la sospecha respecto a la honestidad de María. Dicha sospecha suele leerse en una frase del v.18: «Estando desposada la madre de Jesús, María, con José, antes que viviesen juntos fue encontrada encinta». El problema es que la frase completa dice «fue encontrada encinta del Espíritu Santo». Es decir, el evangelista no informa de un hecho que podía ser visto con los ojos, sino revela el prodigio de la concepción del Hijo de Dios por obra del Espíritu Santo. Además la expresión griega, que según las versiones usuales parece expresar la sorpresa ante algo imprevisto, debe traducirse simplemente por «concibió del Espíritu Santo». Es decir, en ella no hay alusión alguna a un descubrimiento o hallazgo, sino la información de un evento.
Pero si uno lee con atención el relato evangélico, se topa con algunos datos que hacen altamente improbable la hipótesis de la sospecha.

El “justo” José
En primer lugar, no se comprende fácilmente por qué Mateo llama a José “justo”. Ciertamente el motivo no puede ser su decisión de no querer denunciar a María y resolver repudiarla en secreto. Si juzgaba que su esposa era culpable de algo reprobable, dejarla en secreto sin realizar una denuncia pública era no ajustarse a lo que ordenaba la ley de Moisés, que obligaba a denunciar y condenar implacablemente a las adúlteras. En el judaísmo, el justo es el que caminaba irreprensible en los preceptos y observancias de la Ley. Tampoco está claro qué quiere indicar el evangelista con el verbo griego que generalmente se traduce por “denunciar, descubrir”; verbo que hay que considerar como descripción o aclaración de esa justicia de José.
Por añadidura, si la intención de José al abandonar a María en secreto era no exponerla a la afrenta pública, difícilmente su actuación podía alcanzar dicho objetivo. Después de un cierto tiempo, los amigos y vecinos acabarían teniendo conocimiento de la ruptura del compromiso matrimonial y ciertamente se preguntarían por la causa de la separación. El alejamiento de José tampoco podía impedir en absoluto que el embarazo de María siguiera su curso; más tarde o más temprano aparecería claro a todos la irregularidad del estado de María. La afrenta pública, que tan celosamente José había intentado evitar, caería sin remedio sobre ella.

Eco de la opinión popular
Es más, al indicar los signos visibles de la gravidez como la circunstancia que provocó las dudas de José respecto a la integridad de María se está afirmando que estos signos también fueron evidentes a parientes y vecinos de Nazaret. Sin embargo, los evangelistas se hacen eco de la opinión popular que consideraba a José padre de Jesús (Lc 3,23; 4,22; Jn 1,45; 6,42). Si la gente atribuyó a José el embarazo de María, es necesario deducir que en dicho embarazo no se dieron circunstancias irregulares. Es decir, en el embarazo de María no hubo nada anormal que obligara a poner en cuestión la paternidad de José. Por tanto, los nueve meses de gestación transcurrieron cuando José y María convivían juntos. Y si no existieron signos visibles extraños en el embarazo de María, de modo que no se cuestionó la paternidad de José, éste tuvo que conocer de otra forma la gravidez de la Virgen.

La hipótesis del temor reverencial
A nuestro entender, el relato de Mateo sólo es coherente si se lee desde la hipótesis del temor reverencial. José, al ser informado por María de la aparición del ángel y de su elección como madre del Salvador, decide alejarse de ella llevado por el santo temor ante la intervención divina. Su decisión nace del respeto santo que experimenta ante esa mujer elegida por Dios para una misión única en la historia. La justicia de José no hay que relacionarla con el cumplimiento de la Ley mosaica, sino con su comportamiento al conocer que Dios había elegido a María para ser la madre de Jesucristo y no considerarse digno de ser esposo de tan excelsa mujer. La reacción de José ante este hecho prodigioso es la de un israelita justo, piadoso: ante la intervención divina, el temor reverencial le hace retirarse discretamente, intentando con ello no ser obstáculo al plan de Dios.
Pero al mismo tiempo esta decisión de José está motivada por un amor verdaderamente excepcional a su mujer. Él, que se unió a María por amor, hasta el punto de aceptar la condición de su virginidad, también ahora, amando lo que Dios quiere hacer en ella, decide alejarse. De este modo, José es ejemplo preclaro de amor virginal: ama a esta mujer en su vocación-misión, intentando colaborar decididamente a su realización. Pensando que retirarse, el no interferir en la acción de Dios, es el mejor modo para que se cumpla su voluntad en aquella mujer, toma la decisión de alejarse discretamente. En la raíz de la decisión se halla un amor verdadero por María: con su acción quiere colaborar al cumplimiento del destino de María, a la realización plena de su existencia en el seguimiento de la voluntad de Dios.


BOX
EL HIJO DE JOSÉ
J.M.G.
Nota exegética sobre Jn 8,41
Una gran parte del evangelio de Juan recoge las controversias de Jesús con los responsables del judaísmo. En el capítulo octavo hay una centrada en la acusación que dirige Jesús a los judíos de no ser verdaderos hijos de Abrahán, pues no creen en él. Estos, intentando defenderse de semejante acusación, afirman: «Nosotros no hemos nacido de fornicación; no tenemos más padre que a Dios» (v.41). Algunos estudiosos han querido leer en estas palabras una acusación indirecta a Jesús respecto a un nacimiento ilegítimo. Así lo cree, por ejemplo, R.E. Brown: «Los judíos recurren a un argumento ad hominem contra Jesús. Este ha hablado de su Padre del cielo y del padre de ellos, pero ¿no circulaban acaso ciertos rumores sobre el nacimiento de Jesús? ¿No habría dudas acerca de si realmente era hijo de José? Es posible que los judíos quieran decir: “Nosotros no somos hijos ilegítimos [como tú]”»1. Esta hipótesis, que se apoya exclusivamente en el énfasis que atribuye al pronombre personal “nosotros”, da por descontado que era un conocimiento general la no participación de José en el nacimiento de Jesús. Una conjetura altamente hipotética, si tenemos en cuenta la información del mismo Juan acerca de que José era considerado el padre de Jesús (Jn 1,45; 6,42); también los otros evangelistas se hacen eco de esta creencia.
Contra esta opinión de Brown se alzan varios argumentos. En primer lugar, los judíos responden a la acusación directa que Jesús les hace: vosotros no sois hijos de Abrahán, no participáis de la alianza (cf. v.39s); ellos se oponen el ser considerados como hijos ilegítimos, como idólatras, pues esto es lo que quiere indicar la fórmula “hijos de la fornicación”, que es un eco de la predicación profética, sobre todo de Os 1,2; 2,6. Como es bien sabido, los profetas habían presentado la alianza de Dios con su pueblo como un matrimonio. Por eso, cualquier acto idolátrico o contrario al pacto era visto como un adulterio o infidelidad conyugal. Por otra parte, el uso del pronombre “nosotros” no se contrapone a Jesús, sino al “vosotros” usado por éste en los versículos precedentes. En realidad, el pronombre personal no tiene aquí ningún énfasis y su presencia puede deberse a una dependencia demasiado estrecha de la lengua aramea que está en el origen; lengua que recurre con mucha frecuencia a los pronombres personales. Por lo demás, la acusación de nacimiento ilegítimo no sólo no es explícita, sino sobre todo no hay ningún otro elemento del contexto que permita identificarla: en ningún momento los judíos aluden a ella2.
En realidad la acusación de ilegitimidad es una interpretación judía que nace en contraposición a la afirmación cristiana de la concepción virginal de Jesús. Así lo reconoce el estudioso judío J. Klausner: «Las historias del judío Celso y del Toldot Ieshu y el Talmud, que consideran a Jesús hijo ilegítimo de Pandera o Pantera son posteriores a la determinación por el dogma cristiano de que Jesús no era sólo el Mesías, sino también el Hijo de Dios... Los judíos, que también carecían de facultad crítica y sentido histórico (pero que seguían siendo estrictamente monoteístas) confirmaron que Jesús no tuvo padre legítimo: en lugar del Espíritu Santo, introdujeron en sus leyendas la idea de una unión ilícita. La verdad es que Jesús era tan legítimo como cualquier otro niño de Galilea, donde se ejercía un control estricto sobre las doncellas comprometidas»3.

Notas
1 R.E. Brown, El evangelio según Juan I-XII, trad. de J. Valiente Malla, Madrid 1979, 597. Esta interpretación la retoma en su libro El nacimiento del Mesías. Comentario a los Relatos de la Infancia, trad. de T. Larriba, Madrid 1982; en la p.566 afirma: "El empleo enfático del pronombre griego 'nosotros' permite esta interpretación".
2 R. Schnackenburg, El evangelio según san Juan, II. Capítulos 5-12, trad. de C. Gancho, Barcelona 1980, 284, ofrece varios argumentos para rechazar esta interpretación de Brown.
3 J. Klausner, Jesús de Nazaret. Su vida, su época, sus enseñanzas, trad. de J. Piatigorsky, Barcelona 2006, 291. En efecto, eco de esta interpretación judía tenemos en el Contra Celso de Orígenes. El polemista Celso escribió un obra contra Jesús y los cristianos, cuyo protagonista principal era un judío que acusa a Jesús de haber nacido de una mujer lugareña y mísera que se ganaba la vida hilando y que era convicta de adulterio, por lo que fue echada de casa por su marido, carpintero de oficio (I,28).