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Huellas N.11, Diciembre 2006

SOCIEDAD América Latina / CdO

Razón de vivir.
Semillas de vida esparcidas por doquier

Roberto Fontolan

Mientras los países sudamericanos elegían presidentes o asistían a la decadencia de su economía, nacían formas de vida nueva, testimonio de un cambio. Un pequeño punto en la inmensidad de las necesidades y de las pobrezas en el continente más contradictorio, vital y emotivo del mundo. Esto es lo que se ha visto en la Asamblea de la Compañía de las Obras de América Latina. Quinientas personas reunidas durante tres días de diálogo y de juicio en la Universidad Católica de Santiago de Chile. La experiencia de un sujeto cuya libertad se expresa de mil formas, claro ejemplo de adultos en acción. El descubrimiento de que la plenitud humana –la liberación– no llega al final de un camino: o sucede ahora o no sucede nunca

En una sala de la Universidad Católica de Santiago de Chile se interpreta de forma magistral una canción argentina, Razón de vivir. Es un canto de amor dulce, conmovedor y lleno de anhelo por el amado, en el que se deposita la espera, el interés, la pasión y el sentido del tiempo que pasa. La asamblea da comienzo a continuación. Las preguntas llueven sobre la tribuna en la que se sientan Bolívar Aguayo, que dirige la Compañía de las Obras de América Latina; Raffaello Vignali, presidente de la CdO y Giorgio Vittadini, que dirige la Fundación para la Subsidiariedad. En el segundo día y en plena tercera sesión de trabajo, el encuentro que Bolívar ha organizado con tanta determinación llega a su punto culminante. Todo gira en torno a la obra. Qué es lo que la genera, cómo madura, cuál es su finalidad. Si es capaz de responder verdaderamente a la necesidad, si se vuelve frágil, si es un factor de desgaste, si es pequeña, si fracasa, si divide en vez de unir, si desilusiona en vez de potenciar. Descripciones de experiencias, pequeñas y grandes a la vez; aventuras dolorosas y apasionantes; historias rebosantes de amistad y de lucha. Y muchas sorpresas. Innumerables hechos inesperados y desconocidos. Sucedidos quién sabe cómo y cuándo, y después detallados aquí, en la hermosa capital chilena desde la tarde del 10 de noviembre, en un encuentro apretado y sin descansos.

Un bullir de obras
Mientras América Latina elegía nuevos presidentes y asistía a la decadencia de su economía, mientras escrutaba a una Europa cada vez más paralizada y a una Norteamérica cada vez más hipnotizada por el islam, mientras sentía el viento de nuevos nacionalismos y se plegaba ante las eternas pobrezas, mientras Italia daba la espalda a América Latina, carente de una política y una economía en este sentido, y España campeaba por el continente, mientras combatía los tráficos de todo tipo y se dejaba enredar por tráficos de todo tipo... Mientras pasaban estas épocas y se afirmaban nuevas modas semillas de vida esparcidas por doquier iban fructificado. En el inventario del subcontinente encontramos hoy escuelas, guarderías, laboratorios, centros de salud, una clínica para enfermos terminales, enfermerías, centros de ayuda a la vida, programas de asistencia alimentaria e higiénica, de cualificación humana y urbana, ayuda a discapacitados, formación profesional, bancos de alimentos, estructuras y redes de acogida, despachos de abogados, sociedades de consultoría, servicios a la empresa y a la persona, estudios profesionales, artistas, colocación laboral, importación-exportación, industrias agro-alimentarias, de tecnología, turismo, vino, automatización industrial, radio y portales de información. Más de quinientas personas llegaron a Santiago para poner en común las obras de una América Latina que no deja nunca de cambiar, aunque los del otro hemisferio no nos demos cuenta. De ellas, ciento treinta y dos participaban en el sector empresarial, cincuenta y ocho en el del trabajo, setenta y uno en el universitario, ciento catorce en el de la educación, cuarenta y siete en la salud, setenta y dos en las entidades sin ánimo de lucro y treinta y nueve en la política.

Los testimonios
La asamblea se situó en el centro del programa, después de la intervención de apertura de Bolívar y de Vittadini, en un primer round de encuentros plenarios en forma de mesa redonda y de grupos de trabajo temáticos. Desde Colombia: «Atiendo a cincuenta niños en una pequeña obra. Pero los niños en situación de riesgo, los que viven en condiciones extremas, son más de un millón. No sé qué hacer». Desde Brasil: «A veces nos descubrimos víctimas de nuestro propio activismo, del intento casi desesperado de resolver las situaciones». Desde Argentina: «Éramos piqueteros, protagonistas y víctimas de una protesta infinita utilizada por el gobierno. Y ya no resistíamos más ser dependientes económicamente, no tener un trabajo; busqué nuevos caminos y aquí estoy». Desde Paraguay: «Nuestra escuela empezó con una clase y una profesora. Había nacido para responder a la petición de algunas familias. Después, año tras año, hemos llegado al octavo grado». Desde Chile: «¿Cuáles son las perspectivas, el paso que tenemos que dar?». El punto que Vittadini subraya una y otra vez es que la obra no es cuestión de dimensiones y no se mide por la capacidad de resolver las necesidades. Y que, en términos de conocimiento, a la obra que ya existe no le falta nada. «En las obras, en vuestras obras está ya todo. Y este todo es la experiencia de un sujeto libre. Una forma de vida nueva que testimonia el cambio. Una gota, es verdad, ante la inmensidad de las necesidades y de la pobreza. Pero en este punto está comprendido todo nuestro yo, en él se expresa toda nuestra libertad. La plenitud humana, la liberación, no llega después, no está al final de un camino. O sucede ahora o no sucede nunca. A tus cincuenta niños no les puedes decir que no sirve de nada hacer algo por ellos porque hay un millón más de niños que sufre. Se te han dado esos, ámales; su salvación es la salvación del mundo».

Civilización: compañía de hombres
Los benedictinos de los monasterios medievales, los jesuitas de las Reducciones –historia excepcional y despreciada por todos, incluso por los hombres de Iglesia– sirven como ejemplo, como inspiración. La civilización florece desde una compañía de hombres que no se dejan burlar por los límites y por las contradicciones, tal vez tampoco por el sentido de la desproporción. Es una invitación a no dejarse llevar por el ansia de los proyectos y de las perspectivas. «Ser y estar es “el” modo de construir», concluye Vignali.
Esta obra, este punto de partida, este comienzo de sociedad nueva constituye la alternativa real para una América Latina en donde resplandecen los ídolos del estatalismo y en donde el horizonte del pensamiento está todavía fuertemente impregnado por la teología de la liberación o por las huidas del espiritualismo individualista.
Atención, no es el “programa” de una alternativa, sino que se trata de una alternativa en acto, real y tanto más creíble porque no ha sido prevista ni elaborada en la universidad o en los periódicos. Nacida de hombres y mujeres sencillos, de familias como las demás, la red de obras latinoamericanas se extiende de forma desigual e imperfecta, siguiendo las trayectorias desordenadas e imprevisibles de la vida. A sus cincuenta años el brasileño Benedito, padre de cuatro hijos, ha adoptado un quinto hijo, y representa uno de los puntos neurálgicos de las Familias para la Acogida que existen ahora en Brasil y en Argentina. Su historia comienza en Casanovella, una casa-familia para niños abandonados o con graves dificultades, y sufre un giro decisivo cuando una amiga que desempeña allí una labor de voluntariado le cuenta las oraciones de los niños al acostarse: «Señor Jesús, danos un padre y una madre de verdad».

El reto
A Martha no le gustaba demasiado Paraguay, su país natal. Había trabajado en diversas empresas tras la licenciatura e imaginaba su futuro trabajando en una organización internacional que se ocupara de gestión sanitaria. Después, el desafío de los amigos: tómate en serio tu país, tómanos en serio a nosotros. Martha se queda, se pone a trabajar en el Banco de Alimentos (una idea un poco descabellada para el que conozca la realidad de Paraguay): al tercer año de vida da apoyo a sesenta y cinco instituciones de asistencia, y tiene acuerdos con DHL y con Unilever. En Santiago de Chile ha surgido Edudown, una obra de ayuda a niños con síndrome de Down, desde cero a seis años. Psicomotricidad, fonoaudiología, kinesiología: sesiones diarias de educación con la finalidad de favorecer la integración de estos niños en la escuela. Los servicios totalmente gratuitos de la institución, levantada en un barrio difícil, ayudan a familias que de otro modo se verían condenadas a la exclusión. La fantasía de los creadores de Edudown ha convencido hasta ahora a dieciséis mil (¡16.000!) personas para asociarse al sistema de financiación: gracias a un convenio, los poseedores de una tarjeta de crédito emitida por una cadena de grandes almacenes y por un banco destinan a la escuela una pequeña cuota de los gastos mensuales. Los cien niños asistidos en la actualidad serán cuatrocientos en un futuro próximo.
Resulta imposible enumerar todas las iniciativas o dar cuenta de la dedicación, de la implicación, del bullir de encuentros y de posibilidades. Las obras de América Latina, esos “puntos de vida nueva” vividos con el realismo del que se sabe en el continente más contradictorio, vital y emotivo del mundo, hablan de juventud y de universalidad. Desde el Meeting de Santiago se fija la próxima cita: el Meeting de Rímini.