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Huellas N.10, Noviembre 2006

CL Madrid / CLU

Así somos educados

Tres testimonios de un comienzo de curso lleno de promesa para la vida

Somos dos estudiantes de la Universidad Complutense de Madrid. Durante este curso el deseo de vivir intensamente la Universidad y el llamamiento del Papa a usar la razón adecuadamente nos han provocado mucho, hasta el punto de definir el modo de estar delante de todas las cosas. Hace unas semanas comenzamos a hacer los papeles para reactivar la Asociación Atlántida de la Facultad de Derecho. Al revisar los archivos de Atlántida hemos descubierto muchos de los proyectos e iniciativas que habían realizado universitarios como nosotros en años anteriores, y esto ha incrementado nuestro deseo de expresar públicamente lo que nos hace vivir: el encuentro con Cristo. El primer fruto que ha surgido es la amistad entre nosotras, que se ha expandido poco a poco implicando a más amigos del CLU en la iniciativa. Con la redacción de los fines de la Asociación, las propuestas para el año, las reuniones con la Vicedecana de la Facultad o las comidas con otros estudiantes, hemos descubierto una unidad imprevista, aun siendo personas muy diferentes. Otra iniciativa muy interesante y que nos está ayudando es la preparación de la exposición “La Rosa Blanca. Rostros de una amistad”, que queremos presentar en la facultad de Derecho. Con relación a ésta, hicimos un escrito a la Real Academia de Jurisprudencia y Legislación para solicitar su patronazgo en la exposición. Ha sido un trabajo precioso que nos ha hecho plantearnos preguntas como: ¿se debe obedecer una ley que se considera injusta? ¿Qué ideal movía a estos amigos para ser considerados enemigos del régimen? Nos ha llamado la atención cómo –sin ser especialistas en Derecho– nuestra exigencia de justicia nos permite afrontar cuestiones como éstas. Por otra parte, estudiando la exposición y acercándonos a sus vidas, nos ha sorprendido que para ellos el corazón era su primera autoridad; no les definió ser fieles a una doctrina sino su deseo de vivir intensamente lo real.
Rocío y Cristina

Hace unas semanas tuvo lugar la primera reunión de Escuela de comunidad de los universitarios en Madrid. Curiosamente, era mi cumpleaños, y fui pensando más en la cena que vendría después que en la propia asamblea. Ese mismo día, en el metro surgió una conversación con dos universitarios que no conocía de nada; la cosa quedó ahí, pero al día siguiente uno de ellos me llamó por teléfono y me invitó a quedar con ellos. Yo no estaba muy convencido, porque no conocía a ninguno, pero le dije que sí, y a raíz de esta decisión ha nacido una amistad que me ha cambiado la vida por completo. Cada día que pasa me doy cuenta de que voy conociendo a nuevos amigos: he conocido a gente en la salida de Cáceres, en la salida de inicio en Rozas de Puerto Real, en la universidad, en misa... y es impresionante. ¡Estoy contento!, y no puede ser una casualidad: he encontrado una compañía que me permite vivir intensamente cada una de las cosas que hago a lo largo del día. En este inicio de curso “me ha tocado la lotería”, o mejor, me ha tocado Cristo a través de unas personas concretas, con nombres y apellidos.
Alfonso

Hace unos meses Miguel me invitó a ayudarle en la Secretaría del CLU. Desde entonces ha nacido una relación preciosa que me ha cambiado y me ha ayudado a amar el trabajo de la secretaría, a mi novio, a mi familia, a los amigos, ¡todo! porque desde el primer momento ha sido un reclamo para tener presente a Cristo, para buscarle y pedir constantemente que se manifestara en lo que vivo. Desde el principio me ha permitido entender la razón por la que doy mi tiempo para preparar las vacaciones o la salida de apertura de curso. Para mí esto ha sido decisivo, porque cuando no se reconoce al Señor en el trabajo es muy fácil caer en la comodidad, dejar de abrazar lo que tenemos delante o enfadarnos con nosotros mismos. Lo único que me devuelve esa mirada es una compañía que me reclama a Él, que me despierta un gran deseo haciéndome pedir. En ocasiones no sé expresar esta petición, pero cuando rezo los Laudes por las mañanas reconozco lo que deseo en las palabras de la Iglesia. También el pasado fin de semana fue una ocasión privilegiada; en la salida de apertura de curso, mientras trabajábamos en la secretaría, Miguel me preguntó si en ese momento tenía presente por qué lo hacía. Yo ni siquiera lo había pensado, encerrada en las cuentas que tenían que salir no había dejado espacio para Él. Doy gracias por momentos así, porque me permiten darme cuenta de que “todo” es para Él. Todo toma sentido si el motivo es Él.
Esther