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Huellas N.10, Noviembre 2006

SOCIEDAD Argentina / Obras

Sucede en Villaguay

Manuel Medina Ruiz

En 1996, una pareja de recién casados dio vida al “Taller de formación al trabajo para chicos discapacitados”. Más tarde, pusieron en marcha una escuela que hoy lleva el nombre de “Elsa Obando” y alberga en sus locales a 45 chicos con discapacidad de diverso grado

Villaguay es una típica ciudad de la Argentina de provincia, en el centro de una región llamada Entre Ríos, literalmente “entre dos ríos”, porque está ubicada entre el gran Paraná que desciende sinuoso hacia el sur, y el río Uruguay, que marca el confín con la vecina república oriental. En la conjunción entre los dos cursos de agua, se forma el estuario del Río de la Plata, un gigantesco embudo de 35.000 kilómetros cuadrados que mezcla sus aguas cenagosas en el Atlántico del sur. Es la puerta de ingreso que desde Europa millones de hombres tuvieron que atravesar para plantar sus esperanzas en un punto cualquiera de la llamada Cuenca del Plata, una región que hoy cuenta con 90 millones de personas diseminadas en cinco países. «Es por este río soñoliento y de barro –escribía Borges en “Cuadernos San Martín” del 1969– que mil hombres y otros mil llegaron por un mar que tenía cinco lunas de largo y era todavía poblado por sirenas y monstruos y de piedras enormes que hacen enloquecer la brújula».

Primeros pasos
Aquí, en Villaguay, en 1996, una joven recibida en la Universidad de Paraná y su marido abogado dieron vida al “Taller de formación al trabajo para chicos discapacitados”, después de una encuesta barrio por barrio, casa por casa, con un resultado sorprendente: 210 personas con discapacidad mental en una población bastante modesta.
Sandra Salina, entonces veinteañera, reunió una decena de coetáneos con alguna experiencia en el campo de la educación especial y escribió negro sobre blanco un proyecto. El planteamiento teórico revela y desvela vínculos, intereses, estimas, lecturas y amistades. Les habla de «atención a la necesidad de la persona concreta», de que «la dimensión social es fundamental para el hombre», de «compañía solidaria en el intento de dar respuestas a los problemas», de destino, de dignidad de la persona en cuanto misterio, y otras cosas.
Los inicios son difíciles. El marido es joven abogado, José Ventura, pasa algunos de sus honorarios, los padres de familia acomodan los locales de la casa que se va a ocupar, las mujeres venden “tortas fritas”, organizan fiestas y hacen rifas. Pocos meses después las puertas se abren.

19 escuelas de la región
Hoy la escuela lleva el nombre de una de las madres que falleció –“Elsa Obando”– y alberga en sus locales a 45 chicos con discapacidad de diverso grado. Pero en estos años la escuela se hizo una reputación de seriedad que hace honor a la experiencia de Comunión y Liberación a la cual pertenecen los iniciadores. Una reputación que a finales de octubre se hizo pública, convocando a una jornada de fiesta entre escuelas especiales.
A la convocatoria se adhirieron 19 escuelas especiales de la región: chicos down, discapacitados mentales, ciegos y sordomudos. Es un mundo sumergido en la pobreza y la falta de estructura condena muchas veces al silencio y a una lenta deriva humana de degradación. La plaza del pueblo se vio colmada, las banderas y los estandartes de diversos centros educativos la han coloreado, cumbias y chacareras sonaron toda la mañana. Luego, el almuerzo en el centro deportivo y de nuevo todos juntos en el teatro, a presentar lo que la creatividad y la habilidad de los chicos supo preparar.
Se cerró así, en la alegría, la jornada de las escuelas especiales en Villaguay. La próxima ya fue anunciada: más grande todavía, con muchas muestras, stands, conferencias y proyecciones cinematográficas.