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Huellas N.9, Octubre 2006

CULTURA Meeting

Fe y realidad en Rímini

John Waters

El columnista de The Irish Times habló en el Meeting sobre el libro Educar es un riesgo. Luego, el 11 de septiembre publicó en su periódico un artículo que reproducimos a continuación, que describe con sorpresa un evento en el que se aúnan fe, realidad y razón

Tratemos de imaginar una mezcla entre el Dublin Horse Show, el Rose of Tralee, el Fianna Fáil Ardhesis y el Galway Races, pero con Dios en medio. Una combinación improbable, sin duda.
Sin embargo es una descripción bastante realista del Meeting de Rímini, un encuentro que se celebra todos los años, y del que he regresado hace poco. Organizado por Comunión y Liberación, un grupo relativamente pequeño de católicos muy activos, el evento parece algo insólito, pero al mismo tiempo resulta profundamente edificante a los ojos de una persona criada a la sombra de la Iglesia irlandesa. Rímini es la Brighton de la costa adriática, una localidad dedicada mayoritariamente a la búsqueda de los dioses del verano: sol, arena y mar.
Desde hace 27 años cada mes de agosto una realidad completamente distinta puede contemplarse junto al tropel de cuerpos que se broncean en las playas. CL fue fundada hace cincuenta años por don Luigi Giussani, un hombre con un extraordinario sentido de la amplitud y del significado de la fe, y ahora el Meeting representa la iniciativa pública más popular del movimiento. Se desarrolla en una gigantesca feria con más de una docena de pabellones. Cada año alrededor de setecientas mil personas, en su mayoría jóvenes, confluyen desde todos los rincones del mundo para participar en este extraordinario festival de fe, comercio, cultura, arte y ciencia.

Miles de voluntarios
El evento está organizado por unos miles de voluntarios de CL, muchos de los cuales vienen de lejos y se costean todos los gastos del viaje y de la estancia. Yo he participado en la edición de este año como conferenciante, invitado por el director de Tracce, la revista de CL. Los conferenciantes no reciben pago alguno, pero todos los gastos del viaje y estancia corren a cargo de la organización. El tema del Meeting de este año era estimulante, a pesar de su longitud: «La razón es exigencia de infinito y culmina en el presentimiento y el anhelo de que este infinito se manifieste».
Grandes exposiciones sobre la Vía Láctea, sobre los Benedictinos o sobre Dante se entrelazaban con debates sobre los argumentos más dispares, desde el creacionismo y el darwinismo hasta la dietética: más de 200 eventos en una semana. Para una persona que ha crecido en el seno de un catolicismo que mira de forma sesgada gran parte de la realidad –especialmente la realidad actual–, resulta chocante en un primer momento sumergirse en esta insólita mezcla de fe y comercio. El Meeting, sin embargo, está sólidamente arraigado en la enseñanza de don Giussani, entre cuyos admiradores se encuentran tanto el Papa actual como su predecesor (Giussani falleció a comienzos del año pasado). A través de sus muchos libros y de las enseñanzas de Giussani pasa una invitación constante a buscar la unidad entre fe, realidad y razón.

La fe exalta la racionalidad
«Es un delito –escribía en Educar es un riesgo– separar el cielo de la tierra». El cristianismo, afirma Giussani, es «Dios en la tierra», un evento en la historia, no una idea. Cristo existe no como una historia o una metáfora, sino como un hecho real. Giussani contesta la teoría según la cual fe y razón discurren en paralelo, y afirma en cambio que se relacionan estrechamente. La fe exalta la racionalidad porque responde al grito del corazón humano en busca de la verdad, la belleza, la justicia y el amor. Dios es nuestra identidad y nuestro destino. No existen preguntas sin una respuesta, afirma Giussani. La fe es la forma suprema de la razón porque la felicidad es sinónima de eternidad. Hablar de Dios es lo más racional del mundo.
La extraordinaria concepción de Giussani se centra en el valor que concede a la experiencia personal, siguiendo la tradición que conjuga no solo la atención a todo lo que nos viene del pasado, sino un alto sentido del significado de la palabra libertad. En sus palabras encontramos un desafío tanto a la devoción tradicional como al secularismo moderno. Si Dios no es relevante en mi vida y en mi experiencia, continúa don Giussani, carece de sentido. Pero sin Él nada tiene sentido. La religión, dice Giussani, no consiste en enseñanzas morales, sino en el hecho de que Dios es el que da forma a nuestra humanidad.

Nos hemos alejado de la razón
El moralismo, afirma Giussani con decisión, es idolatría. Tenemos necesidad de un nuevo acercamiento en el que se combinen la conciencia de la verdad absoluta y la apertura hacia los infinitos matices de esta verdad en un mundo en transformación.
¿Qué significa todo esto? ¿Han hecho un pastiche en la redacción o es que a Waters se le ha ido la cabeza y ha tenido una crisis mística a causa de su edad? ¿Es que no va a hacer nada la dirección? Prueba de que nos hemos alejado de la razón es el hecho de que estas reflexiones parecen fuera de lugar en esta página, que después de todo está reservada a una discusión racional sobre la realidad, algo bien distinto de la rúbrica Rite and Reason, que es aceptable gracias a sus límites bien definidos. En sus procesos mentales y organizativos, nuestro mundo se parece cada vez más a una revista: cada cosa en su recipiente.

Don Giussani ofrece una vía de salida
Pensamos a menudo en la decadencia de la fe como resultado del orgullo que brota de nuestro progresivo saber, pero esta es solo la mitad de la historia. Lo que ha contribuido a aislar la fe de la vida ha sido nuestra creciente astucia y la tendencia a una excesiva simplificación, que afecta a los jóvenes y que constituye una ofensa a la inteligencia. Don Giussani ofrece una vía de salida.
Citando a Dante, Kafka, Mozart y Leopardi, sugiere una alternativa al árido conflicto entre tradición y modernidad, un nuevo modo de ver en cada momento la integración de la verdad eterna con el imperativo de lo nuevo. Si el cristianismo tiene un futuro, es éste.
© The Irish Times