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Huellas N.9, Octubre 2006

CL La Thuile

Hojeando Huellas en japonés

Paolo Pérego

La figura de don Giussani sonriente al término de un Vía Crucis en Caravaggio resalta en el centro de la portada de la revista, rodeada de ideogramas japoneses. Es el último número de Huellas traducido en lengua nipona: Sako ha traído consigo algunos ejemplares a la Asamblea Internacional de Responsables de Comunión y Liberación.
Sako, así la llaman aunque su nombre es Sadahiro, vive en Hiroshima y forma parte de la pequeña comunidad de CL en Japón, una treintena de personas entre Tokio e Hiroshima. Le pido que me cuente de su vida, cómo ha conocido el movimiento. «Fui bautizada en el año 85. Antes de ese año, aunque no era cristiana, acudía a la universidad católica de los Jesuitas, en donde entre otras asignaturas estudiaba canto gregoriano. Para esa asignatura era “obligatorio” participar en algunas misas, como Navidad o Pascua. La universidad, además, se encontraba junto a la catedral. Si pienso en la historia de estos 22 años me doy cuenta de que verdaderamente Dios me ha querido, ha querido que estuviese aquí: ¡ha tirado literalmente de mí! Recuerdo que había tenido algunos problemas con unas amigas, y que como consecuencia de los mismos me había descubierto deseando algo más, y decía: “Quiero algo que no acabe”. En aquel periodo conocí a una señora italiana, Ángela, que me presentó a su marido, que era profesor de canto, y me hizo conocer el movimiento. Entonces empecé la preparación para el Bautismo».
Sigo hojeando el Huellas japonés, y Sako me señala entusiasta la carta de Julián Carrón a la Fraternidad. Anticipándose a mis preguntas, me cuenta: «En Japón hacemos las traducciones dos personas: Marcia y yo. Ella es medio brasileña medio japonesa. Yo trabajo en el arzobispado. Por la tarde, cuando llegamos a casa, hacemos las traducciones. Se requiere mucho tiempo, alrededor de dos o tres meses, porque encontramos muchas dificultades con algunos conceptos y palabras. Por ejemplo, la palabra “identidad”: es un concepto que no se utiliza en el lenguaje común, sólo en ámbitos académicos, y por eso recurrimos a la palabra inglesa identity. O también la palabra “caridad”: no existe en japonés. Y así sucede con otras palabras. Al final conseguimos sacar tres números al año». Me explica que cuando empezaron a preparar este número no había salido todavía la encíclica Deus caritas est en japonés, y que decidieron posponer la traducción de Huellas para ponerse con la encíclica. Casi al término del trabajo, ironías de la suerte, la encíclica se publicaba también en japonés.
«Enviamos la revista a todos los obispos, a los monjes y a los superiores de congregaciones... Más de 200 ejemplares enviados. No somos esclavos de los “resultados”, pero si alguien la lee y responde o si sucede algo a partir de nuestro trabajo, ¡eso nos anima muchísimo! Te cuento un episodio: tengo una amiga que hace diez años se fue del movimiento, diciendo que no le correspondía. Hace tres años tuvo un problema grave. Me buscó y empezamos a hacer caritativa juntas –íbamos a dar de comer a los vagabundos de la ciudad–. Después de la caritativa, a menudo hablábamos en el coche y ella me hacía muchas preguntas. Así durante tres años. Con ella siempre he insistido en lo que me ha enseñado don Giussani, algo que ha quedado impreso dentro de mí: en mirar bien la realidad, porque la realidad te reclama al Misterio. Un par de veces nos peleamos, cosa que difícilmente sucede en Japón, porque en general tendemos a guardarnos todo dentro, incluidos nuestros desacuerdos. Habíamos publicado en Huellas la traducción de la síntesis del cuadernillo Algo dentro de algo. Ella lo leyó, lo leyó durante varios días y al final me dijo: “Sako, he comprendido por fin lo que dice Giussani” ¡Estaba contentísima! Yo también lo estaba. Al final expresó su deseo de retomar la relación con nosotros». Hablar de Cristo y del cristianismo a los japoneses –cuenta Sako– es difícil, porque existe un gran prejuicio, y en general la gente considera que aquello que tiene que ver con la Iglesia no tiene nada que ver con su propia vida, porque no pertenece a su cultura, es algo que viene de Occidente. El japonés tiene una gran capacidad de mirar y de aprender. Pero con el cristianismo esto no sucede o, a veces, cuando sucede, se queda simplemente en una manifestación sentimental. Es un problema de mentalidad, de cultura y de tradición, factores que a veces resultan un gran obstáculo. Pero Sako quiere precisar: «Difícil, pero no imposible. Porque el corazón del hombre es siempre igual, en cualquier sitio».