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Huellas N.8, Septiembre 2006

CULTURA Literatura / Lewis

Su alegría cautiva todavía

Laura Cotta Ramisino

El autor de Cartas del diablo a su sobrino y Cautivado por la alegría sigue contagiando a los lectores con su escritura cristiana

Davide Rondoni, poeta italiano; Edoardo Rialti, joven estudioso de literatura inglesa; Andrea Monda, profesor con vocación periodística. He aquí la compañía reunida en el Meeting por Lewis. Ante un escritor relegado a menudo en el estante de los libros de fantasía para chicos, lo que más sorprende es la variedad de personas a las que literalmente ha cambiado la vida y que por ello le están agradecidas.

Amistades literarias
Más que a una experiencia intelectual leer los libros de Lewis se parece a un encuentro con un amigo, de esos a los que uno se apega porque saben hablar de nosotros mismos mejor que nosotros, y nos remiten con generosidad más allá de ellos mismos. No es fortuito que muchos de los más apasionados lectores de Lewis lo hayan conocido casi por casualidad por su más popular amigo Tolkien y que al final a menudo entiendan que Lewis “devuelva el favor” en una experiencia de “amistad literaria” única en su genero. Es lo que cuenta a la platea riminense el joven y brillante Edoardo Rialti: «En la solapa de cubierta de El Señor de los anillos, descubrí que Lewis fue el mejor amigo de Tolkien, y así empecé a leer Cautivado por la alegría. Después de diez páginas, para mí el cielo se volcó. No era posible que alguien antes de mí hubiera vivido con tal intensidad todas las experiencias más importantes de mi vida». La lectura de los cuentos noreuropeos, la mitología griega, la música clásica, la cultura irlandesa, la literatura medieval. «Pero lo que más me impresionó –continúa Rialti– fue que también Lewis, tras un período de abandono de la fe, justo por la fidelidad a esta serie de elementos y al amor por algunos escritores, llegara a abrazar de nuevo la experiencia cristiana. Esto me hizo pensar que entonces en su experiencia podía haber algo interesante también para mí. Dos meses después, dando crédito a Lewis, acepté la invitación de una compañera de clase para ir a los Ejercicios espirituales de GS».

Nada está perdido
La palabra clave de la experiencia humana y literaria de Lewis es “alegría”. La alegría de la que habla Lewis no tiene nada a que ver con la satisfacción intelectual. Paradójicamente, está mucho más cercana a la nostalgia por algo infinito y aparentemente inalcanzable. Lo que Lewis por primera vez descubrió junto a su amigo Tolkien fue que en el encuentro con el cristianismo no se perdió nada de lo que amó en su vida, y que más bien pudo pertenecerle con una profundidad que jamás creyó que pudiera existir. Al igual que el papa Benedicto XVI, como atestiguó el otro relator, Andrea Monda, un gran admirador de Lewis, también él enseña que no se debe tener miedo del cristianismo, pues no viene a quitarnos algo, sino a darnos todo.
Los mitos, que fueron los primeros en proporcionarle a Lewis la experiencia de la “alegría”, no eran sólo cuentos de la época de “los dioses falsos y mentirosos”: expresaban una pizca de esa verdad. Justo por esto la “alegría”, en lugar de quedarse en una pura experiencia estética, se convertía en un indicio de Otro preparado, por fin, a revelarse. Un descubrimiento tan grandioso para Lewis que, desde entonces, no hizo más que plasmarlo en su obra, en beneficio de todos los que experimentarían la belleza del cristianismo y el gusto por la lectura de sus libros.
Así, en las Crónicas de Narnia, Lewis “disfraza” la historia de la redención con un género literario, el fantástico, a menudo incautamente definido de evasión; y en Hasta que no tengamos un rostro relee el mito de Amor y Psique a la luz del encuentro insoslayable de un alma pagana con el Misterio. En el fondo, precisamente este reconocimiento de que cada forma de belleza, tanto la del mundo como la que el hombre crea, nos habla de su Creador, es la llave de las obras de dos amigos, ambos creadores de historias fantásticas pero a la vez profundamente verdaderas. Mitos, eso es.