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Huellas N.8, Septiembre 2006

CL De la utopía a la presencia / Edición en italiano

Presencia, juicio, autoridad

Roberto Fontolan

La presentación del último libro de don Giussani publicado por Rizzoli. Las palabras clave del giro que dio el movimiento en 1976 resonaron en el acto con el que se clausuró el Meeting 2006. En la mesa, el profesor Weiler: «Leyendo a don Giussani he entendido qué es “el acontecimiento” para nosotros los judíos»; el ministro italiano Bersani: «Es increíble con cuánta concentración y fuerza se reconduce el diálogo a la esencia de lo que es la presencia»; y Cesana: «Un instante antes que todo está Cristo»

Recuerdo una tarde de unas vacaciones en Campitello de Fassa, un pueblo en los Dolomitas, en 1975. Lloviznaba. La cita era en un salón de actos, donde llegamos en grupos, despreocupados y socarrones, para una velada de debate –bueno, será un rato, no se alargará mucho, así luego vamos a tomar algo–. Él nos esperaba inquieto y, enseguida, nos provocó suspendiendo el parloteo fatuo de los que acababan de sentarse en un sillón para ver el comienzo del espectáculo. «Hay un velo de extrañeza entre nosotros». Sus palabras sonaron como truenos secos, fulminantes. Una granizada. Alguien intentó una tímida resistencia: bueno…, verdaderamente…, quizás no sea… Pero fue arrollado, y nosotros con él. Los diques se derrumbaron, la transparencia de su mirada y de su juicio era irresistible. Un velo de extrañeza. Costaba admitirlo, pero era exactamente así.
Entré en el gran auditorio del Meeting pensando en esto, para asistir a la presentación del libro que recoge las intervenciones de Giussani en los Equipes del CLU entre los años 75 y 78, hablando a una generación que hoy tiene cincuenta años, y que queda indisolublemente ligada a aquella estación de su vida. Lo poco o mucho que hemos aprendido acerca de Jesús y de la fe, y acerca de nosotros mismos, esas verdades existenciales que arrebataron nuestra adolescencia en los años rugientes y maravillosos del bachillerato –los años de la “comunidad”–, se lo debemos a veladas como aquella.
Una fuerza, una potencia que ha conquistado a los dos reputados lectores “externos” del libro [De la utopía a la presencia (1975-1978), BUR] invitados a Rímini para presentarlo. Era el acto conclusivo de la semana, el pueblo del Meeting ya tenía las maletas listas y los voluntarios estaban ya a punto de comenzar el tremendo trabajo de desmontaje. Pero cuando Emilia Smurro presentó a los huéspedes, todo, absolutamente todo, se concentró en la mesa de los ponentes. Nos dispusimos a escuchar con afecto e interés.
Se hallaban en el escenario dos personajes especiales. Joseph Weiler, judío practicante, cotizado estudioso de derecho internacional, profesor en la New York University, americano. No carece de significado el hecho de que sea observante, ya que por respeto al sábado, aun estando presente no hablaba en directo, sino mediante un vídeo grabado el día anterior. Curiosa situación, sobre la que él ironiza y que explica genialmente muy, muy en serio. Luego, Pierluigi Bersani, “un comunista” que diría Berlusconi, ministro del gobierno Prodi, presente ya en varias ediciones del Meeting, estudioso de filosofía y teología en su juventud. El hecho de que sea (ex-) comunista (en cualquier caso, reformado, reformador y reformista) es igualmente notable, pues el aplauso fragoroso que lo recibe a su llegada aplaca la polemiquilla veraniega acerca de su asistencia, además de las jeremiadas de la semana sobre los silbidos a los políticos de centroizquierda.

Joseph Weiler
catedrático de Derecho Internacional en la New York University
Mudo delante del micrófono, en el vídeo comienza hablando de un don Giussani «esencial, agudo, agresivo, entusiasta, combativo, sereno». Es así como lo ve en el libro. Y también lo ve para sí mismo, individuando el alcance innovador que supone para su mismo pensamiento de judío observante. La idea de “acontecimiento”, por ejemplo. Para Weiler el acontecimiento es el Sinaí y los preceptos a observar (sobre los que acaba de autoironizar), es el recuerdo del Sinaí cada día, del Sinaí de cada día. Lo ha entendido leyendo a don Giussani. ¿Entendido? ¿Por qué el respeto del sábado y de la alimentación kosher? Porque son el recuerdo permanente del Sinaí-acontecimiento. Luego “corazón”, “verificación”, “cambio”. Las palabras fuertes en las que se centraron los diálogos con esos estudiantes impactan al profesor Weiler, que se queda embelesado ante uno de los legendarios eslóganes de la época (podríamos definirlo como un “clásico siempre actual”): «La primera política es vivir». Y la vida está en todas partes, añade conmovido Weiler. ¿Y ese paso de la utopía a la presencia, el trayecto de la revolución giussaniana? El profesor lo capta así: «Estar a favor de la vida no quiere decir simplemente promover una política para la familia, hacer programas en función de la familia –también esto, de acuerdo, pero como resultado–; quiere decir, en realidad, amar la vida, dar la vida». Y para confirmar el concepto aparecen en la pantalla unas bonitas fotos de la familia Weiler «vital, caótica, pendenciera, cariñosa, como todas las familias».

Pierluigi Bersani
ministro para el Desarrollo Económico
«Vengo aquí tal como soy, como uno que lamentablemente no ha conocido personalmente a don Giussani. Leo estas páginas como un viaje hacia el cristianismo de la mano de un gran reformador». El Ministro destaca tres características de este texto-viaje: la voluntad de ir hasta el fondo («es la crónica de un debate real, apremiante y retador, donde quien conduce jamás se contenta con respuestas parciales»); la concentración absoluta sobre el valor de los hechos; la idea de que la presencia viene antes que la iniciativa. Casi como si hubiera ido a los últimos Ejercicios de la Fraternidad de CL, en los que Julián Carrón, citando a Péguy y a Graham Greene, habló de la «eliminación del presente», Bersani dice que el movimiento se midió con el profundo cambio “cultural” que empezó con el 68: “descargar” el presente en el futuro mediante el análisis político y la ideología. Bersani, que asistió a los funerales de don Giussani, recuerda las palabras de Giussani que Carrón citó: «La fe florece en el culmen de la razón». Muchos apuntes y sugerencias, desde el sentido del tiempo universitario a los límites de la política, desde la crítica de la utopía a la formación de la autoridad («un libro que los sociólogos deberían estudiar a fondo»). Las conclusiones, muy apasionadas: «Quien ha encontrado siga buscando, quien está seguro de su identidad siga caminando con curiosidad y asombro»; «estamos llamados a hacernos un poco más pueblo, a querernos un poco más».

Giancarlo Cesana
profesor de Medicina del Trabajo en la Universidad de Estudios de Milán Bicocca
Aquel que tanto acompañó, siguió y amó a don Giussani justo al comienzo de esos años se estremece al recordar a un hombre que nunca te dejaba tranquilo. «Un instante antes que todo está Cristo; pero a vosotros esto no os importa». «Con esta frase –cuenta Cesana– don Giussani cambió mi percepción de la propuesta del movimiento, la percepción que yo tenía de mí mismo».
Cesana recuerda que don Giussani llevó a cabo esta reforma a partir de tres palabras clave. La primera: presencia. «En 1976 dijo que una presencia, lo que somos, la vida, no puede ser reactiva, no puede justificarse como la respuesta a otros. Ha de ser original, es decir, debe valer en sí misma. Estábamos totalmente determinados por la necesidad de demostrar a los demás que también nosotros éramos capaces de realizar la liberación. Eso nos mataba. Y él decía: “¿Qué es la fe? La fe es reconocer la presencia de lo que libera la vida, la presencia de la liberación, de la salvación de todo. Cristo está antes que todo lo demás”. Hace dos mil años esta presencia tenía el rostro de aquel hombre, Jesús de Nazaret. Hoy tiene el rostro de nuestra unidad, que es nuestro Sinaí, la sorpresa de la revelación de Dios». Segunda palabra: juicio. «¿Cuándo se es protagonista? Cuando se juzga, cuando se dice: esto va bien, esto va mal, esto es justo, esto está equivocado, esto es para mí, esto es para ti. El juicio de valor no es una operación intelectual, es un apego, un afecto por las cosas, es reconocer el valor de las cosas para ligarse a ellas». La tercera palabra: autoridad. «Don Giussani decía: “Yo soy el jefe de la comunidad no porque tengo las mejores ideas, sino porque sé valorar más las mejores ideas que tienen los mejores”. Y añadía: “Se sigue a los que siguen”. Yo te sigo porque tú vas detrás de algo que es más grande que tú y que yo, que me juzga a mí, pero también te juzga a ti, porque, de otro modo, sería un plagio. Tener autoridad quiere decir hacer crecer. El factor creador de nuestro movimiento ha sido el impacto con una realidad humana diferente, la humanidad de don Giussani, las personas que él indicaba y con los que él mismo se identificaba».
El Meeting se cierra así, inmerso durante dos horas en un libro viviente, como Carrón destaca en la introducción. Hoy no nos son extraños.