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Huellas N.8, Septiembre 2006

SOCIEDAD Ciencia / Debate

¿La taquilla de la felicidad? No existe

Paola Navotti

Dos grandes estudiosos debaten sobre un tema candente: bioética y felicidad. Pellegrino: es una cuestión que concierne a todos. Israel: la felicidad no coincide con el bienestar

¿Qué nos hace felices? Mientras cierto tipo de ciencia hoy pretende ser “la taquilla de la felicidad”, dos científicos explican cuán necia es esta pretensión. Edmund Pellegrino, directivo del comité de cuestiones bioéticas del Presidente de EEUU, en una palabra, el portavoz de Bush sobre el tema. Giorgio Israel, profesor de Matemáticas en la universidad La Sapienza de Roma, también conocido como periodista y escritor. Al término del encuentro, me percato de que no solamente he escuchado un discurso lógico, opiniones y preciosismo intelectual, sino algo accesible a los profanos en la materia. Resumiendo, en este Meeting sobre la razón, Pellegrino e Israel ¡han sido ejemplos de lo que significa usarla!

Edmund Pellegrino
Las cuestiones de bioética no conciernen sólo a una elite interesada, sino a todo el mundo. Todos, antes o después, nos encontramos ante una persona querida que sufre y tenemos que decidir lo que hay que hacer, debemos interrogarnos sobre qué es realmente su felicidad. Comienza el recorrido: ¿qué nos hace felices? ¿Acaso la realización –¡quién puede negarlo!– de nuestros deseos? Si tenemos la nariz torcida, seremos felices cuando la cirugía nos la arregle; si estamos enfermos, mucho más dramáticamente, cuando logremos sobrevivir. Sin embargo, ¿podemos realmente decir que al satisfacer nuestros deseos estamos del todo satisfechos? ¿No será quizás más verdadero advertir que un deseo siempre conduce a otro? Eso es: en la experiencia, la felicidad no se muestra necesariamente como un estado que dependa de la posesión de bienes, materiales o espirituales. Es algo más profundo, algo para lo que estamos hechos pero que rebasa nuestras posibilidades. La felicidad coincide con la satisfacción total, con el no tener más deseos que cumplir. Esta era la condición de Adán y Eva antes de la expulsión del paraíso terrenal, pero nosotros, que ya no vivimos en el paraíso, sino en esta tierra, estamos condenados a desear siempre, aunque destinados a acercarnos a Dios, la felicidad plena.

Giorgio Israel
Científico es lo que se demuestra conocible en sus causas y, por tanto, previsible, reproducible. La ciencia tiende a clasificar los entes como similares, para así poder aplicar un principio de repetición, es decir, de control. Pero el ente humano escapa a este tratamiento porque, a diferencia de los otros fenómenos, tiene una prerrogativa única, no científica y, sin embargo, muy real: la iniciativa, la libertad. Por el contrario, las biotecnologías consideran al hombre como pura materia, hasta el punto de poder “arreglarlo”; por ejemplo, suprimiendo o produciendo en tropel embriones según las necesidades. La Organización Mundial de la Salud define salud como «estado de completo bienestar físico, mental y social». Pero ¿qué significa “completo”? La experiencia humana tiende a la totalidad, pero todavía no la posee; por lo cual hablar de bienestar completo es pura retórica. La vida no la hemos hecho nosotros y, por honestidad intelectual, deberíamos describirla, en lugar de explicarla: la vida es lo más nuestro que tenemos, y, sin embargo es lo más misterioso que existe. Tanto que –paradójicamente– «pocas personas como las que han sufrido conocen el verdadero valor de la vida y, por tanto, pueden saborear el sentido de la felicidad». Tras décadas de anatemas contra la imposición como método pedagógico, la ciencia actual se comporta peor: asegura tener el poder de elegir el color de los ojos o el carácter de un hijo, sin contar con lo que él querría realmente. ¡Y luego hablan de progreso!