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Huellas N.8, Septiembre 2006

SOCIEDAD Islam

Más allá del muro del fundamentalismo

Giorgio Paolucci

La primacía de la persona sobre el grupo. La cuestión femenina dentro del mundo islámico. Los testimonios de quienes construyen puentes de diálogo y de encuentro

Pronuncias la palabra «islam» e instintivamente piensas en un mundo compacto, refractario a cualquier cambio, impermeable a cualquier clase de contaminación. Pero la realidad habla un lenguaje diferente, te solicita a quitarte las lentes deformantes con que estás mirándola. Detrás de esta palabra –islam– no hay un ejército de autómatas, no existen “replicantes” del Corán. Existen los musulmanes, hay personas. Mil trescientos millones de hombres y mujeres que llevan en el corazón la misma pregunta por la felicidad, la misma espera de cumplimiento que habita en el corazón de cada uno en cualquier latitud de la tierra. Muchos de ellos obligados a medirse dramáticamente con una ideología nihilista, que ha transformado la religión en un proyecto de poder, y a Dios en el general de un ejército. Todos, en cualquier caso, animados por un deseo de libertad: la libertad de usar la razón como instrumento para conocer la realidad y como ventana abierta sobre el Misterio; la libertad de conciencia; la libertad entre hombre y mujer. En este sentido, el Meeting ha ofrecido algunos testimonios significativos y conmovedores, que señalan nuevas direcciones de reflexión, encuentro y trabajo a desarrollar juntos.

El desafío de los conversos
«Para poder medirse plenamente con la modernidad, los musulmanes tienen que dar un paso crucial: reconocer la primacía de la persona sobre el grupo, amonesta Samir Khalil, jesuita, islamólogo de fama internacional, docente en el Saint Joseph University de Beirut. Las sociedades islámicas están invadidas por un anhelo profundo en este sentido, aunque este deseo no logra desfondar la capa del poder religioso y político, no determina la vida civil. La primacía de la persona es un valor fundante que Occidente tiene que seguir testimoniando, empeñándose para que la comunidad internacional lo defienda». La condición de clandestinidad en la que se ven obligados a vivir los musulmanes que se convierten al cristianismo –millares en todo el mundo, aunque poco o nada se habla de ello ni se lee– es una de las consecuencias de la prevaricación del grupo sobre el individuo. La conversión, que es un acto de libertad del corazón y de la mente, se considera como una traición de la comunidad islámica y un debilitamiento de la sociedad. Por esto “debe” ser perseguida, no solamente en el plano religioso, sino también en el jurídico, hasta llegar incluso a la pena de muerte que contemplan todavía los códigos de seis Estados islámicos. Un pecado es tratado como un crimen.

Primavera rosa
La cuestión femenina es otro de los nervios en carne viva del islam contemporáneo. Elham Manea, yemení, investigadora en la universidad de Zurich, lo afirma sin medios términos: «Si digo que el ser humano ha nacido para ser libre, si afirmo que esto es un derecho natural, algo que les pertenece al hombre y a la mujer en cuanto personas dotadas de razón, expreso un “pensamiento prohibido”. Cuando afirmo que no quiero recurrir a los textos religiosos para demostrar mi posición, que quiero usar la racionalidad, puedo ser mirada como una infiel, como alguien que pone en duda su religión. ¿Pero no es esto, en cambio, la negación de lo humano? Es justo lo que quieren los fundamentalistas, los que sueñan con una vuelta a los orígenes como algo mágico, que puede prescindir de la razón». Valentina Colombo, escritora y profesora universitaria, cuenta sus hallazgos intelectuales y humanos en Internet, donde es posible encontrar la riqueza y la viveza de la producción literaria árabe (sobre todo femenina), a menudo ocultada en los países de residencia de las autoras. E invita a mirar a algunas señales de la “primavera rosa” que se han manifestado, por ejemplo, en el Código del estatuto personal tunecino y en el Código de familia de Marruecos.

Una verdadera integración
La tunecina Raja Bien Slama invoca: «Miradnos de cerca y descubriréis cuántas diversidades hay en nuestras sociedades, cuántos entre nosotros quieren y trabajan por la democracia, el pluralismo, la emancipación de la mujer». Y quizás, añade, precisamente de la mujer puede partir un auténtico cambio del mundo islámico, porque la mujer es el otro primigenio, el primer “otro” ante el cual abrimos los ojos, y nos enseña que no se puede decir plenamente “yo” sin pensar en un “tú”, porque cualquier afirmación de identidad exige una relación con el otro para poderse cumplir plenamente.
Souad Sbai, presidenta de la Asociación mujeres marroquíes en Italia, confirma y relanza, hablando de las comunidades árabe-islámicas que han echado raíces en Europa y sobre las cuales se ciñe la sombra oscura del radicalismo: «La debilidad de la sociedad refuerza el extremismo, fortalece a quien querría construir un Estado en el Estado, una comunidad ajena a la tierra en la que vive. Cuanto más arraigados estéis en vuestra historia, más ayudaréis a la inmensa mayoría de los extranjeros, que desean vivir pacíficamente en Europa, a salir del gueto y a construir junto a vosotros una verdadera integración».