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Huellas N.8, Septiembre 2006

CARTAS

Barcelona, Buenos Aires, Quito...

a cargo de María Rosa de Cárdenas

Experimentar qué es la razón
El deseo de todo hombre es el mismo: la felicidad. ¿Cómo puedo ser feliz? Esta pregunta es la que todo hombre se hace por el mero hecho de tener razón. Acudí al Meeting de Rímini a raíz de la propuesta de un profesor. Sabía que estaba organizado por el movimiento Comunión y Liberación. Yo no soy cristiano ni creyente, soy ateo convencido, pero por muy ateo que yo sea, la persona que me lo proponía vive de una forma distinta todo lo que hace. Me interesaba verificar si lo que se daba en él también se podía dar en mí. La principal razón por la que acudí a Rímini fue ver si realmente esa propuesta se correspondía de forma más plena con mi deseo de felicidad. Lo que más me sorprendió al llegar fue encontrarme la cantidad de voluntarios que había. Era algo realmente impactante. La humanidad que allí se daba era algo realmente espectacular. Ver personas que tenían muy pocas vacaciones y se pasaban el día haciendo bocadillos. Aparentemente no recibían nada a cambio. Sin embargo, si estaban allí era porque algo les había pasado que realmente se correspondía con su deseo, y lo que recibían a cambio era algo que nadie les podía quitar y que se reflejaba en su trabajo. En mi caso, veía una alegría en el trabajo que era difícil de entender. Las personas con las que hablaba me decían que esta grandeza sólo se podía dar porque Cristo existe. Esto aún yo no lo he experimentado, aún no entiendo porqué sólo se puede dar porque Cristo existe. Yo creo que el hombre en sí es grande y que por eso se puede dar esta grandeza. En cualquier caso, creo que por muy ateo que sea nunca puedo cerrar completamente la puerta a una propuesta que se me hace ya que, en algo tan simple como decir sí, puedo tener una experiencia que me lleve a algo que se corresponde de forma más plena con mi corazón. Por esta razón, espero que éste no sea mi último Meeting.
Lucas, Barcelona (España)

¡Más que suficiente!
Sentada en el avión con mi hija Leticia de 9 años al lado, camino de Italia –donde íbamos a visitar a su madrina, Sara– no podía imaginar lo que nos esperaba. La verdad es que tenía intriga por saber qué es lo que la madrina había encontrado en Crema –un pueblo lombardo–, que le hacía tener una alegría serena incluso frente a la reciente muerte de su padre. Al saludarnos la vi cansada. Comprendí el porqué cuando, ya en su casa, Leti le preguntó en qué trabajaba y ella comenzó a explicarle la labor que realiza: «Mira Leti, hay niños que, por diversos motivos, no pueden vivir con sus padres y el juez tiene que buscarles un papá y una mamá, porque los necesitan para crecer. La Asociación Fraternitá está formada por 200 familias –¡qué barbaridad en proporción a la población de Crema!– dispuestas a recibir en sus casas a estos niños. Yo busco la familia más adecuada para cada niño, me preocupo de lo que necesitan, ayuda a las familias a solucionar los problemas que van surgiendo». Le pregunté enseguida: «¿Cómo pueden esos padres acoger a un niño con problemas (pueden ser tanto bebés como adolescentes, niños discapacitados o enfermos terminales…)?». Sara me explica: «La acogida no funciona bien porque creas que eres capaz y reúnes las condiciones necesarias, sino cuando nace del agradecimiento por lo que has recibido en la vida, porque el Señor ha llenado tu vida y ya no te define tu límite». El sábado, después de comer, Sara nos dijo: «Vamos a ver a una de las familias». Vi a una casa sencilla como muchos chicos jóvenes tomando el postre en torno a una gran mesa en el jardín: eran los amigos del hijo mayor que habían almorzado ahí. Sara me presento a Ana, la madre. Tienen cuatro hijos naturales y ¡cuatro en acogida! Me quedé enganchada a Annina y a Denis, de 12 y 6 años. Cada una tiene su propia historia de dolor y sufrimiento, pero ahora están allí y son queridos. Leti se mantenía de pie detrás de mí, no decía nada, tan sólo miraba. Era más que suficiente. ¡Teníais que haberlo visto! Ana es una persona de lo más normal, simplemente ha ido respondiendo a la propuesta que se le hizo. Me quedé pasmada al enterarme de que prácticamente toda la comunidad de Crema pertenece a esta asociación. Pienso que así debería ser la sociedad si fuera verdaderamente cristiana: dentro de una normalidad, ayudar al que lo necesita. En el avión de vuelta, llevaba un deseo en el corazón: tener los ojos abiertos para decir «sí» a lo que el Señor quiera de nosotros. El agradecimiento hace tiempo que lo tengo. Después del viaje, le pregunté a Leti: «¿Qué es lo que más te ha gustado?». Y me contestó: «Lo de los niños». Está claro: lo verdadero atrae.
Gloria, Madrid (España)

Ex abudancia cordis...
Acabo de llegar de vacaciones y no quería dejar pasar ni un día más sin contar lo que he visto y oído, las personas que he conocido, y todo esto después de más de 25 años de vida en el movimiento, cuando parece que ya lo has vivido casi todo, y que la última palabra la va a tener la situación de confusión que actualmente vivimos en España, de incógnitas increíbles sobre el 11-M, de indiferencia y confusión generalizada, de negociaciones secretas con los asesinos de ETA. Pues bien, después de participar en el Meeting es como si misteriosamente viese que la vida es mucho más que todo esto, que está cargada de una positividad, de una creatividad que creía perdida. Pude acudir a Rímini con mi mujer y dos de mis hijos, junto con otro matrimonio y sus tres hijos. Estuvimos alojados en el camping de San Marino, y nos turnábamos entre matrimonios para asistir a las distintas conferencias, exposiciones, conciertos y juegos. Tenéis que conocer a esa gente. Gran parte de la alegría con la que vuelvo se la debo a ellos también, personas de una grandeza y sencillez inmensa. Pasábamos casi todo el día en un recinto ferial, tan grande como el de IFEMA. Qué impresionante es ver en un recinto así de grande, cosas tan interesantes y tan cargadas de novedad. Desde conferencias en las que participaron el embajador israelí en la Santa Sede, el subdirector de Il Corriere de la Sera, Magdi Allam, que defiende para los musulmanes la necesidad de integrarse en los países occidentales, con un valor y una carga de sentido común que me sorprendieron mucho, el vicepresidente del parlamento europeo, científicos de primer nivel, hasta exposiciones conmovedoras sobre la música de Stravinski, la conmemoración del 50 aniversario del intento de revolución cívica en Budapest de 1956, la vida y obra de Dante, entre otras. Por cierto, para los niños había un pabellón entero con un montón de actividades interesantes. Mis hijos de hecho querían estar allí todo el día. Pero si tuviera que contar lo que más me ha impresionado, destacaría lo siguiente. En primer lugar la relación con Gotzone Mora, concejala socialista en el Ayuntamiento de Getxo (Bilbao) y profesora en la universidad del País Vasco. Han intentado asesinarla tres veces en su lugar de trabajo los terroristas de ETA y, sin embargo, tiene un optimismo y una energía desconocida. Al inicio de su conferencia tuvo unas palabras entrañables de agradecimiento para sus escoltas; posteriormente nos contó cómo está la situación en la Universidad del País Vasco. Verdaderamente no nos podemos hacer idea de cómo viven. Además de las tres veces que la han intentado matar, nadie la saluda en la universidad, la insultan continuamente, tiene que ir acompañada de 6 u 8 escoltas para dar clase y, aún así, la última semana de junio pasado casi la linchan; le meten virus en su ordenador para que no pueda trabajar, le han robado 6 veces las llaves de su despacho, ningún alumno quiere que ella le dirija la tesis, y sin embargo ahí la tienes. Parece invencible. Esa energía no es de este mundo. Ella misma reconoció que su fuerza la obtiene de los evangelios, y que si ni Cristo ni Juan Pablo II se bajaron de la cruz, ella tampoco lo piensa hacer, con lo cual no abandona ni la universidad, ni el País Vasco. Le ofrecí nuestra disponibilidad para ir a visitar alguna de las víctimas del terrorismo que lo están pasando peor o para pasar un fin de semana con ellas en nuestra casa. Lo segundo que me ha impresionado, ha sido la exposición sobre la historia de San Benito y la función que han tenido en la historia los monasterios que el fundó para la transmisión de la cultura clásica. Pensar que gracias a él este verano he podido disfrutar de la lectura de La Iliada de Homero, o de La Eneida de Virgilio... Pero no sólo esto, gracias a los monasterios se empezó a reconstruir un mundo que estaba totalmente destruido tras la caída del Imperio Romano. Esperando contra toda esperanza, se empezó a reconstruir una experiencia de humanidad de la que fue naciendo una nueva civilización.
Eduardo, Madrid (España)

Una amistad para siempre
El curso pasado estuvo en mi casa una chica italiana durante seis meses. Se llama Lucia. Cuando me dijeron que iba a venir mi curiosidad era simplemente cómo vestiría, cómo sería... pero nunca me imaginé que fuésemos a recibir un regalo así. Pronto empecé a tener conversaciones con ella en las que fui aclarando algunos puntos de confusión que tenía en mi vida. Gracias a ella he verificado lo que siempre me dicen: que Cristo se pone ante nosotros a través de personas concretas, a través de unos “ojos de cielo”, como decía Carrón en el encuentro del Papa con las familias en Valencia. Ahora estoy segura al cien por cien de que su llegada no fue casualidad; Cristo lo tenía reservado para mí y a mí para ella. Fue tanto lo que me ayudó y lo que la quería, que la elegí como madrina de confirmación. Ahora estoy triste porque se ha ido a Italia, pero tengo la certeza de que hay algo más grande que nos une y que nos va a permitir hacer un camino juntas.
Silvia, Villanueva de la Cañada (España)

Felicidad inesperada
El curso pasado viví seis meses en Villanueva de la Cañada con la familia Guerrero Fontana. Lo que tenía que ser tan solo un periodo de estudio se reveló como una ocasión estupenda para mi vida. Desde el principio me sentí en casa y querida de manera sorprendente, lo cual es tan verdad que me ha abierto a todos. He experimentado un amor que, sin ningún esfuerzo, me ha llevado a querer a mi familia, a mi novio y a mis amigos en Italia de manera diferente, y allí en España a la gente con quien estaba, descubriendo amistades maravillosas. Mirando a Juan y Clara, viviendo con Silvia, María, Mónica, Teresa y Peter he descubierto un gusto por lo cotidiano que nunca había experimentado antes. Su certeza y serenidad se me han transmitido sin quererlo, y el resultado ha sido una gran felicidad en mi vida. ¡He experimentado una gratuidad tan grande y desconcertante! Al volver a Milán lo más impresionante fue descubrir que lo que había vivido durante el curso no era sólo un breve paréntesis, sino una experiencia fundamental que permanece. Durante el verano lo he visto en diferentes y sencillas situaciones, como por ejemplo ir de vacaciones con mi familia, que ha sido una ocasión importante para estar juntos después de un año fatigoso y duro de estudio y trabajo. En la confirmación de Silvia el obispo me había preguntado: «¿Estás dispuesta a descubrir con Silvia que vivir para Cristo te hace disfrutar de manera más intensa de la vida?». Contesté que sí, aunque no tenía muy claro qué significado profundo encerraba esta afirmación. Ahora empiezo a entenderlo. Este verano pasé cinco días con mis amigas en Vitorchiano, un monasterio trapense de clausura, donde fuimos para ver a una amiga que empezó el noviciado hace un año y para ayudar a las hermanas a trabajar los campos. Viendo a las monjas tan contentas de vivir la vida ofreciéndola a Cristo y nosotras tan contentas de obedecer trabajando y rezando, entendí la pregunta del obispo: en estos días estaba experimentando una felicidad inesperada que no había calculado. Por eso estoy segura de que quiero acompañar a Silvia para toda la vida y que eso es posible a pesar de la distancia: tras de un año de lejanía pude hablar con mi amiga en el convento como si el tiempo no hubiera transcurrido, como con los amigos españoles en el Meeting de Rímini. Aunque sea fatigoso y a veces creamos que pueda ser más cómodo olvidarlo, merece la pena vivir por Cristo, obedeciendo a las circunstancias que tenemos que afrontar. Esto permite que una familia normal sea extraordinaria, que una amistad sea para siempre, y permite disfrutar de la vida.
Lucia, Milán (Italia)

Segura por primera vez
Querido Julian: tengo 36 años y vivo en Quito, en un barrio en la extrema periferia de la ciudad. Vine a vivir por acá hace quince años con mi abuela (la persona que me ha educado en la fe en Dios), participando en una invasión. Viví por dos meses en una carpa, entre los enfrentamientos y los disparos; ahora tengo una casa que es mía. Tuve tres hijos. Mi primera hija la perdí cuando tenía un año y cuatro meses, hace catorce años, por muerte blanca. Aquella vez me sentí la persona más triste del mundo y pensé que nunca más quería tener un hijo. Después de cuatro meses de su muerte, tuve otra hija y ahora estoy segura de que el Señor, en aquel entonces, quiso darme otra posibilidad de ser madre. Con mi hija volvió para mí la felicidad. Después de cinco años tuve otro hijo, muy alegre y espontáneo, siempre con la sonrisa. El 11 de febrero de hace cuatro años los médicos descubrieron que tenía un problema con el corazón que no se podía curar, y me dijeron que muy pronto moriría. Para mí fue como si el mundo de nuevo se abriera en dos. Pasaba todos los días en el hospital con él, a menudo se despertaba y me decía: «Te quiero mucho mamá, no te preocupes, verás que el Señor me sanará». Pedía insistentemente a Dios que no me quitara a mi hijo, pero después de nueve meses de lucha y oración, una mañana mi hijo murió delante de mí, sin que yo pudiera hacer nada. En aquel momento todo se hizo oscuro para mí. Luego, tras un breve tiempo, cuando ya estaba decidida a enojarme con Dios, me di cuenta de que si Él no hubiera estado conmigo yo no habría podido estar de pie y caminar. Casi un año después de su muerte, en el mes de noviembre de 2004, empecé a trabajar para AVSI. Todavía estaba afectada por aquella muerte, pero el trabajo que iba empezando me sacaba lentamente de todos mis problemas. Empecé a conocer los problemas de muchas familias y a tratar de ayudarlas, y me di cuenta que no era casual el que en aquel tiempo yo empezara aquel trabajo. Allí también entendí que Dios seguía acompañándome. Llevaba tres meses trabajando y Stefania me invitó a las vacaciones del movimiento; yo no entendía de qué se trataba, pero ella insistió y yo acepté su propuesta. Nunca había visto tanta gente estar junta, y la mayor parte de ellos no se conocían pero parecían grandes amigos. Todos se ayudaban en el camino. Puedo decir que mi primer encuentro con CL me ha cambiado. En aquel momento entendí que nunca había estado sola, era como si aquella compañía siempre hubiera estado conmigo. Ahora estoy muy feliz porque con las familias, los niños, mis compañeras de trabajo y los nuevos amigos que he conocido, he encontrado nuevamente las ganas de vivir y de sacar adelante a mi hija. A veces tengo un poco de miedo cuando miro a las cosas que hay a mi alrededor: donde yo vivo hay bastante violencia, droga y mentira. Pero por primera vez en mi vida me siento segura, me gusta la vida que tengo y lo que hago. Y puedo decir que todo esto es gracias a lo que he encontrado.
Amparito, Quito (Ecuador)

De Córdoba a Quilvo
Querido don Julián Carrón: Te escribo estas líneas para contarte el gran acontecimiento vivido en Córdoba (Argentina) este fin de semana. Nuestra amiga Chechi, respondiendo a su vocación, en los próximos días irá a vivir con las hermanas Cistercienses del Monasterio de Quilvo en Chile. Para celebrar la despedida nos encontramos los amigos en su ciudad natal. Ver su cara impresionantemente alegre, ver a los amigos del CLU que vinieron de todas partes, al grupo de teatro Les Amateurs que representó por última vez La Anunciación a María especialmente para esta amiga, la fiesta posterior tan cálida, amigable y
humanamente bella, que se prolongó en el canto y la música de los amigos y que culminó con el canto Non nobis que se ahogaba en nuestras gargantas, y después el domingo la misa en la Iglesia de la Compañía de Jesús de Córdoba, con el canto final y emocionado de todos los amigos presentes del Salve Regina ante el altar de la Virgen, finalizando después con el almuerzo de ese mismo día, todo ello fue la confirmación de lo que nos dijiste en los últimos Ejercicios de la Fraternidad: sólo podemos vivir «por algo que está sucediendo ahora». Volver a darme cuenta –atisbarlo, por lo menos, aun dentro de mi gran distracción, del peligro permanente de deslizarme hacia la nada– de que éste es el único camino capaz de arrancarme a mí, a mis hijos, a mis parientes más queridos, a mis amigos, a mis alumnos, «a todo el mundo, de la nada en la que vive el hombre». La vocación de Chechi es el renovarse del aquel acontecimiento capaz de volver a despertar continuamente mi yo. Este fin de semana, por gracia, muchos lo pudimos “tocar” otra vez. Pido para mí la gracia de poder perseverar fielmente en este camino al cual, tanto Chechi en su vocación a la virginidad, como yo en mi matrimonio, fuimos llamados por igual. Un abrazo filial.
Luis Antonio, Córdoba (Argentina)

Estando con ellos
Durante este curso estuve en Tenerife cursando 5º de Farmacia. Hace unas horas me despedí de mis amigos del CLU de Canarias en Barajas. Al verles pasar por el control del aeropuerto surgía en mí una afirmación que no paraba de repetirse: «He encontrado a Cristo» estando con ellos. Cuando regresaba en el metro me daba cuenta de lo que me había sucedido, de que era un punto de no retorno, un hecho que no podré negar nunca. Gracias al cariño enorme que tengo a estos amigos, soy consciente de que es Cristo el que sacia mi corazón, que mi corazón grita porque le ha encontrado gracias a unos universitarios de Canarias. Ya no puedo mirar nada del mismo modo: me ha sucedido algo que ha cambiado mi postura ante la realidad. Me viene a la cabeza una parte del Evangelio que narra el momento en el que Jesús resucita a una niña; esa niña ya no podía vivir como si nada hubiera pasado, no podía vivir indiferente al hecho que le había sucedido, todo lo que le ocurría a su alrededor era juzgado por lo que le había sucedido, había sido resucitada por Otro. Pues a mí me pasa igual. ¡Estoy tan agradecida por la forma en que Cristo me ha abrazado! Además ha sido con gestos tan concretos como el estudio, mis prácticas tuteladas, los universitarios, la caritativa, las cenas con Joaquín… He descubierto tantas cosas en la relación con ellos, como no temer al dolor ni a la fatiga, preguntarme todo y verificarlo con las exigencias de mi corazón, no dar nada por hecho, y que cada cosa grande o pequeña que haga durante el día sea para afirmar a Otro. Ahora pido más que nunca que el Señor me dé sencillez de corazón para poder reconocer su Presencia en mi nueva realidad en Madrid, para tener los ojos abiertos y poder decir: «Eres Tú, Cristo» (como nos decía Joaquín) en cada circunstancia que se me ponga delante.
Mariajo, Fuenlabrada (Madrid)

Agradecidos
El martes 11 de julio, después de la venida del Papa a Valencia, nos juntamos la pequeña comunidad de CL a cenar en el bar de la piscina de Rocafort. Más distendidos y un poco más descansados, nos contamos lo que para cada uno había supuesto este hecho único e histórico: que el Papa viniera a nuestra tierra para clausurar el V Encuentro Mundial de las Familias. Todos estábamos muy agradecidos por lo que habíamos vivido durante estos días, pues han sido días «muy intensos y tensos». La venida del Papa había coincidido con el cansancio de final de curso y la pereza había intentado apoderarse de nosotros, porque nos esperaba una gymkana donde habría que sortear obstáculo tras obstáculo (gimnasio donde alojar a cientos de personas para dormir, acreditaciones, stands…). Y sin embargo coincidíamos todos en que, tras el esfuerzo, dominaba el agradecimiento. Por un lado, agradecimiento a la forma tan atractiva en la que Cristo nos ha alcanzado. Y por otro, porque «me daba cuenta –afirmaba otra persona– que estar agradecidos significa que tú no te das las cosas, y esto es lo que me movió a estar sin parar en esta semana de locos». La segunda cosa que dominaba fue «volver a constatar que todo se juega en el frágil y pequeño “sí” dicho a las pequeñas y discretas cosas que la vida pone delante, mejor dicho, que Cristo pone delante (desde ir a la feria con los 4 niños, cubrir o no un stand, estar atentos a los amigos que vinieron de fuera, atender a los 20 que cada familia tuvimos en casa…) porque sólo estando abiertos a esta ocasión privilegiada y tomándola seriamente se ha percibido una estima mucho más grande hacia cada uno de los de la comunidad, que no elimina ningún roce, pero que es ya de otro mundo». Y por último, algo que hemos empezado a descubrir: la gratuidad. Gratuidad que «nace del agradecimiento a cómo sigues siendo rescatado» y disponibilidad al modo tan discreto en que el Señor te llama (en muchas ocasiones pasa desapercibido para casi todos, y sin embargo es tan necesario que sin ello nada hubiera salido adelante). Gratuidad que hemos visto en Antonella y Emilio, que habían venido desde Crema para estar esta semana en el Congreso y habían dejado a sus 10 hijos en Italia. Al final de la cena, se hicieron evidentes dos propuestas para el curso siguiente: la primera, el deseo de hacer seriamente el gesto de caritativa, para seguir descubriendo qué es la vida, qué es la gratuidad, y la segunda el continuar también seriamente el trabajo hecho durante el curso sobre Escuela de comunidad, porque «sin ella no puedo vivir», decía un buen amigo. Y no podríamos terminar sin decir que el fruto más bello de esta pequeña comunidad durante este año ha sido la unidad, que, como Julián Carrón nos indicaba en esa semana, nace cuando uno se hace esta pregunta, «para vivir, ¿tú necesitas al otro?».
Isa y Herminia, Valencia (España)

Con 85 abriles
Una lectora de Málaga nos escribió por segundo año consecutivo una breve carta agradeciendo la compañía de Huellas. Quisimos que pudiera conocer a alguien de Comunión y Liberación. He aquí el primer fruto de este encuentro.
Ayer por fin conocí a la Hermana Carmen, apasionada lectora de Huellas a sus 85 años, es más, me atrevo a decir que la revista es la ayuda más concreta en este tiempo de prueba y dificultad por el que pasa. Estando con ella me di cuenta una vez más de que nada está ganado, nada conquistado: hasta el último momento uno se juega la vida. A ella no se le ha evitado ningún dolor pero conoce bien a Aquel que la sostiene. Ella y su comunidad necesitan de nuestra oración. Doy gracias por haberla conocido y por cómo nos lleva en el corazón.
Esther, Málaga (España)

Una apremiante plegaria
El sábado 19 de agosto de 2006, al final de la representación de la obra El misterio de la caridad de Juana de Arco, Benedicto XVI agradeció la iniciativa y felicitó a los actores. Entresacamos algunas de sus reflexiones
[...] La obra de Charles Péguy que nos han representado tres actrices de gran talento nos ha llevado a descubrir el alma de Juana de Arco y la raíz de su vocación. A través de una profunda reflexión sobre temas siempre presentes en el pensamiento de nuestros contemporáneos, hemos sido introducidos en el corazón del misterio cristiano. En este texto de gran riqueza, Péguy ha sabido expresar con gran fuerza la plegaria que Juana de Arco elevó a Dios con pasión, implorándole que eliminara la miseria y el sufrimiento que veía a su alrededor, y expresando la inquietud del hombre y su búsqueda de la felicidad.
La excelente interpretación que nos han ofrecido, también nos ha mostrado que esa apremiante plegaria de Juana, que manifiesta su dolor y su desconcierto, revela ante todo su fe ardiente y lúcida, caracterizada por la esperanza y la valentía. Adentrándonos aún más en la meditación, Péguy nos ha hecho vislumbrar en el «misterio» de la pasión de Cristo lo que, en definitiva, da sentido a la oración de la joven, cuya fuerza de espíritu no puede por menos de conmovernos.
La representación de esta obra ante nosotros esta tarde me parece particularmente oportuna. En efecto, en el contexto internacional que vivimos hoy, ante los dramáticos acontecimientos de Oriente Próximo y ante las situaciones de sufrimiento provocadas por la violencia en numerosas regiones del mundo, el mensaje transmitido por Charles Péguy en El misterio de la caridad de Juana de Arco es una fuente de reflexión muy provechosa. Que Dios escuche la plegaria de la santa de Domremy y la nuestra, y conceda al mundo la paz que anhela. [...]

Al empezar el curso
Hace tiempo que guardo estos versos sobre mi experiencia en la caritativa, tema de conversación cada vez más frecuente entre el grupo de amigos de la Fraternidad que pasamos un sábado al mes con chavales que viven en residencias de la Comunidad de Madrid. Os los envío como una petición al empezar el curso.
Pablo Luque Pinilla

No vengas a preguntarme su nombre.
No quieras saberlo mientras ignores
el latir de su voz en el asfalto,
en las llagas que nutren las aceras,
en el rubor que arrostran las palabras.

No esperes conocer a sus amigos,
su familia o sus invisibles padres,
pues hallarás tan sólo el vago eco
de la pena clamando su abandono,
el temor de la luz en su figura.

Prenderás su mirada resentida,
su júbilo fingido en la desdicha,
su pavor arraigado en la tristeza.
Los tomarás en las manos del deseo
y de hinojos consumarás tu abrazo.

Para avivar la lumbre de esta entrega
admite la carencia que te acecha,
la orfandad que desvela tu semblante
buscándose en el rostro que te encuentras.
Pregunta su nombre y hallarás al Padre.

Puerto Franco en Buenos Aires
Me llamo Julieta y vivo en una casa de los Memores Domini en Buenos Aires. Lo que más me impresiona es que cuando nace algo no es por una genialidad propia, sino por una obediencia a la realidad y, en este caso, por una súplica a don Giussani. Algunos amigos nos sugirieron comenzar aquí la obra que empezó en Milán hace unos años con el nombre de Puerto Franco y que consiste en una ayuda gratuita al estudio, ofrecida en toda la ciudad a tantos chicos que no consiguen estudiar y aprobar los cursos. Así que con Antonella, una chica italiana que vive conmigo, nos pusimos manos a la obra. El párroco de nuestro barrio, el padre Alejandro, vino un día a cenar a casa y nos propuso hacer algo por el barrio. Le preguntamos si tenía algún lugar para empezar Puerto Franco y nos mostró la casa de la catequesis, un lugar que le cedió el obispado y en donde se hacen cursos para catequistas y se imparten charlas. Es una casa que está preparada para dar clases: ¡está preparada para nosotros! (acá, además hice experiencia de que cuando tenés un deseo Dios lo lleva a cabo... cuando él quiere). Porque hacía mucho que yo quería colaborar con este sacerdote que tiene una gran preocupación educativa, y no sabía bien qué hacer porque mucho tiempo no tengo. Este padre quería hacer algo por dos colegios estatales del barrio donde los chicos abandonan la escuela y se dedican a tomar alcohol en las esquinas. Así que nos presentó una profesora de matemáticas que pertenece a su parroquia, quien quedó fascinada por la propuesta y en este momento es la principal profesora de Puerto Franco porque está a punto de jubilarse y ama enseñar. Ella me pidió que fuera al colegio, en el cual me presentó a la directora, quien me ofreció ir por los 12 cursos a hablar con los chicos y ofrecerles la propuesta. La profesora me acompañó e intervenía entusiasmando a los chicos (¡¡parecíamos amigas de toda la vida!!) y en el otro colegio, en donde no conocemos a nadie, me fui con los volantes a la salida y empecé a hablar con los chicos. Me decían algunos que dejan el colegio porque los profesores son negativos, no enseñan nada y entonces prefieren trabajar. Me conmovieron porque pude ver que su lugar es la calle: a la salida del colegio se sientan en la esquina y tocan la guitarra, toman y charlan (no tienen donde estar). Toda la cuadra es así. Escuchaban con mucha atención la propuesta y para todos era una provocación el hecho de que fuera gratis. Comenzamos el 8 de mayo, día de la Virgen de Luján, y en una semana vinieron 7 chicos. Ahora, lo llevamos un grupo de 12 profesores. He aquí algunos testimonios de los chicos y los profesores:
Puerto Franco me gusta porque me ayudan a entender los temas que no me explican bien en la escuela, además conozco gente nueva.
Ezequiel

Me ayudan a poder rendir la materia porque no tenía con quién prepararla.
Jessica

Me llama mucho la atención la cantidad de personas que se preocupan de que estudiemos.
Paula
La profesora es buena y explica bien. Me gusta venir a estudiar.
Soledad

Me gusta venir aquí porque me siento como en mi casa. Hay mucho calor humano. Yo invité a mis compañeros a venir pero ellos piensan que es como una escuela y yo les dije que no, que es como estar en tu casa.
Carla

Acá aprendo y me divierto.
Catherina
Acá aprendo más que en la escuela porque como somos pocos con el profesor, no podemos hacer kilombo (jaleo).
Nicolás

Yo no tenía plata para ir a un profesor y acá me enseñan bien y gratis. Estoy muy agradecida.
Tatiana

Me enseñan a tomar en serio las cosas porque yo venía a prepararme en inglés y no hacía la tarea, ni estudiaba; entonces la profesora se cansó y me dijo que no venga más porque tenía otros alumnos que sí querían estudiar y aprender. Entonces ahora me prepara un profesor, pero a mí me dio pena porque ella era buena conmigo. Ahora aprendí que tengo que estudiar si quiero venir acá.
Carla

Comencé a venir a Puerto Franco por la amistad con vos (coordinadora) pero ahora, el ver cómo los chicos reciben lo que les enseño me produce una gran satisfacción personal. Es muy fuerte la experiencia que hago, porque muchas veces no tengo ganas de venir y vengo, y me voy contenta porque veo cómo aprenden y están atentos a lo que les explico. Esto no me pasa en el aula.
María Elisa (profesora de matemáticas)

Puerto Franco es un lugar que me permite cumplir una necesidad: dar. Me conmueve el interés de los alumnos por aprender, por eso vengo.
Charli (profesor de lengua)

Cuento un hecho que me sucedió el primer día de clase. Carla se sentó en su silla muy preocupada; y por un momento logró preocuparme a mí también: no era para menos, teniendo pendiente la materia contabilidad de cuarto año ¡y debiendo generar un balance para un trabajo práctico de quinto año! Luego de mostrarme el ejercicio, siguió sacando sus lápices y papeles. «Pero, ¡cuántas cosas que tenés en la mochila, Carla! ¿Qué tenés ahí?», le pregunté. Con el alivio que siente uno cuando lo sacan de un tema apretado, comenzó a relatarme, con toda soltura y dominio, todo lo que llevaba: carpetas, lápices, dinero, y demás cosas. «Y ¿de quién son todas esas cosas? ¿Y ese dinero?», volví a preguntarle. «Algunas propias, otras me las prestó una amiga, otras de mi mamá». «Pues acabas de hacer, y muy bien, ¡un balance!», terminé diciéndole. Recuperar el amor por las cosas sencillas de la realidad; descubrir que el conocimiento de las cosas, aun las de mayor grado de tecnicismo, lleva también el deseo de aprender y utilizar todo de la misma manera que lo hacemos con los elementos más sencillos de la existencia; reconocer la unidad que cobra todo cuando se acepta la hipótesis de un significado: estos y otros son los ideales que me conmueven en cada encuentro de Puerto Franco.
Adrián (profesor de contabilidad)