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Huellas N.7, Julio/Agosto 2006

IGLESIA Movimientos

La belleza de ser cristianos

Marc Ouellet

Cardenal Marc Ouellet, arzobispo de Québec y primado de Canadá

La jornada del jueves 1 de junio se abrió con la relación del cardenal Marc Ouellet, arzobispo de Québec y primado de Canadá, que habló sobre: “La belleza de ser cristianos”. He aquí algunos pasajes.
¿Es la estética un camino verdaderamente fecundo para la Iglesia de hoy? En ciertos aspectos, el cristianismo actual, desarraigado de sus fuerzas vivas, ¿no corre el riesgo de entumecerse en una situación de residuo cultural de otra época? Me atrevo a aventurar como hipótesis o como apuesta que el camino de los movimientos eclesiales y de las nuevas comunidades es el de la belleza. Al comienzo del tercer milenio, ¿no somos tal vez llamados a volver a partir de la belleza de Cristo? El camino de la belleza sale al encuentro de las aspiraciones más profundas del corazón humano.
Hoy es urgente explorar esta vía de la belleza dado que el punto de vista de la verdad y de la bondad alcanza con menor viveza al hombre actual, embebido de escepticismo y de relativismo. La tarea de los cristianos consiste en restaurar esta armonía entre la verdad, la bondad y la libertad, a partir del encuentro vivo con Cristo, que despierta el corazón del hombre y da un sentido a su vida abriéndolo a la totalidad de la realidad.
El amor divino que resplandece en el rostro de Cristo y de los cristianos... despierta el “yo” de cada uno en aquello que posee de más personal y libre. Digamos todavía más. La unicidad del cristianismo en relación con cualquier otra religión consiste en el hecho paradójico de que éste absolutiza de alguna forma el “yo” de cada persona en el momento en que lo relativiza, esto es, en el que lo hace plenamente relacional.
Una de las tareas de los movimientos eclesiales y de las nuevas comunidades en el momento presente del mundo y de la Iglesia es la de educar a la humanidad en una plenitud de humanidad.
El amor no es solo un sentimiento, es una persona, una visión, un compromiso que ilumina todas las dimensiones del ser humano, sin olvidar la razón y la sensibilidad. El puesto que Dios ha preparado para los cristianos es tan bello que no les está permitido dejarlo vacío. ¡Permanezcamos en nuestro puesto!