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Huellas N.5, Mayo 2006

CULTURA Tiempo de Educar / Educar es un riesgo

Una hipótesis explicativa

Juan Manuel de Prada

Un extracto de la presentación en el Aula Magna de la Facultad de Derecho de la Universidad Complutense

El libro que vamos a presentar hoy, Educar es un riesgo, ha sido para mí una experiencia extraordinariamente iluminadora, por esa iluminación que nos proporciona la verdad, la verdad bellamente escrita, y la verdad que no nace solamente de conceptos fríos sino que se encarna en la vida.
Todo lo que don Giussani indica en este libro es un proyecto educativo, pero un proyecto educativo que se encarna en las personas concretas, un riesgo educativo naturalmente no sólo inspirado, sino absolutamente penetrado, por el misterio de Cristo, por su presencia entre los hombres que se convierte en motor vital. [...]
Lo primero que don Giussani hace es explicar lo que es la tradición y autoridad. Tradición, que viene de traditio, que significa entrega, transmisión. [...] Me ha gustado que Giussani haga hincapié en el origen de la palabra tradición, tradición como entrega, entrega de unas generaciones a otras, entrega de una sabiduría, de unos conocimientos, de una visión de la realidad y sobre todo entrega de una experiencia vivificadora. El otro término que resalta don Giussani, muy íntimamente vinculado a tradición, es autoridad, que también deriva del latín como casi todo lo que merece la pena y que es una derivación del supino del verbo augere, que significa, hacer crecer. De tal manera que la autoritas de los latinos se podría traducir como aquello que nos hacer crecer, aquello que nos ayuda a crecer, en definitiva, aquella persona o enseñanza que infunde en nosotros un apetito de sabiduría, un deseo de abrir los ojos a realidades nuevas, que nos hace sentir la necesidad de saber, de saber en el sentido profundo de la palabra. [...]
Pero sin duda alguna, siendo hermosa esta primera elaboración que hace sobre estos pilares de la verdadera educación, sin duda alguna lo más específico del libro y lo que verdaderamente inspira en el lector sentimientos de grandeza es lo que don Giussani escribe acerca de la necesidad de ofrecer una hipótesis explicativa de la realidad. ¿Cuál es la hipótesis explicativa de la realidad? Esa hipótesis naturalmente es Cristo, la figura de Cristo, Jesús, Dios encarnado. [...]
Giussani indica lo que podrían ser los tres grandes peligros de una educación que mostrara esa hipótesis explicativa de la realidad en términos puramente abstractos, como una idea heredada que se arroja sobre los jóvenes y los aplasta. Frente a este peligro, pueden surgir tres reacciones que él se encarga de señalar como sumamente peligrosas. Son tres motivos de reflexión para la educación en España y, más concretamente, para la escuela católica en España [...]. Escuela católica que muchas veces olvida cuál es ese asunto medular, esa hipótesis que explica nuestra visión de la realidad, esa hipótesis que fundamenta nuestra tradición cultural. Y muchas veces me pregunto por qué tantos miles de niños, tantos miles de jóvenes, que pasan por escuelas católicas, por universidades católicas, al día siguiente de tener su título ya se han olvidado de las enseñanzas que han recibido. Creo sinceramente, que se han olvidado de todo porque, por desgracia, la escuela católica no logra transmitir a los niños ni a los jóvenes que pasan por sus aulas que es Jesús la figura que explica toda la realidad, la figura sobre la que se basa toda la realidad, y cuando falta esta transmisión medular es cuando falta ese acontecimiento sustantivo de lo que debe ser una interpretación cristiana de la realidad. Al final, cuando falla el meollo, todo lo que es colateral, como las hojas del árbol, cae. [...]
Yo creo que uno de los grandes problemas de la escuela católica en España, es precisamente, que no se logra que Cristo sea el epicentro, el verdadero epicentro de esa transmisión educativa, y así surgen una serie de reacciones que don Giussani contempla en este libro, y que además contempla con extraordinaria clarividencia. [...]
Surge, por un lado, la reacción de indiferencia, esas abstracciones que nos han inculcado, esa especie de catecismo rutinario que nos transmite una indiferencia, una distancia de todos, ese conocimiento muerto, toda esa letra pesada que no deja huella. Otra reacción natural a una educación que ha perdido su verdadero meollo, es precisamente el tradicionalismo sobre el que en repetidas ocasiones se pronuncia don Giussani y, creo sinceramente, uno de los peligros que hoy en día están acechando a los católicos en España. Católicos que al sentirse agredidos por la realidad, al sentir que la realidad es demasiado hostil con sus convicciones o creencias, adoptan la postura del caracol, se repliegan en la concha, tienen miedo al mundo, se encierran contra él, y se atrincheran en una especie de repertorio de ideas fósiles a las cuales se aferran desesperadamente. Y no se dan cuenta que la única manera de aferrarse a la realidad no es aferrarse a una idea fósil sino a ideas contagiadas de vida, conseguir que vuelvan a ser trémulas, que vuelvan a ser palpitantes y que sirvan precisamente para enfrentarse a la realidad.
Por otro lado, la reacción despechada, la reacción hostil, la reacción de quienes frente a esa educación mortecina que se les ha transmitido terminan desarrollando una aversión, una inquina que se manifiesta de forma extraordinaria. Frente a todos estos peligros, Giussani nos propone experimentar la verdad de Jesús, ese misterio de Jesús, ese amor que Jesús nos dirige a cada uno de nosotros, eligiéndonos personalmente, para que sea el motor de nuestra vida y que, por tanto, esa enseñanza que hemos recibido se convierta sobre todo en un compromiso existencial, que sintamos la necesidad de transmitirla, de comunicarla, con la vibración y el ardor con el que el propio Jesús trató de trasmitirla a cada uno de nosotros. [...] Tenemos que entrar en diálogo con la sociedad, nuestro mayor error sería precisamente ese que ha denunciado Giussani: encerrarnos en el caparazón del tradicionalismo; tenemos que dialogar con la sociedad sin renunciar a lo que somos. En ese sentido, quiero leeros una definición luminosa y extraordinariamente lúcida que Giussani hace de la palabra diálogo: «Diálogo es una propuesta al otro de lo que yo veo y una atención a lo que el otro vive, porque estimo su humanidad y porque le amo. Lo que de ningún modo implica este diálogo es una duda sobre mí, ni tampoco negociar lo que yo soy».