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Huellas N.4, Abril 2006

CL Milán / Dedicatoria

Un parque para don Giussani, sacerdote y educador

Julián Carrón

El domingo 19 de marzo se dedicó a don Giussani el parque de vía Solari. Numerosas autoridades civiles y religiosas participaron en el acto de homenaje a un sacerdote que «ha ayudado a mejorar el mundo»

Deseo expresar el agradecimiento de todo Comunión y Liberación al alcalde Gabriele Albertini y al Ayuntamiento por esta iniciativa que Milán ha querido emprender cuando se cumple un año de la muerte de don Giussani.
Doy las gracias también a monseñor Mario Spezzibottiani, que representa en este gesto a nuestro Arzobispo y a la Iglesia ambrosiana, de la que don Giussani fue sacerdote durante casi sesenta años.
Los milaneses tuvieron ya ocasión de tributarle un homenaje con ocasión de su funeral, abarrotando el Duomo y la plaza homónima. Desde aquel día, sus peregrinaciones a su tumba en el Famedio no se han interrumpido. Ahora el Ayuntamiento realiza un acto oficial que reconoce lo que don Giussani ha significado y significa para la ciudad en donde enseñó y en donde vio nacer y crecer un movimiento de jóvenes y de adultos presentes como cristianos en la escuela, en la universidad y en la sociedad.
Este parque será para todos un signo que mantiene despierta la memoria de un hombre que entregó la vida por la felicidad de cada uno, sacrificándose hasta el final para comunicar las razones de su propia existencia, en un diálogo ininterrumpido que comenzó en las aulas del liceo Berchet para dilatarse desde allí por el mundo entero.
Es acertado que hayáis querido poner en la placa “sacerdote educador”. Así subrayáis que la educación es un factor central de la vida de la ciudad. Que en el centro de las preocupaciones de las instituciones no deben estar solo la vivienda, los servicios y los bienes materiales, sino también ese bien inconmensurable que es la formación de las personas, verdadero factor que pone en marcha a la sociedad para construir una ciudad humana y en paz. Afirmáis que sin educación no existe futuro, porque solamente las personas educadas, es decir, que han sido introducidas en la realidad con un motivo y con una finalidad adecuados, pueden alentar y sostener la esperanza.
En la homilía del funeral, el entonces cardenal Ratzinger recordó que «por haber guiado a las personas no hacia sí mismo, sino hacia Cristo, ha conquistado los corazones, ha ayudado a mejorar el mundo» (24 de febrero de 2005). Durante cincuenta años, don Giussani apostó por las personas y por su libertad, valorando todo lo que de hermoso, verdadero y bueno existía en cada persona con la que se encontraba. Como afirmó en una entrevista de hace unos años: «Nuestra mayor preocupación debe ser que con palabras sencillas la experiencia del Misterio retorne a ser patrimonio de la mayoría, retorne entre la gente-gente. Hace falta un impulso creativo que implique a amigos y enemigos, que les invite a debatir juntos, a participar en reuniones que no tengan como objetivo la organización o las ideas, sino el hombre» (22 de agosto de 2002). Don Giussani ha ayudado a mejorar la vida de mucha gente –empezando por nosotros, que nos sentimos hijos suyos– que reconoce hoy su contribución a la Iglesia y a la sociedad (con palabras y obras) para el bien de todos.