IMPRIME [-] CERRAR [x]

Huellas N.4, Abril 2006

PRIMER PLANO 20 años de CdO

Cooperativa de pescadores. Y de hombres

a cargo de Paola Bergamini

El yo, la amistad, las obras:de ahí nació la Compañía de las Obras. No para hacerse un hueco en la sociedad, sino para responder a las necesidades del hombre, y por lo tanto a las exigencias del corazón. Hablamos de los orígenes de esta aventura con Giorgio Vittadini

Milán, Via Torino 68, 5º piso. Desde las ventanas de la Fundación para la Subsidiariedad se divisan las Columnas de San Lorenzo y las agujas del Duomo. «Giorgio, desde via Copérnico la vista era algo diferente, ¿No te parece?». Se ríe; a dos pasos de la Estación Central, en aquel piso estaba todo: el Movimiento Popular, los Católicos Populares, las oficinas de Formigoni y otro montón de cosas. Allí Vittadini junto a otros amigos empezó la Compañía de las Obras, de la que fue presidente desde 1990 hasta 2003. Hace ya veinte años pero, «No merece la pena dar tanta importancia al aniversario, ni al balance de estos años; no nos interesa ser triunfalistas», dice Vittadini.

Partamos de lo que te dijo Giussani: «Giorgio, ayuda a las pereonas y a las obras que acaban de empezar. Ayuda a crecer a todo lo que hay».
Entonces, como ahora, se decía que es imposible vivir de manera integral la fe y la propia humanidad en todos los aspectos de la vida. Hablo de finales de los años 70. Pero para mis amigos y para mí, el tipo de vida que habíamos conocido con Giussani, tenía que ver con todo, lo abarcaba todo. Esta integridad de vida adquiría ya formas concretas como Radio Supermilano, Gli Incamminati, Il Sabato, los Centros de Solidaridad, los Centros Culturales, AVSI, o las primeras cooperativas del sur. Se hacía patente en ellas que el deseo del corazón tiene que ver con todo, que puede medirse con la realidad concreta. Pero el verdadero punto de partida fue la intervención de Giussani en Assago (cfr. El yo, el poder, las obras, Encuentro 2001, p 151 y ss.).

¿En qué sentido?
Puso el “yo”en el centro. No le preocupaba la presencia en la sociedad. Discutía con los que se preocupaban demasiado de nuestra incidencia social. Atacaba esa posición ideológica anteponiendo el valor de la persona, la amistad, las relaciones, la calidad de la vida que se daba entre nosotros, el «¿cómo estás?».

Concretamente, ¿cómo lo hizo?
Viviendo. Enseñándonos a vivir el sentido religioso y la fe y profundizándolo incansablemente, y estrechando la convivencia con algunos. Seguía un criterio que sigue siendo válido cuarenta años más tarde: que la única verdadera liberación es la que empieza ya en el presente y que se expresa en relaciones que corresponden a las exigencias del corazón. Es algo sencillo que tiene como horizonte el mundo. El problema entre nosotros, el hecho de que, por ejemplo, entre un grupo de amigos se viva una caridad que es capaz de llegar a un juicio. Es una forma de amistad nueva.

¿Cuándo se vuelve abstracta la palabra compañía? O, lo que es peor, ¿cuándo se reduce a ideología?
Cuando no es una experiencia. Cuando no se vive, es decir, no se experimenta inmediatamente la libertad. Yo lo percibí así en aquellos años. Era una amistad que correspondía a mi corazón, que se convertía en una clave para juzgar todo y nadie la ponía en tela de juicio. Atención, no es que no se cometieran errores. Cometimos muchos, pero se trataba de una experiencia que correspondía tanto que llegó a convertirse en criterio para todo. Jesucristo tiene que ver con todo, tengo experiencia de ello precisamente por esta amistad. Para muchos, CL sólo tenía que aportar un enfoque teórico/religioso, correspondía luego a los intelectuales reformular el pensamiento para incidir en la sociedad. Pero nosotros no estábamos de acuerdo. Por eso nos acusaban de vitalistas, incluso desde dentro del movimiento.

Volvamos a la amistad, que me parece un punto fundamental en este recorrido.
En las breves charlas que tenía con él, Giussani me repetía que había dos cosas importantes: la oración y la amistad. De tal modo que en un momento dado, después de algunos encuentros que teníamos con él un grupo de recién licenciados, reaccionó diciendo que a nosotros nos importaba un bledo la amistad. «Venís a escucharme, pero luego, en el día a día, no os importa nada de lo que le pasa al otro».

¿Qué era lo que le conmovía a él, en qué pensaba?
¡La cooperativa de pescadores! Una amistad verdadera pone todo en común, se mide con la realidad, apunta a lo concreto. Como lo fue para los apóstoles. El cristianismo, nos decía, nació con una cooperativa de pescadores. Así unos amigos se convirtieron en protagonistas de la realidad. Construyendo. Los ejemplos en aquella época eran la cooperativa Cascina y la empresa hotelera Sacchetti.

¿Esta amistad construye, genera obras?
Si, claro, Estamos ya en el tercer paso. Un movimiento debe implicarse en la realidad y genera por lo tanto obras, no ideología. Pero, ¡cuidado!: no es el movimiento el que hace obras, sino que genera personas que viven una amistad operativa y crean obras por su propia capacidad de iniciativa. En eso consiste medirse con la realidad para el que no esconde sus talentos bajo tierra; por eso también se cometen errores. Porque el que asume el riesgo es siempre la persona, un “yo” adulto, libre, no una organización.

Hay algo que no cuadra ¿La CdO no es una organización?
Para poder hacer todo esto, un adulto debe organizarse. Si tú no organizas una iniciativa, no sale adelante. ¿Pero en qué consiste el reto que nos lanzó Giussani, desmantelando con ello cualquier forma ideológica? En esto: “en la organización arriésgate a estar vivo, es decir no te conviertas en esclavo de la organización”. Es como decir: “arriésgate a ser pobre manejando dinero, porque la obra es de la persona, no de la organización”.

En la intervención de Assago, a propósito de las obras, Giussani habla de realismo y de prudencia…
Significa que debemos ayudar a los que pueden sacar adelante una obra, y al que no pueda, si es necesario, debemos sugerirle que valore la posibilidad de cerrar. Hay que tender a la estabilidad. “Realismo y prudencia” significa que cualquier empresa o proyecto descansa sobre los hombros de la persona, sobre su capacidad. Nadie puede pensar que es capaz de resolver los problemas de todos.

¿Qué ha supuesto para ti la CdO en estos años?
Para mí ha significado descubrir que la fe es una obediencia a las circunstancias y de ahí surge la creatividad. Por lo que respecta a mi relación con Giussani, siempre se ha basado en una experiencia operativa. Cuando le hablaba de las diferentes iniciativas y los encuentros que había tenido se entusiasmaba, me hacía observaciones sobre lo que podía hacer y luego, cuando me iba, me decía: «¿Te has acordado de ofrecérselo a la Virgen? Si no, no vale nada». Más tarde comprendí que tenía razón. Obedecer a las circunstancias es obedecer a Aquel que había querido que aquello fuera así. ¿Y quién ha obedecido más que la Virgen? Hay otra cosa que me ha ayudado. Giussani me consideraba una especie de “colocador” de personas en dificultades, sin trabajo. Hacía cualquier cosa para poder resolver el problema… pero él no cejaba en su empeño, me llamaba para saber qué había pasado. ¿Pero si lo hacía por Giussani, por qué no hacerlo por otros? Esta forma de hacer tan suya es lo que ha impuesto en la CdO una concreción, una atención a todo. Sin ideas preconcebidas, sino respondiendo a las necesidades a medida que se presentan. Y junto a todo ello, se percibe la desproporción en todo lo que haces. No puedes medir las cosas que has hecho, ni mucho menos las necesidades del hombre en la sociedad. Con Giussani no te podías parar diciendo «mira lo que he hecho». La mirada va mucho más allá. Cada día se empieza de nuevo. Ese es el desafío.

La última pregunta es casi obligada en esta sede que lleva su nombre. ¿Cómo surgió la palabra “subsidiariedad”?
De la frase que has citado al principio: que cada uno exista y pueda expresarse. Una concreción de la que está impregnada toda la sociedad, relacionada no solo con la manera de hacer las cosas, sino con un determinado tipo de iniciativa. Hoy, la palabra subsidiariedad es una experiencia que poco a poco se convierte en una auténtica clave para interpretar incluso la política y la organización del Estado. Por eso he decidido dedicarme a la Fundación para la Subsidiariedad, para crear instrumentos estables de reflexión sobre temas sociales, económicos y políticos, junto a pensadores, académicos y expertos en el sector de diferentes procedencias e inspiraciones, pero unidos en el deseo de buscar el bien común.