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Huellas N.2, Febrero 2006

CL Fraternidad San Carlos

Parroquias de misión, lugares de encuentro

Marco Aleo

Se acaban de celebrar en Venecia unas jornadas de reflexión sobre la parroquia que han reunido a los misioneros de la Fraternidad San Carlos junto con algunos párrocos. La intervención del cardenal Angelo Scola

«El goce del país extraño se nos acaba, al Padre queremos volver, a casa», canta el poeta Novalis. ¿Saben nuestras parroquias hacerse cargo de esta búsqueda de una morada que inquieta al hombre de hoy? Esta y muchas más preguntas han acompañado las cuatro jornadas de reflexión –del 2 al 6 de enero en el sugestivo marco de la ciudad de Venecia– sobre “Parroquias en tierra de misión”. Protagonistas: unos sesenta misioneros de la Fraternidad San Carlos Borromeo llegados de los 4 continentes y algunos amigos párrocos, invitados a compartir sus experiencias.
La finalidad –y por lo tanto el método de trabajo– fue una reflexión “problemática” sobre la vida de nuestras parroquias. La comunión que nos une, raíz de toda misión, nos llevó a compartir nuestras vivencias.
¿Cuál es el alma de una parroquia? Unas palabras de don Giussani leídas al comienzo de los trabajos fueron el punto de partida que se fue profundizando a lo largo de esos días: «La parroquia estará viva en la medida en que tenga párrocos y fieles para los cuales la sorpresa del acontecimiento de Cristo, encontrado y reconocido, sea el horizonte totalizador de su pensamiento y de su acción, la conciencia de sí mismos y el amor apasionado por el misterio y el destino de los hombres hermanos».

Anuncio, catequesis, educación
¿Son nuestras parroquias “lugares” educativos? ¿Qué horizonte viven? ¿Nos quedamos acaso en el “mundo cerrado” de nuestras actividades? La catequesis que proponemos ¿consigue interpelar a toda la persona?, ¿afecta a todos sus intereses?
Los testimonios y las palabras de don Massimo, superior de la Fraternidad, nos plantearon un desafío radical: todo parte de un “yo” cambiado, cambiado hoy por Cristo a través de la vida de la casa. Las pequeñas comunidades en las que viven los misioneros de la Fraternidad adquieren así un alcance fascinante: «La casa es como la comunidad de los apóstoles que permite la identificación con Cristo». Cuando esto se da «nos acercamos al otro no por un proyecto que tenemos sobre él, sino por la misma gratuidad con la que Cristo nos ha alcanzado a nosotros». Resuena la palabra “vida”. La catequesis supone participar en una vida: “venid y veréis”. Como les pasó a los primeros con Jesús, compartir la vida permite que el encuentro inicial eche raíces convirtiéndose en juicio, es decir, en la capacidad de reconocer el nexo que hay entre el Misterio y mi persona, entre el Misterio y la realidad en su totalidad. Por eso hace falta un “lugar”. Don Massimo nos provoca: «El otro no tiene que imitarme, sino que tiene que participar en mi experiencia». Es la invitación a ser padres, a amar el camino de los hijos.
La pregunta sobre qué tenemos que hacer en la parroquia cambió, y fue perfilándose otra: ¿quiénes somos nosotros, sacerdotes enviados a la gente?

Liturgia y sacramentos
¿Cómo cambia la categoría de acontecimiento la forma de vivir y de proponer la vida litúrgica? La liturgia y los sacramentos ¿se quedan ajenos a la vida o entran en ella? ¿Es la vida sacramental una ocasión de encuentro y de propuesta?
Si lo hubiéramos hecho aposta no lo abríamos conseguido. Intervienen en serie misioneros de Paraguay, Alemania y África. ¿Qué tienen que ver la alegría de la danza africana y el trabajo de introducción a la liturgia en Paraguay con las refinadas melodías alemanas, que pueden quedar ajenas a una celebración vacía de contenido y de participación real? Emerge la riqueza del carisma de don Giussani: proponer lo que es esencial en el cristianismo hace capaces de regenerar y hacer florecer las realidades eclesiales más diversas.
La liturgia es un lugar educativo que muchas veces infravaloramos. La liturgia es acontecimiento. ¿Qué quiere decir esto? Que las palabras, los gestos, la vida de Jesús continúa hoy realizando la unidad entre el Misterio infinito y el instante, implicando toda nuestra persona, inteligencia y sensibilidad, a través de los gestos, las palabras, la escucha, los cantos. Precisamente por eso, ¿nuestra forma de vivirla manifiesta que el protagonista es Cristo? ¿Es la liturgia el lugar en el que educamos y nos dejamos educar en el significado de la vida, de los afectos y del trabajo?

Caridad y misión
Fue difícil abordar el tema de la caridad. Existe una gran dificultad: cuesta educar tanto a quién “hace” la caridad como a quien la recibe. Se reduce a menudo la caridad a una actividad, a una “buena acción” realizada en una ocasión puntual. Urge educarnos a descubrir una y otra vez qué es la caridad, sin dar nada por supuesto, pues hay que volver a descubrirla como una dimensión esencial del ser humano y de la vida. Nada dejado a un ímpetu espontáneo de generosidad.
Necesitamos un lugar que nos enseñe continuamente la experiencia de la caridad. La invitación de don Massimo en su sencillez fue muy clara: «Volvamos a ir a la caritativa con los chicos». Sin la dimensión de la caridad nuestra propuesta se distorsiona y se convierte en intelectualista. Con ella aprendemos a conocer quiénes somos, quién es Dios y qué es la vida.
¿Qué nexo hay entre caridad y misión? «Si la misión es el anuncio de que Cristo está presente, la caridad lo expresa». «Yendo a la caritativa –añade nuestro superior–, podremos aprender qué significa que la caridad es abrazar la Presencia que la fe reconoce, no una cosa entre otras. Aprendes a abrazar la Presencia de Cristo acogiendo al que tienes delante. La caridad es la naturaleza de Dios mismo: ¿cómo podemos pensar en haber “aprendido” a Dios?».

Una realidad misionera
El Patriarca de Venecia, cardenal Angelo Scola, con el que tuvimos una asamblea, nos ayudó a valorar la parroquia como “ambiente” a todos los efectos: «El ambiente es el tejido de circunstancias, factores, situaciones, que determinan la mentalidad. Los confines parroquia-barrio-instituto o mundo del trabajo son hoy muy fluctuantes. La cuestión central es anunciar a Cristo en cada uno de estos ámbitos». Se plantean así nuevas preguntas: ¿acompañamos a las personas allí donde se desarrolla su vida? En efecto, hoy en día queda muy claro que una mera asociación no incide, no ayuda a comprobar la pretensión cristiana en la vida cotidiana.
Por último, una tarea: mostrar con nuestras vidas y nuestras comunidades a los hombres de nuestro tiempo que el cristianismo es el verdadero gozo, la plenitud de la belleza a la cual cada uno aspira. Porque, en palabras de Juan Pablo II, «Donde Tú no estás sólo hay gente sin casa».


BOX
La chispa inicial
José Clavería (Viena)
Florian, de 20 años, formaba parte del grupo de los jóvenes de la parroquia, un grupo poco activo y en el que la fe tenía poco que ver con la vida. Un domingo, terminada la misa, nos para fuera de la iglesia. Se había quedado impresionado por algunos pasajes de la homilía sobre Jesús sal de la tierra. Nos pregunta: “Yo quiero vivir el cristianismo así. ¿Qué tengo que hacer?.
Margit tiene 50 años y se alejó de la Iglesia cuando era joven. Es artista de profesión, esculpe, y por eso la invitamos a la parroquia para que hiciese algunas decoraciones. Más tarde le pedimos que hiciera un reportaje fotográfico para la apertura de curso del movimiento. Es en ese momento cuando se queda impresionada: por la belleza de los cantos, por el orden de la marcha.
En ambos casos, tanto para Florian como para Margit, la chispa inicial se ha convertido en un recorrido que hoy continúa.

Liturgia y sacramentos
Paolo Buscaroli (Asunción)
En Paraguay encontrar una iglesia limpia, ordenada, con los fieles en silencio y en recogimiento es casi un milagro. Hemos insistido mucho con los parroquianos en el orden, la limpieza y la solemnidad. No por moralismo, sino porque la experiencia cristiana es sinónimo de belleza y orden. Cuando la gente lo ve, entiende y quiere llevar esta belleza también a sus hogares. Ahora, antes de que el padre Aldo o yo vayamos a las casas para las bendiciones, todos se esmeran en arregrlarlas y acicalarlas. También quien trabaja en la clínica San Ricardo desea esta belleza para su casa.

Caridad es compartir
Claudio Bertero (Roma)
«Haz Señor que compartamos la vida de estas personas como tú, oh Cristo, has compartido la nuestra”. Don Giussani nos hacía rezar esta oración antes de la caritativa. Ahora lo seguimos haciendo en nuestra parroquia del barrio de la Magliana, en la periferia de Roma. No organizamos el centro de estudios, la comida semanal con los ancianos o las cenas con las familias para solucionar los problemas escolares de los chicos del barrio o las dificultades económicas de los mayores, sino simplemente para aprender a compartir las necesidades de los demás. Este verano, al acabar el curso, escribí 300 postales a los chicos para agradecerles el don que habían supuesto para mí, cosa que les dejado una profunda huella.