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Huellas N.2, Febrero 2006

CL Australia

Navidad entre los aborígenes

John Kinder

La idea de preparar una felicitación navideña nació de una constatación banal: las tarjetas que encontrábamos eran todas de inspiración laica, o europea, con paisajes nevados –pero aquí estamos a 35 grados–, o australiana, con Papá Noel en un trineo tirado por seis canguros. Las únicas imágenes bonitas eran de cuadros de la tradición italiana renacentista. No está mal. Pero precisamente por amor a la tradición como algo vivo, buscamos imágenes del arte australiano que propusieran el hecho de la Natividad. La idea también nacía de nuestra experiencia de amistad cristiana, que se había desarrollado siguiendo el carisma de don Giussani. La Escuela de comunidad de estos años nos ha enseñado a mirar la realidad concreta de la Natividad, del acontecimiento cristiano, de la Encarnación. Hemos experimentado que Jesucristo se encarna entre nosotros y lo queríamos anunciar con la felicitación. El cuadro que escogimos es obra de un pintor anónimo de la parroquia de Balgo-Kutjungka, una de las más remotas del Gran Desierto de Arena, que abarca cuatro pueblos con un total de 1000 habitantes. La zona está habitada desde hace 40.000 años, y los primeros misioneros católicos llegaron en 1939. El cuadro expresa el encuentro reciente con el Hecho cristiano de un pueblo que es quizá el más antiguo de la Tierra.
El párroco estaba encantado de darnos permiso para utilizar la imagen, y nos mandó una preciosa explicación del rico lenguaje simbólico empleado. Luego supimos que en el mes de agosto se iba a Europa con un grupo de jóvenes de su parroquia: a Colonia para la Jornada Mundial de la Juventud, a Lourdes y a algún otro sitio. Le conmovió ver en la felicitación una frase del Papa Benedicto. Pensábamos imprimir como mucho un centenar de ejemplares, pero inesperadamente la Universidad de Notre Dame Australia, con sede en Perth, adoptó la felicitación para uso oficial y los Caballeros de la Cruz del Sur (nuestro equivalente a los Knigthts of Columbus), hicieron lo mismo, mandando una copia a cada uno de los diputados del Parlamento Federal.
Sobre todo ha sido un medio para comunicar nuestra experiencia a otros, también cuando las hemos vendido en la puerta de nuestra iglesia, despertando con ello las preguntas curiosas de muchos.