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Huellas N.2, Febrero 2006

CARTAS

Madrid, San Juan, Mandalay...

a cargo de María Rosa de Cárdenas

La razón se sabe fiar
Tengo anotado en mi cuaderno de apuntes un nombre y una fecha: Julián Marías, 15 dic. 2005. Quería tan sólo escribir unas líneas de gratitud hacia uno de los autores españoles que me han acompañado en enriquecedoras lecturas, y con quien he dialogado en alguno de mis libros. En medio de tanto pensamiento débil y de tanta mediocridad intelectual, es saludable acercarse a alguien que rezuma hondura, que despierta la auténtica pasión por la verdad, sin caer en ninguna abstracción, y sabiendo decir las cosas con belleza y con bondad. Tenemos una imperiosa y urgente necesidad de acudir a quienes nos abren horizontes en lugar de deslizarnos hacia los rincones de la mezquindad. Bien lo sabía el Papa Juan Pablo II, que le nombró miembro del Pontificio Consejo para la Cultura, cuando creó este dicasterio vaticano en 1982. Entre las pasiones intelectuales de Julián Marías han estado la vida y el amor. Su proverbial respeto de la vida le llevó en no pocas ocasiones a posicionarse contra el aborto como una de las lacras más injustas e hipócritas de la autoproclamada “sociedad de progreso”. Es célebre su ironía respecto a la manera de camuflar el crimen horrendo que supone siempre un aborto: ahora se le llama interrupción voluntaria del embarazo; es como si de una persona que hubiera estrangulado a otra, se dijera cínicamente que no le había matado y que no hay que exagerar, pues tan sólo se ha tratado de una interrupción voluntaria de la respiración. En cuanto al amor, ha sido uno de los autores que más han iluminado nuestra complementariedad recíproca entre el varón y la mujer. Quiero rescatar un párrafo que, como tantas de sus páginas, él escribió mirando intensamente a su querida mujer, Dolores Franco Manero, que falleció en 1977: «cuando he llegado a ver algo, pueden suceder dos cosas: que “termine” de verlo, como cuando contemplo un paisaje, una gema, una flor, un cuadro, o que “siga” viéndolo indefinidamente, como ocurre con un rostro amado. Éste tiene un carácter programático, argumental, incesante, henchido de innovación, y se lo puede seguir mirando durante toda la vida sin que se acabe nunca, sin que se lo dé ya “por visto”». Cuando miramos las cosas que suceden, los dolores que afligen a las personas, las trampas que nos acechan con sus emboscadas, los ensueños más bellos y las pesadillas más terribles, tenemos necesidad de contar con estos amigos que nos ayudan a pensar con solidez y hondura, con belleza y bondad. Como decía la encíclica Fides et Ratio, «la fe y la razón son como las dos alas con las cuales el espíritu humano se eleva hacia la contemplación de la verdad. Dios ha puesto en el corazón del hombre el deseo de conocer la verdad y, en definitiva, de conocerle a Él para que, conociéndolo y amándolo, pueda alcanzar también la plena verdad sobre sí mismo». La fe tiene razones y la razón se sabe fiar, cuando el Misterio lo acogemos como se nos ha revelado, en Cristo y en su Iglesia, no como molesto rival sino como el más dulce y leal cómplice, cómplice de nuestra felicidad. Descanse en paz Don Julián Marías; le agradecemos su impagable aportación, y deseamos que cuanto aquí pudo vislumbrar, pueda ahora gozar en su más bella y eterna dimensión al contemplar a Dios.
Jesús Sanz Montes, Obispo de Huesca y Jaca

Volveremos a verla
Conocimos a Evelia en 1985. Lozano, Rupérez y yo íbamos a empezar el periodo de actividad pastoral en Coslada. Nos dieron un piso parroquial, helador en invierno y sofocante en verano, bajo el ruido ensordecedor de los aviones que aterrizaban a 500 metros en Barajas. Tan llenos de entusiasmo como carentes de experiencia doméstica. Apareció Evelia y aquello se convirtió en una casa. La ropa lavada y planchada encima de las camas, la comida siempre a punto, todo limpio y ordenado. Con el sueldo de seminaristas no podíamos pagarle gran cosa. Llevaba las cuentas y hacía las compras diarias. Nunca faltó de nada, ni había que añadir dinero a fin de mes. Es probable que alguna vez lo pusiera de su bolsillo. Pero sobre todo estaba ella, personalmente, en casa. Antes de comer rezábamos el Angelus y se iba al colegio de los niños a dar clase de religión, y hasta el día siguiente. Así durante dos años. Venía a las comidas y excursiones con nuestras familias, participó en nuestras ordenaciones y en las primeras misas, como si llevara con nosotros toda la vida. Cuando nos dieron nuevos destinos pastorales se terminó aquella casa pero la amistad con Lozano y Rupérez ha permanecido siempre. A Evelia le fuimos perdiendo la pista y se interrumpió el contacto. En marzo de 2002 festejamos con nuestras familias los primeros 15 años de ordenación. Quisimos buscar a Evelia para que participara en la comida. «¡Qué alegría tan grande volveros a ver! En estos años he sufrido mucho, y he atravesado momentos muy duros de soledad. Pero vuestro recuerdo y el Angelus que me enseñasteis me han sostenido». Al oírla le pedí al Señor que no nos dejara volver a perderla. En esos meses íbamos a empezar una nueva casa Carrón, Carrasco y yo, después de años viviendo en el Seminario, y luego se incorporó Carbajosa. Pensamos ofrecerle a ella el trabajo de la casa. Aceptó en 24 horas dejando otros compromisos. De nuevo, la experiencia de una compañía buena, silenciosa, eficaz, anticipándose en los detalles. Le dábamos Huellas y la devoraba todos los meses. «¿Quién es ese don Giussani? Son los artículos que más me gustan». Vino a la peregrinación de Zaragoza con ocasión del cincuenta aniversario de CL. No salía de su asombro al ver a las familias, a los niños, a un pueblo que vivía la fe con intensidad. Le gustaron los cantos, el orden, la oración, las palabras, con una inesperada familiaridad. En enero de 2005 dejó de trabajar porque no se encontraba bien. Empieza un viacrucis de enfermedades. Sufre varias operaciones, largas rehabilitaciones en sanatorios y residencias... Desde finales de agosto ingresa en el hospital porque se va agravando. Los últimos cinco meses los pasa en cama. Físicamente se va consumiendo y en el deterioro general se imponen su mirada clara y su voz serena. Para todos los que hemos estado cerca, enfermeras y médicos, hermanos y familiares, amigos de Coslada y de CL, ha sido una gracia verla vivir la prueba abandonándose a Cristo. En los últimos días nos contaba, casi divertida, la visita del psiquiatra para prepararla a la noticia del carácter irreversible de la enfermedad. «Ya lo sé, y estoy esperando a que el Señor me llame y me tome en sus brazos». «¿No tiene miedo?». «¡No, hombre!; sé adónde voy». «Señora... ¿puedo pedirle un favor..., puedo darle un beso?». «Claro». «¿Y puedo volver a verla en otros momentos? Es que me ha desarmado». «Venga cuando quiera». El último día que rezamos el rosario y recitamos algunos salmos me pidió la estampa de don Giussani y la miraba sujetándola entre las manos: «¡Cuánto le quiero y no le he llegado a conocer! Yo ofrezco todo por él y por vosotros». Después de su muerte hemos recogido los testimonios de su gran familia soriana, de su barrio y de la parroquia de Coslada, de tantos y tantos a los que ha hecho el bien del mismo modo discreto e inteligente con que nos lo hizo a nosotros.
Javier Prades, Madrid (España)

Atenta y apasionada
De regreso de la diaconía de CL recientemente celebrada en Boston, venía pensando en la insistencia acerca de prestar atención a mi persona como el paso necesario para vivir la relación con Cristo. Reflexionando sobre su importancia me di cuenta de por qué mis pasiones, mis deseos inacabables, mis amores que no acaban de saciarse, mis frustraciones se habrían convertido eventualmente en mis demonios, yendo en contra de quienes amo y quizá afectando también a los que están cerca, si no hubiese aprendido, mediante la esclarecedora educación que imparte el movimiento, que mi naturaleza es ansia de Dios, el Infinito en la inmediatez finita de mi vida diaria. Con este entendimiento, la exquisitez de la propuesta de Jesús de sí mismo como el Camino, la Verdad y la Vida; su encarnación en los que creemos en él brindándonos la misma experiencia y compañía guiada que vivieron los apóstoles, se han convertido en verdadera esperanza. Esperanza que sólo deseo que, conforme pase el tiempo, se vuelva más y más viva en mí. Para esto, la conciencia atenta y apasionada hacia uno mismo de la que habla don Gius es tierra fértil. Con esta conciencia me atrevo a pedir para que Su amor brille en la relación con mi familia, y que, para seguir a Jesús, siempre siga a quienes van delante de mí. Pido que por su gracia, y por mi pequeña contribución, más y más personas sean alcanzadas y experimenten el carisma de don Giussani como la iglesia viviente y puedan disfrutar de su belleza.
María Álvarez, San Juan de Puerto Rico

Adopción a distancia
Poco antes de Navidad, escribí un mail a mis compañeros del despacho para felicitarles y proponerles una adopción a distancia con AVSI. A todos les pareció bien y mi jefe incluso remitió el mail prácticamente a toda la empresa. En los días siguientes muchos me dieron las gracias por la felicitación y me dijeron que también ellos se sumaban a la iniciativa. En resumidas cuentas, ahora hemos formalizado nuestra adhesión a la adopción a distancia, pero lo que más me importa es que nosotros a menudo nos hacemos un montón de problemas sobre cómo vivir las circunstancias o comunicar lo que vivimos, siendo siempre tan limitados y necesitados, y nos olvidamos de que siempre es Otro quien toma nuestra nada y la hace ser, sirviéndose de nuestra libertad.
Loredana, San Donato Milanese (Italia)

Misión
Durante las fiestas del pueblo tuve que trasladar a una mujer de 22 años que se había puesto de parto. La comadrona de la aldea me pidió que me hiciera con un medio de transporte para llevarla a un hospital a 19 kilómetros de distancia. Subimos a un tractor. Cuando llegamos al hospital no había corriente eléctrica en toda la ciudad. Tuvimos que comprar gasoil para encender el generador del hospital para que los médicos pudieran empezar a operar. La intervención finalizó a las 23 horas, pero sólo la madre se salvó: el niño había muerto. Estaba muy entristecido, aunque me consolaba ver que la madre se había salvado. Todo costó 110 dólares, pero el pobre marido sólo tenía dos dólares en mano (ambos son trabajadores que ganan medio dólar al día). Pagué esa suma porque una vida vale mucho más. Os lo cuento porque son los donativos y las ayudas que los amigos me dieron durante mi estancia en Milán los que han salvado esa vida. Os doy las gracias de corazón por haber sostenido de esta forma mi misión aquí. Doy las gracias a don Gius y a cada uno de vosotros por el testimonio y la experiencia del movimiento que me ha inspirado hasta llegar a dar la vida para anunciar al Evangelio. El Nuevo Testamento con los Salmos y los Proverbios ya está impreso en birmano. Es un trabajo que nos ha llevado seis años.
John, Mandalay (Birmania)

Pedir el milagro
Todo empezó hace unos 10 años. Una tarde, volviendo a casa, le dije a David: «¿Sabes cuándo entiendo realmente una cosa? Cuando sufro». Recuerdo que me miró sin entender. Él no entendió pero Dios sí, y me ha tomado la palabra. Terminé la carrera, encontré trabajo, me casé con David y quería tener 3 niños: 4 serían demasiados si quería seguir trabajando, 2 demasiado pocos. Bueno, como algunas veces pasa, los hijos no han llegado. ¡Nunca había considerado esta posibilidad! El tiempo fue pasando, el deseo crecía cada vez más, pero no sucedía nada. Completamente aturdida e incrédula empecé a preguntar: «Pero, ¿yo qué he hecho?». Luego a gritar: «Pero, ¿Tú qué quieres?». Con los años, el dolor y la rabia me hacían tener altibajos: todo parecía estar en mi contra. Después de 3 años de casados, una ginecóloga me dijo: «Todo está bien, pero mientras tanto, ¿por qué no piensas en la adopción?». Nunca volvió a verme. ¡La adopción! Un hijo que no es mi hijo, a quien no puedo si siquiera dar el nombre y que no se parece nada a mi marido: desde luego que no. Rezaba. ¡Cuántos ofrecimientos para que alguien pudiera tener una parte de felicidad como contrapartida a mi dolor! Mi cabeza empezó a inclinarse, el dolor, el sacrificio, la paciencia fueron tomando espacio y llenaron mi corazón. La pregunta se hizo cada vez más grande, llenó mi vida cotidiana. Los amigos de un tiempo parecían no corresponderme más; sólo quién conocía a fondo mi dolor o poseía una gran fe parecía ser capaz de ayudarme. De aquí la búsqueda constante de alguien que pudiera hacerme compañía. Luego empecé a pedir poder entender, que llegara una respuesta a mi deseo de cumplimiento, no importaba cuál, pero que al menos llegara un signo. Empezaba a confiarme. Un día fuimos a ver a Baroncini. Hablamos con él y luego nos dirigió al padre Claudio al Monasterio de la Cascinazza. Desde hace 5 años mi marido y yo, puntualmente cada mes, nos presentamos en la cancela del Monasterio. Don Fabio a menudo dice: «Pedid el milagro hasta creer en él: si queréis un hijo, pedid un hijo, pero tenéis que creerlo». Yo creí en el milagro y llegó, mejor, llegaron dos, desde Rusia. Hace un año llegaron mis hijos, Kolia y Yuri. Son dos niños espléndidos; no han nacido de mí, pero cada día entran a formar parte de mí más a fondo. Hoy, muchos años después de aquel día en que me fui corriendo de la clínica de la ginecóloga, cada mañana pido una fe más fuerte y no tener que sufrir tanto. Rezo por todos los que sufren, para que se confíen a la compañía de los amigos. El dolor fue mío, nadie me lo ha quitado, ni siquiera Dios, pero ¡de qué manera tan distinta se lleva cuando se reconoce la presencia de Cristo y se confía en los amigos! Antes de Navidad asistí a la siguiente conversación entre mis hijos: «Mira arriba aquellas rayas (las estelas de los aviones en un día limpio), parecen un dibujo», «¡Claro! Es Jesús quien las dibuja», «Porque, ¿dónde dibuja Jesús?», «Jesús dibuja en el cielo». En ese momento, observando encantada la belleza del cielo y la inteligencia de mis hijos, entendí que las cosas están en su sitio, y que la raya que marca la dirección de mi vida siempre ha sido recta y lo será siempre.
Daniela

Amistades inglesas
Querido Julián Carrón: Somos una familia con tres críos. Por motivos de trabajo el año pasado me trasladé a Londres. Por un año estuve yendo y viniendo, de lunes a viernes. La dificultad de esta situación y el deseo de estar unidos, junto con algunas condiciones favorables para mi trabajo, nos hicieron madurar la decisión de trasladarnos todos a Londres por un período de tiempo no muy bien definido. Desde septiembre vivimos aquí, lo cual ha comportado muchos cambios, novedades, cosas bonitas y dificultades, previstas e imprevistas. Pero lo más grande que nos ha ocurrido es el encuentro con la comunidad del Reino Unido y la vida que aquí se ha generado. El desafío es descubrir lo que Dios nos pide profundizando en el encuentro con Él a través del movimiento. Con los amigos ingleses hemos experimentado una gran familiaridad que ha llegado enseguida a un nivel de profundidad inesperada. Nuestra unidad ha llamado la atención también de amigos y colegas que no son de CL, y algunos han acudido a la Escuela de comunidad y a otros gestos comunes. Sobrecoge ver cómo en tan poco tiempo tenemos amigos verdaderos con los que compartimos todo, desde los problemas de trabajo a los de la familia. Dentro de esta compañía, algunos rostros en particular han despertado en nosotros una relación nueva con la realidad cotidiana: los amigos de los Memores Domini que viven aquí en Londres. Es increíble cómo nos está cambiando la relación con ellos, como nos ayudan a mirarnos de modo más verdadero, a fijarnos en nuestros hijos con una mirada más verdadera, más atenta a su Destino. También es sorprendente ver que esta amistad nos devuelve a la realidad y nos ayuda en cosas concretas; por ello, también hemos empezado un grupo de Fraternidad con algunos de ellos y con otros amigos que acuden a la Escuela con nosotros.
Andrea y Laura, Londres (Inglaterra)

Regalo de bodas
Queridos amigos: Me casé hace poco y mi marido y yo decidimos donar a la Fraternidad los regalos en metálico de la celebración nupcial. Este gesto quiere ser una pequeña contribución a la obra de don Giussani. Aunque mi marido no es de CL (¡eso dice él...!), gracias al movimiento hemos podido vivir el camino hacia la boda con plena conciencia y con intensidad. Me atrevería a decir que sin el movimiento quizás no habría habido boda, porque no habría tenido la libertad de decir que sí al regalo que a mi vida hizo Dios. Mi gran alegría es el respeto que mi marido tiene hacia nuestra experiencia, hasta el punto de aceptar sin pestañear donar el dinero de la boda a la Fraternidad. Una pequeña muestra de su atención: ¡trata de organizar nuestro tiempo en función de mi compromiso con el movimiento!; y es tan consciente de lo que esta compañía es para mí y para nuestra vida que, cuando me ve en crisis, aunque sea por algo banal, me recuerda que prepare la Escuela de comunidad, o bien me invita a rezar juntos el Angelus!
Elena, Linz (Alemania)

El gran recurso
Publicamos un mail de un joven de unos 40 años, que está en silla de ruedas. Puede utilizar un coche especial y va a trabajar
Querido don Gianni: Escribo para darte las gracias por tu indicación, que trato de seguir. «¡Abraza la cruz y no te contentes con soportarla!» Fue un desafío bonito aunque no entendí bien qué querías decir. Pero no me preocupé y se lo pedí a Jesús, prestando atención a las ocasiones que se me presentaban. La más importante fue conocer a Rossano, un amigo que también está en silla de ruedas. Su modo de ser ha provocado en mí un cambio de actitud ante las circunstancias que vivo: lo que tengo que hacer ha dejado de ser un peso o un obstáculo, para convertirse en una ocasión para mi felicidad.
Ciertamente me canso mucho más, consumo más velozmente mi cuerpo, pero estoy gozando mucho más del acontecimiento de Jesús presente en la vida del movimiento y soy más feliz. Ahora ya no considero mi enfermedad una desdicha, sino un recurso que me ayuda a no olvidarme de Jesús y me hace más fácil reconocerle. Sólo un ejemplo: con mis consejos he podido ayudar a uno de nuestros cooperadores, que efectúa un servicio de asistencia a minusválidos para embarcar en los aviones, a mejorar tal servicio. ¡Un fallo (mi salud) como recurso! ¿Quién lo hubiera dicho? Antes, habría tratado de esquivar el obstáculo con la excusa de la fatiga, reduciendo así mi deseo. La fatiga queda, y más bien aumenta, y dependo cada vez más, pero la fatiga –ahora lo he descubierto– tiene su dignidad.
Saverio, Magnago (Italia)

Belén napolitano en Finlandia
Llegamos al aeropuerto, cargando con el nacimiento construido por nuestro amigo Gianni, además de figuras y objetos varios adquiridos en Nápoles. Este es el material que traemos para el encuentro que nuestros amigos Manuel y Katia, su mujer, han organizado para presentar los orígenes y el sentido del belén. En el hotel nos esperan dos amigos de la cercana Estonia, Paul y Marika, que han venido de la ciudad de Tallinn para pasar un día con nosotros en Helsinki. En casa de Manuel y Katia conocemos también a Johann, luterano, islandés, que cada viernes recorre a pie una hora de camino para poder acudir a la Escuela de comunidad. Durante la cena, Roída nos habla de los Ejercicios de los universitarios en Rímini: «Lo fundamental es preguntarse: “Yo, ¿quién soy”?, porque sólo si voy hasta el fondo de esta pregunta llego a reconocer el Misterio que me hace». Y mientras estamos allí, en un país tan evidentemente diferente al nuestro, más nos percatamos de que de verdad el “yo” de cada hombre espera a Cristo. El encuentro se desarrolla en una sala de St. Mary, una de las dos iglesias católicas de Helsinki y Manuel, en la presentación, aclara que la iniciativa nace del deseo de profundizar en el Misterio de la Navidad. Sobre las sillas los amigos finlandeses han puesto unas octavillas, las mismas que utilizaron en las semanas anteriores para invitar a compañeros y conocidos. Gianni, biólogo de profesión y constructor de belenes en su tiempo libre, precisa enseguida el motivo de su apasionamiento: «Yo sigo esta tradición porque me conmueve el hecho de que Dios se hizo hombre y yo puedo encontrarlo, hoy, en una compañía de hombres». Durante la presentación explicamos cómo nació en Italia esta tradición, que representa un acontecimiento extraordinario que sorprende e implica el pueblo entero. Y sobre todo les explicamos cómo hoy montar un belén es hacer memoria de un Acontecimiento que vuelve a suceder. Marco, finlandés, que traducía en simultánea, comentó que le había llamado la atención el sentido profundo del belén y nos presenta a su mujer. Ella es luterana mientras él es católico. Les contamos cómo don Giussani siempre nos enseñó que lo más importante es partir de la tradición religiosa a la que se pertenece, para entender si eso es lo que corresponde al corazón. Rosi le regaló una estampa de san Riccardo Pampuri, contándole cosas del “santo sencillo”. Johann, siempre atento y curioso, le preguntó a Gianni qué significaba en su vida lo que afirmó al principio de la intervención, es decir, la conmoción porque Dios se hace hombre. Gianni le contestó así: «Esta conmoción no es un sentimiento, sino un juicio, que nace al sorprender en mi vida una correspondencia entre el encuentro con Cristo y mi deseo como hombre». Antes de despedirnos, nuestra amiga de Estonia contó que el cura de su parroquia se había enterado de la iniciativa de Helsinki, y manifestó el deseo de poder organizar también en Tallinn un gesto análogo para la próxima Navidad, para dar a conocer mejor a los católicos de su parroquia el sentido de esta tradición. Regalamos el belén realizado por Gianni al cura de St. Mary, con el deseo que quienquiera que entre en la iglesia, mirándolo, pueda sorprenderse ante ese Niño que nace.
Genny, Maria, Gianni, Rosi, Helsinki (Finlandia)

Amor incondicional
Publicamos la carta que un chico universitario, que participó en las vacaciones del CLU de Argentina el pasado mes de enero, escribió a las familias que se lo propusieron.
El motivo que me impulsa a escribir estas humildes líneas, no es otro que para agradecerles de corazón cómo me empujaron a ir las vacaciones del CLU 2006, realizadas en Bariloche. Frente a la belleza del paisaje se me hacía más evidente que existe “algo dentro de algo”. Gracias al gesto que Uds. tuvieron para conmigo (convencerme con razones y con una ayuda económica), se me hizo muy claro que yo no me hago a mí mismo y que mi vida no depende solamente de mí. Con su apoyo me di cuenta de qué forma les interesa mi felicidad, cómo se preocupan por mí, cómo me toman verdaderamente en serio. Otra cosa que aprendí es que uno tiene que ir hasta el fondo de su ser y preguntarse hasta no encontrar más respuestas (excusas, en este caso), frente a algo que se le propone. Uno hace uso correcto de su libertad, no cuando decide impulsivamente, sino cuando uno dice “sí” o “no” con razones; ya que de lo contrario uno cae inevitablemente en el “nihilismo festivo”, reduciendo las exigencias de su corazón a la nada. Una vez más les agradezco de corazón por todo este amor incondicional que día a día me ofrecen.
Matías, Rafaela (Argentina)

Fe y amistad
Es increíble como va haciéndose uno adulto en la experiencia cristiana perteneciendo a nuestra compañía. David y yo nos casamos en mayo de 2005 y al poco tiempo esperábamos un bebe. Estuve un poco mal al inicio, y un amigo me alcanzó el texto Cartas de Fe y Amistad de Don Giussani, lo cual me acompañó todo este tiempo. Me identifiqué con esta frase: «Sé que cada instante que transcurre en esta forzada inactividad puede ser un inmenso acto de amor que sirve a la felicidad de mis hermanos y a la Gloria de mi Amigo Divino». Se me hizo más claro lo que se me pedía con esta hermosa participación en la creación de un nuevo ser. ¡Qué gran tarea!, ¡qué gran amor debíamos asumir mi esposo y yo! El trabajo de mi esposo no le permite estar en Lima mucho tiempo, pero nuestros amigos estuvieron al tanto de lo que nos sucedía para acompañarnos. Cuando nació Camila, nos han ayudado con muchas cosas para ella, por lo que estamos agradecidos, y además nuestra amistad ha ido creciendo. Todos estos hechos nos demuestran que frente a las dificultades y las nuevas responsabilidades somos guiados y acompañados. Al igual que los apóstoles, nuestra amistad coincide con el encuentro con Cristo. Es una humanidad nueva que vence todo dualismo y no podemos pedir menos de esto.
Paola, Lima (Perú)

El designio
Publicamos una carta dirigida al director de la ong CESAL.
Me decido a escribirte porque desde que estuviste con nosotros el sábado pasado “presentándonos” CESAL, no hemos hablado de otra cosa. A todos nos impactó la labor que CESAL desempeña, y a mí particularmente se me despertó un interés especial que siempre he sentido hacia la Cooperación al Desarrollo, pero que por circunstancias nunca pude llevar a la práctica. Me eduqué en un colegio religioso, desde los cuatro hasta los diecisiete años; la congregación de hermanas que regía nuestro colegio tenía misiones por África y Centroamérica, y cada vez que alguna de las misioneras nos visitaba y mostraba su labor, algo me decía que yo tenía que estar allí. Con quince años tenía muy claro que quería estudiar Políticas, y especializarme en Relaciones Internacionales y lo hice, pero el resultado de lo que uno planifica con tanto esmero nunca depende de uno mismo –algo que he descubierto en este último año– y mi “sueño” de dedicarme a la Cooperación se quedó en una frustración. Así es como he pasado la mayor parte de mi vida, hasta que llegué aquí, conocí Comunión y Liberación y comencé a conocerme a mí misma. Este último año ha sido para mí algo excepcional, nunca en la vida le había confiado a nadie cuál era mi gran deseo, de qué modo intuyo que mi vida se cumple, hasta que el pasado sábado tras nuestra reunión, se lo confesé a Elvira en una de nuestras interminables conversaciones; fue liberador. Lo que yo consideraba que había sido una vida vacía y carente de sentido no es sino el modo en que Dios ha querido que yo llegue hasta aquí en este preciso momento. Cada vez que pienso en ello me da un vuelco el corazón. Tengo un amigo aquí que me suele preguntar si soy feliz, y cuando le respondo que sí, me dice que se alegra porque lamenta mucho que yo no haya podido vivir la juventud de un modo más alegre, y siempre le respondo lo mismo: yo no creo que haya que lamentarse del pasado, fue así porque tenía que ser, y le doy gracias a Dios, porque si hubiera sido de otro modo, no estaría aquí hablando contigo. Cada día le doy gracias a Dios por haberme traído hasta Tenerife y haber conocido el movimiento, por haber hecho posible que comprenda que todo lo que he pasado forma parte del designio que Dios tenía preparado para mí, y es tan grande la experiencia que estoy viviendo, que no dejo de conmoverme por haber sido llamada de este modo. Quiero colaborar en todo lo posible con vosotros, estoy dispuesta a todo, a lo que haga falta. Lo único que puedo ofreceros es mi total disposición y el convencimiento de que estoy aquí para esto.
Chiqui, Santa Cruz de Tenerife (España)