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Huellas N.10, Noviembre 2005

IGLESIA Sínodo de los Obispos

Eucaristía, Iglesia y misión

Publicamos algunos pasajes de las Proposiciones finales redactadas al término de la XI Asamblea general ordinaria del Sínodo de los Obispos, 2/23 de octubre de 2005

Proposición 3
Al instituir la Eucaristía, Jesús creó una novedad radical: cumplió en sí mismo la nueva y eterna alianza. Jesús inscribe, en el contexto de la cena ritual judía, que concentra en el memorial el acontecimiento pasado de la liberación de Egipto, su importancia presente y la promesa futura, su entrega total. El verdadero Cordero inmolado se sacrificó de una vez por todas en el misterio pascual y es capaz de liberar para siempre al hombre del pecado y de las tinieblas de la muerte. El Señor mismo nos ofreció los elementos esenciales del «culto nuevo». La Iglesia, en cuanto esposa y guiada por el Espíritu Santo, está llamada a celebrar el convite eucarístico, día tras día, «en su memoria». Inscribe el sacrificio redentor de su Esposo en la historia y lo hace presente sacramentalmente en todas las culturas. Este «gran misterio» se celebra en las formas litúrgicas que la Iglesia, iluminada por el Espíritu Santo, desarrolla en el tiempo y en el espacio.
En la celebración de la Eucaristía, Jesús, sustancialmente presente, nos introduce mediante su Espíritu en la pascua: pasamos de la muerte a la vida, de la esclavitud a la libertad, de la tristeza a la alegría.

Proposición 4
En ella se desvela plenamente el misterio del amor de Dios por la humanidad y se cumple Su designio de salvación marcado por una gratuidad absoluta, que responde sólo a Sus promesas, cumplidas más allá de toda medida. (...)
Bajo la cruz, la Santísima Virgen se une plenamente al don sacrificial del Salvador. Por su inmaculada concepción y plenitud de gracia, María inaugura la participación de la Iglesia en el sacrificio del Redentor.

Proposición 5
La relación entre la Eucaristía y la Iglesia se entiende en la gran tradición cristiana como constitutiva del ser y del actuar de la misma Iglesia, hasta el punto de que la antigüedad cristiana designaba con las mismas palabras, «Corpus Christi», el cuerpo nacido de la Virgen María, el cuerpo eucarístico y el cuerpo eclesial de Cristo. (...)
El término «católico» expresa la universalidad proveniente de la unidad que la Eucaristía, celebrada en cada Iglesia, favorece y edifica.
Las Iglesias particulares en la Iglesia universal tienen así, en la Eucaristía, la tarea de hacer visible su propia unidad y su diversidad. Este lazo de amor fraterno transparenta la comunión trinitaria. Los concilios y los sínodos expresan en la historia este aspecto fraterno de la Iglesia.

Proposición 42
De hecho, la Eucaristía es fuente de misión. En la Eucaristía, nos hacemos cada vez más discípulos de Cristo, escuchando la Palabra de Dios, que nos lleva a un encuentro comunitario con el Señor, mediante la celebración del memorial de su muerte y resurrección, y a través de la comunión sacramental con Él. Este encuentro eucarístico se realiza en el Espíritu Santo que nos transforma y santifica. Despierta en el discípulo la voluntad decidida de anunciar a los demás, con audacia, lo que se ha oído y vivido, para guiarles también a ellos al mismo encuentro con Cristo. De este modo, el discípulo, enviado por la Iglesia, se abre a una misión sin fronteras.