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Huellas N.8, Septiembre 2009

BREVES

Cartas

a cargo de María Rosa de Cárdenas

Día de campo en El Ocote
Nos citamos a la salida de Aguascalientes las 10 am, unas 25 personas y salimos hacia El Ocote. El campo muy bello y la presa con bastante agua. Una vez instalados en una palapa, rezamos los Laudes. En todo lo que nos rodeaba se manifestaba Su presencia: el campo verde, el sol radiante, el aire fresco, sin faltar el canto de un pajarillo y la compañía de los amigos. Inmediatamente después una caminata de poco más de una hora por el campo. Otra señora y yo nos quedamos en la palapa, arreglando la mesa para cuando llegaran todos los de la “expedición”. Venían felices, tanto niños como adultos, bien asoleados y bien cansados. Comimos botanas, chicharrón, fruta y agua fresca. Luego empezamos con los juegos que llevamos preparados. Los niños no resistieron las ganas de meter los pies al agua, y finalmente terminaron todos mojados. Cuando estaba organizando el paseo, pensé en leerles la intervención del Padre Julián Carrón en el V Encuentro mundial de la Familia, en 2006, así que preparé copias para todos. Les dije que me permitieran leer este mensaje, todos estaban atentos, los niños no interrumpían, ni el bebé que llevábamos, todos en silencio y escuchando. A los esposos les dije: «Tal vez ustedes se pregunten qué hacemos cuando nos reunimos. Estudiamos justamente temas como éste y muchos otros». Al final les pregunté qué opinaban de lo que leí. Una jovencita de 15 años dijo que era muy cierto. Un esposo dijo que le había hecho recapacitar sobre el matrimonio y la familia, que todo encerraba una gran verdad, sobre todo, que es necesario “algo más grande” que diera pleno sentido al matrimonio. Al final los invité todos a participar en la Escuela de comunidad. A las 6 de la tarde todos a casa, con la certeza de que estas experiencias corresponden a lo que nuestro corazón desea.
Nora, Aguascalientes (México)

Mi gran tesoro
En estos últimos dos años me he dado cuenta de que yo no me tomaba en serio “mi relación personal con Cristo”. Cuando escuché a Julián Carrón poner algunos ejemplos clarísimos sobre el tiempo que uno “no” le dedica a Cristo, empecé una especie de encuesta, les preguntaba a mis amigos: ¿cómo vives tu relación personal con Cristo? Todos eran para mí ejemplos extraordinarios, pero ninguno satisfacía mi necesidad. Hasta que un día, casi sin darme cuenta, me vi arrodillado ante Él, pidiéndole cómo vivir este diálogo personal. Parece pietista, pero te aseguro que nada es más real y concreto que este diálogo misterioso con Él, porque el corazón cambia. Y te das cuenta que cambia porque puedes mirar de manera diferente lo que ya tenías previamente definido, sobre todo en las relaciones. La segunda cosa que me marcó en este tiempo es el hecho de volver a aprender lo que yo ya creía saber. Esto me hace vivir el dolor de los demás como si fuera mío, y nada me deja en paz hasta llegar a decir que en la relación con Cristo consiste la positividad de la vida. Yo pensaba verdaderamente que estaba definido por mis errores, pero el milagro de los milagros es que Cristo irrumpe en la vida y te dice: «¿No te das cuenta que soy Yo el que te llama la atención a través de todas las circunstancias y vos insistís en querer solucionarlo con tus fuerzas?». Una tercera cosa que me está sirviendo mucho es leer el Libro de Job. Y si uno mira la vida de este viejo entiende que todas las cosas que te pasan son gobernadas por el amor infinito del Señor. Los verdaderos amigos son los que me recuerden esta relación personal con Cristo. En este tiempo me resulta fascinante poder ver con mis ojos los rasgos inconfundibles de Su presencia y esto es como mi gran tesoro que custodio día a día pidiéndole a Él que me permita verle.
Francisco, Buenos Aires (Argentina)

Bajó el silencio
El pasado 17 de abril, con un grupo de amigos de Maschwitz (un pueblo a unos 45 km al norte de Buenos Aires) realizamos una cena benéfica a favor del Meeting Point Internacional de Kampala, y de los cristianos de Gaza. Se realizó en el salón parroquial del pueblo. Fue una verdadera fiesta para las 150 personas que asistieron. Otras 25 pusieron su aporte comprando tarjetas. Una chica del pueblo, en cuanto supo de la cena, se dispuso para embellecer el salón parroquial (y créanme, ¡se necesita trabajo ahí!). Mi esposo, que es un gran cocinero, se encargó de hacernos llegar una sabrosa carne argentina y que no faltara de beber. Otros se ocuparon de los cantos populares, dos amigas prepararon unas tortas exquisitas, un amigo vino de lejos y condujo la fiesta desde el micrófono, otro coordinó las tareas de todos. Los ingenieros del grupo rescataron las conexiones eléctricas para que el sonido fuera posible y otro, trajo el sonido mismo. Otros tantos donaron las obras de sus manos o los productos de su trabajo para realizar un gran sorteo. Poco después de servir la comida, proyectamos el vídeo de Rose. Nada más empezar la proyección bajo un silencio absoluto en todo el salón. Entre los invitados había gente de la parroquia, familiares, amigos de CL y muchos otros casi agnósticos o nihilistas. Aun así, no se sentía ni un ruido mientras Rose y sus amigas nos hablaban. Fue como si todos por un momento hubiésemos dado “espacio a lo que Cristo hace”. Lo que tenemos de verdad es nuestro “sí” al Señor, ¡y basta! –como decía don Giussani–, este adherirnos a Algo que nos abraza sin que tengamos demasiada conciencia por nuestra parte. En medio de la fiesta nos llegó la petición de ayuda para la comunidad de los Abruzos azotada por el terremoto y queríamos también llegar a eso, de esa manera el deseo se dilata. Después, pensándolo, me doy cuenta de que fuimos instrumentos de Cristo para suscitar «un atractivo poderoso, que impide que nos detengamos y que nos lleva verdaderamente al Único que cumple la vida».
Florencia, Maschwitz (Argentina)

Un regalo precioso
Un profesor de Nápoles nos envía una carta de un antiguo alumno, ahora carabinero, que está trabajando en la zona de L’Aquila afectada por el terremoto.
Querido profesor: aprovecho un momento de tranquilidad, una tranquilidad relativa, pues esta noche estoy de guardia en una tienda que acoge a las personas afectadas por el terremoto, debido a la fuerza de una naturaleza que no ha sido benévola con las personas que viven aquí. Estoy acostumbrado a vivir en una tienda, pues he vivido en zonas de guerra destruidas como Kosovo, Macedonia, Albania, Afganistán e Iraq, en zonas en donde el olor de la muerte está en el aire, un aire irrespirable de sabor acre que hacía pensar, imaginar cosas inhumanas, cometidas por aquéllos que, en nombre quién sabe qué ideología, han destruido los sueños y las esperanzas de hombres que tal vez tenían el único defecto de ser o de creer de forma distinta. El amor por Cristo y la conciencia de que Él siempre se hace presente me ayudaba a seguir adelante y a creer y a esperar que a pesar del mal el hombre puede levantarse y comenzar a vivir. Su presencia entró en mi vida como una explosión de alegría después de haberte conocido, o mejor de haberos conocido. Agradezco siempre al Señor ese bellísimo regalo, un regalo precioso que custodio celosamente. Pienso muchas veces en una cosa que me sucedió poco después de conoceros. Un día Marcelo leyó esta frase: «Es bello vivir, porque vivir es volver a empezar siempre, en cada momento». Me repito esa frase muchas veces, y se la repito también a otras personas que pasan por momentos de dificultad por alguna tragedia que les ha sucedido. Y estas personas me han dado las gracias: es el honor más grande que he recibido en mi vida. Con el paso de los años pienso en esa frase, leída casi por casualidad un miércoles cualquiera: sólo Cristo podía pensar algo tan grande, hacerme conocer estas palabras, grabarlas de forma indeleble en mi mente, en mi corazón. Sólo Él podía imaginar que mi vida habría sido la que es: pasar momentos en lugares en donde la vida no es ciertamente fácil, acechada por el mal, la guerra y la muerte. Sólo Él podía imaginar que esta frase sería la imagen de mi vida. Nuestra amistad, las veces que hablamos a distancia de miles de kilómetros, al cabo de varios meses, me hace comprender lo vital que ha sido para mí nuestro encuentro, lo importante que es para mí la presencia de Cristo. Presencia que hoy siento más viva porque he empezado a comprender el verdadero dolor, el dolor que nuestros hermanos abruceses viven aquí; ahora lo siento mío y lo afronto con el deseo de poner manos a la obra, un deseo que me transmiten estas personas, personas que han encontrado en Dios el deseo de seguir adelante, personas a las que admiro. En la entrada de la tienda han colocado un cartel: “Lo conseguiremos”, pero esto es verdad únicamente porque Él está, está aquí, y esta conciencia llena de alegría mi corazón. Me despido de ti, estoy contento de haberte escrito y espero que en breve pueda saludarte personalmente.
P.S. Aprovecho la ocasión para recordarte que el próximo 20 de julio me caso. No se te ocurra faltar, porque si no vienes no me caso, y entonces Valentina me mata. Pero yo le diré que es por tu culpa y entonces ella irá a buscarte... No me gustaría encontrarme en tu pellejo. Bromas aparte, debes venir, porque si yo hoy soy así es gracias a ti, y nunca podré agradecértelo bastante.
Antonio

Huellas vivientes
Hace dos años mi marido y yo vivíamos en un Santuario en Navarra. Parte de nuestra tarea era la atención de peregrinos. Un día de verano aparecieron un par de matrimonios con sus hijos. Se notaba que eran gente de fe, y fueron especialmente agradecidos con la explicación catequética de los tesoros de aquel templo. Al despedirnos, nos dijeron que si nos parecía bien que nos suscribieran a Huellas. No conocíamos la revista, pero viendo el rostro de quien nos lo proponía, dijimos que sí. Al mes siguiente, empezamos a recibir no una revista, sino una “autopista” impresa hacia Dios. Se nos ensancharon muchos horizontes y, especialmente, gozábamos contemplando la armonía entre unos textos deliciosos y una maquetación repleta de obras de arte: al fin y al cabo algo parecido intentábamos hacer nosotros al aprovechar un monumento artístico-religioso como altavoz privilegiado de evangelización. Con el tiempo, Huellas empezó a ser compartido con los capellanes del Santuario, y con seminaristas y seglares que venían a echar una mano. La Iglesia es inmensamente rica, y la revista se convirtió en una oportunidad para profundizar en el carisma que el Espíritu entregó a don Giussani y que, en esas páginas, aparece tan bien plasmado. Cuando terminó nuestro trabajo en el Santuario, decidimos dejar allí la suscripción y hacer una propia. Nos cambiamos de ciudad, pero Huellas siguió compartiendo alegrías y esperanzas en nuestro cuarto de estar. Llegados a Madrid empezamos a buscar a quien nos había suscrito, al principio con poco éxito. Así que este verano decidimos ahorrar un poco y lanzarnos a ir al Meeting de Rimini, seguros de que podríamos conocer más de cerca lo que habíamos visto en papel y dar las gracias personalmente a nuestros benefactores. Lo que vivimos en Rimini no cabe en una carta. Cuando Dios sale al camino, y te pone delante de los ojos su grandeza encarnada en la vida de otros, de maneras tan variopintas pero tan atractivas, sólo cabe contemplar y guardar silencio. Y orar, suplicando ser así: un regalo suyo para el mundo. La persona por la que hemos llegado aquí eres tú, María Rosa, que seleccionas las cartas y que (después lo hemos sabido) fuiste quien se encargó de procurarnos una suscripción. Pero sobre todo, tú, en su día diste a luz a una hija y la hiciste crecer en la fe; gracias a ella (junto con su marido) y a ti podemos decir hoy, con la boca llena: de todo corazón, ¡muchas gracias!
Teresa y Hervé, Madrid (España)

Cada vez el más importante
Eperaba con ansia los Ejercicios espirituales que se iban a celebrar por primera vez en mi país. Súbitamente entendí que yo era una pura necesidad: necesidad de escuchar a Cristo a través de los testimonios, la experiencia, el silencio propio y el de mis compañeros. Me sentía extraordinariamente conmovida. Me sorprendía con cada pequeña cosa. Cada mínimo gesto servía para crear un clima de atención sin mucho esfuerzo. Al escuchar cómo “de la fe nace el método” comprendía mejor mi experiencia aquí, en el Caribe. Mi pasado y mi proceso de transformación después de conocer el movimiento, mi presente y mi agradecimiento infinito por su Presencia en medio de nosotros. Por primera vez sentí una gran necesidad de Confesarme, después de 15 años. Recuerdo las palabras de Carras, en Roma: «Francisca, cuando encuentras algo verdadero, el impacto inicial de esa verdad que has encontrado, se debe reproducir muchas veces, infinitas durante su trayectoria. Deja que suceda siempre como un acontecimiento, cada vez el más importante». De esta verdad nace mi testimonio. Todas mis experiencias han adquirido otro gusto, al que tenían antes de conocer CL, antes de conocer a las Memores de Argentina, antes de viajar a Italia a estudiar y conocer a Giovanni Maddalena, antes de leer Vida y destino, antes del gesto que tuvieron conmigo María Laura Giordani y su familia, las italianas en Barcelona, la guía de Joan en la Sagrada Familia. Entre tantos signos del Misterio he recuperado la fe y me siento como en casa. La felicidad pasó de ser un ideal a ser una certeza de que se puede lograr. Jesús pasó de ser un concepto filosofal a ser un hecho en la simplicidad de aquello que no se puede explicar, pero existe también aquí en Santo Domingo. Porque hay una cosa que no cambia, que ha sido coherente en todo lo que he visto: la presencia irreductible de Jesús en una compañía humana. A veces no sé cómo corresponder a tanto amor. Jesús se apiadó de mí. Ahora sólo deseo descubrir en qué le puedo servir yo, para qué estoy hecha. Quiero volver siempre a decir “sí” y ¡celebrar a Jesús como una fiesta!
Francisca Cruz, Santo Domingo (República Dominicana)

Cosas que antes no veía
Después de nacer mis dos hijas y de tener algunas dificultades para encontrar una persona de la que me fiara para cuidar de ellas, como soy maestra, me propusieron crear en mi casa mi propia guardería. Gracias a la ayuda económica de una tía de mi esposo pude responder a este desafío. En este tiempo la guardería se ha mantenido con muy pocos niños por lo que los ingresos que recibimos no son suficientes. A esto se suma que cancelaron del trabajo a mi esposo y empezamos a vivir una situación económica muy difícil. Al principio sentía mucha rabia y dolor. Sin embargo, con el tiempo empecé a tener una mirada diferente y a notar cómo el amor de Cristo se manifiesta en mi familia en cosas que antes no veía, como por ejemplo levantarme todos los días dando gracias a Dios por estar viva y sorprendiéndome viendo a mis hijas sanas y jugando por todos lados llenas de energía, ver a mi esposo que trabaja constantemente para poder traer más dinero a casa, la compañía de los amigos del movimiento, la ayuda que nos ofrece la tía de mi esposo cada vez que lo necesitamos, el apoyo de la abuela y de toda la familia, ver llegar cada día a los niños a la escuela con sus caritas llenas de alegría y sentirse acogidos. ¿Cómo no ver en esto que Cristo está ahí, que no estoy sola?
Son estas cosas las que me hacen ver que en mi vida hay un antes y un después de conocer el movimiento. Decir sí a Cristo cada día hace que mi fe se fortalezca y yo reconozca que dependo de Otro que todo lo puede.
Rogelia, Santo Domingo (República Dominicana)

“Si no fuera tuyo, Cristo mío...”
«Te va a costar mucho arrancarme de dónde estoy». Me temo que es exactamente lo que le dije a Nuestro Señor la tarde en que llegué a Sierra Nevada. Tenía muchas razones para estar cansada: el viaje a Granada, un cambio de casa en Madrid y una mudanza, una temporada radiofónica agotadora, la seca relación con algunos amigos... Me prometí no fingir nada, no ceder un ápice a alegrías falsas y, por si acaso cabía duda, me metí en la cama después de la cena y pasé de la sesión de acogida. Fallo. Al día siguiente la gente se hacía lenguas del trabajo de Carmen Boceta, que había ofrecido un vídeo sobre la historia de los mártires de Córdoba y la historia de CL. Hubo fotos de Carras, de Oriol, de todos los viejos amigos –incluso salía yo–. El acto resultó conmovedor, como comprobé más tarde en mi ordenador portátil. Pero el Señor no se anduvo con tonterías, a pesar de mi infidelidad inicial. Monseñor Javier Martínez subió al estrado, contó algún momento particularmente difícil de su ministerio, y me conquistó. ¿Cómo puede uno estar en paz, incluso con alegría, en una circunstancia así? Y refirió cuántos hombres y mujeres encontraba, gente de fe sencilla y de clara pertenencia a la Iglesia, que le sostenían con su afecto y oración. Y continuó: «El hombre puede vivir así cuando experimenta la unidad en la vida. El desastre en Occidente advino cuando comenzó a instalarse en la conciencia de los hombres la existencia de dos mundos paralelos: los bienes del cielo y los valores de la tierra. De ahí a pensar que los bienes del cielo no sean indispensables para vivir los valores de la tierra, sólo hay un paso. Y ese paso lo ha dado Occidente. Con todas las contradicciones y todo el sufrimiento que ya apenas se puede maquillar. Sin los bienes del cielo la vida de los hombres, en este mundo, deja de tener un fin. Es el mundo de la soledad y el sin sentido. Por el contrario, cuando el fin está presente, hasta las peores circunstancias adquieren significado». Me transformé en un instante. Me di cuenta de que el problema de la fe coincide con la pertenencia a esta compañía eclesial que recupera la unidad de la vida. Mario Dupuis, del centro de acogida infantil “Edimar” explicó cómo toda su obra social había nacido de Ana, su hija paralítica, que se pasó quince años sin hablar, comer o defecar sola: «Sin Cristo mi hija habría sido un insulto a la humanidad». Con Cristo fue, sencillamente, una oportunidad para tener durante esos quince años el Misterio delante de los ojos. Cuando faltó, Mario y su mujer decidieron abrir la casa a otros chicos con problemas: «Queríamos seguir viviendo como si Cristo estuviese en casa». En la última etapa de las vacaciones José Antonio Nieto y Javier Restán ampliaron nuestro interés a la política. Interesante comprobar que Restán viaja con esta revista bajo el brazo, que le permite rememorar a los amigos que suscitan su interés por la “polis”. He comprobado de nuevo que cuando Él planta una tienda en el mundo, uno no desea marcharse. En la tienda no hay jefes ni segundones, todos son importantes, desde Conguito y sus cantos esforzados, hasta Julio y sus carreras de caballos, Óscar y su vaca de leche merengada, Ramón Pons, que sabe encontrar todo “bonito”, Rafa Saco y sus despistes o Gloria y su búsqueda de las estrellas. Todos para todos y todos ayudando. Éramos protagonistas de la Historia porque comprobábamos que la vida tiene un fin.
Cristina López Schlichting

Lo que corresponde
Con motivo de la venida de Beatriz, Silvia e Irene, las hermanas de Pablo, a Honduras, organizamos un viaje a Roatán, la isla más grande del caribe hondureño. También para nosotros, después de las semanas de tensión sufridas tras la destitución del Presidente Zelaya, nos supondrían un descanso dejar por unos días la ciudad. Salimos de Tegucigalpa en vehículo, muy temprano, porque teníamos que llegar antes de las 4 de la tarde a la Ceiba y coger allí el Ferry, no queríamos tropezarnos en el camino con ningún corte de carretera provocado por manifestantes a favor de Mel Zelaya. La isla en sí, es de una belleza única, tiene las típicas playas del Caribe, con aguas cristalinas y arena blanca, formaciones de corales y una infraestructura hotelera armonizada con la isla. Pero lo más bonito es haber percibido que no nos bastaba todo nuestro intento de pasárnoslo bien. Ni siquiera la belleza que nos rodeaba era suficiente si no te preguntas por el autor de esta belleza, si no dices su nombre. Nos ha ayudado leer los Ejercicios, en la parte donde Julián habla de la correspondencia. Porque sin hacer esta comparación última de las cosas que nos pasan, sin ir al fondo, fácilmente reducimos todo a placer o malestar. También en un sitio tan bonito como éste es necesario hacer esta tarea porque es lo que permite que cuando vuelves a casa estés de verdad contento.
Elly, Pablo y José

Despertar del letargo
Colaboro como voluntaria en La Casa de San Antonio, una obra de caridad de una parroquia de Fuenlabrada. Este año, en el Meeting de Rimini pudimos compartir nuestras experiencias con personas que participan en obras semejantes en Italia. Nunca olvidaré el encuentro con Enrico Tiozzo, que me despertó inmediatamente de mi letargo matutino. Comenzó contándonos cómo surgió el Centro de Solidaridad en la provincia de Ferrara, que presta ayuda a los jóvenes con problemas en los estudios o que buscan trabajo y después siguió con los detalles del día a día, algo que no parece aparentemente fuera de lo común, al no ser que te lo cuente alguien que lo vive hasta el fondo, a quien le va la vida en ello. Recuerdo perfectamente su cara, es un hombre feliz, y sus palabras no tardaron en hacerme vibrar. Hablaba de cualquier situación con tal positividad que, en un momento dado, no pude callarme y le pregunté si él no tenía problemas en su día a día, porque para mí en mucho de lo que hago (entrega de alimentos, el teatro con los chicos, los actos culturales que preparamos...) todo son problemas. Todo lo miraba como un problema. Él me sonrió y me preguntó: «¿Y no es bonito reconocer que un comunista tiene un corazón igual que tú y yo? ¿No es bonito recoger dinero en los bingos para compartir las necesidades de otros? Los problemas no son inconvenientes. Basta con ponerse frente a ellos sin tener miedo de afrontarlos, porque hay personas que te acompañan». No paraba de repetirme: «Es fácil. La vida no es un problema». Cuando ves una persona con un horizonte tan grande porque sabe lo que le sostiene en la vida, no puedes desear menos que eso. No porque La Casa de San Antonio salga perfecta, si no por mí, para poder vivir con esa certeza en todo lo que hago.
María José, Fuenlabrada (España)

Gracias al Meeting
La aventura acaba de comenzar para mí… a los 50 años, y doy las gracias a mis hijos, que el año pasado me llevaron al Meeting. Yo no conocía CL personalmente, y pensaba que era un movimiento dirigido a una élite culta, pues había nacido en un ambiente universitario. En seguida, nada más participar en el primer encuentro “Se puede vivir así”, sentí lo que vosotros llamáis la “correspondencia del corazón”, y sentí que por fin había llegado a casa. Todo lo que he vivido en el Meeting ha sido para mí como un gran regalo inesperado, y cuando pensé que todas aquellas personas estaban allí también para mí, me conmoví. En la Escuela de comunidad vivo la misma experiencia que los primeros discípulos: «Si nos vamos de aquí, ¿a dónde iremos? Sólo Tú tienes palabras de vida eterna». Cada vez que participo en ella experimento el desafío a tomar en serio mi humanidad, la necesidad de ser “Tú que me haces”, y mi deseo de seguir «a Alguien que está ante mí, a un testigo que me hace sentir el abrazo de Cristo» con la certeza de que nuestro destino es la felicidad.
Loredana