IMPRIME [-] CERRAR [x]

Huellas N.8, Septiembre 2009

PRIMER PLANO - Meeting de Rimini

“Una vida feliz para Dios y para el Rey”

Ana Burró

La muestra dedicada este año a la experiencia de las Reducciones Jesuíticas del Paraguay pretende ir al origen de lo que muchos han llamado el “Sagrado Experimento” y mostrar su desarrollo y su vida cotidiana. Del mismo encuentro con Cristo que fecundó la cultura Guaraní hace 400 años, nacen la vida y las obras de la Parroquia de San Rafael en Asunción

Ya en la edición de 1992, el Meeting de Rimini se ocupó de la Primera Evangelización en América Latina mediante una exposición que dedicaba un capitulo a las Reducciones Jesuíticas. Con el titulo “No una Utopía sino una Compañía” se mostraba cómo en esa experiencia el ideal cristiano se entretejió con la vida sencilla y cotidiana.
Desde siempre esta experiencia ha despertado un vivo interés y ríos de tinta han corrido sobre las controversias que suscitó en su tiempo la expulsión de la Compañía de Jesús de numerosos territorios y posteriormente en la supresión de la Orden. Más allá de toda interpretación, lo cierto es que nos encontramos ante una historia de santos. Baste con recordar los 26 mártires de la Compañía de Jesús en las Misiones del Paraguay, cuyos nombres están esculpidos a la entrada del Museo de San Ignacio Guazú, a la sazón primera Reducción fundada en tierras paraguayas. Entre estos mártires se encuentra el paraguayo Roque González de Santa Cruz, canonizado por Juan Pablo II en 1987 junto a sus compañeros de martirio, Juan del Castillo y Alonso Rodríguez.
Con la fundación de San Ignacio Guazú en 1609 se abre el periodo de las Misiones Jesuíticas del Paraguay que se extiende hasta 1767, año de la expulsión de la Compañía de todos los territorios españoles por Orden del Rey Carlos III, no haciéndose efectiva sino un año después, en 1768. Pues bien, 159 años de lo que Ludovico Antonio Muratori dio en llamar “El Cristianismo Feliz”. El trágico final de las Reducciones no invalida el testimonio de que en el encuentro con Cristo toda cultura puede ser fecundada.
El “padre de los Guaraníes”, Ruiz de Montoya escribía en su diario: «Por dos años hemos estado mirando y juzgando el sexto y noveno mandamiento, absolutamente incomprensible para los guaraníes, la poligamia y el canibalismo. (…) Hemos procurado anunciar el acontecimiento de la belleza de Cristo. Después de dos años, los guaraníes, que se han convertido en cristianos, han solicitado el matrimonio monógamo». Nace así la familia y, con la familia, el primer pueblo cristiano de la selva. Protagonistas de esta evangelización fueron los dos o tres sacerdotes que vivían en cada Reducción, que contaba con un mínimo de tres mil a un máximo de cinco mil habitantes. Estos hombres, enamorados de Cristo, fueron junto con los indios protagonistas de una nueva civilización, que bien se podría definir como la Edad Media de la América Latina.
El mismo desafío que alcanzó a los Guaraníes hace 400 años, mediante el encuentro con los Jesuitas, sigue vivo y actual también hoy. Experiencias como las de la parroquia de San Rafael y la del Hogar de Menores “Virgen de Caacupé” en Asunción, la Asociación de los Trabajadores sin Tierra en Sãn Paulo o el Meeting Point de Kampala, demuestran de manera inconfundible que la novedad en este mundo viene del encuentro con Cristo.