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Huellas N.8, Septiembre 2009

PRIMER PLANO - Meeting de Rimini

Someterse a la experiencia

Davide Perillo

El bar de los presos de Padua, la lección sobre san Pablo, las exposiciones sobre el barrio Sanitá de Nápoles y las Reducciones en Paraguay, el encuentro con algunos Premios Nobel, testigos familiares y nuevos invitados… Diario de un Meeting que nos ha permitido avanzar en la aventura del conocimiento, tanto de la realidad como de uno mismo, guiados por la experiencia

«Pero, ¿qué buscáis aquí?». La pregunta se produjo más o menos a la mitad del Meeting. Era el enésimo encuentro espontáneo con los presos de Padua, que el año pasado habían traído a Rímini una exposición sobre su experiencia de trabajo y libertad en la cárcel, y que este año habían acudido al Meeting para trabajar en el bar de la Cooperativa Giotto, uno de los lugares más vivos de la Feria. Tres o cuatro de ellos sobre un estrado, cientos de personas delante, la búsqueda incesante de encuentros, relaciones, testimonios. La enésima petición de ir a fondo de la frase que uno de ellos había dicho al terminar el Meeting 2008: «No veo el momento de volver a la cárcel para contar todo lo que he visto». Hasta llegar a la pregunta lanzada allí mismo por Nicola Boscoletto, el responsable de la Cooperativa: «Durante estos días nos habéis buscado, abrazado, casi asaltado. Pero, ¿qué buscáis viniendo aquí?». A continuación cuenta un hecho que acababa de producirse. Hacía poco había estado con ellos Rose, la enfermera que pertenece a los Memores Domini y ha puesto en pie el Meeting Point de Kampala, con sus historias impensables de mujeres enfermas de sida que vuelven a vivir –entre ellas, la historia de Vicky, que conmocionó al pueblo de Rímini el verano pasado–. «Rose, ¿cómo está Vicky?». Silencio. Y, acto seguido: «Si tú dices tu “sí”, ella está bien». «Como diciendo que o te interesa Aquel que llena el corazón de Vicky, o tampoco te interesa de verdad Vicky...».
Si volvemos a pensar ahora en esa pregunta y en ese episodio que siguen ocultos entre los pliegues de una semana densa como nunca (ochocientos mil asistentes, tres mil ochocientos voluntarios, decenas de encuentros, exposiciones, testimonios), aparece con claridad su valor. Nos ayudan a darnos cuenta de lo que ha sucedido en los pabellones de la Feria, de la clave que estaba marcando la trigésima edición haciéndola distinta con respecto a las anteriores, aunque fueran recientes. El Meeting 2008 se había caracterizado por el impacto fortísimo de los testimonios: desde luego Vicky y los presos de Padua, el padre Aldo, Marcos y Cleuza Zerbini, monseñor Paolo Pezzi... Rostros e historias que habían manifestado ante todos la presencia luminosa de Cristo. Pues bien, este año hemos avanzado, hemos dado un paso más en el conocimiento, afinando la comparación entre la Presencia, a la que nos remiten los testigos, y nuestro corazón. Buscando aferrar aún más su naturaleza excepcional. Deseando que lo que ellos viven se convierta en una experiencia más personal, más nuestra. Más mía.
Sea como fuere, esta necesidad de madurar en la fe se ha visto por todas partes. Empezando justamente por esos testigos que el pasado verano nos habían conmovido a todos con sus historias, y que este año han contado su camino personal en estos doce meses y el cambio que han experimentado. Tomemos por ejemplo a Marcos y Cleuza Zerbini. Este año han traído al Meeting a cuarenta amigos suyos. Son como la vanguardia de los ciento veinte mil Sin Tierra de São Paulo, que gracias a ellos se han construido una casa y un futuro, y que siguiéndoles –y su encuentro con CL– han reconocido el significado profundo de todo ese camino. Sentada en el stand brasileño, entre un testimonio y otro, Cleuza decía que este año todo le parecía «más grande y maduro. Hay más gente que el año pasado. Es más bonito. Y además aquí se hacen preguntas para aprender». No hablaba del Meeting: hablaba de ella en el Meeting. Lo hemos comprobado nada más subirse al estrado: «Vosotros habéis cambiado mi vida, aquí he aprendido la mirada que ofrezco a las ciento veinte mil personas que están conmigo. Porque esta mirada vuestra, llena de ternura, es lo que me hace fuerte. Cada uno de vosotros me hace presente a Cristo». Marcos, a continuación, hablaba de la amistad que les ha acompañado durante este curso: «El padre Aldo y Julián Carrón son testigos para mí; todo amigo que vive verdaderamente es un testigo para mí. Pero, ¿qué significa esto? ¿Que yo me conmuevo con ellos, que es bonito, y ya está? No. Testigo quiere decir que yo quiero aprender a ser libre como Carrón. Quiero mirarle y aprender a ser libre como él, quiero mirar al padre Aldo y aprender a amar como él, aprender a creer, como él cree, que “yo soy Tú-que-me-haces”».

La pista justa. Aprender. Tener una verdadera experiencia. También los presos dicen que este año «es más que el año pasado». Franco, uno de ellos, cuenta con palabras y gestos el camino de la amistad impensable que ha surgido con Vicky. Los napolitanos del Rione Sanità han relatado su experiencia en una exposición que ha atraído la atención de todos. Cuando Carrón, antes de su intervención sobre San Pablo que (junto con la intervención de Carmine di Martino) ha sido el corazón del Meeting, fue a visitarla les dijo: «Mirad, la exposición por sí misma no basta. Lo importante es que sea una ocasión para cada uno de vosotros».
He aquí la pista precisa. Una aventura para cada uno. Un recorrido de conocimiento que uno debe hacer propio y en primera persona. Es lo que ha sucedido con otros invitados, gente que ya había estado en el Meeting, a lo mejor en 2008, y que al volver ha dicho –directa o indirectamente– que está haciendo ese camino, esa comparación entre el propio corazón y lo que veía. ¿Ejemplos? Giampaolo Pansa que, en cierta medida, ha reivindicado este recorrido al comienzo de su intervención, dando a entender que la experiencia que vivió en Rimini 2008 no había sido ajena a la decisión de dejar el semanal italiano L’Espresso. Pansa comentó que su relación con Dios se había hecho más profunda. Ahora reza sus oraciones vespertinas ante una imagen de «un Niño Jesús con barba que lleva el mundo en su mano y que parece decir: mirad, hijos míos, que yo soy todo y vosotros no sois nada». Lo mismo ha sido para Mary Ann Glendon, ex embajadora de EEUU en el Vaticano, profesora en Harvard y una jurista finísima, que ha desarrollado una ponencia sobre «Experiencia elemental y Derecho natural», en la que el impacto del pensamiento de don Giussani y la amistad con el movimiento, intensificada en los últimos meses, han jugado un papel importante.
Además, otras escenas, otros hechos, menos conocidos pero igualmente significativos. Ennio Morricone, el maestro, que después del concierto se queda hasta las dos conversando con un grupo del público. Los políticos que recorrían exposiciones y stands por interés propio y no por simple “deber de hospitalidad” (uno de ellos, de izquierdas, en un momento dado, iba fuera de hora y las personas de su gabinete le metían prisa: «Estoy en las Reducciones y después voy a Galileo, dejadme un rato...». Mariastella Gelmini, ministra de Educación, que llega tres días antes del acto sobre la enseñanza y no se pierde nada del Meeting. Franco Frattini, ministro de Exteriores, que después del acto de apertura sobre África (en el que planteó a tres jefes de Estado propuestas concretas con vistas a una paz posible), propone que cada verano se organice un encuentro similar sobre temas candentes de la política global… Tatiana Kasatkina, la experta de Dostoievski que había conocido CL meses atrás, después de una semana en el Meeting hace una observación muy aguda sobre la experiencia personal : «Habitualmente el individuo se pierde en la masa, sin embargo aquí es valorado: desde los que explican las exposiciones a los que sirven las mesas, cada uno propone lo que ha descubierto de valioso para sí mismo».
Es verdad. Todos, invitados y “dueños de la casa”, vip y voluntarios, han podido tener una experiencia personal en el Meeting. Incluso los que hacían los trabajos más humildes. Por ejemplo, Francesco, vigilante en los aparcamientos, ocho horas de turno bajo el sol. Lo más emocionante que le podía ocurrir era discutir con alguien que no quería aparcar donde se le indicaba. «Gratificaciones cero, mucho cansancio. Y sin embargo, estoy contento. Y esto me hace preguntarme cómo es esto posible», provoca a juzgar la experiencia. Da comienzo a un camino que hay que recorrer hasta el final, sin bloquearse, comparando continuamente los hechos con las exigencias de la propia razón, es decir, con el corazón. Rose conoce a algunas chicas del Imprevisto, una cooperativa de ayuda a la recuperación de jóvenes toxicómanos. Una de ellas le dice: «Todo lo que necesito está allí». Y Rose: «No debes conformarte, ni siquiera con tus amigos. El sentido de la vida no son ellos. Yo no soy el sentido de la vida de mis mujeres, allí en el Meeting Point. Una persona no puede ocultar este “no basta”».
Si hay otro factor del Meeting que deja huella, es la tensión por hacer este recorrido juntos, sin “descuentos”, a veces incluso sin darse tregua, en relaciones tal vez recientes, pero que llevan en su interior el presentimiento de una verdad para uno mismo y esto es todo un acontecimiento. Una tensión que, también aquí, afecta a los que hacen el Meeting y a los que lo visitan. De otro modo resulta difícil explicar el asombro de personajes como Mario Draghi, gobernador del Banco de Italia, que tras pasar por el bar y escuchar los relatos de los presos de Padua («pero, ¿son presos de verdad?»), agradece a los organizadores que hayan «insistido en que recorriera el Meeting antes de mi intervención». O el del jefe de prensa de Tony Blair que, durante la intervención de su “jefe” en el auditorio, va derecho al mismo stand para hacer acopio de los dulces elaborados por los presos. O de James Murdoch, designado heredero por el Emperador de los medios de comunicación, que acribilla a preguntas a los que le acompañan en la visita: «Pero, ¿cómo hacéis todo esto? ¿Por qué no se puede hacer en otro sitio?». Más o menos al mismo impacto que ha recibido Roberto Calderoli, otro ministro italiano por primera vez en el Meeting («Precioso. Pero, ¿por qué desde fuera se tiene una imagen tan distinta de él?»), y también su mujer («Por favor, llamadme de “tú”. Pero, sobre todo, explicadme bien quién era don Giussani...»).
Sin esta tensión por comprender no se explicaría tampoco el camino recorrido por Harry Wu, el disidente chino que ha sobrevivido 19 años en los campos de concentración de Mao: enjuto, endurecido, casi con dificultades para dar cuenta de su esperanza durante el acto del domingo, y conmovido y abierto al final del Meeting, como si en esos cinco días hubiese vislumbrado una esperanza para sí mismo y para sus amigos («por favor, escribidme», les dijo a los sacerdotes de la Fraternidad de San Carlos que se hallan en Taiwán). O la disponibilidad de Mario Calabresi, nuevo director de la Stampa, para ponerse en juego; la de Gigio Alberti, protagonista del Miguel Mañara (en Tracce.it está disponible la entrevista que se le ha hecho); la de Fabrice Hadjadj, el filósofo francés (ver box en pág. 27). O la de Enzo Jannacci, en el estrado y fuera de él, en una cena en la que ha hablado a corazón abierto del yo y de Dios: «No se puede dejar de pensar que más allá de la vida y del dolor hay un misterio. La caricia del Nazareno entraña un gran misterio». Tampoco se explicaría el comentario de John Mather, Premio Nobel de Física, a la salida de la exposición sobre Nápoles: «Esta exposición mueve el corazón más que todas las explicaciones que yo pudiera dar». O bien, la profundidad impresionante de Hossam Mikawy, juez de El Cairo, que bromea primero con un amigo («¿Cuántos años tengo? Treinta y cinco. Pero es como si tuviese tres días, porque desde que estoy aquí he renacido...») y luego explica al Quotidiano Meeting su encuentro con don Giussani: «El sentido religioso me ha abierto los ojos. He comprendido que para juzgar a una persona no puedo limitarme a leer unas hojas. Es lo contrario de lo que he aprendido cuando estudiaba Derecho: el juez debe vivir en una torre de marfil, si quiere ser imparcial...».
Haces las cuentas, extraes las conclusiones y te das cuenta verdaderamente de qué significa que el conocimiento es un acontecimiento. Un encuentro que sucede y te cambia. Que revoluciona la forma con la que te miras a ti mismo y a la realidad. Lo mismo que le sucedió a san Pablo, releído a fondo por Julián Carrón. O al Innombrable citado por Di Martino. ¿Recordáis? «Ahora me conozco. Comprendo quién soy». Esto necesitamos durante y después del Meeting.