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Huellas N.11, Diciembre 2004

CARTAS

Buenos Aires, Quito, Fall River...

a cargo de María Rosa De Cárdenas

A los amigos de España
Hace ya tiempo que quiero escribirles unas líneas. Me acuerdo que al terminar un retiro en Los Molinos, Esperanza decía que estaba agradecida y con un gran deseo. Javier agregaba que esto sólo puede generarlo algo excepcional, el estar sinceramente agradecidos por lo que ha pasado, por lo que hemos visto, y que esto genere un gran deseo en nosotros. Bueno, así ha sido desde que llegué a estas lejanísimas tierras. Estoy sorprendida por lo que ustedes significan (en presente) para mí y para todos aquellos que voy encontrando. Al llegar a Buenos Aires, los primeros días pedía: «Señor, que yo reconozca tu belleza allí donde vaya, porque siempre Te estás mostrando». Se lo conté a Antonella, y ella me decía que también pidiera: «Señor, que yo sea instrumento de la Belleza que he visto». Y añadía que esto sólo es posible metiendo las raíces en el lugar al que se llega. Bien; teniendo, por ejemplo, en la retina, imborrable ya, el amor por los cantos y el orden en la Escuela de comunidad y en la Misa, empecé a ayudar en cada Escuela y en cada Misa. ¡Sentándome en primera fila e invitando a mis amigos a hacerlo! Sugiriendo y ayudando a preparar los cantos, lo que me hace estar mucho más atenta y ser más consciente de lo que se habla en la Escuela de comunidad. Es un bien enorme para mí, y entiendo que en la armonía del universo, con este simple hecho, empezó a sonar un acorde muy entonado entre la Península Ibérica y Argentina. Un abrazo en el que, para mí, no existen más que unas pocas “cuadras” de distancia espacial, y ninguna de espíritu.
Alicia Saliva, Buenos Aires (Argentina)

La felicitación del obispo
Querido monseñor Giussani: Quiero que reciba mis sinceras congratulaciones y mis mejores deseos con ocasión de la celebración del quincuagésimo aniversario de Comunión y Liberación. Pido que el favor de Dios siga brillando sobre este movimiento en bien de toda la Iglesia. Me alegro mucho de que unos miembros de la Fraternidad de Comunión y Liberación vivan aquí, en la diócesis de Fall River. Me anima y me ayuda el compromiso de estos miembros que procuran dar testimonio de Cristo en la Iglesia, en particular en la vida de la familia y en el trabajo. También estoy muy agradecido por el profundo acercamiento espiritual que manifiestan los miembros de la Fraternidad en su colaboración con el trabajo pastoral de la diócesis. Me complace aceptar al reverendo Vincent Nagle como asistente espiritual de la Fraternidad aquí en la diócesis de Fall River. Confío en que el padre Nagle proporcione la guía necesaria y la dirección espiritual a las actividades locales y a las obras de la Fraternidad. Con mis más devotos deseos para usted y para la Fraternidad de Comunión y Liberación.
Monseñor George W. Coleman, obispo de Fall River

El canto de un pueblo agradecido
Querido don Giussani: Durante el rezo del Rosario, con ocasión de los cincuenta años del movimiento que en Alemania celebramos en Atlötting (el santuario mariano más significativo del País), tuve la percepción neta del horizonte imponente que tenía ese gesto tan sencillo. Era un hecho histórico que sin la fe de Abrahán, el “sí” de María, el «¡Mujer, no llores!» y el «Tomad y comed», sin Su cruz y resurrección, sin el “sí” de Pedro, la obra de san Bendito y la misión de san Bonifacio, sin los escalones del Berchet y la reanudación después del ’68, sin la paternidad de Juan Pablo II y los cuatro que primeramente en 1980 vinieron a Friburgo, sin esta sucesión de asentimientos, sin esta sinfonía de adhesiones libres y apasionadas, no hubiera habido ese gesto. ¡Qué reverencia frente a ese terreno tan sagrado que es la libertad de cada una de las personas alcanzadas por el abrazo de Cristo! ¡Y qué asombro cuando todas esas «pobres voces» se unen en el canto de un pueblo agradecido! La alegría que percibí en ese momento iba unida a una petición urgente: ¡Haz que esta historia siga creciendo! Pues esto no depende de un proyecto o una estructura, sino del milagro de una atractivo reconocido personalmente en lo cotidiano, de la adhesión libre y cierta a la presencia de Cristo. ¡Qué responsabilidad me siento encima! No tanto como responsable, sino como compañero de camino de cada uno de nosotros. A la Virgen le pedí que permanezca el atractivo por la vida que nos ha tomado y que madure mi adhesión, aceptando el riesgo de educar en todas las relaciones.
Romano Christen, Friburgo (Alemania)

Encuentros inesperados
Querido don Gius: Acabo de llegar de Bogotá, donde mis superiores me han mandado para representar la Conferencia Episcopal en un encuentro continental de pastoral de la cultura. Entro en la sala de las reuniones y lo primero que oigo es la voz de un joven obispo chileno que dice: «El lugar generador de la cultura es la comunión en cuanto que es la experiencia de Cristo presente y de la libertad para cada hombre». Me quedo desconcertado. Y más aún cuando, interviniendo en la discusión sobre la próxima V Conferencia general del episcopado latinoamericano, el mismo obispo dice que aquel encuentro merecerá la pena sólo si, en lugar de quedarse en un discurso, será «un acontecimiento». Durante del descanso me acerco: «Monseñor, ¿cómo puede la V Conferencia ser un acontecimiento?». Y él: «Dejándose desafiar por la positividad de la realidad, que es Jesús, sin pretender encerrarla dentro de un análisis». «¡Pero, esto es Giussani!». «Claro», me contesta. Conoce a nuestros amigos de Chile. Luego llega la esperada conferencia del cardenal Poupard: «La novedad del Evangelio antes quedaba sometida bajo un método ideológicamente canonizado, reducida a su expresión sociológica, y luego confinada a ser una acción sociopolítica humana entre las demás. Y así durante dos generaciones. Los cristianos no respiraban una transmisión viva de la fe. En este contexto Juan Pablo II introduce, con su encíclica Redemptor Hominis, un método que exalta explícitamente la centralidad de Cristo como Evangelio. Esto exige que la acción no parta del análisis de las necesidades estructurales, ni de los contenidos doctrinales; exige una fisonomía inconfundible cuyo medio de comunicación sea al mismo tiempo el contenido del anuncio». Pensaba en los peldaños del Berchet, en el tren por Rímini, en toda la historia que nació de ahí, en ti en mi vida… en la última vez que nos vimos, cuando me dijiste que aunque sea pequeño, «de verdad un agujerito, pero Jesús quiere que toda su luz en Ecuador pase a través de ti». Luego, en el pasillo se había formado un corro de gente. Escuchaban a un cura mexicano. Está aquí acompañando al cardenal. Me acerco yo también. Él me mira y sin dejar el hilo de su hablar dice de repente: «Pero tú eres de CL. Bueno, como dice don Gius en El rostro del hombre...». Ya todos saben que soy de CL. Se me acerca un cura argentino: «¿Conoces a alguien en Milán? Porque mi padre, cuando estuvo de inmigrante en Italia, en un momento de gran dificultad fue ayudado por un cura, creo que de Dérgano. Siempre habla de él. Aunque no lo conozca, para mí este cura se ha vuelto un verdadero ejemplo». «Claro que lo conocía. Era don Bruno». Este es un cura de Puerto Rico. Y luego de repente: «¿Sabes?, yo pienso a menudo en don Giussani. ¡Y además su cumpleaños es el mismo día que el mío!».
Dario Maggi, Quito (Ecuador)

Un designio bueno
Doy gracias al Señor por la enfermedad que me ha dado porque por ella, en lugar de morir, he descubierto la vida de nuevo. Es lo que me sale del corazón viendo todo lo que estoy viviendo en este último periodo de mi vida. Me he dado cuenta de que el Señor me está haciendo ver mi equivocada manera de vivir abocado a la nada, y a la vez, otra manera ideal de vivir que es seguir su camino. Empiezo a comprender que el Señor mira nuestro mal como un padre y, aunque esta enfermedad pueda parecer una punición, cada cosa, por bella o fea que sea, forma parte de un plan bueno que el Señor tiene sobre la vida de los hombres, y que yo tengo la suerte de percibir. Lo que más me emociona es que, a través del dolor, he vuelto a descubrir mi vida, lo cual me hace pensar mucho en la muerte y resurrección de Cristo, como si este momento fuera mi Pascua.
Andrea

En casa de Lázaro
Querido don Gius: El pasado verano fuimos tres semanas a Palestina. Estuvimos en Betania (el lugar de la resurrección de Lázaro) para echarle una mano a Samar con el orfanato de niños palestinos que ella dirige. Samar es una mujer del Grupo Adulto que ha elegido dar su vida a Cristo entregándose por completo a educar a niños abandonados. La tensión que la mueve es la de dar un futuro a estas criaturas a las que ni siquiera sus padres supieron querer bien. Samar lo hace a través de la vida cotidiana, ofreciéndoles un techo, sustentándolos y procurando para ellos una instrucción. Claramente, tiene que educarlos como musulmanes respetando sus orígenes islámicos: de otra manera los parientes de los niños, aunque los hayan abandonado, podrían matarlos para evitar que la vergüenza de tener un pariente cristiano caiga sobre sus familias. Nos hemos quedado conmovidos por la caridad de Samar que, aunque privada de la felicidad de poder decir a sus “hijos” por quién ofrece su vida, no vacila a la hora de enfrentarse a las graves dificultades que derivan de su condición de mujer y de cristiana en tierra islámica para llevar adelante esta obra. Pues bien, nosotros hemos sido testigos de cómo su amor totalmente gratuito puede dar frutos de esperanza para todo el mundo, hoy tan oprimido por el Maligno. El 28 de agosto fuimos a Belén para llevar a dos niñas, Nabila y Norma, a visitar a dos hermanitos suyos que viven en otro orfanato. Pertenecen a una familia desagradecida, que sometió a sus quince hijos a terribles violencias. Nabila fue violada, quemada por su madre en todo el cuerpo, pegada hasta el punto que tiene los dientes rotos y el rostro desfigurado; conocer la brutalidad bestial de estos malos tratos nos había hecho olvidar la necesidad del perdón y prevalecía en nuestros corazones un sentimiento de odio y venganza. Al llegar a la basílica de la Natividad, donde el mismo Dios nació, Nabila le preguntó a Samar quién fue Jesús, y Samar, después de una breve explicación, le invitó a pedir a Jesús lo que más deseaba… la niña, nos contó poco después lo que había pedido: «¡Le pedí a Jesús que perdone a mi madre!». La petición de Nabila nos llegó al alma: ¡una niña de trece años nos ha enseñado qué es el perdón! Este milagro sucedió gracias a Samar, que con su amor discreto guió a Nabila hacia el misterio del perdón.
Roberto y Pasquale

Amistad cotidiana
Querido don Giussani: Ha sido un año excepcional para mi familia y para mí, lleno de gracia. Aun en las dificultades por la lejanía de casa, los idiomas que aprender y el estudio, gracias a los amigos de la comunidad de Montreal he descubierto otra vez la hermosura tan carnal y cotidiana del acontecimiento de Cristo. El día y la semana estaban acompañados por una realidad de personas que trataban de recordarse unos a otros la razón de todo lo que viven. Esta manera de hacerse compañía ha reavivado en mí la gratitud por mi encuentro con el movimiento y me ha permitido gustar más la realidad. Querría decir los nombres y citar todas las circunstancias concretas que me han ayudado, pero es imposible. Nunca podré olvidar la mirada paterna de John Zucchi y de toda su familia; la belleza de estar en casa con Mark Basik, cocinando, hablando de medicina y probando todos los restaurantes de Montreal; la acogida del CLU; Antonio y Tommaso; la ocasión única, en la Escuela de comunidad de un grupo de médicos, de compartir el juicio sobre la experiencia de todos los días en el hospital. Recorrer el Via Crucis con ellos por el viejo Montreal me hizo revivir mi primer encuentro con el movimiento. Y ciertamente debo recordar la cena con Cecilia, John y sus niños, y con el cardenal Marc Ouellet, primado de Canadá, en Forlì, al final del Meeting, junto con mi grupo de Fraternidad: después de dos minutos la lejanía, la diferencia de idioma, el cansancio fueron vencidos por un hecho presente. Fue una noche excepcional. Al final, el cardenal nos llenó de alegría con su saludo de despedida: «Sois una bella familia; la Iglesia aquí está viva».
Mattia, Forlì (Italia)

Abrazando cada instante
Esta semana he estado más atento que nunca; desde el principio he preparado la Escuela de comunidad procurando reconocer qué tiene que ver el texto con mi vida y mi experiencia, y sucede que puedo dar un juicio claro y verdadero en cada circunstancia. Hoy mismo, al llegar a clase, estaban mis compañeros hablando antes de que llegara el profesor. Una chica, Sara, que al principio de curso me había dicho: «Como sigas así de lanzado te vas a cansar muy pronto», me dice: «Todos vamos a dejar SIG (una asignatura de Geografía) y te vas a quedar solo». Me lo dijo riéndose y todos los demás reaccionaron instintivamente de la misma forma. Aproveché la oportunidad y les dije: «Ustedes se cansan de las cosas porque les supone un sacrificio; cuando la cosa aprieta se agobian y lo dejan»; entonces nombré a Sara y señalándola le recordé aquello que me había dicho al principio de curso. Otros dijeron, “no tengo tiempo”, “no tengo base”, “es que es muy difícil”, “es que…”, a lo que les respondí: «Hay mil excusas para negar lo que nos corresponde, pero vuestra libertad está, y aunque decidáis abandonar, la asignatura sigue ahí, y podéis decir vuestro “sí” o vuestro “no” siempre. Lo que pasa es que no podéis ser felices de esta manera, y termináis aburridos como el que puso en la pizarra “me aburro”. Ustedes no son más tontos que yo, y si la asignatura está en el programa es porque se puede sacar. Todavía estáis a tiempo de hacer lo que os corresponde». Al final de la clase vinieron ocho o diez a pedirme que fuera al día siguiente a ayudarles a preparar las láminas y otro me pidió que le explicara la asignatura de SIG porque ya no quería dejarla. Me acordé de ese pasaje de Giussani: «Yo no vivo mi vida soportando la neutralidad de cada instante, sino abrazando cada instante por un ímpetu de totalidad que es profecía de felicidad, que es idea de belleza, que es voluntad ética de un bien que es un paso hacia el cumplimento total». La verdad es que soy feliz porque me adhiero a este Hecho que me cambió la vida.
Iván, La Laguna-Tenerife (España)

Contra el pacto de indiferencia
Durante el mes de octubre, los profesores de las dos universidades públicas de Canarias organizaron una huelga con motivo de la reforma de los criterios para regular los complementos retributivos del personal docente. En la mayoría de las facultades la huelga fue respaldada por la totalidad de los profesores, permaneciendo prácticamente un mes sin clases. Frente a esta situación, el único interés por parte del alumnado era poder ausentarse de las clases, sin preocuparse por los motivos ni las razones que habían originado este paro. Algunos amigos consideramos injusto que la universidad se viera abocada a este pacto de indiferencia. Por eso elaboramos un comunicado en el que exponíamos nuestra preocupación, manifestando el deseo de que la comunidad universitaria mantuviera vivas las raíces que la generaron, la pasión y el interés por la verdad, la positividad del estudio y del trabajo en común. Después de repartirlo por diferentes facultades, sólo algunos amigos reaccionaron con cierto interés ante el juicio que proponíamos, pero principalmente estamos agradecidos por volver a ver que la educación en la que somos generados nos rescata de todo escepticismo introduciéndonos con un interés en la realidad.
Los chicos del CLU, Tenerife (España)

La “locura” del cristianismo
Llevo días pensando que la petición lo es todo. Yo pido, pero me doy cuenta de que mi actitud encubre algo de pretensión. Estoy como proyectada hacia algo que debe venir. Para mí, la petición conlleva siempre una cierta incomodidad, algo que siento incumplido. Cuando le pido al Señor: «¡Ven!» es porque, pensando en algo o en alguien que amo, quiero salvar yo aquella situación o aquel drama. En fin, en primer lugar siempre estoy yo, que tengo que hacer y tengo que amar pero, como no soy capaz, esta situación me destroza. Advertir que la petición lo es todo me da un vuelco al corazón, porque la verdadera petición implica la conciencia de mi nada y la necesidad de dirigirme a Otro para consistir, para ser. ¡La petición implica la conciencia de Su presencia que obra y contesta! El hecho de haber experimentado Su imposible correspondencia, la correspondencia de lo que mi corazón espera, me lleva a la certeza de que si me ha contestado una vez contesta ahora, porque yo lo necesito ahora, en esta nueva realidad que tengo entre mis manos; así que le pido: «¡Ven también hoy!». Lo más increíble es que ofrecer todo el dolor de la propia incapacidad e incoherencia me da una grandísima paz. Pienso en Pedro, en que su “sí” lo llevó a la muerte; pero no es el miedo lo me hace llorar, sino una ternura que no es la mía: en este «te amo» están mi padre y mi madre, mis hermanos, sobrinos, Franci, don Gius, mi casa y luego todo el mundo y ¡se me parte el corazón! Cada vez se me hace más evidente que la vocación es una llamada, y la expresión de Mateo en el cuadro de Caravaggio es muy significativa para mí. En este tiempo me volvía a la mente la humildad del Magnificat: «Porque ha mirado la humildad de su sierva». Todo se me ha dado, la casa en primer lugar, luego mi trabajo, que tampoco es algo que he elegido yo. A menudo le pido a la Virgen que mi vida sea fecunda. Volver a la oficina con el deseo de construir algo nuevo, de que mi “sí” salve el mundo, ha sido sencillo. Una compañera mía que sabe de mi vocación me preguntó: «¿Pero por qué no te buscas un hombre?»; le contesté: «¡Ya hay Alguien que me ha buscado a mí!»; y ella: «Pero, alguien real, verdadero…». «Perdona –le dije– pero ¿quién es más real y verdadero que Jesús?». Ella se lo pensó y me contestó: «¡Tienes razón!». Vi a un niño pequeñito con su madre y pensé en lo que dice don Gius sobre las personas que él veía en el autobús: si las miras una vez pensando en su destino, nunca las vas a perder (¿Acaso hay algo más correspondiente que esto?). ¡Así miré a aquel niño, con el juicio de que iba a ser mío para siempre! (Si alguien me lo hubiera oído decir para mis adentros habría pensado que estoy loca). Sí, ésta es la locura del cristianismo: Cristo que es «todo en todos».
Manu, Bolonia (Italia)

Nada por descontado
Vi con unos amigos el vídeo sobre los 50 años del movimiento. Me llamó la atención que cada uno de los entrevistados al ofrecer su testimonio hablaba de un encuentro, de acontecimientos, de personas que se le habían acercado, a menudo por casualidad o con las que se habían topado, y que habían cambiado su vida. Entonces me resultó evidente que es lo mismo para mí: encuentros, rostros que a veces de manera sorprendente he conocido y voy conociendo. He reparado en algo que Elena Ugolini nos dijo en un testimonio y que apunté así: «En el encuentro con don Giussani, a través de don Giancarlo, descubrí que las preguntas que yo tenía en el corazón estaban también en el corazón de los demás y que debía haber una respuesta; si no la vida sería algo absurdo». Y luego seguía: «Tenemos la llave que abre al sentido de la realidad… yo tengo alguien que continuamente me ayuda a entrar dentro de la realidad: don Giussani, las personas a las que me ha entregado, y también todos aquellos encuentros que se me van dando». Y entonces no hay nada que dar por descontado, nada que sea banal. Vivir aprendiendo una mirada así es más bello, más interesante. El otro día me sorprendí contestando a un chico con el que la relación no siempre es fácil y que interrumpió la clase diciéndome: «¿Pero usted nunca se cansa de repetir todos los años las mismas cosas de gramática?». Y yo: «Es verdad, uno se cansa, pero si es para ti, para que tú crezcas, entonces me interesa; si es para que tú puedas crecer y ser tú mismo, me interesa y lo hago», y era lo mismo que decirle: «Tú tienes que ver conmigo, y a través de la materia que enseño, lengua, es como si te desvelara el sentido de la realidad que yo he encontrado y que tiene que ver contigo».
Maria Pía, Cesena (Italia)

Un cristiano cualquiera
Queridos amigos de Comunión y Liberación: Soy un católico, nacido y educado en una familia antifascista y republicana, militante en la Acción Católica desde la edad de seis años hasta cuando, elegido diputado en el Parlamento, consideré oportuno darme de baja para que no se confundiera el apostolado laico bajo el mandato jerárquico con la autonomía de la actividad política. Políticamente demócrata cristiano e idealmente católico liberal, siempre me inspiré, aun sin alcanzar su plena inteligencia cultural, en maestros del pensamiento político como Montlambert, el dominicano padre Lacordaire, Cesare Balbo, Manzoni, Tommaseo, Rosmini, Lord Acton, el padre Rómolo Murri, el padre Sturzo y Alcide De Gasperi. Creo que en la historia de la Ciudad del hombre no puede haber libertad al margen del cristianismo y que el cristianismo vive en la libertad. No pertenezco a Comunión y Liberación, aunque llevo muchos años unido a vosotros con los lazos de la amistad cristiana. Soy un cristiano cualquiera y un demócrata. Por ello, me adhiero plenamente, en el espíritu y en la letra, al comunicado sobre La Europa peligrosa difundido por la oficina de prensa de CL el 13 octubre 2004. Encuentro en él un gran consuelo, mientras me preocupa mucho la debilidad o falta de reacción del mundo católico italiano, eclesiástico y laico, ante lo que pasó en el Parlamento Europeo con respeto a un político católico, con la facciosa connivencia de diputados europeos católicos pertenecientes a una distinta coalición política nacional. Me alegro, sin embargo, de la convergencia de muchos italianos de inspiración laica sobre temas como la libertad y el primado de la conciencia. Con amistad.
Francesco Cossiga. Roma, 16 de noviembre de 2004