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Huellas N.9, Octubre 2004

FRUTOS DEL ÚNICO CARISMA Vocación y destino de la vida

Studium Christi. Hijos, no discípulos

a cargo de Alberto Savorana

En 1992 un grupo de sacerdotes de Milán empezó a reunirse periódicamente con don Giussani para ayudarse a vivir la vocación a la santidad propia del Bautismo. Así surgió el deseo de una regla que implicara una vida común en casas, el silencio, compartir juntos las necesidades, la puntualidad. Conversación con don Giorgio Pontiggia

A comienzos de los años 90 algunos sacerdotes de Milán miembros de la Fraternidad de CL quisieron ayudarse a vivir la vocación a la santidad propia del Bautismo y, de manera particular, su llamada al sacerdocio diocesano. Don Giorgio Pontiggia relata cómo empezó lo que actualmente es el Studium Christi.
Era 1992. En aquella época los sacerdotes de CL se reunían periódicamente con don Giussani pero, por una serie de circunstancias, durante una temporada se suspendieron estos encuentros. Al constatar que cuando dejó de participar don Giussani habíamos dejado de vernos, algunos amigos reparamos en lo equívoco de nuestra actitud: no quedábamos para ayudarnos a vivir. Decidimos vernos unos cuantos y, cuando fue posible, invitamos a Giussani. Recuerdo que nos hizo tres observaciones: «Sois muchos, pero no incidís; no incidís porque no estáis unidos; no estáis unidos porque no seguís una regla». Fue un auténtico reto.

¿Cómo recogiste el guante?
Empezando una regla en abstracto. Cuanto intentamos comentárselo, no nos dejó siquiera acabar: «La regla es el movimiento; lo cual no significa en primer lugar “hacer cosas” para el movimiento, sino participar en mi experiencia». E imitar: «Por ejemplo, rezar el Breviario o el Angelus como lo rezo yo, como lo enseño a todos; comprender lo que digo a todos de que Veni Sancte Spiritus, veni per Mariam representa la síntesis de todo...». Nos sorprendió la idea de “imitar”.
La regla de los Memores Domini podía ayudarnos y la adoptamos hasta el punto de pensar en crear una “casa”, la primera del Studium Christi en Milán. Don Giussani comentó que era justo porque «si un valor no se encarna en una experiencia concreta no se profundiza». Lo propuse a unos treinta sacerdotes amigos y diez aceptaron. Durante tres años, de 1992 a 1994, cada 15 días nos veíamos con don Giussani. Su fidelidad expresaba el reconocimiento de que el Señor estaba suscitando algo nuevo.

¿Por qué elegisteis este nombre?
Queríamos seguir la intuición que animó a Giussani en sus años de seminario, junto con Enrico Manfredini, que fue luego obispo de Bolonia. Como manifiesto de nuestros grupos elegimos una frase que Juan Pablo II dirigió a los sacerdotes de CL en Castelgandolfo en 1985: «¡Renovad continuamente el descubrimiento del carisma que os ha fascinado y él os llevará más poderosamente a haceros servidores de esa única potestad que es Cristo Señor!».

En el panorama actual de la vida de la Iglesia, ¿qué novedad representa un grupo de curas como el vuestro?
Lo sugirió Giussani cuando, durante un encuentro, aludió a una “revolución” que esta semilla podía introducir en la vida de la Iglesia: la unidad entre sacerdotes no deriva de la tarea que se desempeña, sino de la experiencia humana que el carisma renueva, influyendo también sobre el modo de vivir el ministerio. Habló de la casa del Studium Christi como “morada” y de la parroquia como “misión”.

¿En qué aspectos de la regla incidís más?
En primer lugar, el silencio. Giussani nos ha repetido a menudo: «Que unos sacerdotes hagan silencio –personalmente y juntos– supone ya una revolución de la conciencia». En segundo lugar, compartir toda la vida «hasta la muerte», es decir, vivir una caridad recíproca para toda la vida. En tercer lugar, la puntualidad «como expresión de nuestro estar personalmente ante el Misterio, cuya conciencia ahonda con el silencio y que la caridad manifiesta». Sintéticamente, nuestra regla es seguir el movimiento: vivir la tarea que la Iglesia nos confía conforme al carisma mediante el cual Cristo nos ha alcanzado.

¿Cómo reaccionan parroquias y obispos ante esta comunidad de sacerdotes diocesanos?
Recuerdo un feligrés que me decía: «Cuando don... vuelve del encuentro del Studium se le ve contento, renovado». Esta simple observación hace entender que la contraposición entre carisma y tarea en este caso no existe. La experiencia de CL nos pone en condiciones de vivir mejor nuestro ministerio eclesial.
Un obispo que estuvo presente en la toma de posesión de uno de nuestros sacerdotes de su nueva parroquia, en un pueblo perdido y aislado, me dijo: «No creía que fuera tan desolada. Me conforta ver la amistad que tenéis entre vosotros». Cuando don Giussani lo supo, nos obligó a fijar un calendario para que ese sacerdote nunca estuviera solo. Al poco tiempo, me reprendió porque ¡no le había asignado a él un día para que fuera a verle!

Sacerdotes del Studium Christi viven en el extranjero, en la estepa de Kazajstán y en las metrópolis de EEUU. ¿Qué importancia tiene la misión en vuestra experiencia sacerdotal?
Todos los sacerdotes del Studium Christi han dado su disponibilidad para la misión. Así nacieron “casas” en Kasajstaán, Argentina, Paraguay, Venezuela, Perú, Puerto Rico, EEUU y otros países, todas en relación con el Studium Christi de Milán. Actualmente, en todo el mundo, son alrededor de 250. Monseñor Vecerrica, creado recientemente obispo, sigue participando en el Studium Christi de la región de Marche.

¿Cuál es vuestro vínculo con la Fraternidad de CL?
No somos una “superfraternidad clerical”. Somos simplemente un grupo de la única Fraternidad de CL. Con plena responsabilidad personal cada uno de nosotros vive la función que la Iglesia nos confía mediante su inmanencia al carisma que genera una única Fraternidad. Lamentablemente, hoy se reduce la figura del cura a mera función.

Giussani ha contestado siempre a quien le preguntaba qué era lo esencial para un cura de CL: «Que sea un hombre». ¿Qué significa para ti?
Subraya cómo seguir el movimiento: no para desempeñar un rol, aunque sea el de sacerdote, sino para que el yo viva. Sólo si la fe es la respuesta a tu humanidad puedes vivir verdaderamente el ministerio sacerdotal.

Una encuesta realizada con ocasión del Día del Seminario asegura que en diez años muchas parroquias se quedarán sin sacerdotes, y señala que los laicos por fin tendrán la oportunidad de asumir su papel en las parroquias. El cura, por tanto, no sería tan esencial...
El sacerdote es insustituible, pues asegura los sacramentos, fuente y paradigma de la vida cristiana. Sin sacerdotes no habría Iglesia. La tragedia es la pérdida de la vida cristiana que lleva a juicios como el que citas, con la consecuencia de una “clericalización” de los laicos en lugar de renovar la común experiencia de Cristo. Un laico clerical es peor que un cura clerical.
Todo nuestro empeño en el Studium Christi es sostener la experiencia cristiana y no vaciarla reduciendo nuestra vocación a un rol. El tema de nuestros encuentros es la experiencia de la fe, no los problemas pastorales, aunque los compartamos. Correríamos el riesgo de convertirnos en una “pseudo curia” absolutamente inútil, mientras lo que nos apremia es el amor a Cristo, salvador de nuestra humanidad y de todos los hombres.