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Huellas N.9, Octubre 2004

EDUCACIÓN Introducción en la realidad total

3 Educar en una capacidad crítica. Siempre en lucha contra los malos maestros

a cargo de Maurizio Crippa

El editorialista de La Stampa Pier Luigi Battista interviene sobre con el tercer factor de Educar es un riesgo: « Lo que más me impresiona de CL después de años es precisamente su voluntad de comprender cada vez más y de confrontarse abiertamente con todos»

«Vuestra forma de juzgar y de hacer cultura es libre y apasionada por la persona, conforme a esa “libertad crítica” que don Giussani enseñó desde el comienzo de sus clases». Toma prestada una categoría de Elémire Zolla que utiliza de forma paradójica, puesto que el famoso estudioso de culturas y religiones es uno de esos maestros que muy pocas citas han aportado a la historia del movimiento. Sin embargo, aprovechar el margen entre la intuición y lo que ya se sabe es propio de un periodista del calibre de Pier Luigi Battista, crítico agudo de la cultura dominante. Elémire Zolla señalaba dos profundas divisiones sociales y culturales. Existen las «civilizaciones del comentario» que se apoyan en una «verdad dogmática fuerte y compartida», tan inmutable que, de generación en generación, solo se puede repetir mecánicamente, o como mucho, comentarla, añadir alguna nota a pie de página. Por otro lado están las «civilizaciones de la crítica», para las cuales el dato adquirido es siempre provisional y merecedor de verificación. E investigar nuevos caminos hacia la verdad es la única regla aceptable.
Evidentemente, la «civilización de la crítica» sería la modernidad del pensamiento laico. Y, evidentemente, en los años 70, «en mi experiencia personal de joven estudiante de izquierda», Comunión y Liberación representaba la encarnación de la «civilización del comentario». «Un grupo dogmático –“integrista” se decía entonces– en el que estaba desterrada toda capacidad crítica. De este fuerte prejuicio nacía el rechazo violento de la imagen, y a veces no solo de la imagen, del enemigo». Es evidente que si hoy Pigi Battista ve las cosas de forma distinta es porque su recorrido le ha librado de esas ataduras ideológicas.

¿Qué ha supuesto para ti descubrir que en un movimiento como CL la “libertad crítica” no sólo existe, sino que es una característica esencial, un elemento constantemente subrayado?
Todo esto es fruto de un encuentro, incluso en sentido profesional, en el ámbito de mi oficio de periodista. Mientras las ideologías se venían abajo, fui conociendo una manera de juzgar la realidad y confrontarse con los demás que me resultó sumamente interesante. Aun siendo “no creyente”, podía compartir con ella muchas pasiones. En esos años leía Il Sabato: había en él una capacidad crítica, una libertad ante la cultura dominante, una curiosidad por descubrir que no hallaba en otro sitio, y mucho menos en la prensa. Es la misma libertad curiosa que mueve el Meeting de Rímini. Allí la vi y la descubrí en vivo. No era la “pasión crítica” propia de un grupo intelectual: había jóvenes y adultos que dialogaban con otros, se medían con políticos y artistas de manera no formal. Esto me impresionó sobremanera.

En Educar es un riesgo escribe Giussani: «La crítica es, ante todo, expresión de la genialidad humana que hay en nosotros, una genialidad dirigida toda ella a descubrir el ser, a descubrir lo que vale».
Creo que esta es una característica propia de la experiencia de CL. Cuando conocí a don Giussani, con motivo de una entrevista, más allá de sus palabras me impresionó su curiosidad humana y existencial. La historia de CL, a los ojos de los que no estén cegados por el prejuicio, llama la atención por esta capacidad de buscar y de encontrar maestros, amigos y compañeros de viaje.

Esta es la enseñanza de san Pablo: «Valorad todo y quedaos con lo bueno». Desde Leopardi a Pasolini, o personalidades como Testori, son muchos los “maestros” que han escandalizado a la cultura dominante...
Y toda esta libertad en un mundo, en cambio, bloqueado, donde cuesta trabajo encontrar la misma apertura. No es una experiencia común. Creo que el meollo, el método, está justamente en esta actitud: “estar en el mundo y no pertenecer al mundo”. Hacer cultura, juzgar, sin por ello sentirse como una fortaleza asediada.

Don Giussani insiste también en otra cuestión: «El fenómeno cultural comienza, para cualquiera, delante de una persona que se comunica a sí misma, es decir, que comunica su forma de relacionarse con toda la realidad». ¿Hoy en día, qué acogida encuentra una posición así?
En una situación como la actual es necesario saber que el encuentro crítico con el otro no es dejar a un lado la propia identidad. Pero hoy la identidad escasea.

Es también un problema de educación. En tu trabajo crítico a menudo has hostigado a los “malos maestros”.
Los malos maestros no son los únicos responsables. Se hallaban sumergidos en el sueño dogmático de su tiempo. Echarles la culpa sólo a ellos es como decir que los demás eran inocentes... En cualquier caso, hoy los malos maestros abundan más que entonces, y son los intelectuales que actúan con una constante intimidación ideológica: «Esto es correcto y esto no; es lícito pensar así o no lo es; esto lo puedes decir y esto en cambio no...». Es la cultura dominante, el “carrusel” intelectual que repite siempre las mismas abstracciones.

En resumen, volviendo a Zolla...
Los verdaderos dogmáticos son ellos, los que se consideran depositarios de una verdad que imponen, que los demás sólo pueden acatar y repetir. Son las personas, o los grupos de poder, que hacen un uso sistemático de la intimidación: si no piensas como ellos, no tienes derecho a hablar. Es exactamente lo contrario de una educación crítica. Lo que más me impresiona de CL, después de años, es precisamente su voluntad de comprender cada vez más y de confrontarse abiertamente con todos.