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Huellas N.9, Octubre 2004

ENCUENTROS

Una experiencia atrayente en la universidad

Juan de Dios Vial Correa

Durante quince años fue Rector de la Universidad Católica de Santiago de Chile donde conoció a don Francesco Ricci. Con él visitó el Meeting de Rímini. Hoy es presidente de la Pontificia Academia para la Vida

Mi relación con CL se inició mientras yo desempeñaba un cargo directivo en mi Universidad. El primer contacto fue una visita del P. Ricci, cuya personalidad me impresionó profundamente y de quien guardo como recuerdo un libro del cardenal De Lubac que me obsequió, La posteridad espiritual de Joaquín de Fiore, obra que me sirvió mucho para entender las inquietudes que atravesaban a la Iglesia en América Latina.
Posteriormente, el contacto con algunos amigos de la Universidad que conocían el movimiento o que en diversas formas participaban de él me fue mostrando una comunidad cuya personalidad espiritual era profundamente atrayente. Con ocasión de un viaje a Italia, estuve varios días en el Meeting de Rímini. El vigor juvenil de esa obra y la manera en que era ejecutada me hicieron desear vivamente que algo en líneas similares pudiera darse entre nosotros, en Chile.
En primer lugar me llamó la atención la integración de una fe profunda, vivida en la Iglesia y en ejemplar fidelidad a ella, con el carácter diversificado y exigente de una búsqueda cultural en nuestro siglo. Se sentía que la presencia de Cristo en la vida de la humanidad era una realidad.
Más fuerte se hacía aún esa impresión al ver la dedicación y entrega con que centenares de jóvenes atendían el trabajo del Meeting. La precisión en la organización, la finura y pulcritud en los detalles, eran la expresión de un espíritu entregado en la comunidad al servicio de la Iglesia y de todos sus hermanos.
Después de aquellas primeras experiencias, he vivido su confirmación muchas veces.
Me llama la atención la voluntad comunitaria de entender la realidad a la luz de Cristo, a la luz de la novedad del Evangelio. Eso lleva a buscar caminos y enfoques siempre nuevos, a no dejarse envolver en los hilos de las explicaciones habituales y rutinarias con las que la época teje su red de formulaciones mentirosas. La presencia de Cristo es una experiencia nueva y renovadora, y el contacto con la juventud de CL lo recuerda siempre, y estimula a uno que ya no es joven a buscar esa viviente comunicación con el origen.
Aunque no pertenezca ya a CL, su presencia es una compañía y un testimonio. Su fidelidad a la fe, su esfuerzo por redescubrir lo nuevo y lo genuino en el mundo, su presencia discreta y alegre, aportan una fuerza nueva a nuestros ambientes universitarios. Nos están removiendo y diciendo: «Se puede, y se puede de otro modo, de un modo mejor».