Con gran inquietud sigo los dramáticos acontecimientos de los cristianos que en diversas partes del mundo son perseguidos y asesinados por su creencia religiosa. Siento la necesidad de expresar mi profunda cercanía espiritual a las comunidades cristianas duramente golpeadas por una violencia absurda que no da señales de detenerse, y aliento a los pastores y a todos los fieles a ser fuertes y firmes en la esperanza. Una vez más dirijo un sentido llamamiento a quienes tienen responsabilidades políticas a nivel local e internacional, así como a todas las personas de buena voluntad, a fin de que se realice una amplia movilización de conciencias en favor de los cristianos perseguidos. Ellos tienen el derecho de volver a tener seguridad y serenidad en sus países, profesando libremente nuestra fe. Y ahora por todos los cristianos, perseguidos por ser cristianos, os invito a rezar el Padrenuestro.
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