Te llega a conmover
Querido Giussani: Soy psicopedagoga, trabajo en un colegio y he iniciado este año un programa de radio llamado “Buenos Días Familia”, un espacio que tiene como objetivo revalorizar a la familia como centro vivo de la sociedad. Participo en el movimiento de CL en el Perú desde hace 2 años. El pasado sábado 7 de agosto presentamos el libro Por qué la Iglesia en la ciudad de Chosica, a 37 Km. de Lima. Aquí vivo con un hermano y mi padre, quien está distanciado de mi madre desde hace 10 años; ella vive con la otra parte de mi familia en una provincia del interior. Esta separación ocasionó dolor entre mis hermanos, por lo que han sido 10 años en que cada uno intentamos reunir a la familia. Este y otros hechos terminaron por convertirme hasta hace poco en una persona escéptica, que creía que con cambiar la sociedad a través de un partido político y con la escala de valores que se nos enseña era suficiente, porque pensar en el cristianismo era una utopía, como decía uno de mis profesores en la universidad. Mi familia representa la situación de miles de familias fraccionadas por una serie de hechos, afectadas por los años de violencia social e inestabilidad económica y política de los últimos años, que al no poder afrontarlas nos avasallan y quiebran cuando no tenemos en cuenta la Presencia de aquel que nos da la vida. Estos hechos nos hicieron creer que la vida no tiene sentido, y así uno comienza a afrontar solo los días para sobrevivir, pero ¿cómo lo hacemos? Los psicólogos lo explican con la palabra Resilencia, ¿pero es solo eso? Hace mas de dos años conocí Comunión y Liberación a través de Irene, responsable de CL en Chosica, quien me invitaba a las Escuelas de comunidad. Yo, escéptica por aquél entonces, buscaba siempre excusas para evitar asistir, pero te llega a conmover esa compañía y disponibilidad para compartir contigo tus circunstancias y esa preocupación por tu destino; y luego conocer a los amigos Memores Domini como Andrés, Gian Batista, Conrado Peluso, Clara Caselli, al padre Giovanni Paccosi, a la Fraternidad, los jóvenes trabajadores, cada uno ofreciendo y poniéndole corazón a cada gesto que realizan en sus vidas diarias. Y descubro con asombro esa dulce Presencia que lo invade todo, que lo transforma todo, y que el cristianismo no era una utopía sino una realidad. De pronto comienzo a tener otra mirada, ya no tengo miedo, ni tristezas, aprendo a ofrecer, a disfrutar el instante y entiendo pronto que he sido favorecida por el acontecimiento de un encuentro con Aquél que me hace y me rehace. Porque la Iglesia significa para mí estar viva y ser protagonista de la Construcción y Reconstrucción de una historia que se ha iniciado conmigo, con mi familia, mis amigos, con mi trabajo y mi país. Gracias, don Giussani, por comenzar esta hermosa aventura hace 50 años y seguir educándonos en la certeza de que podemos empezar de nuevo a cada instante.
Eva Luz Dávalos, Comunidad Chosica (Perú)
Fuerte y débil a la vez
Ayer volví del campamento de Peguerinos, y la verdad es que no sé cómo explicártelo todo sin aburrirte ni tirarme toda la mañana escribiendo: tampoco es que tenga palabras para ello. Resumiendo deprisa y corriendo, lo que mejor he aprendido, estando unos cuantos bachilleres juntos, es que nuestra amistad es fuerte y débil a la vez. Teniendo que trabajar tanto y el cansancio acumulado, que se hace notar, surgen piques y enfados entre nosotros, pero sin saber muy bien por qué, soy capaz de darme cuenta de que, a pesar del enfado y en el mismo momento del enfado, nos une algo más grande: la debilidad la pone el hombre y la fuerza Dios; por eso no se puede dar una amistad verdadera sin que el Señor esté entre nosotros. El penúltimo día no me tenía en pie y quería volver a casa, no porque lo estuviera pasando mal sino para poder dormir más de seis horas seguidas; y en ciertos momentos ya todo me daba igual; pero ayer, cuando se empezó a ir la gente, no me quería ir. No me habría importado seguir arrastrándome por el campamento con tal de seguir arrastrándome con todos mis amigos conmigo. Las niñas que terminaban su último año lloraban de pena y, hablando con Paloma de Cáceres, no pude más que dar gracias, porque ella hasta dentro de un año no les va a volver a ver pero yo dentro de diez días estaré otra vez con ellos. Menos mal que no sólo tengo unos maravillosos amigos, sino que se me da la oportunidad de verles y de vivir una experiencia verdadera con ellos.
Lucía, Madrid (España)
¡Nosotros también estamos necesitados!
Mi deseo es poder compartir la gratitud que siento por la ayuda recibida al leer el número de febrero de Huellas, mientras veraneaba en las Islas Vírgenes Británicas del Caribe. Específicamente se trata de la reflexión de Chesterton publicada en la página 44: «Existe una cosa ordinariamente llamada caridad, que significa caridad para el pobre que lo merece; pero la caridad hacia el que lo merece no es caridad, sino justicia. Son los que no lo merecen, los que necesitan caridad». Hoy puedo expresar abiertamente que soy testigo de este juicio. Soy hija de una mujer que enviudó cuando apenas tenía 26 años. Con sólo cinco años de edad deseaba tener un padre en la tierra porque el otro se me había ido al cielo. Mi madre se volvió a casar cuando yo tenía ocho años. Fui acogida por aquel hombre al que muy pronto llamé papá. Él me dio su apellido y todo el apoyo tan necesario de la figura paterna. En ese momento yo pude percibir que él sentía una gran alegría por la nueva y única hija que tenía (al cabo de unos años, mi madre pudo dar a luz otra hija). Ahora soy madre. Estoy casada desde hace 14 años y nuestra primera hija nació hace diez años. Luego llegó nuestro segundo hijo, un niño que nació también del deseo, pero no de “un proyecto”: al encontrarnos con Jesucristo presente en la comunidad nació un fuerte deseo de justicia en nuestro corazón; fue un pequeño «Fiat» (como el “sí” de María con la gran fuerza de un Dios todopoderoso) que nos hizo saltar desde Puerto Rico a un orfanato de Rusia. Al darnos cuenta de que como pareja y como familia caminábamos juntos hacia el Destino, pensamos que otros niños también tienen necesidad de una familia que les acoja y les cuide, de una madre y un padre que les transmitan cuál es el sentido de su vida. Nuestra hija entonces sólo tenía seis años. El deseo de justicia se hizo más fuerte en nosotros cuando vimos por primera vez la carita de nuestro hijo, el primer niño que nos enseñaron en un orfanato ruso que quedaba a cinco horas del pueblo donde nos hospedábamos. De hecho, de camino en automóvil a toda velocidad por los montes Urales, mi esposo me comentó: «¿Sabes?, estoy pensando que de esta misma manera el Padre también nos busca a nosotros, al fin del mundo» (pues ir de una isla del Caribe al Polo Norte Oriental es casi como ir al fin del mundo). Es como el Padre, que conoce que estamos necesitados de su justicia porque estamos extraviados y desamparados, y en nuestro caso de su caridad porque no merecemos su amor. Todos estamos necesitados. Cuando leí el extracto de la intervención de Giancarlo Cesana en un encuentro de Familias para la Acogida (acogimiento: acoger sin poseer) en la página 45 de la misma revista, me identifiqué enormemente con la expresión “¡nosotros también estamos necesitados!”. Este es el punto que iluminó el sentido de la realidad que estamos viviendo. Dios nos ha confiado dos criaturas suyas, tanto a nuestra hija biológica como a nuestro hijo adoptivo, y los hemos acogido para recorrer juntos el camino hacia el Destino. Estamos descubriendo que nuestros hijos no son una posesión, sino que ellos moldean cada vez más el rostro del Misterio en nuestra vida. Día tras día nos recuerdan que existe Dios y que toma la iniciativa hacia nosotros en la vida diaria. Este es el regalo más glorioso que nuestros hijos nos otorgan.
Melissa, San Juan (Puerto Rico)
Con sor Chiara
Querido Gius: Este año en los Ejercicios de la Fraternidad estuvo entre nosotros sor Chiara Piccinini. Fue un gran esfuerzo para ella venir desde el Monasterio de Humocaro hasta Caracas para pasar el fin de semana a nuestro lado, pero ha valido la pena porque ha sido un momento excepcional. Quería compartir contigo cómo estos ejercicios me han impresionado de manera especial, sea por su contenido con las impactantes lecciones de Carrón, sea por los días de convivencia junto a los amigos de la Fraternidad y de manera especial este año con la presencia de Chiara. Resulta cada vez más evidente para mí la importancia y la necesidad de una presencia, de la “sobreabundancia de Su Presencia”, que se concrete en una forma de vida que me ayude en mi camino. Yo estoy felizmente casado y con tres hijas, pero viendo el testimonio de Chiara, les decía a los de mi grupo de Fraternidad que, si yo fuese mujer y más joven, al verla a ella y conocer su manera de vivir probablemente hubiese querido seguirla; porque cuando encuentras una persona así de fascinante quiere estar más con ella y hacer poco a poco también tuyas sus certezas y razones para vivir. Viendo también a otros de la comunidad, es impresionante comprobar cómo lo que despierta y ayuda a la persona en su vocación es estar delante de una forma de vida así, de una persona así. Incluso en mi matrimonio, en mi trabajo y como padre deseo vivir como esta hermana de clausura, porque su conciencia de la realidad es mucho mayor que la mía. Su relación con las personas de la comunidad monástica en la que vive es para mí un signo claro de esperanza y de que la felicidad existe y es posible también para mí. Venezuela vive momentos difíciles a nivel económico y social. Aquí reina la violencia, la desesperanza y el nihilismo o radicalismo ideológico, pero gracias a esta compañía que hemos encontrado es posible vivir estas circunstancias positivamente. Partiendo de lo que está, de lo que hemos encontrado, es posible colaborar en la reconstrucción de un país, es posible sanar tantas heridas y favorecer un encuentro con la gente que permita construir y reconstruir. Cristo es el punto de partida para que pueda existir una unidad en la persona y en un pueblo. Quiero darte las gracias a ti y a Enzo, porque gracias a Uds. Chiara ha podido encontrar su vocación y, de esta forma, ha sido posible para mí y para todos los amigos de Venezuela que hoy en día, luego de todos estos años, tengamos signos vivos que son para nosotros la posibilidad de ser felices, de encontrar nuestra vocación y de poder vivir cada circunstancia de manera positiva.
Alejandro Marius, Caracas (Venezuela)
La belleza de lo esencial
Estimado don Giussani: Hace poco más de un año viajé a Santiago de Chile como representante de Buena Voluntad de Rotary International. Al llegar a Santiago, estaba muy emocionada porque regresaba al país que había contribuido tanto a mi carrera como también a mi vida personal. Al mismo tiempo sentía un dolor profundo porque, justo antes de mi partida, había recibido malas noticias: el mejor amigo de mi abuelo, el Sr. Parks, quien había querido a mi hermano y a mí como a sus propios nietos, había enfermado gravemente. El Sr. Parks había estado a mi lado en cada evento importante de mi vida, incluyendo las noches en que se habían muerto mis propios abuelos, y allí estaba yo en otro continente mientras él estaba gravemente enfermo. Al llegar a Santiago estaba tan preocupada por el Sr. Parks, mi “abuelo”, que no podía concentrarme en lo que tenía que hacer. Además, durante la primera semana en Chile recibí la noticia de la muerte de dos personas muy queridas: un profesor y mi tía abuela. Tenía mucho miedo de perder también a mi otro “abuelo”. Con todo lo que me había pasado ya no tenía interés en estudiar, pero fui a la Universidad Católica para matricularme en clases porque mis estudios eran parte de mi papel como representante de Rotary. Cuando entré en la oficina de registro, me preguntaba por qué había sido tan tonta partiendo a Chile en ese momento, y empecé a cuestionar el porqué de estar allí. Al salir de la oficina, sin saber cómo, llegó la respuesta: vi la oficina de la Pastoral Universitaria. No sé exactamente por qué toqué la puerta, pero lo hice, y así conocí el movimiento, ya que al otro lado de la puerta estaba el Padre Antonio. Ese día el P. Antonio me invitó a mi primera Escuela de comunidad y me introdujo en la belleza de CL. Nunca en mi vida he conocido un grupo de personas con un sentido de comunidad tan profundo. Realmente viven para el otro y trabajan juntos para iluminar el mundo con el amor de Cristo. Comparten esa luz con todos, desde los más humildes hasta la gente más privilegiada. No excluyen a nadie; ni me excluyeron a mí, una extranjera, sino que me invitaron como a tantos otros a participar en la linda experiencia de CL. Los momentos que pasé con ellos siempre van a estar conmigo. Nunca voy a olvidar las misas, ni voy a perder la imagen de las caras sonrientes de los niños del campamento, con quienes mis amigos de CL cantaban y jugaban los domingos. Nunca voy a olvidar la tarde del Via Crucis cuando en un momento dado vimos la oscuridad cubriendo la ciudad de Santiago. Nunca voy a olvidar mis clases con el P. Antonio y con Giuliana, ni voy a olvidar los retiros o las vacaciones en la nieve. Siempre voy a recordar la belleza de la vida que ellos compartieron conmigo y voy a guardarlos en mi corazón a dondequiera que vaya. Gracias don Giussani y a todos Uds. en Chile por ayudarme a recordar lo que es esencial en la vida. Gracias por mostrarme el verdadero camino. Espero que pueda dar al mundo lo que Uds. me han dado a mí.
Ellen, Memphis (TN, EEUU)
Fragilidad salvada
Durante mis años universitarios estuve haciendo caritativa en diferentes sitios y en todos ellos vi crecer mi humanidad. Al acabar la universidad dejé de hacerla y, aunque lo planteé con mis amigos, por diversas razones nunca dimos el paso de hacerla juntos. Al cabo de unos años tuve la sensación de no respirar más, dije basta y volví a hacer caritativa. El grupo de Bocatas vino a Vallecas hace dos años. Había oído hablar de ellos y me había planteado ir a los túneles de Azca donde entregaban comida a los transeúntes, pero sólo cuando fui consciente de que lo necesitaba de verdad me decidí. En este tiempo he visto cómo mi humanidad ha vuelto a resurgir de una forma que ni siquiera había imaginado.
He repartido un bocata, un café a la persona que vive en la calle y huele fatal y al que se baja de un coche lujoso; ambos iban a por droga. Hablando con ellos, te das cuenta de que están ahí por problemas de trabajo, de familia, por probar nuevas experiencias o por ocultar un gran vacío en la vida. Desde mi casa se puede ir andando hasta la zona de las Barranquillas; se tardaría una hora. Miro mi vida y veo que también está llena de dificultad, como la de todo el mundo; sin embargo, me sostiene la conciencia de “a quién” pertenezco, y una compañía hecha de amigos y familiares. Cada viernes, cuando acudo a la caritativa, el Señor me rescata a través de mis amigos y también a través de estos hombres drogadictos. Está claro que quiero que siga creciendo esa humanidad que me hace abrazar de forma diferente a mi persona, a los demás y a la circunstancia que me toca vivir. La caritativa no consiste en ir a salvar a alguien; si piensas eso, quédate en tu casa porque ya vino Cristo a salvar el mundo. La caritativa es para uno mismo, para dejarse construir por el Señor en un lugar donde más experimentas tu fragilidad y debilidad y ves cómo sólo Él la transforma cuando le dices: «Sí».
Ana Cristina, Villa de Vallecas, Madrid (España)
El sí de Cristian
Cuando leí la carta de Cristian en Huellas de junio, pensé: su “sí” me alcanza muy de cerca, me toca. Enseguida le envié un mail comunicándoselo, pero seguía reflexionando, de tal manera que decidí organizar una comida con algunos amigos mutuos. Ayer estuvimos juntos en mi casa. Cuando terminamos de comer pedimos a Cristian que nos leyera su carta y reflexionamos un poco sobre el texto. Abrahán y Moisés manifestaron su sí a Dios; María también, así como los santos, don Gius y muchas personas hoy en día. Decir sí a Dios es asumir la vida con todo el peso de su realidad y con una conciencia abierta, disponible. Juan nos comentó: «Yo sufría porque mi esposa me dejó, y mucho tiempo tuve que suplicar y suplicarle entonces»; vimos que suplicar no era malo, sino saber a quién y por qué suplicamos y ahí en la circunstancia misma damos nuestro sí. Dar el sí de la vocación para toda la vida es lo más grande que pueda ocurrirle a uno, como le pasa a Cristian; es lo más conmovedor y milagroso, y por ello es algo que cuando lo vemos nos arrastra, nos lleva a mirarlo y admirarlo no con emoción, pues la emoción se esfuma en un momento, sino con una reflexión continua. Por eso, durante el encuentro y convivio, también vimos que el sí de alguno de nosotros es como el eslabón de una cadena o la señal necesaria para continuar el camino. Este sí que puede y debe alcanzarnos de uno a otro siempre.
Otilia, Ciudad de México
Imprescindible
Acabamos de regresar de la peregrinación a Santiago de Compostela. Han sido unos días llenos de la gracia de Dios en los que han peregrinado niños desde tres meses, sus padres y sus abuelos. Si hubiera ido a Galicia a descansar unos días seguro que habría regresado con más tripa, menos dinero y el corazón más vacío. No nos conformamos con que descanse el cuerpo sino que necesitamos que nuestra vida esté llena de significado en cada instante. «Camina el hombre cuando sabe a dónde ir», cantamos. La vida sin significado es absurda. Pero caminar solo se hace muy duro, casi imposible. Eso lo he experimentado, incluso físicamente, en la peregrinación del primer día. Si no fuera por los amigos que me acompañaban, por mí mismo no hubiese resistido y me hubiese detenido. El hecho de entretenernos muchos cogiendo moras durante la peregrinación fue algo más que simbólico acerca de cómo nos podemos distraer del destino. Otro tanto sucedía cuando uno hablaba por el móvil sin necesidad. De todo hemos aprendido sobre el camino de la vida. Hemos ido a Santiago porque necesitábamos conversión, para que nuestra vida se cumpla plenamente. El Señor se nos ha manifestado misericordiosamente en estos días a través de mil gestos y testimonios. Pero no me conformo con un encuentro a modo de flash fotográfico. Uno necesita renovar diariamente el encuentro que nos ha hecho felices y ha sacudido nuestra vida. Para el camino de la vida la compañía es imprescindible. Por eso hemos invitado a todos los que nos han acompañado a renovar cotidianamente el camino a través del chiringuito de las fiestas de Vallecas y de la Escuela de comunidad.
José, Vallecas, Madrid (España)
Ir al coro
Ayer recibí un sms de Zaida, la actual directora del coro de Tenerife. En él me comunicaba que comenzarían otra vez los ensayos, después de las vacaciones. Lo primero que se me pasó por la cabeza fue: «¡Qué ganas tengo de volver a reunirnos para cantar!». En casa me pregunté por el sentido que tiene cantar. Después de diez años en CL, tendría que saberlo. Pero, ¡parece mentira!, necesitaba recordar el significado otra vez. Puse en la minicadena el Adagio de Albinoni, ¡magnífico! Al igual que el día anterior, cuando escuchaba la Orquesta Sinfónica de Tenerife en las fiestas del pueblo, me di cuenta de que me faltaba una voz humana. ¿Por qué? Pensé dónde estaría el dichoso cancionero, que siempre lo pierdo. Pero, escuchando el Aleluya, de El Mesías de Haendel, lo encontré. Volví entonces a releer las notas que aparecen en el cancionero, en las primeras hojas. «No existe un servicio a la comunidad comparable al canto; cuando empieza el movimiento, aunque sea pequeño, empieza el canto».
Alfredo, Tenerife (España)
Encontrar al Presidente
El viernes 25 de junio fuimos en familia a Andacollo a visitar a la Virgen en agradecimiento por la recuperación de nuestro hijo. Llegamos y nos sorprendió ver a todo el pueblo caminando hacia uno de los cerros: párvulos, escolares, ancianos, familias. ¿Por qué? Venía el Presidente a inaugurar un observatorio (Collowara: estrella de Andacollo) y el pueblo quería expresar su agradecimiento de que la autoridad se hiciera presente. Y fuimos a la ceremonia. Escuchamos el discurso, que me llamó la atención por su razonabilidad, pues trató de tener en cuenta la mayor cantidad de factores en su reflexión. En su intervención enfatizó lo importante que es este pueblo en la historia por su religión y minería: «Siempre ha mirado al suelo y ahora tienen la posibilidad de mirar a las estrellas», comentó. Y parece que este tema le apasiona de verdad al Presidente. Contó a los andacollinos qué significa ver las estrellas y el concepto de años luz tratando de comunicar su pasión. Les relató cómo había seguido la investigación de los científicos acerca del tema, cómo han invertido energía y dinero en conocer el origen del Universo, el Big Bang, etc... Pero, hay algo misterioso, las razones últimas del por qué sucedió: es el punto donde la ciencia y la fe se vuelven a encontrar. Al final me acerqué y le entregué nuestra revista Huellas y el boletín preparado por los universitarios, Ícaro, con el fin de mostrarle que la experiencia de la fe cristiana afirma el sentido positivo de la realidad y también de las estrellas. Como dijo el Presidente: «El ser humano siempre ha mirado al cielo y ha querido saber qué hay más allá». Así el hombre verdadero busca hasta el fondo este significado. Y este significado ha salido a nuestro encuentro y nos acompaña a través de una amistad.
Cristina, (Chile)
200 en el Meeting
Todo empezó hace dos años en una conversación con Carmina y Gale. Queríamos implicarnos en el Meeting de Rímini. Tras la primera tentativa que fracasó, este invierno lo volvimos a afrontar: montar un restaurante español en el Meeting partiendo de un pequeño capital personal de siete amigos y muchas ganas por construir. Ya desde el principio me sorprendió que una iniciativa así pudiera suscitar la adhesión de tantas personas. A medida que íbamos organizando juntos el restaurante, me daba cuenta de que llamaba la atención no tanto el trabajo en sí, sino la unión que se iba fraguando entre nosotros. Si los meses anteriores al Meeting ya generaron certeza y agradecimiento, el espectáculo del trabajo en Rímini me volvió a sorprender. Hay una cosa que he aprendido y por la que, por sí misma, merece la pena todo el tiempo dedicado a esta iniciativa. He descubierto de nuevo que pertenezco a un pueblo que me hace respirar por encima de todas mis miserias y límites. Personas que me reclaman a no concebirme solo, a no tirar del carro únicamente con mis fuerzas. Personas que con su modo de trabajar, de implicarse en la tarea concreta, me hacen ver que tenemos una tarea en este mundo, unas obligaciones y unos deseos… que deben ser afrontados desde la conciencia de pertenencia. Pertenencia al lugar donde se manifiesta Cristo: el único que nos da la tranquilidad y la confianza que todo el mundo desea. Los ejemplos se han multiplicado. Ver el curro de siete horas fregando cacharros traspasado por la alegría sólo tiene dos posibles explicaciones: o somos bobos o existe una profunda razón de ser para ello. Resulta provocador ver trabajar a chicos de 17 ó 18 años cuya disponibilidad y deseo de servir a los primeros a los que impresionan es a sus padres. O escuchar de un conocido empresario que estuvo en el Meeting palabras de sorpresa agradecida por los días pasados con nosotros, o los testimonios de vida vigorosa y atrayente de Emilia Smurro, Julián Carrón y Carras. Y, por qué no decirlo, trabajar codo con codo con Gale, Sefo, Armando, Manolo, Juan y Raúl, aprendiendo a juzgar las razones y los motivos, labor que afrontada así, aún siendo muy cansada, ha sido una gozada. Es evidente que todos estos hechos son posibles porque estas personas han puesto en juego su libertad ante una propuesta. Y yo, al verlos a ellos, también he aprendido a actuar así, porque sin este quehacer, sin este ejercicio de la libertad, todo hubiera quedado en nada, en mero voluntarismo. Hemos constatado que la promesa del ciento por uno es una realidad. Quiero dar las gracias primero a los más cercanos, por ser compañía tangible que te sostiene, y también a todas las personas que han colaborado.
Jorge, Madrid (España)
¿Alguna vez has oído algo hermoso?
¿Alguna vez has oído
cómo se desenreda el paso suave
y a la vez violento de una sinfonía,
o tal vez de una fantasía, o tal vez...?
¿Alguna vez?
Comienzan solitarios algunos instrumentos
con una fuerza que no parece entrar
en sus pequeños cuerpos,
cuerpos de madera o metal,
frágiles como copos de nieve al sol intenso.
Y de pronto, casi sin avisar,
irrumpe violento el violín
y a veces el chelo.
Tú escuchas y te preguntas
si llegarán a algún acuerdo,
esos señores tan distintos,
capitanes de ejércitos esbeltos.
Pero no ha habido discusión,
tampoco batalla, parece que fueran
un solo instrumento.
Y así, poco a poco se van añadiendo
los sonidos más diversos,
de marcha, de viento o sereno.
Unos llegan veloces y otros un tanto más lentos.
¿Qué es esto tan bello?,
gritan llorosos tus dedos.
Son tantos y son uno.
Al mar se dirigen sus pasos,
al horizonte, allá, a lo lejos.
¿Alguna vez has escuchado esto?
Yo sí, éramos muchos y éramos uno,
caminábamos con paso certero,
unos eran veloces y otros un tanto más lentos,
unos eran violín y otros eran el chelo.
Wadi Adames
Créditos / © Asociación Cultural Huellas, c/ Luis de Salazar, 9, local 4. 28002 Madrid. Tel.: 915231404 / © Fraternità di Comunione e Liberazione para los textos de Luigi Giussani y Julián Carrón