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Huellas N.7, Julio/Agosto 2004

CARTAS

Jerusalén, Caracas, Madrid...

a cargo de María Rosa de Cárdenas

El regalo de Óscar
Soy maestra de Educación Infantil; este curso he tenido una clase de niños de 5 años y en ella estaba Óscar, un niño autista. Cuando llegué al colegio y lo supe, lo primero que me vino a la cabeza fue el ejemplo que alguna vez he escuchado: el del niño autista que es incapaz de reconocer la mano que le da la manzana y por ello, a aquél que se la da. Inmediatamente caí en la cuenta de la necesidad de empezar a pedir no ser yo también autista, es decir, reconocer que Óscar se me daba y por tanto, reconocer Quién me lo daba, no sólo por el bien de su vida, sino por el bien de la mía en primer lugar. El primer trimestre fue duro: Óscar era incapaz de estar sentado, correteaba por la clase de esquina a esquina, se subía por las mesas, encendía y apagaba la luz constantemente, se descalzaba; a esto se le unía el que en la clase también había un grupito de niños especialmente “movidos” y alguno conflictivo. Pero ha sido un verdadero acontecimiento ver cómo poco a poco, con paciencia pedida y suplicada a Dios, la clase se convertía en un espectáculo cotidiano para mí. Espectáculo sólo posible por la gracia de ir al colegio esperando el regalo de Óscar que Otro me ofrecía; regalo que además me ha permitido mirar y querer al resto de los niños por lo que son y no por lo que son capaces de hacer; sin estar determinada por mi incapacidad, que muchas veces me superaba, por mi límite, que me hacía tratarlos mal en algunas ocasiones, por el cansancio físico cuando Óscar estaba imparable y era una lucha el sosegarle, etc. Incluso ver cómo el resto de los niños le acogían y le querían era algo conmovedor. Muchas veces mirándole se me hacía evidente el misterio de su persona: ¡qué niño! qué tendría en la cabeza, cómo puede existir una vida sin ser consciente de los deseos más bellos del corazón, ¿qué sentido tendría entonces? Y ha sido toda una sorpresa el ver respondidas estas preguntas durante este tiempo. Me he descubierto muchas veces tan autista como él ante la realidad. Os pongo sólo un ejemplo: a Óscar le da miedo ir solo al servicio y siempre que quiere agua tengo que acompañarle y entrar con él; cuando entramos va repitiendo todas las cosas que yo le digo y que le dan seguridad, pero las repite sin llegar a ser consciente de su significado: “venga Oski, no tengas miedo”, “estoy contigo”. Esto me ha recordado cuántas veces yo me veo diciendo: “Señor, tú estas conmigo, acompáñame en esta circunstancia”, frases repetidas un poco mecánicamente, dichas a una Presencia que paradójicamente percibimos semi-ausente y que no termina de vencer todos nuestros miedos, como le pasa a Óscar. Ahora que acaba el curso no puedo dejar de estar agradecida, se me hace más sencillo entender lo que don Gius nos dijo en los ejercicios de la fraternidad: «... que podamos ver cómo la vida del hombre es toda ella positiva en su objetivo final». Yo no sé si Óscar despertará algún día, pero de lo que sí estoy convencida es de que cuando despierte en el cielo allí verá cumplidas todas sus exigencias, será consciente de que ha sido querido, de que su vida ha sido enteramente positiva, porque ha sido un bien para mí: me ha hecho situarme ante la realidad en relación con el Señor presente y vencedor. Ahora se me hace más evidente en qué consiste la utilidad de la vida; la de Óscar, la tuya y la mía.
Nieves, Parla (España)

Gius, Enzo, Chiara, Alejandro...
Querido Gius: Este año en los Ejercicios de la Fraternidad estuvo entre nosotros Sor Chiara Piccinini. Fue un gran esfuerzo para ella venir desde el Monasterio hasta Caracas para pasar el fin de semana a nuestro lado, pero valió la pena porque fue un momento excepcional.
Quería compartir contigo de qué manera tan especial me han impresionado estos Ejercicios, sea por su contenido con las magníficas lecciones de Carrón, sea por los días de convivencia junto a los amigos de la Fraternidad y de manera especial este año con la presencia de Chiara. Resulta cada vez más evidente para mí la importancia y la necesidad de una presencia, de una “sobreabundancia de Su Presencia”, que se concrete en una forma de vida que me ayude en mi camino. Yo estoy felizmente casado y con 3 hijas, pero viendo el testimonio de Chiara les decía a los de mi grupo de Fraternidad, que si yo fuese mujer y más joven al verla a ella y conocer su manera de vivir probablemente hubiese querido seguirla; porque cuando encuentras una persona así de fascinante quieres estar más con ella y hacer poco a poco también tuyas sus certezas y razones para vivir. Es impresionante, viendo también a otros de la comunidad, cómo lo que despierta y ayuda a la persona en su vocación es estar ante una forma de vida así, una persona así. Incluso en mi matrimonio, en mi trabajo y como padre deseo vivir como esta hermana de clausura, porque su conciencia de la realidad es mucho mayor que la mía. Su relación con las personas de la comunidad donde vive es para mí un signo claro de esperanza y de que la felicidad existe y es también para mí. Venezuela vive momentos difíciles en el plano económico y social; aquí reina la violencia, la desesperanza y el nihilismo o radicalismo ideológico, pero gracias a esta compañía en la que vivimos es posible vivir estas circunstancias con esperanza. Partiendo de lo que está, de lo que hemos encontrado, es posible la reconstrucción de un país, es posible sanar tantas heridas y favorecer un encuentro con la gente que permita construir y reconstruir. Cristo es el punto de partida para que pueda existir una unidad en la persona y en un pueblo. Quiero darte las gracias a ti y a Enzo, porque gracias a vosotros Chiara ha podido encontrar su vocación y, de esta forma, ha sido posible para mí y para todos los amigos de Venezuela que hoy en día, tras todos estos años, tengamos signos vivos que son para nosotros la posibilidad de ser felices, de encontrar nuestra vocación y de poder vivir cada circunstancia de manera positiva. Un fuerte abrazo.
Alejandro, Caracas (Venezuela)

En la primera salida
El fin de semana pasado estuvimos en la primera salida del grupo de Escuela de comunidad. Fuimos siete personas, los que hemos sido más fieles a la Escuela en este año. Una de las chicas nos invitó a casa de sus abuelos en el campo, un caserón muy grande y un poco destartalado. Se me hizo evidente la importancia de la compañía, una vez más, y lo decisivo del método de Giussani sobre la educación permanente. El plan era no tener plan, porque salimos tarde, llegamos más tarde, cuando llegamos no estaba preparada la casa y nos faltaban cosas, comimos a la hora de la merienda, en fin un poco caótico. Por la noche estuvimos viendo el partido de Honduras, clasificatorio para el mundial de Alemania. Para el día siguiente, habíamos acordado rezar laudes, desayunar, ir a misa a las 9, hacer una pequeña excursión y tener el encuentro de Escuela de comunidad. Pero para ello teníamos que madrugar. La cuestión es que llegado el momento de levantarnos alguien dijo que oyéramos misa cuando llegáramos a Tegucigalpa, de modo que todo el plan se desbarató. Cada uno se levantó a una hora e hizo un poco lo que quiso. Yo andaba un poco molesto, porque me daba cuenta de la diferencia que existe cuando las cosas las hacemos con orden. Y sobre todo se me hacía claro lo necesitados que estamos de ser educados continuamente a tener un orden. Una vez todos levantados y después de desayunar, rezamos laudes, ¡cerca de las 11! Y después tuvimos el encuentro. Fue un momento especial. Karen, la chica que nos había invitado, nos contó que ella, semanas atrás, una noche que andaba deprimida porque le han ido mal los estudios, decidió tomar la revista Huellas y leyó lo que dijo Giussani sobre la positividad en los ejercicios de la Fraternidad. Me impresionó, porque lo relacionó en seguida con nosotros y nuestra compañía. Yo también les dije que mi destino pasa por esta compañía que Dios me ha dado, ahora la de este grupito de hondureños. Estoy aprendiendo algo más lo que me dijo Mac no hace mucho sobre la compañía, que es vocacional. Además de estas cosas, me ha impresionado también el encuentro con la abuela de Karen, porque es una mujer tremendamente religiosa, con una mentalidad verdaderamente unitaria. A ella se le murieron dos hijos recientemente (les asesinaron) y, sin embargo, hablaba de Dios con una naturalidad y positividad que impactaban. Aprovecho para contaros otra cosa de interés. El otro día tuve una reunión con una persona admirable. Hace casi año y medio sufrió un accidente de tráfico por el que quedó gravemente lesionada de la columna (fractura de la 3ª, 4ª y 5ª vértebras, esto ocasiona a toda persona una tetraplejia, además de disfunciones en sus órganos internos). Me contó que, un día, estando en rehabilitación, dijo a las fisioterapeutas que comenzaran rezando, y de repente empezó a mover un pie, luego la rodilla. Dice que lo suyo es un milagro auténtico, que se ha encomendado a Jesús y que me lo cuenta para que me ayude en mi fe. Así que yo también os lo cuento a vosotros.
José Rodríguez Parmo, Honduras

El despuntar de una esperanza cierta
Me gustaría transmitir mis conclusiones sobre este curso que se termina y que me ha aportado tanto, pues no se trataba sólo de unas clases de Derecho Natural, sino que ha sido una bonita lección sobre la vida. A lo largo de este curso he podido confirmar algunas sensaciones que cada vez iba sintiendo con más fuerza, que he ido adquiriendo a lo largo de mi vida, de mi experiencia, y que ahora he comprendido de una forma razonada y no sólo intuitiva: la importancia del arraigo a los orígenes, de la comunicación, de sentirme parte de algo o parte de muchas cosas en sus distintos niveles (familia, trabajo, amigos, mi ciudad, mi país, Europa...). Creo que soy una pequeña partícula, pero no aislada, que soy algo de todo esto, y que lo necesito, porque me hace feliz sentir que es así y que somos muchos los que sentimos lo mismo. He comprobado que cuando ofreces tu apoyo a otros la vida te parece más completa y con más sentido que cuando te limitas a recibirlo. Esta vida es la realidad que nos afecta, y no es fácil verla, ya que cada uno tenemos nuestra propia realidad; pero por eso es importante comunicarnos, para llegar a una visión común, a una comprensión completa de las cosas. Pero, sobre todo, este curso me ha hecho ver que existen personas que trabajan por encontrar esa realidad, que no se conforman con la que nos plantean los medios de comunicación, o la política, o el consumismo, sino que constatan que hay una realidad superior a todo esto, que nos afecta a todos; que hay ilusión y quizás posibilidad de cambiar el sistema en el que estamos insertos y que nos mueve como marionetas, que yo lo veo como un gigane que nos ahoga y nos incomunica. y es por esta ilusión por lo que creo que merece la pena la comunicación, transmitir lo que llevamos dentro, decir que hay personas y cosas por las que merece la pena luchar, y que lo que esté en nuestras manos mejorar, hay que hacerlo. Es difícil reflexionar, aprender a ver las cosas con otra perspectiva, pero esa es la clave: basándonos en la experiencia y, aunque sea difícil, conocernos y tratar de encontrar lo semejante en lo que creemos distinto. Sería más fácil no pensar, no profundizar, pero eso sería ignorancia y creo que las personas tenemos un corazón, unos sentimientos y una inteligencia para algo y hay que utilizarlos; si no, seríamos como animales. Esto requiere esfuerzo pero, yo por lo menos, estoy dispuesta a realizarlo. Reflexiono ahora, pasados ya unos meses de la tragedia que nos machacó el 11-M, con una violencia que nunca hubiéramos imaginado, y veo que, a pesar del ansia de destrucción que se apoderó de tantas mentes, surgió una gran fuerza de supervivencia y lucha por continuar con la vida. Nos invadió una rabia y unas ganas de hacer algo, que ojalá no cese. Sé que lo mejor que podemos hacer cada uno (en nuestro respectivo entorno) es fomentar desde su origen una educación basada en el amor a los demás y a la vida, en la tolerancia y además reeducarnos constantemente para no caer en el miedo, la desidia, la depresión o cualquiera de los males que nos acechan en la actualidad. Pero creo que, como yo, hay muchas personas que necesitan sentir confianza en que no ganará el mal, que al final de un modo u otro éste se extinguirá. Es difícil mantener esa confianza y no caer en la sensación de angustia o en la impotencia; por esto y para que no nos limitemos a vivir sin implicarnos en nada, es necesario vivir la esperanza. Hay personas que son capaces de transmitirnos esa fuerza y esa esperanza, y que tienen la gran valentía de tratar de hacer que otras se replanteen sus pensamientos, que sean capaces de ver con otra mirada e incluso que lleguen a cambiar en algo su actitud. Es necesario que existan personas así y es bueno conocerlas.
Rocío, Madrid

Más unida a mi marido
Soy una alumna de primer curso de Derecho, pero debo decir que soy algo “peculiar”, tengo cuarenta y cuatro años y Derecho es mi segunda carrera. Hace dos años, mi hija única de veinte años tuvo un accidente de coche con graves consecuencias; pasamos casi dos meses en el hospital y estuvo parte de este tiempo en una situación muy delicada, al borde de la muerte pero, gracias a Dios, se recuperó. Todos sabemos lo que sucede cuando un mazazo de esta naturaleza sacude nuestra vida: la falta de aire, el sin sentido, la angustia, y las interminables preguntas “¿por qué?”. Llevo casi veinticuatro años casada con un hombre estupendo; teníamos 20 y 23 años respectivamente cuando nos casamos, juntos hemos luchado, juntos hemos levantado nuestra vida, nos comprendemos y nos apoyamos. Hace más de ocho años que trabajamos juntos, y nunca ha habido un foco de incomprensión entre nosotros. Sin embargo, al ocurrir el accidente de nuestra hija me sentí muy desconcertada: él apenas iba a verla al hospital, venía a la puerta y comía conmigo, pero no podía pasar tiempo en la habitación del hospital con nosotras, llamaba por teléfono y estaba pendiente, pero no estaba con nosotras. Cuando yo le comentaba que nuestra hija preguntaba por él, daba evasivas, e intentaba cambiar de conversación. Me dolió, me dolió muchísimo, porque no lo podía entender que nuestra hija, lo más importante de nuestra vida, podía morir y él no estaba allí para dar su apoyo, para luchar. Han pasado dos años, y seguía sin comprenderlo, pero hace dos meses, de repente, en clase de Derecho Natural encontré la respuesta. Era increíble, mi profesora me estaba explicando cómo se implica la libertad de las personas en las cosas de nuestra vida y que es una cuestión difícil, y cómo muchas veces nos es más fácil apartar la mirada hacia otro lado que entrar a fondo y asumir la situación, porque el dolor nos resulta insoportable, y entonces lo entendí. Entendí por qué mi marido no pasaba más tiempo junto a nosotras en el hospital; no era desidia, ni desinterés, era incapacidad de enfrentarse al tremendo dolor que sentía, era miedo a mirar con fuerza la realidad, la situación que estaba planteada. No es que no quisiera enfrentarse a la posible muerte de nuestra hija, era que no podía. El abismo se abría bajo sus pies y ni siquiera podía mirar. Gracias a una asignatura de la licenciatura de Derecho he comprendido que no todo el mundo puede poner en juego su libertad del mismo modo, no todos tienen la misma capacidad para afrontar la realidad por cruda y dura que pueda ser. Y eso hay que entenderlo y respetarlo. Por lo que es más doy gracias a Dios por haberme dado la capacidad para enfrentarme a las situaciones, por dolorosas y críticas que sean. La vida es mucho más vida y más intensa gracias a ello.
Carta firmada, Madrid

El don de la vocación
Querido don Giussani: Todavía permanece en mi corazón la alegría que me produjo su visita imprevista a nuestro monasterio el año pasado, esos cinco minutos a solas con usted, como había estado tantas veces hace años, cuando verificaba mi vocación; y en estos últimos meses, su proximidad a mi comunidad a través de signos y palabras que hemos vivido de verdad como la compañía discreta y misericordiosa del Señor en nuestro camino. Pero lo que me empuja ahora a escribirle es la conmoción y el agradecimiento por el acto tan concreto y gratuito de amistad que los amigos del movimiento de Treviglio han tenido hacia nosotras. La noche del 30 de enero, tras una serie de “visitas” sin éxito, a excepción de varias puertas rotas, unos ladrones localizaron nuestros ahorros, y se llevaron una suma de dinero para nosotras verdaderamente importante…La enésima gota que se suma a nuestras dificultades, en una situación cada vez más difícil por todos los problemas que se nos han ido creando en estos años. Un robo entre mil: episodios similares, nada especial... ¡Para nosotras sí!
Pero el sábado, Luisa y Renato, vinieron al monasterio como hacen todos los meses desde hace años, para traer alimentos y otras cosas, y entregaron a la Madre un donativo de 5.000 euros, recogido entre familias de CL. A parte de la cantidad, que nos ha dejado impresionadas, a mí me llena el corazón de agradecimiento particularmente percibir de nuevo los lazos de un afecto y de una comunión que nunca ha desaparecido, que ha atravesado mis 25 años de monasterio y que abraza con el mismo calor a la Madre Priora y a mis hermanas. Era muy joven cuando el encuentro con los amigos del movimiento sostuvo y fortaleció mi fe; su amistad es la experiencia más tierna de mi vida, en la que nació y tomó forma el germen de mi llamada a una vida consagrada. Los chicos y chicas de entonces son ahora hombres y mujeres maduros; los niños que cogía en brazos y a los que amaba como si fueran hijos míos, están terminando la carrera, algunos ya se han casado y esperan un hijo… y, sin embargo, lo que entonces nos unía ha atravesado estos largos años, estas circunstancias de la vida tan diferentes, y todavía permanece, tan fuerte como antes, porque nace y vive de la única relación que da sentido a la vida de cada uno de nosotros, la relación con el Señor. Me brota en el corazón el deseo de dar las gracias a cada uno de mis amigos, uno por uno: gracias por el testimonio de fidelidad, por el sacrificio que sabe a amor, por la generosidad que nace de los corazones libres y buenos. Y también gracias a usted, padre, porque usted es el instrumento transparente del Señor, que ha hecho posible este torrente de fe, en el que este gesto que se ha dado entre nosotros no es más que una gota, y que discurre fuerte y lleno de creatividad en tantos lugares. Sólo tenemos un a manera de corresponder: la oración, y en ella abrazamos a todos en el corazón de Cristo. Que él pueda arraigar cada vez más en la vida de cada uno de nosotros, y el don de la paz sea signo de la plenitud de sus bendiciones. ¡Gracias!
Sor María Teresa de la Transfiguración de la Comunidad Benedictina de la Adoración Perpetua, Milán

El Premio para la Paz de Asís a Samar y Angélica
Reproducimos la noticia publicada por el servicio informativo ZENIT del día 6 de julio (ZENIT.org)
El Premio para la paz de Asís 2004 ha sido entregado este año por el padre Vicenzo Coli, custodio de la Basílica de San Francisco, a una palestina directora de un orfanato, Samar Sahar, y a una israelí, Angélica Edna Calò Livnè, educadora y periodista, cuya amistad es símbolo de la deseada paz en Tierra Santa.
Samar Sahar, cristiana, nació en Jerusalén Este y estudió dirección de empresas en la Universidad de Belén, y en Inglaterra. En 1995 participó en el «Colombus International Program» en Estados Unidos con un grupo de palestinos en misión de paz a Ohio. Ha recibido varios reconocimientos por la contribución al diálogo entre los dos pueblos y ha dedicado su vida a trabajar con los niños, siguiendo las huellas de sus padres, fundadores de la «Jeel-Al-Amal home» de Betania, que se ha convertido en la institución más importante de ayuda a la infancia en Palestina. Ha fundado también la «Lazarus Home For Girls», para ayudar a niñas huérfanas y a mujeres en dificultad y ha creado en Betania un horno de pan para permitir que mujeres israelíes y palestinas puedan trabajar juntas, haciendo el «pan de la paz».
Angélica Calò Livnè nacida en Roma, en 1955, en el seno de una familia judía, desde los veinte años de edad vive en Israel, en un Kibutz en la frontera con el Líbano. Casada y con cuatro hijos varones, ha sido maestra durante años en escuelas multiculturales, y en escuelas para muchachos marginados o expulsados del itinerario normal de estudios. Ha enseñado también en la Universidad, colaborando en proyectos orientados a que ancianos cuenten su historia a los jóvenes. Se considera como una «educadora en la paz a través del arte» y por este motivo creó, en 2002, el Teatro del Arcoiris, compuesto por jóvenes judíos, árabes –cristianos, musulmanes–, y drusos, que con mímica y danza narran lo que le pasa por la mente a un adolescente que vive en un país en guerra.
Angélica Calò Livnè narra el caso de una muchacha que en una ocasión «comenzó gritando un monólogo estremecedor en el que narraba su experiencia en las últimas “vacaciones” en Monbasa, Kenia, con sus padres y sus hermanos pequeños, cuando el maravilloso hotel en el que se encontraba, se convirtió en escenario de muerte y horror tras un atentado contra ciudadanos israelíes». Para ilustrar su labor, cita una carta escrita por Nemi, de 21 años: «Cuatro de mis mejores amigos han muerto en una atentado. Cuando lo supe no quise participar en el espectáculo. No creía en nada. No tenía ganas de nada. Pero tenía que reaccionar. Tenemos que seguir creyendo en algo. No podemos dejar de soñar».
Sharif Balut, un árabe cristiano de 21 años, escribe: «Vengo al Teatro del Arcoiris porque creo en la paz. Porque creo que se logrará vivir juntos, porque somos diferentes y a través de mis amigos conozco nuevos mundos. Espero este encuentro durante toda la semana porque hace que mi corazón sea más grande. ¡Bailar, reír, bromear y declamar junto a ellos me hace feliz!».
Tras leer éstos y otros testimonios, Angélica concluye: «Creo profundamente que nuestro trabajo es un mensaje de confianza en el futuro, una victoria del bien sobre el mal y sobre las tinieblas que siguen oscureciendo el mundo».

«Tierra Santa no necesita muros, sino puentes»
Juan Pablo II
Manteneos firmes en la esperanza

Ayer por la noche me desperté con el ruido de las excavadoras y las máquinas de remover tierra que han destruido la calle asfaltada situada a menos de cien metros de mi casa, en la zona norte de Jerusalén, por donde el Gobierno Israelí ha decidido que pase “el Muro” de división entre la zona controlada por Israel y la zona controlada por los Palestinos. Nuestro barrio de la zona norte de Jerusalén, Bet-hanina, donde habitan muchos cristianos de Jerusalén, se ha partido en dos: una parte ha quedado en Israel y la otra en territorio palestino. La única iglesia católica del barrio es la parroquia de Santiago de los Franciscanos, que ha permanecido en la parte israelí, mientras que la mayor parte de los parroquianos permanecen en la parte palestina: hoy, para ir a misa, basta que camines 100 metros y ya estás en la parroquia, cruzando la calle; después de la construcción del Muro habrá que hacer un recorrido de 4 km en coche y atravesar la frontera para poder ir a la misa de la parroquia. La situación se está haciendo muy difícil para muchas familias. Todos trabajan en Jerusalén, las escuelas de nuestros hijos están en Jerusalén, las parroquias de los diferentes ritos están en Jerusalén. Muchos amigos nos estamos pensando si trasladarnos a Jerusalén, donde el alquiler de pisos se ha subido por los cielos ($800 al mes, el salario de un empleado). Y el precio de las casas es astronómico (casa de 120m2, 250.000$). Os ruego que recéis por nosotros, para que podamos afrontar esta situación con tenacidad e inteligencia, teniendo siempre los ojos fijos en nuestra única esperanza, Cristo; para que el pueblo cristiano mantenga siempre un corazón bueno, y para que nuestro corazón no se deje invadir por el odio, a pesar de la injusticia que padecemos. Que el perdón y la caridad permanezcan en nuestro modo de vivir y de dar testimonio.
Sobhy, Jerusalén

 
 

Créditos / © Asociación Cultural Huellas, c/ Luis de Salazar, 9, local 4. 28002 Madrid. Tel.: 915231404 / © Fraternità di Comunione e Liberazione para los textos de Luigi Giussani y Julián Carrón

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