Publicado con ocasión del cumpleaños de Papa. ¡Levantaos! ¡Vamos!, una extensa reflexión sobre el episcopado. Dirigido a todos los hermanos obispos, el volumen es rico en anécdotas ligadas a su experiencia en Cracovia
Lleva por título ¡Levantaos! ¡Vamos! y se inspira en las palabras que dirigió Jesús en el huerto de Getsemaní a sus discípulos más queridos, Pedro, Santiago y Juan: «No estaba Él solo para “ir” hacia el cumplimiento de la voluntad del Padre; junto a Él estaban también ellos». Es el nuevo libro autobiográfico de Juan Pablo II (Plaza & Janés, 17 E), el cuarto escrito desde su elección. Con él, Wojtyla quiere compartir su experiencia episcopal con todos sus hermanos obispos del mundo. El volumen es una larga reflexión sobre el episcopado entretejida de anécdotas ligadas a los veinte años vividos en Cracovia, primero como obispo auxiliar (1958-1964), y después como arzobispo y cardenal (1964-1978).
«Ciertamente, entre los cometidos del pastor se encuentra la corrección. En este sentido pienso que tal vez he hecho demasiado poco –escribe el papa Wojtyla–. Siempre hay un problema de equilibrio entre autoridad y servicio. Quizá deba reprocharme el no haber buscado mandar. En cierto sentido es por causa de mi temperamento. Sin embargo, se puede achacar al deseo de Cristo, que pide a sus apóstoles no tanto ordenar como servir... El obispo debe servir gobernando y gobernar sirviendo». «El episcopado –añade– es, indudablemente, un oficio; pero es necesario que el obispo luche con toda su energía para no convertirse en un “empleado”. Nunca debe olvidarse de ser padre».
Son muy claras las palabras dedicadas al testimonio de la verdad, aún a costa de la vida: «Ciertamente, no se puede dar la espalda a la verdad, dejar de anunciarla, esconderla, incluso cuando se trate de una verdad difícil, cuya revelación acarree un gran dolor. “Conoceréis la verdad y la verdad os hará libres” (Jn 8, 32): he aquí nuestra tarea ¡Y también nuestro apoyo! En esta cuestión, no hay lugar para los compromisos ni los oportunos recursos a la diplomacia humana. Es necesario dar testimonio de la verdad, aunque cueste persecuciones, hasta el punto de llegar a la sangre, como hizo el mismo Cristo, como hace un tiempo hizo también mi santo predecesor en Cracovia, el obispo Stanislao...». Y el 13 de mayo de 1981, con el atentado en la Plaza de San Pedro, Wojtyla pagó un precio de sangre y sufrimiento cumpliendo las palabras que él mismo había escrito en el poema Stanislaw: «La palabra no ha convertido, la sangre convertirá».
Unidad, fe y razón
En otra página, el Papa invita a los obispos a no ser sólo maestros: «A veces el obispo llega más fácilmente a los adultos bendiciendo a sus hijos y dedicándoles un poco de tiempo. Esto vale más que un largo discurso sobre el respeto al más débil. Hoy por hoy hace falta mucha imaginación para aprender a dialogar sobre la fe y las cuestiones fundamentales para el hombre. Son necesarias, por tanto, personas que amen y piensen, porque la imaginación vive del amor y del pensamiento, y es ella la que ha de alimentar nuestro pensamiento e inflamar nuestro amor».
No faltan en el nuevo libro pasajes autobiográficos que expresan con vivacidad muchos de los temas característicos del pontificado, como, por ejemplo, la unidad entre razón y fe: «Tanto en mis lecturas como en mis estudios, he buscado siempre conjugar de modo armonioso las cuestiones de la fe, las del pensamiento y las del corazón. De hecho, no son campos separados, cada uno penetra y anima a los demás. En esta compenetración de fe, pensamiento y corazón ejerce una gran influencia el estupor que nace del milagro de la persona, de la semejanza del hombre con el Dios Uno y Trino, de la profundísima unión entre el amor y la verdad, del misterio del don recíproco y de la vida que nace de él...». Juan Pablo II nos confía además alguna de sus devociones, como al Ángel de la Guarda: «Mi Ángel de la Guarda sabe qué estoy haciendo en este momento. Mi confianza en él, en su presencia protectora, se va afianzando en mí. San Miguel, San Gabriel y San Rafael son los arcángeles que a menudo invoco en mis oraciones». También dirige palabras de agradecimiento a San Pío X, que, con la decisión de anticipar la edad de la Primera Comunión a los niños, hizo posible que Wojtila se acercase pronto a este sacramento.
Recorriendo el mundo
Es muy significativo, además, el modo en que Juan Pablo II explica los motivos de sus peregrinaciones recorriendo el mundo: «El Señor me ha dado la fuerza necesaria para visitar muchos países... Lo cual tiene una gran importancia, porque pasar una temporada personalmente en un país, aunque sea breve, permite ver muchas cosas. Además, estos encuentros permiten entrar en contacto directo con la gente, con la consiguiente importancia tanto en el plano personal como en el eclesial. Así fue también para San Pablo, quien estaba incesantemente en camino. Justo por esta razón, cuando se leen sus cartas a las distintas comunidades, se comprende que había estado junto a ellos, que conocía a las gentes del lugar y sus problemas. Esto es válido en cualquier tiempo, también en el nuestro. Siempre me ha gustado viajar, y tengo bien claro que esta tarea le viene dada al Papa, en un cierto sentido, por Cristo mismo».
Finalmente dedica algunas páginas a los laicos, de cuya colaboración se ha servido tanto. «Como obispo he apoyado numerosas iniciativas de los laicos». Tras haber descrito y elogiado varios movimientos y prelaturas, el Papa dedica también tres líneas a CL: «Otro movimiento nacido de la vivacidad de la Iglesia italiana es Comunión y Liberación, cuyo fundador es monseñor Luigi Giussani».
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