Discípulo predilecto de Jesús, fue testigo de su vida terrena y de su divina humanidad. Después de la Ascensión del Señor, emprendió su viaje apostólico, que le llevó a predicar el Evangelio hasta la Península Ibérica. Desde su enterramiento a mediados del siglo I, Santiago ha permanecido en el mismo lugar, en las costas de Galicia. Este primer artículo recorre las etapas de la investigación histórica, para culminar con las investigaciones científicas de los siglos XIX y XX, en la próxima revista de mayo
Los Evangelios aportan muchos detalles de la vida de Santiago y los Hechos de los Apóstoles aluden a su muerte. El apóstol Santiago Zebedeo, conocido como el Mayor, para distinguirle de Santiago Alfeo o el Menor, era hijo de Zebedeo y de María Salomé y hermano de Juan. Salomé era seguidora de Cristo y, según el evangelista Mateo, estaba junto a la cruz cuando su pasión y muerte. Jesús llamó a los dos hermanos cuando estaban en la barca arreglando las redes, y éstos, dejando a su padre Zebedeo en la barca, se fueron con él. Desde entonces estuvieron siempre con Jesús.
Hijo del trueno y predilecto
Santiago era un hombre impetuoso y decidido: propuso que bajase fuego del cielo sobre los samaritanos que no querían acoger a Jesús, y fue reprendido por esto; suscitó la reacción de los otros apóstoles al pedir para él y para su hermano Juan los primeros puestos en el Reino. Este temperamento impetuoso, al igual que el de su hermano, hizo que Jesús los llamase “Boanerges”, es decir, “hijos del trueno”. Al mismo tiempo, Santiago era uno de los discípulos predilectos de Jesús, junto con su hermano Juan y Simón Pedro: los tres fueron testigos de la transfiguración del Señor en el monte Tabor y de su agonía en el huerto de Getsemaní la noche de la traición de Judas.
Hacia el año 44
Después de la Ascensión del Señor, Santiago emprendió su viaje apostólico que le llevó a predicar el Evangelio hasta la Península Ibérica. Cuando volvió a Jerusalén fue decapitado por Herodes Agripa I hacia el año 44. Ante el temor a que su cuerpo fuese profanado por los judíos, sus apóstoles, Atanasio y Teodoro, trasladaron sus restos en barca a las costas de Galicia, desembarcando en Iria Flavia, la actual Padrón, y enterrándolo en un lugar cercano. Atanasio y Teodoro quedaron al cuidado de su tumba, y a su muerte, fueron enterrados al lado del apóstol.
Finales del siglo VI
No hay documentos hasta finales del siglo VI que hablen del enterramiento de Santiago ni de la veneración de sus restos. Es entonces cuando se difunde el Breviarium Apostolorum, una narración, que recoge tradiciones anteriores, acerca de los lugares de predicación de los discípulos de Jesús y de sus sepulturas, destacándose las Iglesias fundadas por Santiago, Pedro y Pablo. En este texto se atribuye a Santiago la predicación en Hispania y en las regiones occidentales, y su enterramiento en “ara marmarica”.
El hallazgo de la tumba
El descubrimiento de la tumba de Santiago se produjo en una fecha imprecisa de comienzos del siglo IX, entre los años 820-830, en el reinado de Alfonso II y cuando era obispo de Iria Flavia Teodomiro. Al menos hacía un siglo que se desconocía el lugar del enterramiento del apóstol. La tradición cuenta que unos personajes «de gran autoridad» narraron a Teodomiro cómo veían de noche unas luminarias en el bosque y éste, acercándose al lugar, descubrió entre la maleza una casita que contenía en su interior una tumba de mármol, la de Santiago Zebedeo. Se lo notificó inmediatamente al rey Alfonso el Casto y restauraron la Iglesia en honor de tan gran apóstol. Teodomiro trasladó la sede episcopal desde Iria Flavia a este lugar.
A comienzos del siglo VIII
La tumba del apóstol Santiago viene a descubrirse en un momento difícil para España. A comienzos del siglo VIII la invasión de la Península desde África por los musulmanes supuso el fin del reino cristiano visigodo. La monarquía y la nobleza se replegaron hacia el norte, quedando refugiadas tras las montañas de Asturias. El poder político visigodo quedó herido de muerte y los musulmanes se hicieron con el control de casi la totalidad del territorio peninsular. Cuando, un siglo después, se descubre la tumba de Santiago, el reino astur no había logrado apenas ningún avance en la reconquista. Tampoco para la Iglesia el siglo VIII había sido fácil, pues las controversias teológicas hacían sufrir heridas de ruptura en la cristiandad y ofrecían el triste espectáculo de una época de concilios y contra concilios.
Un lugar casi desconocido
En este momento, la tumba de un apóstol de Cristo, hallada en un lugar casi desconocido, va a servir de guía que oriente a una Europa que está empezando a nacer. Las peregrinaciones dieron comienzo de inmediato, siendo uno de los primeros peregrinos el rey Alfonso II. Los primeros que visitaban la tumba del apóstol llegaban en barco hasta algún puerto de Asturias, pasando por Oviedo y desde allí entraban en Galicia. A éste se le llama el camino primitivo. Las peregrinaciones se fueron intensificando a medida que se conocía la noticia del hallazgo. Los avances en la reconquista de tierras a los musulmanes abrieron nuevas vías de peregrinación. Ya a finales del siglo IX, Alfonso III consigue fortificar la línea del Duero y repoblar la zona. La meseta quedó libre de dominio musulmán y se favoreció el camino seguido por la mayoría de los peregrinos a Santiago, que es el llamado camino francés. A finales del siglo XI, Alfonso VI alcanza en la Reconquista la línea del Tajo, conquistando Toledo, lo cual abre una nueva franja de tierra libre y se crean los caminos del sur y se amplían los portugueses. Las peregrinaciones supusieron un movimiento de personas nunca antes visto en Occidente. Santiago evangelizó Europa y con ello proporcionó a Europa su identidad común el cristianismo- y su unidad.
La construcción de una iglesia para albergar la tumba del apóstol
El obispo Teodomiro inició de inmediato la construcción de una iglesia para albergar la tumba del apóstol, pero respetando el edificio encontrado, al que incluyó en la cabecera del nuevo. El Obispo trasladó su residencia a este lugar, donde falleció el 20 de octubre del 847. Uno de los más importantes hallazgos de las excavaciones de mediados del siglo XX fue su lauda sepulcral, invalidando definitivamente las especulaciones que querían reducirlo a una figura legendaria. De una fábrica muy pobre, ya a finales del siglo IX el edificio se veía insuficiente para recibir a las muchedumbres de peregrinos. Así, el obispo Sisnando acometió la construcción de un segundo edificio que, al igual que el anterior, embebía la tumba apostólica. La iglesia basílica fue consagrada por Sisnando en el año 899, con la asistencia del rey Alfonso III, y constituyó un foco de radiación constructiva, pues fue la más cuidada muestra arquitectónica de estilo mozárabe. A finales del siglo X el caudillo Almanzor desplegó una feroz serie de razias por el norte peninsular, siendo saqueada en incendiada entre otras la iglesia compostelana. El sepulcro no fue afectado y se reconstruyó la basílica.
Una gran basílica-santuario
Durante el reinado de Alfonso VI se produjo un momento de afianzamiento político. Alfonso VI y el obispo Diego Peláez decidieron la construcción de una gran basílica-santuario dedicada a cobijar de manera más suntuosa la tumba del apóstol Santiago. Se comenzó la obra el año 1078 y hacia 1125 estaba finalizada en sus elementos principales, siendo obispo compostelano Diego Gelmírez. La catedral de Santiago de Compostela constituye el más bello ejemplo del arte románico de las peregrinaciones. En su trazado arquitectónico se alcanza una esbeltez y proporciones admirables. Su planta es de cruz latina, símbolo de la cruz de Cristo. La cabeza de la cruz mira hacia Jerusalén. Tiene tres naves principales y seis laterales. Sobre éstas se superpone una nave superior que recorre la iglesia entera, llamada triforio, típica de las iglesias de peregrinación. Detrás del altar mayor se sitúa una nave semicircular, la girola, también característica de las iglesias de peregrinación, de la que surgen cinco capillas absidales. Sobre cada uno de los dos brazos del transepto sobresalen otras dos capillas. Las naves principales se cubren con una bóveda de medio cañón. Esta es la estructura básica que tuvo la catedral en el siglo XII. Las modificaciones posteriores prácticamente no afectaron a su interior, salvo en las capillas y el altar mayor, y sí mucho al exterior, pues al edificio principal, exento en origen, se han adosado otros edificios y elementos complementarios.
Santiago ha permanecido en el mismo lugar
El cenotafio de dos plantas donde están enterrados Santiago y sus discípulos permaneció intacto con las dos primeras iglesias, la de Teodomiro y la de Sisnando. Durante la primera etapa de construcción de la catedral actual también se respetó el edificio sepulcral. Pero al llegar a la mitra compostelana el obispo Gelmírez, éste decidió rebajar el edificio para situar por encima de las tumbas el altar mayor. Dejó reducida la cámara sepulcral a la altura de una persona. Sobre esta cavidad, donde están las tumbas, asentó el Altar Mayor, dejando el sepulcro inaccesible para todos. El altar mayor de Gelmírez fue sustituido por otro barroco en el siglo XVII, que es el que vemos en la actualidad. Desde su enterramiento a mediados del siglo I, Santiago ha permanecido en el mismo lugar.
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