¡Se ha escrito ya tanto sobre los aspectos teológicos y cinematográficos de esta película que nada se puede añadir! Sin embargo, lo más evidente es que los medios de la cultura globalizada no han conseguido callar la voz del protagonista
Incluso se ha publicado un libro, A Guide to the Passion. 100 Questions about “The Passion of the Christ” que explica casi escena a escena el significado religioso de toda la película. En el último mes, el volumen de documentos importantes que han circulado por Internet es impresionante. De todos ellos es destacable el exhaustivo análisis que Peter Malone ha hecho sobre los distintos aspectos del film. Peter Malone es el Presidente de Signis, la Asociación Católica Mundial para la Comunicación, y el documento se puede encontrar en www.signis.net
El objeto real
No vamos, pues, a repetir lo que ya está publicado en tantos sitios. Interesa más llamar la atención sobre una cuestión que no debe pasar desapercibida. Y es la lectura cultural que se puede hacer del fenómeno La Pasión, un fenómeno que ha desbordado cualquier previsión. Y los revuelos y debates más agudos han sido en febrero, es decir, antes del estreno del filme. Eso significa que nadie ha debatido sobre la película, puesto que no se había exhibido aún. Y es lógico: hoy es impensable un acalorado debate internacional en los medios a causa de una película, que a fin de cuentas, no es más que una película, valga la redundancia. Entonces ¿cuál es el objeto real de la discusión? Cristo, ni más ni menos.
En el foro mediático
Lo que irrita y entusiasma no es que se estrene “una película”, ¡se estrenan tantas cada semana! Lo que genera ataques y declaraciones es que la propuesta cristiana irrumpa en el foro mediático por excelencia, en el mayor de los púlpitos de la cultura globalizada: el cine. Que Cristo entre por la puerta grande en el templo de la cultura laica. Se trataba de abortar su éxito, pero a una semana de su estreno ya había roto techos de recaudación. Ese odio a la película que se ha profesado en tantos medios, desde El País al ABC, hay que entenderlo en el contexto de la cruzada anticonfesional y anticatólica que está en marcha desde hace unos años. Porque lo que se rechaza en todos los casos es la propuesta de Cristo. Cristo tiene la virtud de sacar siempre a la luz lo que hay en el corazón de cada hombre. Por eso hay quien “pasa” de la película, hay quien se escandaliza, hay quien se muestra agradecido, y hay quien se irrita sumamente. Como cada uno ante Cristo. Como cada uno ante la realidad.
¿Espacio lícito?
Y esto no tiene que ver con que la película sea buena o regular, sino con que sea religiosa. La han crucificado por las mismas razones por las que mataron a Cristo: por su pretensión y su novedad. La cultura laicista piensa en el fondo que ya no hay espacio lícito para una película como la de Mel Gibson, que supondría una vuelta al mito y a la superstición. Como también ocurrió en tiempos de Jesús, cuando le acusaron de ir contra el Cesar –algo que, de ser verdad, a los judíos les hubiera parecido hasta bien, lógicamente– ahora se acusa a la película de cosas que mueven a risa. Antisemitismo (¿?), ni rastro hay en la película. Violencia; todos los periódicos están promocionando con entusiasmo Kill Bill, de Quentin Tarantino, en la que violencia aberrante, asesinatos de madres ante sus hijos, amputaciones a decenas, castraciones por diversión, vaciamiento de ojos, mordiscos mortales y violaciones, llenan la película de litros de sangre, gritos y salvajadas. Baste el ejemplo: a nadie le importa nada la violencia en el cine.
La testaruda realidad
Otra acusación es la de integrismo. ¿Cómo se notaría el integrismo en una película casi documental sobre la pasión? ¿Saldría Lefebvre? ¿Cristo haría pintadas contra el Concilio? Todas las acusaciones son hipócritas y evidencian las verdaderas intencione temporada. ¡Ojalá los intelectuales de moda se decidan a hacer cuentas con los hechos! La ideología no sabe de hechos ni le interesan. Pero ahí están.
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