Os escribo brevemente para contaros el encuentro público que tuvimos en la Columbia University el pasado 3 de febrero. La idea había surgido sin dificultades por la estima del capellán de la universidad por monseñor Albacete. P. Jacek, el capellan, es un monje agustino polaco amigo de Nuehaus, al que invita todos los domingos a celebrar misa en el campus. Neuhaus aprecia a CL y a Albacete, por lo que en la universidad no solo somos bien aceptados, sino incluso deseados (por lo menos en el entorno católico).
Hace unas semanas, en una conversación con el padre Jacek (el capellán) pensamos en invitar a Albacete al campus para presentar el libro Why the Church?. En la universidad somos literalmente cuatro chicos de CL: Carlo (2º de ingeniería), María (1º de ciencias políticas, que ha venido de Rumanía con una beca), Davide (MBA de la universidad Bocconi), y yo (Md fellow). Preparamos un manifiesto a la americana: cuándo, dónde, para qué, quién es Albacete y qué es CL. Sin frases bonitas ni nada de eso. Pragmatismo americano. Carlo dio el aviso el domingo en la misa del campus, y después Neuhaus (que había predicado) quiso añadir: «Si no sabéis quién es monseñor Albacete no podéis perderos la ocasión de escucharle hablar». El encuentro tuvo lugar el martes a las 19:00 en el campus de la universidad. El aula estaba llena, había cerca de cuarenta estudiantes. No fue la presentación de un libro, sino la invitación explícita a hablar de nuestra compañía. Albacete concluyó su presentación diciendo que para verificar la propuesta que la Iglesia hace al hombre hoy no basta con leer un libro. Hace falta una compañía viva. También dijo que lo más razonable que podía decirles hoy, en la Columbia University, es que se lanzasen de cabeza a la experiencia del CLU. Después Carlo, que presidía el encuentro, dio una forma concreta a esta propuesta. Me impresionó porque en la universidad italiana algo así habría sido considerado “propaganda” (por los de izquierdas), y “agresión pasiva de las conciencias religiosas” (por los de la FUCI). Aquí, en cambio, el anuncio de una experiencia no debe asociarse a ninguna agudeza política o ideológica para ser digno de tomarse en serio.
El capellán estaba contento: «Por fin alguien hace algo en la universidad. Haré lo que sea para ayudaros. Monseñor Albacete, espero volver a verle pronto. La semana que viene podéis hacer en este aula la Escuela de comunidad...».
Dos chicas se quedaron a cenar con nosotros (una estudia 2º de ingeniería química y la segunda hace prácticas de relaciones internacionales en la ONU). La segunda vino también ayer a la Escuela de comunidad que tenemos todos juntos en la New York University cada dos semanas.
Lo que más me impresionó fue el mismo Carlo: hizo una propuesta que es el deseo de su vida (esto lo he comprendido oyéndole hablar) y dio las razones (sacándolas de su experiencia) de todo lo que había dicho. Lo cual me llena de alegría, desde luego por el futuro del CLU, pero sobre todo por mí. Mi plegaria «¡Haz que aparezca alguien!» ha sido escuchada. Y ese alguien, que yo buscaba quién sabe dónde, ya había sido puesto a mi lado, como siempre. Era la persona más cercana a mí.
Ahora yo le sigo. Creo que este es el comienzo del CLU.
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