Estancia en la casa de los Memores Domini de Lagos, presentación de Educar es un riesgo, visita a St. Kizito Clinic y encuentro con los jóvenes del CLU. Cuatro días de experiencias que nos muestran cómo, en medio de una realidad tan dramática, se puede encontrar a Cristo
El jueves 13 de febrero salí de viaje hacia Lagos con Cesana, al que habían invitado para presentar el libro de L. Giussani Educar es un riesgo durante la jornada de inauguración de la escuela The Seed (La semilla), aunque la presentación no fue el único acontecimiento importante de este viaje. Fueron cuatro días realmente intensos, de modo que seguiré un orden cronológico para no dejarme nada.
«Os recomiendo que no salgáis solos del aeropuerto. Nosotros iremos a recogeros». Con estas palabras terminaba el correo que Annamaria nos escribió el día antes de nuestra salida. Subimos al coche en dirección a la casa del Grupo Adulto y empezamos a entender el porqué de tanta precaución: calles abarrotadas de gente, tráfico infernal (normalmente, para siete horas de trabajo pueden pasarse otras cinco en la carretera), infinidad de mendigos (en su mayoría jóvenes y la mayor parte mutilados, pues la ley islámica castiga con la amputación de manos e incluso brazos enteros). La calle que conducía a nuestro hotel estaba totalmente vigilada por hombres armados. Hacía pocas horas que estábamos en tierra, y a pesar de que el crepúsculo escondía muchos detalles, el impacto con una realidad tan dramática fue muy duro. La casa del Grupo Adulto también está vigilada desde que Gabriella se viera encañonada por un fusil. Esta casa es el alma del movimiento en Nigeria; es como una flor en el desierto, el cuartel general para unas cuarenta personas. En ella viven Annamaria y Chiara, que la pusieron en marcha hace catorce años, Gabriella, que lleva cuatro años, y Tea, ocho meses. A pesar de su semblante de “generales”, tienen la sensibilidad de mujeres dulces y maternales, y no sólo parecen majas o valientes, sino que se las ve felices, porque hacen lo que hacen para buscar la verdad de su vida.
La policlínica
El viernes por la mañana fuimos a St. Kizito Clinic: una policlínica que permanece abierta desde las 7:30 de la mañana hasta las 15:00 y que ofrece asistencia sanitaria a mujeres embarazadas y a niños. Chiara es su directora desde que la fundó en 1989. Allí los pacientes se tratan no sólo desde un punto de vista terapéutico (por ejemplo, los medicamentos contra la malaria se dispensan en este centro, algo que no ocurre en absoluto en la sanidad pública del país), sino también desde un punto de vista cultural, de formación sanitaria: lo que para nosotros son normas fundamentales de higiene, para la gente de allí son un auténtico descubrimiento. Por ejemplo: normalmente las casas no tienen agua corriente, y muchos van a la Clínica a lavarse, como si fuera un oasis.
En la sala donde Cesana se reunió con los quince trabajadores sanitarios, había un cartel que decía: «Educar significa comunicar aquello que es una prerrogativa del ser humano: su corazón». Por el cuidado con el que vi que Chiara, Louisina (el “brazo derecho” de Chiara) y todos los demás trataban a los enfermos, creo que esa frase es la que mejor les define: es gente de corazón, que se lo toma muy en serio, gente realmente humana. Una de las preguntas que dirigieron a Cesana se refería de hecho a la posibilidad de cultivar su amistad, dado que una de las objeciones más frecuentes para verse solía ser que resultaba muy difícil. «Hace falta gratuidad - respondió Cesana -, es necesario algo gratuito, sobre todo entre vosotros». «Es verdad - concluyó uno de ellos -, aunque a veces es como poner un pellizco de sal en una garrafa de agua... tenemos que resistir»,.
Cantos alpinos
El viernes por la tarde conocimos a los chicos del CLU: el encuentro era en la universidad, en un aula que habían estado limpiando durante una semana para dejarla presentable. Cuando vimos la suciedad y el desorden de las demás salas, no resultaba increíble que hubieran necesitado tanto tiempo: el aula minuciosamente preparada, las flores frescas sobre la mesa y los cantos (cantaron también Sul pajon y, sinceramente, escuchar de gente de color, en tierra nativa, a 40 grados, «Il battaglion d’Aosta...», fue una sensación muy extraña); todo esto le hacía sentirse a uno como aislado del resto. Aparte del calor, teníamos de nuevo la sensación de estar en una especie de oasis. Se habló de la amistad como experiencia que nunca es suficiente, y también como responsabilidad, como tarea. Tony concluyó diciendo: «Siento una amistad fuerte y real con vosotros que estáis en Italia porque el simple hecho de que nos entendamos, incluso dentro de la enorme diferencia de nuestras vidas, es la demostración de que estamos unidos, que la tarea de la vida es la misma. Para nosotros es alentador que seamos amigos». Para despedirnos cantaron: «Io vorrei volerti bene, come ti ama Dio, con la stessa tenerezza, con la stessa forza, con la stessa fedeltà che non ho io...» (Quisiera amarte, como Dios te ama, con la misma ternura, con la misma fuerza, con la misma fidelidad de las que yo no soy capaz). Escuchar estas palabras en una tierra donde es tan fácil morir, donde la violencia ya casi no es noticia, fue un milagro, algo imposible, inimaginable, y sin embargo, posible.
Viktor, un estudiante de medicina, nos llevó a visitar la sección de pediatría del Hospital Universitario y nos quedamos impresionados. Había dos enormes salas sucísimas, camas enmohecidas y sin sábanas, soportes para el goteo montados de cualquier manera, médicos sin bata y sin guantes, niños esqueléticos con la tripa hinchada por la desnutrición... Nos dijeron que era el mejor hospital público de Lagos, porque en los otros lo normal era que los enfermos estuvieran en el suelo, y no se distinguieran los muertos de los vivos. ¡Qué diferencia con la clínica de Chiara! ¡Qué suerte que exista la Policlínica!
Y llegamos al sábado, día de la inauguración de The Seed Educational Center. Se empezó a construir hace algo menos de un año para sustituir a la pequeña escuela que estaba al lado de la clínica. Ahora las cosas son más a lo grande: 19 profesores, 350 alumnos de la escuela infantil y primaria, y 250 de secundaria y bachillerato. Francis y su mujer, Jovita, Willy, James y Gabriella son las principales personas de referencia.
Educar, no instruir
El eje de la ceremonia fue la presentación de Educar es un riesgo, a cargo del arzobispo de Lagos, A.O.Okigie, y de nuestro Cesana. El exordio del obispo fue contundente: la educación no es una mera instrucción, no tiene como finalidad conseguir que se adquieran un determinado número de nociones. Es la comunicación de todo aquello que sea un valor, es decir, tiene la finalidad de convertir al joven en un hombre sólido y seguro en la vida. En la educación lo más importante es la libertad - decía el alto prelado -, porque la propuesta de un profesor puede ser justa, pero para llegar a ser verdadera tiene que ser aceptada por aquél a quien va dirigida.
« Es imposible educar sin dar la vida», recalcó Cesana. La educación es introducción a toda la realidad; cada aspecto de la realidad que uno encuentra tiene un significado, una finalidad, y por ello está en relación con todos los demás aspectos. ¿De dónde partir para encontrar este significado? De lo que ya se tiene, de la propia tradición. ¿Cómo llega uno a comprender que el significado que se le propone es el verdadero? Cuando remite al Infinito y no a quien habla.
Numerosas autoridades acudieron al acto: el consejero del embajador de Italia, el embajador de la Unión Europea y el representante de la UE, el representante de la familia “real”, que vendió el terreno sobre el que se edificó la escuela, diferentes representantes del gobierno local y del Lagos State, y Ezio Castelli de AVSI, entre otros.
Punto de referencia
Todavía aturdidos por un día tan intenso, llegamos al evento del último día: la Asamblea de Responsables. Se planteó la pregunta acerca de quién era el responsable y qué significaba vivir y no sólo explicar la Escuela de comunidad. Tanto Cesana como Pier Alberto Bertazzi respondieron que significaba comunicar lo que la Escuela de comunidad le sugiere a uno; preocuparse, no sólo de explicar el contenido, sino de mostrar lo que el texto dice a su vida. «Cada uno escribe el texto», dijo Bertazzi. «La esencia del movimiento es compartir la vida en su camino hacia el destino», añadió Cesana. «Somos corresponsables más que responsables, es decir, somos responsables de nuestra amistad, de lo que nos ha ocurrido y nos une», concluyó Willy.
Ya de vuelta en Italia, supimos que un alumno de 16 años de la escuela había sido atropellado por un autobús. Todavía con vida, sus compañeros de escuela - por desgracia, inútilmente - le llevaron al hospital más cercano a pie, porque ningún conductor paraba para ayudarles. Los primeros a los que llamaron fueron Francis y Willy: la escuela como primer lugar de referencia, primer pensamiento y primera esperanza de recibir ayuda.
Nigeria tiene necesidad de ser salvada. La esperanza, como en cualquier lugar, es Cristo y en Nigeria lleva el nombre de las personas que os he descrito.
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