Camerún
Mi camino
Mi querido don Gius: Cuando le miro en la foto me embarga la admiración ante este anciano a quien debo que se haya iluminado mi mirada. No he necesitado años de lectura para que sus escritos me hiciesen una persona nueva. Crecí en una familia con unos padres muy atareados con sus negocios. Desde joven me dediqué al fútbol, que me consolaba por la falta de afecto y me permitía expresarme. Mi madre no me entendía y a veces se irritaba por mi comportamiento y me zurraba hasta dejarme heridas. Día tras día me alejaba de ella. Por lo que a mi padre respecta, no recuerdo haber oído una sola palabra de su boca. Es el hombre del gran silencio. He aprendido a leer su silencio. Alguna vez, en el pasado, vi en su mirada el amor paterno. Guardo el recuerdo de él desde que les dejé y me lancé a la aventura. Corté todo vínculo familiar. A los 11 años vivía en la calle... A los 16 me establecí allí definitivamente. Yo era mi padre, mi madre y mis seis hermanos. Necesitaba intrigas y violencia. Tenía que ganarme el respeto, abrirme camino en este mundo violento y valerme por mí mismo a toda costa. Sólo una cosa me movía: ser el mejor. ¡Demostrar que era el mejor! Pero la calle es dura, no es una madre que corrige, alienta y te toma en sus brazos. No, ¡la naturaleza no perdona! Nadie escapa a la fuerza de la ley de la calle. Acabé en la cárcel. ¿A quién podía dirigirme? ¿A quién recurrir? ¿Con quién confiarme? Nadie venía a verme. ¡Nadie! Por aquel entonces me percaté de que a las 14h en punto, cuatro veces por semana, venía un sacerdote a visitar los menores (me encontraba recluido en la cárcel central de Yaoundé, en la sección de menores). Nada más verle los chicos corrían a su encuentro. Yo que había aprendido a estar sólo no me fiaba de nadie. ¿Por qué acercarme a aquel cura? ¿Por qué recoger las migajas de lo que les daba a esos niños? No, mejor pudrirme. En la calle aprendí lo que es el honor; había superado mis pruebas y me respetaban. Con el paso del tiempo, tuve que admitir que este sacerdote se interesaba por mí. A veces se alejaba de los niños para acercarse a mí. Me sonreía. Ese rostro me vencía, me hacía débil... empecé a apegarme a él. Cuando salí de prisión, me encontré con que el P. Maurizio venía a ver a los chicos de la calle. Me buscaba, se sentaba conmigo y me hacía hablar de mí, cosa que jamás había hecho con nadie en mi vida. Poco a poco se convirtió en “mi persona”, como decimos nosotros de quienes amamos profundamente. Gracias a él conocí a Mireille, que le acompañaba en sus visitas por las calles. Le tomé cariño. Algo verdadero y profundo la hacía distinta. Ya tenía a dos personas con las que podía abrirme incondicionalmente. Me invitaron primero a la misa de CL todos los jueves; luego a la Escuela de comunidad, a la que ahora acudo todas las semanas. Fue allí donde le encontré, don Giussani. Sus escritos me fascinaban. Mi admiración crece día tras día. No logro expresar todo lo que siento. Hoy tengo 23 años. Sigo jugando al fútbol y espero hacer carrera. El resto de mi tiempo lo paso en el centro social Edimar y con el P. Maurizio, Mireille y los demás educadores. Trabajamos juntos para reinsertar a los jóvenes de la calle en sus familias y en sus ambientes sociales y laborales. He vuelto a tomar contacto con mi familia. Rezo a la Virgen por usted, don Giussani. Mis recuerdos sinceros para usted y para toda la gran familia de CL.
Bali Dèsiré, Yaoundé
EEUU
Dale y Micki
Mi mujer y yo tenemos problemas opuestos. Ella quiere tener cada vez más amigos, mientras que yo he sido siempre un antisocial. Ella conecta con facilidad con los demás, yo me aíslo para no sufrir esas heridas que a veces se reciben. Micki, hija de padres divorciados, de pequeña tenía un padrastro que le negaba amor y protección. A mi, hijo de un devoto ministro metodista y de una madre indulgente, me amaban profundamente. Era el pequeño de cinco hermanos, el niño mimado de la familia, de manera que me volví egocéntrico. Oía a menudo a la gente decir palabras sumamente amables a mi padre y, a sus espaldas, hablar mal de él sin saber que yo estaba escuchando a hurtadillas. Empecé a desconfiar de todos y a escudarme tras mi disgusto por la hipocresía para apartarme. Decidí vivir como un ermitaño aun yendo a trabajar todos los días y me construí una cabaña en el bosque. Busqué en los anuncios de los periódicos un perro guardián para vigilar mi casita mientras estaba en el trabajo. Encontré al perro ideal que estaba buscando... y su dueña era Micki. Puesto que me había vendido el perro, empezó a visitarlo y, con el tiempo, surgió una relación bonita entre nosotros. Ahora llevamos casados veintisiete años. No obstante el amor y la confianza mutua, Micki sigue deseando amigos verdaderos y yo sigo siendo poco sociable. Descubrí Comunión y Liberación leyendo la revista Traces. Andaba buscando algo más que una revista y cuando la leí empecé una amistad por correo electrónico con Valentina y, después, con otros. En 2001 participé en la reunión de la Diaconía nacional cerca de Washington DC. Jamás había experimentado un afecto tan auténtico con varias personas. El pasado enero, Micki y yo acudimos juntos a la cita de la Diaconía en Chicago. Sabía que le gustaría, pero no creía que Dios obrara un milagro tan grande a través de esa circunstancia. Otra vez Micki se confió no a algunos, sino a todos, saliendo a hablar al micrófono. Yo me sentía muy tranquilo. Habló de nuestros hijos y preguntó cómo podemos demostrarles un amor incondicional cuando resulta evidente que estamos condicionados. Jonathan y don Fabio nos contestaron desde la mesa. Durante todo el fin de semana muchos amigos nos acompañaron y nos ayudaron. El afecto que nos demostraron mediante una caridad auténtica, fruto del Misterio, fue la respuesta viva a nuestros interrogantes. Entre ellos no sólo hemos entendido, sino que hemos experimentado la comunión y la liberación.
Dale, Missouri
Rumania
Sentido único
Monseñor Giussani: Le doy gracias a Dios porque usted existe y porque ha escrito el libro Los orígenes de la pretensión cristiana, en cuya presentación yo también tuve el honor de participar. Aquel encuentro ha cambiado mi vida en un sentido excepcional y verdadero. Me llamo Mónica, estoy casada con Cristian y tenemos un niño de cinco años, Mihai. Vivimos en Bucarest, Rumania. No quiero robarle demasiado tiempo con mis palabras sencillas. Después de una introducción para presentar el libro, siguieron dos testimonios de personas extraordinarias, Ezio Castelli y Rosetta Brambilla, y luego una invitación a participar en la Escuela de comunidad. Desde entonces mi vida ha tomado una determinada dirección, un sentido único, el de seguir a Cristo y sus enseñanzas, porque nada es tan bonito y verdadero como «este abrazo total, esta posesión que de nosotros tiene Otro, Otro que es el Misterio mismo», como usted dice de manera admirable. Me acuesto por la noche esperando la mañana siguiente para dar gracias a Jesús y a la Virgen, rezar y agradecer como usted nos enseña. Pero no es todo. Le escribo hoy en una ocasión especial para mi familia. Acabamos de recibir en nuestra casa cinco niños maravillosos, niños de un instituto que necesitan una familia, el cuidado y el amor de una madre y el calor y la protección de un padre. Es un día cargado de emoción y alegría. Quizás se pregunte, al igual que mis amigos, por qué lo hemos hecho. Le contesto desde lo hondo de mi alma. Me ha movido una fuerza interior que viene del corazón, algo más grande que el amor y la piedad, algo que no puedo definir. La fuerza de Dios es grande y yo siento su amor y su piedad para conmigo y para con mi familia. Por ello, le amo y estoy convencida de que hará posible y hermosa nuestra convivencia. Tanto para mí como para mi familia, que emprende hoy un nuevo inicio, así como para usted, don Giussani, deseo abundante salud. Beso la mano que ha escrito este libro y le deseo larga vida para que pueda escribir más libros, que si Dios quiere puedan llegar también hasta mí.
Mónica, Bucarest
Entregar lo que nos toca
Querido Don Gius: Exactamente un mes antes de la Diaconía en Chicago, me ingresaron en urgencias por un dolor de estomago. A la mañana siguiente entraba en quirófano con la posibilidad de perder ambos ovarios. Mi vida cambió totalmente en 24 horas. Tengo 23 años y no estoy casada, me gradué de la universidad en diciembre de 2002 y la sola idea de quedar estéril es bastante desesperante. Lo primero que aprendí fue que no me basto yo sola; tuve que dejarme llevar por otras manos y no me molestó; al contrario, me sentí acompañada y querida. Sé que antes no lo hubiera percibido así, sé que me habría llenado de rabia y de rencor y que habría tratado de valerme por mí misma. Al poco tiempo, fui a la Diaconía de Chicago; llevaba varias preguntas en mente: ¿Qué me pide Dios con esto? ¿Qué me toca hacer? Estuve reflexionando mucho sobre La anunciación a María. Leí esta obra el año pasado y me gustó mucho. Pensaba que quería ser como Violaine, que se adapta a sus circunstancias y obedece la voluntad del Señor. En Chicago, escuchando los testimonios de personas a las que no conozco, pero que se parecen tanto a mí, se me ocurrió que tal vez estoy llamada a otra cosa. Creo que por el momento debo ser más bien como el padre de Violaine. Este personaje que, al igual que yo, no entiende bien lo que ocurre, pero se ofrece al designio de Otro y va a orar con su cuerpo peregrinando a Jerusalén. Así que esta es mi nueva actitud, voy a hacer lo único que yo puedo hacer: ofrecer lo que me toca. La desesperación me visita de vez en cuando, pero el reconocer que está completamente fuera de mis manos, e incluso fuera de las de los médicos, hace que mi desesperación se vuelva un poco absurda, pues no hay más remedio que seguir el camino que se me indica. Gracias a usted he comprendido que nada de lo que tengo ni lo que me pasa me lo he merecido. La relación con mis padres y mis hermanos, mis amigos, mis éxitos y mi novio, nada tienen que ver con algún esfuerzo mío. Son regalos de amor que he recibido porque hay Alguien que me ama. Precisamente por esto tengo la certeza de que lo que me pasa ahora no es un castigo. Trato de estar atenta a ver si algún día comprendo; mientras tanto, camino. Quiero que sepa que mucha gente me pregunta cómo es que soy capaz de sonreír mientras cuento esta historia, cómo puedo estar tan feliz cuando esto es tan reciente; y cuando me preguntan, yo siempre pienso en usted y en CL.
Camil, EEUU
De inicio en inicio
Unos meses después de mis primeras vacaciones con CL en 1993, entendí que esta era mi casa. Y que aquí quería pasar el resto de mi vida. Hoy, 10 años después, me doy cuenta de que he crecido como hombre y como cristiano. Y que sigo con estas personas y en este lugar. Estoy contento de pertenecer a una casa donde tengo tantos amigos y donde soy mucho más de lo que era antes. Hay algo que me hace recordar las palabras de don Gius: «Él está porque actúa». ¿Cómo es posible que con estos barros nuestros se pueda hacer algo duradero? ¿Cómo he llegado a perseverar diez años? ¡Esto no es el paraíso, no es nada ideal! Es muy humano, real. Las relaciones se rompen, a veces fácilmente. ¡Nuestra compañía es todo un catálogo de humanidad! Dentro de esta experiencia humana tan llena de contrastes y paradojas he vivido intensamente, como nunca y he crecido como hombre. Luego aquí hay algo más, luego creo que Él está como decimos tantas veces. No puede haber otra explicación. Otro dato es que siempre en estos diez años ha habido un nuevo comienzo para ir “de inicio en inicio”. Y esto me lleva a volver a preguntarme cómo es posible. ¿Cómo de unas vasijas tan frágiles nace una alegría y una amistad nuevas? Esto ha pasado tantas veces que te olvidas de que nada de lo que tienes lo controlas tú. ¿Qué significa este nuevo inicio? Nuevamente, algo extraño, ajeno a nosotros aporta esta frescura; como un brote nuevo que despierta el corazón.
Un amigo, Madrid
Protagonistas
Ayer tuvimos en el colegio de mis hijos una charla-coloquio para informar y profundizar en el anteproyecto de Ley de Protección a la Familia que ha preparado el Gobierno de la Comunidad de Madrid. Era la primera vez que daba un testimonio público presentando una forma distinta de afrontar la vida, a la que no se está acostumbrado. En la iniciativa se implicaron también otras familias del colegio, entre las cuales se viene dando una amistad entorno al interés por la educación de nuestros hijos. Una de las cosas que más alegría me produjo fue la gran ocasión que tuvieron algunas personas de ver a otras que se interesan por intervenir como protagonistas de su vida en la historia. Quiero dar las gracias desde aquí a José Manuel Mallén, Mª Angeles Gullón y Eduardo Gutiérrez por su disponibilidad, su ayuda, su atención, su demostración de verdadera amistad. Quiero dar las gracias a don Giussani, por quien se nos ha dado todo esto, y al Señor porque suscita personas así para que otras como yo puedan crecer, madurar y servirle.
Isabel, Alcalá de Henares
¿Quién lo diría?
La felicidad de estos días no ha sido el resultado de nuestro esfuerzo, ni de nuestra inteligencia. Él es quien lo potencia todo, quien lo hace todo. ¡Quién me diría que esto acontecería, que Él cambiaría nuestras vidas de un modo tan radical y nuevo! Presentar el libro de Giussani El Sentido Religioso en un lugar donde la relación con lo Eterno ha sido exterminada consciente y periódicamente, y constatar luego el hambre y la sed que vimos en aquel acto, es el mayor regalo. El hombre quiere la eternidad; este deseo que tengo yo del Eterno también lo tienen todos los cubanos, y esta realidad no deja de conmoverme. Lo cual nos hace conscientes de una nueva fraternidad en un país donde reina la desconfianza: todos estamos hechos para Él. Para la comunidad de Cuba lo que se nos ofrece con la presentación del libro es una verdadera gracia: la oportunidad de recordarles a todos cuáles son los elementos que nos hacen cristianos, que piden una humanidad nueva. Y también es un servicio comunicar una manera de vivir que lo valora todo, que lo abraza todo desde su misma raíz. Pedimos para que cada resquicio de nuestra existencia sea para Cristo. Nuestro anhelo es este: que se cumpla en nosotros según Su palabra. La comunidad cubana da gracias a don Gius por mostrarnos la Verdad de la vida. Un fuerte abrazo a todos los que con la oración nos acompañan.
Yordanis, La Habana (Cuba)
La prenda de una vida más humana
Hay temas que nos cuesta digerir. Es más, son tan difíciles de abordar que preferimos rodearlos antes que hacerles frente. El problema es que tarde o temprano nos topamos con ellos. Una y otra vez. Y en cada ocasión más arrechos [de mayor envergadura, ndr] que antes. Como es el de la positividad inexorable de la realidad. En verdad que es duro. Cada vez que algo no se ajusta a mi ideal, me digo «ahora sí, es tiempo de terminar de digerir este asunto. Si Giussani y Leonardo lo dicen, debe ser verdad». Le doy vueltas, pruebo mil razonamientos, mil argumentos. Haciendo gala de mi “espíritu ingenieril” examino cuidadosamente todas las posibilidades, las causas y los efectos. El resultado es siempre el mismo. Mi ideal, mi modelo de la realidad, resulta ser tan estrecho que no hay espacio para una salida. La experiencia de otras ocasiones me dice que ese es el momento exacto para dejarlo todo en manos de Dios. Claro, no quiere decir que uno no debe colaborar, sino actuar con la conciencia de que, al final, lo que ocurra será realmente bueno para su vida. Y si nos dejamos ayudar por nuestros amigos, tanto mejor para nosotros. Aun cuando sea en contra de nuestro ego. Todo esto es fácil de decir, excepto cuando vives una situación dramática. Cuando pierdes el trabajo para el cual te has preparado durante años y no te alcanza el dinero para cubrir los gastos elementales. Cuando le pides a tu esposa que vaya a trabajar a sabiendas de que no va a cobrar y en la noche, perdido ya el sueño, le dices que no se preocupe, que ya nos las arreglaremos. Para nuestra fortuna, contamos con la esperanza de saber que cuando menos te lo esperas, la misericordia de Dios se manifiesta de la manera menos pensada. Tenemos la certeza de que las circunstancias están hechas para nuestro bien, y que el haber estado en el ojo de la tormenta nos ayudará, en el futuro, a llevar una vida mas humana.
José Antonio, Venezuela
Adopción a Distancia
¡Qué grande y qué novedoso es permitir a un niño continuar en su medio, con sus afectos, con su familia! Es reconocer la positividad de lo real, allí donde peor parece, permitir que este niño mejore sus condiciones de vida sin alejarse de donde Dios lo puso. Trabajé en el Fuero de Familia, como Asistente Social, en las adopciones legales, y comprobé que hay niños que cambian su realidad en forma favorable, por lo que la destaco como una opción válida para algunos casos. Sin embargo, la Adopción a Distancia es una propuesta simple, al alcance de cualquier persona, pero es importante reconocer que el punto de partida es la obra de Otro. Cuando Claudio Palchetti me propuso comenzar en Córdoba esta experiencia, me pareció algo difícil, pero inmediatamente me acordé de mi colega Emilia Cesana y ¿por qué no pedirle a ella que interceda por este nuevo inicio? En la tarea me arrastraba el ímpetu de Chiara Palchetti, que se mete hasta el fondo de las cosas, y la paciencia de Aída (ambas miembros de AVSI), que me llama todas las semanas y con dulzura me alienta y me recuerda lo que me falta por hacer, que siempre es mucho. Comenzamos con una presentación en Córdoba, a la que asistieron muchos buenos amigos. Ingenieros compañeros de trabajo de Perico (mi marido) agradecieron poder hacerse adoptantes, ya que no sabían cómo encauzar su ayuda. Otros resaltaron que, si bien es una experiencia de Iglesia, se propone al corazón de todos los hombres, sin condicionarlos a participar de un camino determinado. El testimonio claro y certero de Chiara permitió a nuestros amigos descubrir algo verdadero, que no se limitaba a un aporte mensual, sino la posibilidad de iniciar una relación con alguien con quien aprender a vivir la gratuidad de un modo sumamente concreto. También me impresionó que hubiera una respuesta tan afirmativa al proponer algo que implica pedir dinero en un momento en el que se buscan caminos de solidaridad, pero en que también se exacerba el individualismo. ¡Es algo de otro mundo! Fue conmovedor también inaugurar en Despeñaderos (Provincia de Córdoba) la primera guardería, que presentó diez niños necesitados y cuya directora Belén, conoció CL a través del padre Leonardo Grasso. Han pasado unos meses desde que comenzamos todo esto, y verifico que estamos en un flujo de vida que, sin darnos cuenta, concreta gestos de solidaridad y nos permite entablar relaciones sorprendentes. Alicia, una maestra de Santa Fe, propuso a las alumnas de su curso hacer una adopción entre toda la clase y lo tomaron con gran pasión; cada alumna mantiene relación con su ahijada común, una persona concreta que está también en su aula en una foto. Nosotros como familia también somos adoptantes y nos comunicamos con nuestra ahijada Andrea y su familia, comprobando que más allá del dinero existe algo más grande que no manejamos. Ahora me han pedido que vaya a Río Cevallos en febrero para realizar una presentación y otra en la ciudad de Córdoba, en Villa Revol, y también se han interesado algunos amigos de Cáritas Archidiocesana de Córdoba. Comenzamos el año con muchas expectativas.
Marité, Córdoba
(Argentina)
Créditos / © Asociación Cultural Huellas, c/ Luis de Salazar, 9, local 4. 28002 Madrid. Tel.: 915231404 / © Fraternità di Comunione e Liberazione para los textos de Luigi Giussani y Julián Carrón