Intervención de Cesana en la Comisión ejecutiva diocesana de CL, Milán, 27 de enero de 2003. La comunidad cristiana como comunión de origen, fin y medios, como expresión de un pueblo al que pertenecemos
Si pienso en lo que es para mí la comunidad -la comunidad de Carate, la del CLU, la de Milán, la comunidad de Italia, la de la diócesis- y pienso que yo tengo que ver con todas ellas, me viene de inmediato la imagen de un pueblo. La comunidad es un pueblo, en el sentido auténtico del término. Es comunión de origen, comunión de fin y comunión de medios para alcanzar dicho fin. La comunidad es el pueblo al que pertenezco. Sin embargo, la pertenencia y el interés por él nacen a través de algunas personas, porque yo no estoy con todos de la misma manera ni con igual intensidad: estoy con mayor frecuencia con algunos, incluso desde hace años o decenios. En definitiva, uno percibe la pertenencia a un pueblo a través de algunas personas, de la familiaridad con algunos. La comunidad es la expresión más concreta y visible de lo que es este pueblo.
Familiaridad estrecha
La comunidad es un pueblo al que pertenezco a través de una Fraternidad, donde la palabra “fraternidad” - en mi experiencia - quiere decir, desde luego, encuentros, retiro mensual, etc., pero quiere decir también otra cosa. Por ejemplo, hay personas con las que yo estoy en Fraternidad aunque no haga la reunión con ellas, porque comemos juntos, hablamos, nos vemos; porque nos sostenemos, porque mi casa no iría adelante sin esta presencia, porque yo no daría un paso sin ella. Precisamente el que dentro de esta familiaridad estrecha exista una extensión ideal, hace que esta misma familiaridad con algunos me vuelva a lanzar siempre dentro del pueblo. Tanto es así que hasta el encuentro con personas que no he visto nunca pero que pertenecen a este pueblo es siempre una ocasión de familiaridad, de sorpresa y de descubrimiento.
La extensión ideal, que está determinada por la familiaridad con algunos, es signo indudable, al menos para mí, de la presencia de Cristo; me hace entender que esta familiaridad estrecha lleva consigo el Misterio que mantiene unido a todo un pueblo para el cambio del mundo. Es una comunidad en la que la misma Iglesia - me parece que lo dijo una vez el Papa - se refleja concretamente como experiencia, porque el origen es Cristo, el fin es Cristo y el medio para alcanzarlo es seguir a Cristo.
La extensión ideal que deriva de la Fraternidad cristiana, del estar unido a algunos, no es la extensión de una idea. La mirada al pueblo no es la extensión de la idea, sino que es la extensión de una ocasión de familiaridad; es la extensión de una ocasión de encuentro, es la posibilidad de un encuentro. Como decía Felice, es la percepción de la conciencia de una casa común, de un fin común.
Por esto, gestos como la Escuela de comunidad, o la Compañía de las Obras, o todos los demás gestos que caracterizan nuestra experiencia, son de verdad la extensión, la dilatación de la familiaridad en la que nosotros reconocemos - concretamente, todos los días, por lo que se nos ha dado - a Cristo, la presencia de Cristo.
Propuesta ideal
Así se comprende por qué aun formando parte de una Fraternidad, o de un grupo, después se hace la Escuela de comunidad con otros grupos, se hacen gestos más grandes; se comprende por qué quedamos a comer, por qué tratamos de vernos, por qué nos ayudamos. Es decir, se comprende la imagen y la fisonomía de nuestro movimiento. Está claro que el movimiento lleva dentro una propuesta ideal potente, pero la lleva en cuanto que su matriz, su estructura, no es un discurso, sino que es la familiaridad con el Misterio. La familiaridad con el Misterio me hace mirar a todos los que han sido bautizados conmigo, a los que comparten conmigo esta historia en la que nos hemos visto inmersos, me hace mirarles a todos y sentirlos como míos. La familiaridad con el Misterio te hace mirar a todos los hombres, a todos, como los que aguardan esta revelación. Siempre me ha impresionado cuando en una comunidad de CL hay, por ejemplo, alguien con graves carencias psíquicas o morales, o alguien que no tiene un duro: la comunidad está formada por todos los que buscan la familiaridad con el Misterio. La familiaridad con el Misterio es la que me introduce en esta apreciación; y sin el pueblo, esa familiaridad que vivo con algunos iría a la deriva, porque no sería para el cambio del mundo, no sería para el destino, sino que sería para la asfixia, conformaría una relación que se ahoga en sí misma.
Así pues, la primera alarma que debe ponernos en guardia en cualquier convivencia estrecha - sea entre amigos, entre marido y mujer, entre hermanos y hermanas - es cuando esa convivencia no hace mirar a los otros, no amplía su familiaridad. Las formas de esta ampliación son múltiples: puede ser la parroquia, puede ser el ambiente, puede ser todo. Todo, como ocasión de extensión del encuentro particular que uno vive cotidianamente y como “lugar” al que ese encuentro particular reenvía. Desde este punto de vista, si la Diaconía, si el lugar de la responsabilidad, no es para las personas que lo viven una familiaridad a este nivel, está acabada antes de empezar, porque el aspecto fundamental de la familiaridad entre nosotros, que nos reclama al misterio de Cristo, es que la familiaridad entre nosotros, sobre todo entre los responsables, es lo que nos permite ver lo que sucede, nos señala lo que sucede y no lo que nos conduce a elaborar estrategias para hacer que suceda. Con todas las estrategias que podamos hacer, el Espíritu sopla donde, como y cuando quiere; sopla, ha soplado, existe, está presente.
La familiaridad debe llevarnos a mirar esto, porque es el alma de la comunidad.
El episodio que más me ha impresionado del encuentro de esta tarde es el del Congreso sobre Ética. Tosoni y Achilli, que asistían al mismo y apenas se conocían, enseguida se vieron sorprendidos por un acento común que les hizo percibir que las distancias se acortaban inmediatamente; y se acortan porque uno vive su Fraternidad con algunos, el otro con otros, pero para ambos existe la comunidad que te hace respirar, es decir, este pueblo.
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