Huellas N.9, Octubre 2002

PRIMER PLANO

Ser sacerdotes en EEUU hoy

Tras el escándalo de los curas pederastas y el aluvión de polémicas que ha suscitado ¿qué supone hoy la vocación sacerdotal en Estados Unidos? Los testimonios de mons. Lorenzo Albacete, mons. Gerald Mahon y el padre Lee Fangmeyer. La Iglesia, hecha de hombres, sólo puede existir por la “fuerza del Altísimo” que obra en ella

Parece que en EEUU a raíz de la crisis que ha azotado a la Iglesia, muchos hayan descubierto que el cura es un hombre como los demás, con su bagaje de deseos y expectativas buenas, y su carga de límites, contradicciones y males de los que todos tenemos experiencia diariamente. Pero la realidad de la Iglesia es a la vez distinta, porque lleva en sí un factor divino que pasa por la frágil y sumamente precaria realidad de los hombres. Y precisamente este aspecto humano de límite es la más grande apología de que la Iglesia sólo puede existir por “la fuerza del Altísimo” que obra en ella. Lo testimoniaron en Rímini tres sacerdotes norteamericanos llamados a enfrentarse con el desafío de ser curas en América hoy: mons. Lorenzo Albacete, teólogo y colaborador del New York Times, mons. Gerald Mahon, de Rochester (Minessota), más conocido como padre Gerry, y el padre Lee Fangmeyer, de Derwood (Maryland). He aquí tres breves pasajes de sus intervenciones.

LORENZO ALBACETE: «Poco antes de su muerte, el Cardenal O’Connor visitó el seminario diocesano donde yo enseñaba para pedir consejo sobre cómo hacer frente al aumento de secularizaciones de sacerdotes en los primeros diez años después de su ordenación. Las secularizaciones alcanzaban niveles incluso superiores a los del período de la contestación de los años Sesenta y Setenta. Los miembros de la facultad le dieron su consejo, que básicamente consistía en condenar lo que estaba sucediendo acusando de debilidad espiritual al que se marchaba. El remedio que propusieron fue intensificar la espiritualidad. Yo no dije nada porque, después de todo, sólo era un profesor invitado. Al final del encuentro, el Cardenal dijo mirándome: “Os doy gracias a todos por el consejo, pero quiero oír además la opinión del capellán del New York Times”. Yo le respondí: “Primero, eminencia, no soy el capellán del New York Times; segundo, no creo que los sacerdotes tengan necesidad de más espiritualidad; recordando las palabras de don Giussani, creo que lo que necesitamos es más humanidad, más amistad humana”».

GERALD MAHON (P. Gerry): «Durante diez años fui rector del seminario y durante otros diez, vicario general de nuestra Diócesis, y entiendo bien lo difícil que es crear una comunidad, una compañía con los otros, una amistad capaz de sostener verdaderamente a los sacerdotes avivando el deseo de seguir su vocación. Esto antes de conocer el carisma de don Giussani. Después, me doy cuenta de que hubiera sido un rector y vicario general distinto. Es cierto que los sacerdotes han servido siempre a los demás; pero, muy a menudo, no saben cómo servirse, cómo amarse recíprocamente. No caí en la cuenta del calado de tal crisis hasta que empecé a reunir un grupo diez sacerdotes de mi Diócesis para dar vida al Studium Christi. En el carisma de don Giussani descubrieron una forma de relacionarse totalmente novedosa. Creo que el carisma nos impele a descubrir la valía del Bautismo. A través de una compañía, de la comunión que se origina con el Bautismo, somos engendrados de nuevo, sea cual sea la vocación a la que Dios nos ha llamado».

LEE FANGMEYER: «Desde el seminario fui desarrollando una mayor espiritualidad y sentimientos de piedad. Hace un par de años, me percaté de que algo no iba bien en mi vocación, que algo fallaba. Decrecía la espiritualidad y la devoción que había seguido hasta entonces. Fue precisamente en ese período cuando empecé a contactar con este Movimiento, que supuso toda una sorpresa para mí. Descubrir el carisma ha salvado mi sacerdocio y me ha llevado a dejar de buscar espiritualidad para centrarme en una humanidad mayor; Cristo, la fe en Él, me sostendrá en mi camino y me dará continuamente esperanza. Esta es la conversión cristiana».