Conversamos con Giulio Andreotti acerca del comienzo de una gravísima crisis mundial, el terrorismo, la cuestión de Oriente Medio, Europa e Italia. «Sin Dios la paz no puede existir»
Giulio Andreotti ha atravesado cincuenta años de historia del mundo como protagonista. Medio siglo de cambios vividos desde dentro, ocupando los cargos de Presidente del Consejo o Ministro de Asuntos Exteriores. Hoy es la personalidad italiana más cualificada para hablar de lo que está sucediendo, después del trágico 11 de septiembre que le ha llevado a afirmar que «nada será como antes». Ofrecemos las respuestas del senador Andreotti como contribución para adquirir una conciencia más aguda de esta nueva realidad que se abre ante nosotros y para buscar las vías que aseguren justicia y paz al mundo.
¿Qué han representado para usted los atentados de Nueva York y Washington?
Una angustiosa sorpresa y el convencimiento inmediato de que comenzaba una gravísima crisis mundial.
Frente a la preocupación por lo que ha sucedido, ¿cómo evitar el escepticismo desesperado y la presunción de la fuerza?
Se daban en el Gobierno de Washington - y en gran parte permanecen - dos exigencias contrapuestas, más bien tres. Es necesario restituir la confianza al pueblo americano turbado por el ataque. Hace falta individuar la responsabilidad de los que han ideado y llevado a cabo este ataque diabólico. Se plantea con urgencia la disposición de instrumentos internacionales para bloquear y reprimir los terrorismos. Los conceptos de potencia e inviolabilidad se vinieron abajo en aquellos veinte minutos del 11 de septiembre.
Desconocemos cuáles serán las dimensiones de la operación “Libertad duradera” anunciada por el presidente Bush como “guerra” al terrorismo internacional. ¿Qué puede asegurar la justicia que todos invocan?
Es necesaria una alianza de nuevo cuño, lo más extendida posible, para alejar la violencia de cualquier tipo y crear una solidaridad anticriminal activa. Permanece, ciertamente, la dificultad de distinguir movimientos políticos de planes de criminalidad terrorista, por llamarlo de alguna manera. También tildaban a Arafat y Mandela de terroristas.
¿Qué será ahora de Oriente Medio y del conflicto palestino-israelí?
Paradójicamente, la gran crisis que está en curso podría servir para encontrar un orden justo, dando vida a la República Palestina y encontrando soluciones para la complejidad de Jerusalén y para los demás problemas abiertos (el contencioso con Siria, por ejemplo). Pero no creo que suceda.
En un artículo reciente aparecido en Il Corriere della Sera don Giussani se pregunta qué puede asegurarle a un hombre de hoy la posibilidad de caminar seguro cuando la violencia parece corroer relaciones y acciones. Le dirijo a Ud. la pregunta.
No es fácil responder. Quizá recordar que Dios es amor, que sin Dios no puede existir la paz.
Juan Pablo II ha dicho en Kazajstán: «Con todo mi corazón imploro a Dios para que conserve el mundo en la paz». ¿De qué forma pueden los hombres ser colaboradores activos de Dios en esta tarea?
Debemos releer los discursos de Pablo VI y de Juan Pablo II en la ONU, para plantear así - y no de otra forma - la reforma de las Naciones Unidas.
Usted ha afirmado que el mundo está atravesando la crisis más grave de su historia, hasta el punto de decir sin exageraciones retóricas que después del 11 de septiembre de 2001 nada será como antes. En este contexto dramático, ¿qué papel puede y debe desempeñar Europa, y en particular Italia?
La Unión Europea puede tener un papel esencial llevando a cabo en este momento una política exterior y de seguridad únicas. Añado que el terrorismo puede ser combatido y prevenido eliminando al menos los extremos más inicuos de las injusticias sociales que están todavía demasiado extendidas. La reducción de la deuda de los Estados más pobres es importante, pero no es más que una de las muchas exigencias igualitarias.
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