La actividad deportiva de los chavales como momento educativo, durante el cual es posible un cierto desarrollo de la razón, de la voluntad y del sentido comunitario. Un encuentro con los responsables y los entrenadores de las sociedades deportivas ligadas a la CdO
A partir de finales de los años 80, concluido el intento de construir una presencia en el mundo del deporte a través del trabajo de una entidad de promoción deportiva, un grupo de profesores de educación física, junto a algunos padres, pusieron en marcha una serie de centros con el fin de responder a la necesidad de trabajo y a una exigencia de educación para sus hijos. En estos últimos meses los responsables de estas sociedades se reunieron para renovar y profundizar en las razones que animan sus iniciativas y para buscar formas de sostener concretamente las distintas actividades en las que están implicados. Con gran sorpresa vieron acudir a cerca de veinte sociedades deportivas que, gracias al sacrificio y al compromiso de muchos, se han ido consolidando. Actualmente implican a más de cinco mil personas, que participan tanto en los Campeonatos de las distintas Federaciones deportivas, como en actividades, cursos, exhibiciones y vacaciones deportivas. En febrero se vieron con don Giorgio Pontiggia para profundizar en las características de la experiencia educativa en la actividad deportiva dirigida a los jóvenes. Proponemos a continuación algunas reflexiones que emergieron durante el encuentro
Pontiggia: Antes de plantear vuestras preguntas, permitidme que os comente algunas observaciones que he comprendido charlando este verano con algunos chicos que juegan en nuestra sociedad deportiva o en otros equipos. Me parece que el primer factor del que debéis daros cuenta es que vosotros tenéis hoy mucha más influencia como entrenadores para educar o “destruir”, en cierto sentido, a los chavales que el cura de la parroquia. Además, recordad que mientras estáis con ellos en los entrenamientos, en los partidos, inevitablemente comunicáis una visión de la vida, un modo de afrontar la realidad, porque no existe ninguna relación que sea “neutra”, como quieren hacernos creer. En la cultura deportiva de hoy el mister es considerado como el nuevo educador, es una figura a la que los chavales escuchan con atención.
Un día del verano pasado presencié el diálogo entre algunos jóvenes que hablaban de sus equipos de fútbol, del número de entrenamientos semanales, de la dieta, de las concentraciones antes del campeonato, etc. Veía que nuestros chicos, que tienen sólo dos entrenamientos, se encontraban un poco a disgusto, como si valieran menos, como si no fuesen capaces de sostener las razones de esa elección. Entonces les puse este ejemplo: «Imagináos que un compañero vuestro os contase que le gusta mucho jugar al Risk, y que para preparar un torneo se entrena todos los días tres horas. ¿Qué pensaríais de él? Que es un poco estúpido. ¿Por qué? Porque hay una desproporción entre el esfuerzo y la finalidad. Quiero decir que el valor de una cosa está en su finalidad y en la proporción que tiene con la finalidad de tu vida. Por ejemplo, para los chicos de Milán que se alojan en nuestro pensionado, el fútbol puede convertirse en un trabajo, y entonces es como si fuesen estudiantes-trabajadores, y en efecto tienen adultos que les acompañan también en los demás aspectos de la vida, como el estudio. La seriedad de una propuesta es que sea vivida por una finalidad adecuada a la persona y no desproporcionada con respecto a ella».
Ronchi: Soy entrenador de uno de los equipos de la sociedad deportiva Sacro Cuore, con la que estamos participando en el campeonato FISG sub-18 y estamos actualmente en el medio de la tabla. Me doy cuenta, como nos acabas de recordar, que se ejerce una presión sobre los chicos. Parece que el deporte les pide cada vez más, en términos de esfuerzo, para poder obtener buenos resultados. Te pregunto: ¿cuál debe ser el criterio para decidir hasta dónde aceptar el reto o detenerse eventualmente renunciando incluso a posibles mejores resultados?
Pontiggia: Tenéis que estar muy atentos para no caer en la tentación de pensar que el primer resultado deba ser sólo el deportivo, porque el primer objetivo en el deporte debe ser siempre, en primer lugar, un incremento de la persona, de la humanidad de los chavales, pues de lo contrario es facilísimo instrumentalizarlos en función de un interés que tenemos nosotros. ¿Qué es lo que podemos pedir a los chicos? Un trabajo preciso y serio, porque la práctica del deporte favorece un cierto desarrollo de la razón, de la voluntad y del sentido comunitario, de la pertenencia a un equipo. Mirar el éxito deportivo como un objetivo a desear, pero sin olvidar lo que acabo de decir, es tan evidente que incluso los grandes equipos empiezan a darse cuenta de que el rendimiento en el deporte depende de la educación de la persona. Nos encontramos frente a toda la persona, no frente a un determinado aspecto particular. Por tanto nuestro trabajo debe ser factor de crecimiento de la persona entera, aunque lo hagamos partiendo de un aspecto particular. Es una atención que debemos tener mirándolos uno por uno, tratando de comprender lo que es más útil para cada uno.
Nosotros trabajamos con ellos a partir de una necesidad y de un atractivo, pero lo que nos hace calibrar hasta dónde pedir o a qué renunciar no es una regla o un esquema a priori, sino el amor a su persona por entero. Por ejemplo, los chicos que juegan en nuestros equipos están contentos, y esto es señal de que el trabajo que hacéis con ellos tiende a desarrollar toda su humanidad.
Es cierto que partimos con una ventaja que no tienen los demás: nuestros chicos, por la experiencia que viven, son amigos entre ellos, les resulta más fácil el sentido de “equipo”, y por eso, lo que para otros es un objetivo a alcanzar, para nosotros puede ser el punto del cual partir.
Gerbino: Doy clases y realizo actividades extraescolares con chicos y niños. Esta misma tarde me he dado cuenta de que la mayor satisfacción que tengo es cuando compruebo que mi trabajo, la clase que he dado, incide sobre el chaval, y me doy cuenta de esto porque lo veo más contento, satisfecho de la experiencia que ha vivido conmigo, porque probablemente se corresponde con algo que él desea.
Pontiggia: ¿Cuándo podemos decir que un chico está contento, satisfecho con lo que ha hecho? Cuando la experiencia que ha vivido desarrolla y satisface ciertas exigencias que tiene: exigencia de belleza, de verdad, de justicia. Es esta correspondencia entre lo que es como exigencia y lo que hace como intento de llevarla a cumplimiento lo que le hace feliz. Y los chicos son mucho más sencillos que nosotros los adultos a la hora de sentir esto. Comprended, sin embargo, que la figura del adulto es fundamental. Por ejemplo, si un entrenador explica bien y tiene la paciencia de comunicar las razones de por qué uno debe estar en el banquillo, el chico lo acepta con mayor facilidad. Esto contando con que cada propuesta, cada decisión debe siempre hacer las cuentas con la libertad del otro y con su capacidad de aceptación. Por eso siempre implica un riesgo. Todo esto no significa que haya que olvidar el resultado - nos interesa el resultado -; significa que éste no justifica que se emplee cualquier método para obtenerlo. El desafío a proponer es alcanzar un resultado que sea consecuencia de una profundización de la propia humanidad, sin reducirla a aspectos parciales o secundarios. Queremos el éxito como el fruto del desarrollo de la persona, aunque para esto necesitemos más tiempo, trabajo y respeto a la libertad de los chicos.
Farè: Observando la experiencia deportiva tal como a menudo se vive, me doy cuenta de que se dan estas dos reducciones, a las que no somos inmunes: o todo se define y se juzga solamente a partir del resultado deportivo (tu valor depende del resultado que obtienes), o bien se utiliza el deporte como instrumento para aglutinar a los chicos (como hacen muchas parroquias), y poder predicarles después los grandes valores. Yo siento con certeza que o la propuesta está “dentro” de lo que se hace con los chicos, o si no, no tiene valor. No puedo encajarla después.
Pontiggia: Es muy cierto. Nuestro reto es este: mientras la mentalidad dominante afirma que para alcanzar el éxito hay que olvidar “ciertas” cosas, nosotros sostenemos que para tender al éxito hay que ir hasta el fondo de “ciertas” cosas, o mejor aun, de todas las cosas.
Si no fuese así, justificaríamos esa reducción humana a la que asistimos, por la cual se trata a los chicos como “carne de cañón” para el juego interesado de los adultos, o acaban siendo víctimas de un modo moralista de concebir el deporte. La mentalidad en la que vivimos exalta el éxito a toda costa y a nadie le interesan los miles de chicos que son engañados continuamente, porque de cien mil que lo intentan, sólo algunos lo consiguen. No podemos ser tan ingenuos. Os sugiero a este respecto que veáis la película Carros de fuego, porque allí se hace evidente la diferencia entre las dos posiciones de los protagonistas; ambos alcanzan el éxito, pero al final uno está triste y solo y el otro en cambio está contento junto a sus amigos. Para uno el éxito era todo, para el otro era una expresión de la gloria de Dios.
Ronchi: Si tuvieras que decirnos en síntesis cuáles son los puntos a tener presentes en nuestro trabajo, ¿qué nos indicarías?
Pontiggia: Esencialmente dos cosas: en primer lugar el amor a la persona, que se expresa en la pasión por la respuesta a las exigencias que constituyen el corazón de toda persona; en segundo lugar, que utilicéis vuestra inteligencia y genialidad para ir hasta el fondo y hacer lo mejor que podáis la actividad que llevan a cabo los chicos, es decir, para que vuestra labor se desarrolle a partir de las exigencias de su vida y les acompañe a encontrar una respuesta.
Estos dos aspectos deben ser sostenidos por una compañía entre adultos que el entrenador vive; adultos que se apasionan por lo que hacen y por esto se encuentran, discuten, arriesgan juntos, porque siempre, al final, llama la atención lo que uno vive. Construye sólo lo que uno es.
Y prueba de ello es que en cualquier circunstancia el hombre comunica lo que da sentido a su vida. Nuestros chicos deben sentirse orgullosos de jugar en nuestros equipos y de poder vivir el deporte así.
Fossali: Cuando pienso en el factor que ha permitido el crecimiento de nuestra sociedad deportiva y de su propuesta educativa, no dudo en identificarlo precisamente con la compañía entre los adultos implicados. Me gustaría comprender mejor qué es para ti el éxito deportivo.
Pontiggia: ¿Qué es el éxito deportivo? ¿Depende solo de lo que hacemos nosotros? El éxito es una “casualidad”, no depende solo de nosotros, sino de un factor interno (la fuerza de tu libertad que se mueve en el esfuerzo) y de un factor externo (que te enfrentes a uno más o menos fuerte que tú). El éxito es un conjunto de factores que vienen a coincidir con una circunstancia particular. También tú comprendes que esto puede suceder y que, en la mayoría de los casos, puede no suceder. Y entonces, ¿habremos perdido el tiempo? El éxito depende de una tensión hacia el esfuerzo, pero el esfuerzo no puede ser la única razón para el empeño. Sufro una derrota si no he hecho todo lo que podía para lograr la victoria, pero si he dado todo y el otro ha estado mejor que yo, no es una derrota para mí. La derrota es la no-generosidad a la hora de poner en juego todos mis talentos.
Tedone: Me parece que lo más importante es comunicar la experiencia cristiana que vivimos.
Pontiggia: Sí, pero esto sucede en primer lugar respondiendo y prestando atención, en el trabajo deportivo, a las exigencias más verdaderas de los chavales. En segundo lugar, sabiendo unir la circunstancia particular que vivimos con el todo, puesto que en lo particular se juega la totalidad de una propuesta; en tercer lugar, hablando y juzgando los aspectos de la actividad no separándolos uno del otro, sino haciendo ver siempre el nexo entre ellos.
De Michelis (psicólogo del Milán): Estoy muy agradecido por el encuentro de esta tarde, porque cuanto se ha dicho devuelve dignidad al mundo del deporte, pero al mismo tiempo estoy un poco triste porque yo, que trabajo en el ámbito profesional, me doy cuenta de que el deporte ya no es esto. En los últimos decenios, ha sufrido una transformación radical; basta con pensar en cómo las sociedades han pasado en un corto tiempo de ser simples asociaciones a sociedades que cotizan en bolsa. Es inevitable, así, que el objetivo de una sociedad se convierta en la búsqueda del beneficio y todo esté en función de esto. Hasta tal punto que el deporte se ha convertido en puro espectáculo. Espero que seáis capaces de llevar un juicio nuevo también a este ámbito, porque tiene una urgente necesidad de él.
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