15 de marzo. Sede de la Organización de Estados Iberoamericanos en Madrid. La Asociación Cultural Charles Péguy ha sentado en una mesa redonda a Gabriel Cisneros, uno de los redactores de la Constitución, y a Ramón Jáuregui, ex vicelehendakari del Gobierno vasco y uno de los socialistas que más han abogado por el diálogo con los católicos. El tercer invitado es José Miguel Oriol, presidente de la Compañía de las Obras de España. Durante dos horas se debate sobre la democracia española con motivo de su 25 aniversario
El moderador, tras las presentaciones, recurre a Tocqueville. El autor de La democracia en América sostenía que, a menudo, en los regímenes democráticos se le da demasiada importancia a las leyes. Se olvida que las costumbres son el verdadero fundamento de un régimen de esta naturaleza. La cita sirve para abrir el debate preguntando por la salud de las costumbres democráticas de nuestro país.
Los protagonistas de la transición
Los tres invitados recuerdan los años anteriores a la muerte de Franco y lo que significó el consenso constitucional. Oriol lanza una primera provocación asegurando que los grandes protagonistas de la transición fueron la Iglesia y el Partido Comunista. Jáuregui, el primero en intervenir, es el que menos se remonta en el tiempo. El político socialista ha aceptado la invitación, sabiendo que la Asociación Péguy está integrada en su mayoría por personas de Comunión y Liberación. Desde hace un par de años viene defendiendo en tribunas como el diario El País la conveniencia de un diálogo entre socialistas y católicos. Parece mantenerse firme en sus propósitos.
Cisneros, aunque acepta la afirmación de Tocqueville, defiende la importancia de la ley.
¿Cultura tolerante?
Desde aquellos años - alude Oriol - en España se está desarrollando una cultura tolerante con todo tipo de manifestaciones culturales y religiosas, pero absolutamente intolerante con un fenómeno decisivo: la tradición cristiana. «Se puede defender la homosexualidad o el Islam, pero no se puede hablar de Cristo», sostiene el presidente de la CdO. En otro momento de la noche vuelve sobre este argumento poniendo como ejemplo la Declaración de Niza. En el embrión de constitución europea, se ha eliminado toda declaración explícita al cristianismo. Cisneros, que es uno de los exponentes católicos del PP que ha participado en los trabajos preparatorios de esa Declaración, se siente provocado por la afirmación, y asegura que no se había podido hacer nada más, dada la presión de los países escandinavos.
Un proceso de desestructuración
La secularización - añade Oriol - ha provocado un intenso proceso de desestructuración de la persona en la sociedad española, lo que acarrea una gran debilidad frente al poder. El argumento se repite a lo largo de la noche. Jáuregui, al escucharlo por segunda vez, pregunta quién tiene la culpa de este proceso. «En buena parte - responde Oriol - ha sido la propia Iglesia la que perdido su propia identidad. ¡Qué pocos curas predican hoy día el Misterio de Cristo, y cuántos, en cambio, hablan de distintas soluciones morales rudimentarias! Junto a esto hay otro factor que evidentemente ha ido creciendo, el laicismo como movimiento militante. Este laicismo militante está todavía presente en el partido socialista».
El propio Jáuregui parece reconocer que los socialistas han mantenido una posición hostil hacia la Iglesia. Lo hace cuando se le pregunta en qué consiste su propuesta de diálogo con los católicos. «El partido socialista, por la tradición de nuestro país - afirma Jáuregui - ha sido clásicamente anticlerical. Ha confundido a veces el clericalismo con el cristianismo, con la gente de Iglesia, con los cristianos. Hemos tenido, a veces, un exacerbado laicismo, cerrando las puertas a los cristianos que convivían en fines y en objetivos, y sobre todo, en prácticas».
El mito de la democracia
Pero no se habla sólo del socialismo y de la Iglesia. El moderador introduce en el debate una cita del cardenal Ratzinger: «Para la consistencia de la futura democracia pluralista y para el desarrollo de una medida humanamente posible de justicia es necesario volver a adquirir el coraje de admitir la imperfección y el continuo estado de peligro de las cosas humanas». La pregunta es si en España no se corre el riesgo de mitificar en exceso la democracia, pensando que es la respuesta para todas las aspiraciones humanas. Jáuregui sostiene que se ha recorrido un largo camino. En los primeros años de la democracia se producía esta especie de mitificación, pero ya ha desaparecido. Cisneros afirma que no hay que temer su mitificación y que hay que defenderla como el mejor de los sistemas posibles.
Mercado global
El socialista señala entonces que uno de los grandes peligros que amenazan a la democracia es un mercado global, con más fuerza que los estados soberanos. «La respuesta es más política, en el sentido positivo de la palabra», sostiene Jáuregui. Oriol parece estar de acuerdo, pero matiza: «más política sí, pero para la persona, para que la sociedad tenga el protagonismo. La culpa no la tiene el mercado tal cual, sino el capitalismo ultraliberal. El mercado ya existía cuando los fenicios. La contraposición no se da entre el Estado y el mercado, la contraposición se da entre el Estado y los ciudadanos libres».
Sociedad civil
Ha aparecido el último gran tema de la noche: el protagonismo de la sociedad civil y la subsidiariedad. Cisneros conoce bien la problemática del Tercer Sector. Está trabajando en la nueva Ley de Asociaciones. El ponente constitucional sugiere que el sector no lucrativo español es débil y depende en exceso de las subvenciones. Al hablar de la subsidiariedad recalca el desarrollo de las autonomías. El moderador interviene para explicar que se pregunta no por la subsidiariedad vertical - descentralización administrativa o política -, sino por la horizontal, la que da protagonismo a la sociedad civil. Oriol vuelve a ser provocativo y afirma que ni socialistas ni populares acaban de comprender lo que significa la subsidiariedad. Jáuregui, sin embargo, pone como ejemplo su actuación como Consejero del Gobierno Vasco en la que destinó recursos a aquellas realidades sociales que estaban vivas.
Subsidiariedad
El debate toma fuerza al hablar de la educación. Estamos ya en el turno de preguntas. Uno de los asistentes se refiere a la mala situación de la educación estatal. Jáuregui le contesta: «¿Es justo que los más humildes, los de los barrios, o los inmigrantes sólo vayan a los centros públicos? ¿Es justo que la calidad de enseñanza en esos centros se devalúe y que, quienes tienen que ir a esos centros porque no pueden elegir se encuentren con esos problemas? ¿En qué colegios están los niños magrebíes, los gitanos o los rumanos? No creo que en Santa María del Pilar les admitan, porque no viven allí». Oriol replica: «¿Por qué en lugares como en Inglaterra y en Estados Unidos se abre paso por fin el tema del cheque escolar? Justamente porque eso es lo que devuelve a los pobres la posibilidad de elegir colegio. Es exactamente lo contrario de lo que se ha dicho siempre en el discurso socialista. La libertad de educación y la libertad de crear empresas educativas está ligada fundamentalmente, para la mayoría de los ciudadanos, a tener los recursos financieros para poder hacerlo. Cuando el Estado redistribuye, no puede redistribuir edificando colegios públicos en competencia con los privados, como por desgracia hizo el primer Gobierno del partido socialista».
El segundo período histórico
La sinceridad parece haberse impuesto. Se vuelve a los orígenes. Jáuregui explica qué le ha llevado a proponer el diálogo con los católicos: «Creo que son dos mundos que pueden converger, creo que la moral cristiana tiene que iluminar la reflexión de la izquierda, la renovación del pensamiento de la izquierda y creo que el Partido Socialista tiene que ofrecerse a quien desde el compromiso con su fe desea una opción partidaria. Más del cincuenta por ciento de los que nos votan son cristianos. Creo, además que la religión no es un hecho privado, sino público y un partido no puede dar la espalda a esa realidad». Oriol responde: «La moral socialista que tienea como ideal en tu vida, ¿de dónde deriva? De lo que yo llamo el segundo período histórico: el del abandono de la fe y la conservación de la moral cristiana. La tendencia comunitarista, la confianza en la persona del otro, la posibilidad de reconstruir la comunidad destruida está basada justamente en la tradición del personalismo cristiano. Para la renovación del pensamiento socialista deseo que empecéis a confiar más en la persona con un destino trascendente, y en que la libre asociación de personas permitiría un comunitarismo nuevo».
El debate ha terminado. Muchas gracias don Ramón, don José Miguel y don Gabriel.
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