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Huellas N.5, Mayo 2000

UGANDA

Donde no muere la esperanza

Andrea Costanzi

Más del 10% de la población ugandesa afectada. Más de un millón de huérfanos. La obra del Meeting Point en los suburbios de Kampala. Una atención excepcional a la persona

El pasado diez de enero, por primera vez, una sesión del Consejo de Seguridad de la ONU estuvo dedicada al SIDA, emergencia política y no ya sanitaria, ya que, según el secretario Kofi Annan «en 1999 ha producido diez veces más muertos en África que los conflictos armados».
Uganda es uno de los países más afectados por esta enfermedad y por sus consecuencias sociales. Están enfermos el 10% de los ugandeses, dos millones de personas; por lo menos medio millón de muertos desde 1982, año en el que el síndrome de adelgazamiento, slim disease, empezó a ser diagnosticado. La esperanza media de vida bajó de 52 a 42 años. Los estratos productivos de la sociedad son los más diezmados. Afectando a la población entre los 20 y los 40 años, el SIDA abate un país y crea centenares de huérfanos al día que ni siquiera la familia africana es capaz de absorber. S0n 10 millones en toda África los niños que han perdido por lo menos un progenitor a causa del SIDA, 1.100.000 sólo en Uganda. Cada año 45.000 neonatos ugandeses contraen el virus de sus propias madres.
Existen, sin embargo, algunas noticias esperanzadoras. El contagio parece disminuir en las restringidas muestras observadas regularmente: del 30 al 13% entre las mujeres embarazadas en el Hospital Nsambya de Kampala, entre 1991 y 1998. Del 32 a 10% en la población entre los 15 y 19 años en el distrito de Kabarole, en los mismos años. ¿Cuáles son las razones de un resultado único en el África subsahariana, donde han sido enterrados 13 de los 16 millones de muertos que el SIDA ha causado hasta hoy en el mundo? La comunidad científica internacional ha convertido a Uganda en un laboratorio para experimentar vacunas y terapias. En espera de la prueba de toxicidad de la vacuna de la investigadora italiana Bárbara Ensoli, otras tres vacunas, de las cuales una es ugandesa, están ya en fase de experimentación. Son interesantes las expectativas de reducción de la transmisión materno-fetal del virus gracias a un proyecto ítalo-ugandés. Las terapias contra el virus, que han obtenido resultados significativos en los países occidentales, no están extendidas en cambio a gran escala debido a su elevado coste y a los controles regulares que exigen. Parece infundada la alegría de Elisabeth Madraa, directora del AIDS Control Program que sostiene haber vendido 50 millones de preservativos en 1999, 10 por cada ugandés sexualmente activo. La respuesta la debemos buscar seguramente en la posición cultural expresada por el presidente ugandés Yoweri Museveni, en la conferencia mundial sobre el SIDA, en 1991 en Florencia: «Nos dicen que un fino pedazo de goma nos protege de la muerte en nuestro continente. En países como el nuestro, donde una madre tiene que recorrer 20 kilómetros para comprar una aspirina para su hijo enfermo, el condón no será nunca la solución. La vuelta a nuestra cultura tradicional que valora la fidelidad y la condena de las relaciones prematrimoniales y extra conyugales, es la respuesta a la amenaza del SIDA: reafirmar públicamente el respeto y la responsabilidad de cada uno con respecto a su prójimos».

Fieles a los valores de la tradición
El gobierno ugandés ha hecho de este manifiesto su política sanitaria. En una publicación informativa con viñetas, de 1990, a la pregunta «¿Se puede prevenir el SIDA usando preservativos?», la respuesta era «¡No!». Un personaje de la historieta decía además: «Si hubiéramos permanecido fieles a nuestros valores tradicionales, el SIDA no sería un problema». La publicación causó mucha irritación en los ambientes de las Naciones Unidas. Uganda, que no puede prescindir de la ayuda humanitaria de algunas agencias de la ONU como la Organización Muncial de la Salud y UNICEF no se plegó del todo a su dictado y modificó sólo parcialmente la respuesta negativa a la pregunta.
Secundando la invitación de Museveni, se ha desarrollado una carrera de solidaridad que ha tenido como protagonistas a las ONGs, las iglesias y las grandes organizaciones humanitarias. Rose Busingye es responsable del Meeting Point de Kampala, una pequeña organización no gubernamental nacida en 1999 en Kitgum, al norte de Uganda. Un grupo de voluntarios italianos de AVSI ayudó a los amigos ugandeses a responder al problema del SIDA que había sacudido a sus familias y a sus amigos más queridos, con el fin de no dejarlos solos frente a la enfermedad y la muerte. Rose explica: «Ahora el SIDA está de moda. Todos hacen proyectos para ayudar a los enfermos, para defender los derechos humanos, para erradicar la enfermedad. Uno viene con SIDA y sólo se pretende curar su enfermedad. Nosotros miramos ante todo a la persona que tiene la enfermedad». Con un presupuesto de 225.000 dólares, Rose ha asistido a un millar de enfermos en 1999. Poco dinero y mucha caridad. Un punto de encuentro móvil. Quien puede, va por su propio pie; si no pueden, los del Meeting Point se acercan a los suburbios más olvidados, los barrios más pobres e insalubres donde cada día el SIDA se cobra alguna víctima. «Esta semana sólo cinco» nos dice "Rose-nada", como se hace llamar para subrayar que lo que hace es obra de Otro.

Las piernas del Meeting Point
Hoy estamos con Noelina Namukisa y Christine, las "piernas" del Meeting Point que van a ver a Imelda, John y a los demás enfermos en un pequeño jeep en cuya carrocería puede verse el Ícaro de Matisse.
El Meeting Point trabaja en los suburbios de Kampala, Kitgum y Hoima, en la parte occidental del país, visitando a enfermos, viudas, niños y huérfanos, ofreciendo ayuda psicológica a los jóvenes y a las familias, enseñando normas de educación sanitaria y sexual, siguiendo a los pacientes a domicilio y aportando terapias y fármacos a aquellos que no pueden ser ingresados por motivos económicos o por el avanzado estado de su enfermedad. «El mundo científico -continúa Rose - afronta el problema como si no hubiera una esperanza digna para el hombre. Sustituye a la persona por lo que debemos hacer por ella o por lo que conseguimos hacer. De esta forma se hace violencia». En el Meeting Point prestan servicio cinco enfermeras a tiempo completo, 18 colaboradores, algunos de los cuales están enfermos, algún médico voluntario y el padre Tiboni que, en cuanto puede, va también a visitar a los enfermos de Kitgum. Hay también otras personas que colaboran, como Loredana Napolitano, mujer del embajador italiano en Kampala, que desde que conoció el Meeting Point se comprometió a acudir semanalmente, implicando también a las mujeres de los embajadores de Estados Unidos, Francia y la India. En 1999, se beneficiaron de la actividad del Meeting Point de Kampala 950 enfermeros de SIDA, 700 huérfanos, 200 mujeres y 50 jóvenes de las zonas pobres de Namuwongo, Naguru y Acholi Quarter.

Vivir la caridad
Entramos en la habitación de Imelda, en el suburbio de Soweto, un gueto en el que antes de que lo hiciese la gente del Meeting Point nadie ponía de pie. Su casa es muy digna. «Mami Rose y Mami Noelina me han devuelto la vida - dice Imelda, un rostro luminoso, dos niños que dieron negativo en la prueba del VIH que les hicieron después de la muerte de su marido, una niña adoptada a distancia a través de AVSI - mis padres me abandonaron cuando se enteraron de que estaba enferma. En esta compañía me siento de nuevo una persona». Con frecuencia los enfermos que gracias al Meeting Point mejoran su condiciones de salud, se convierten en voluntarios que ofrecen a otros la asistencia que ellos han recibido. En el suburbio se ponen en marcha también actividades para crear riqueza y dar a las mujeres ugandesas una mayor dignidad a través del trabajo, para ayudarlas a salir de la marginación causada por la enfermedad y por la pobreza. Se cultiva patatas y setas, se crían gallinas, conejos y cerdos, se ponen en marcha tiendas de carbón y de alimentación, se producen esteras, objetos para la casa y artesanía típica. También hay cursos de alfabetización par adultos y una escuela primaria para niños y par alas chicas que se han visto obligadas a abandonar la escuela pública. Los que entran en contacto con la compañía de Rose y Noelina superan con creces la esperanza de vida que por su enfermedad sería previsible. Seguimos la visita pasando por casa de John, un enfermo al que le cuesta muchísimo salir de su habitación arrastrándose para sentarse en una silla. Estamos en las afueras de Soweto; grandes bananos velan la tumba de su mujer. El Meeting Point le paga el alquiler, le compra la parafina para la lámpara y la comida. «Les debo la vida, esta vida que vale la pena vivir aunque lo único que se puede hacer sea aceptar la caridad». En la sede del Meeting Point organizan unos cantos y bailes para nosotros delante del orfanato. Manifiestan unas contagiosas ganas de vivir. Son bailes de todas las tribus ugandesas, Baganda, Bunyoro, Acholi. La actividad teatral y la danza son instrumentos recreativos y de socialización que ayudan a tomar conciencia del problema y dan dinero porque cada vez invitan más al grupo a participar en manifestaciones y encuentros públicos. Una adolescente recita con gran pasión su drama: «Doctores, políticos, abogados: hay mucho sufrimiento. Eliminad la enfermedad». La realidad llama la atención, historias verdaderas que piden un milagro como final.

 
 

Créditos / © Asociación Cultural Huellas, c/ Luis de Salazar, 9, local 4. 28002 Madrid. Tel.: 915231404 / © Fraternità di Comunione e Liberazione para los textos de Luigi Giussani y Julián Carrón

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