Va al contenido

Huellas N.4, Abril 2000

TIERRA SANTA. LOS ORÍGENES DE LA PRETENSIÓN CRISTIANA

Aquí lo Eterno ha entrado en la historia

Andrea Tornielli

La histórica peregrinación de Juan Pablo II tras las huellas de Cristo. Un viaje a las raíces de un acontecimiento de vida que se ha convertido en historia hasta alcanzarnos en el presente: «Él es nuestro todo»

«Es imposible expresar la alegría y el reconocimiento que llevo en el alma pro este don del Señor que tanto había deseado». Con estas palabras, pronunciadas el 29 de marzo durante la audiencia general, comunicaba Juan Pablo II a los fieles su estado de ánimo a su regreso a la peregrinación jubilar a Tierra Santa. «Ha sido como volver a los orígenes, a las raíces de la fe y de la Iglesia». Karol Wojtyla es el segundo sucesor de Pedro que, en dos mil años de historia cristiana, pone el pie en los lugares santos que el Apóstol abandonó para ir a Roma, ciudad donde fue martirizado. Ya había estado aquí cuando era un joven obispo, en 1963, al término de la segunda sesión del Concilio Vaticano II, y había contado sus impresiones en un detallado diario de viaje que se publicó en el boletín diocesano de la diócesis de Cracovia. Sin embargo, esta visita sólo puede compararse con aquella histórica que Pablo VI quiso realizar en enero de 1964, pocos meses después de su elección. En lo esencial, más allá de las distintas condiciones políticas y diplomáticas, los dos viajes son similares en su auténtico significado: el humilde sucesor de Pedro que se hace peregrino y, como tantos cristianos, visita los lugares a los que está indisolublemente ligada la historia de la salvación.
Juan Pablo II consideraba especial este viaje, ya que representa la culminación de su peregrinar por todo el mundo.
Y aún más que sus homilías y sus mensajes, ha impresionado y conmovido a todos el apego que ha mostrado el Papa por los Santos Lugares. Con sus largas y calmas oraciones de rodillas, parecía no querer separarse nunca más de aquellos signos humildísimos que testimonian el misterio de la intervención de Dios en la historia humana a través de la encarnación de su Hijo.
La mañana del regreso, el día 20, poco antes de despegar, el Papa se acercó a la zona del avión reservada para los periodistas. Nos deseó un buen viaje y a su portavoz, Joaquín Navarro Valls, que le comentó: «Santidad, los periodistas están todos encantados de volver», le respondió: «¿Y por qué? Yo no».

20 de marzo, el monte Nebo
Nada más llegar a Ammam, en Jordania, el Papa se dirigió al monte Nebo. Aquí se alza un santuario en el lugar en el que, según una antigua tradición, Moisés vio por primera vez la Tierra Prometida. Juan Pablo II no pronunció ningún discurso, sino tan sólo una breve oración, pidiendo a Dios la paz para todos los pueblos de la región. Después de detuvo largamente a contemplar el panorama que quedó impreso en los ojos del profeta bíblico, llegado allí tras cuarenta años de peregrinación por el desierto: el Mar Muerto, el desierto de Judea, el valle del Jordán y los montes de Judea y Samaria.

21 de marzo, Ammam y Wadi Al-Kharrar
Había cuarenta mil personas en el estadio de Ammam con el Papa. En los países donde los cristianos son minoría, la presencia del sucesor de Pedro se convierte en ocasión de juntarse y celebrar una fiesta. Treinta y seis años antes, en la entrada de Jerusalén, entonces en parte bajo tutela jordana, Pablo VI se expuso a ser arrollado por el entusiasmo de la multitud que se aglomeraba en la Vía Dolorosa. El Papa hubo de abandonarse y dejarse llevar por la riada de personas ante los ojos impotentes de las fuerzas del orden. En Ammam, cuando el "Papamóvil" hace su entrada en el estadio, la gente se salta las vallas, lo rodea y lo acompaña. Los responsables de la seguridad vaticana viven instantes de gran tensión, pero se trata tan sólo de la inocua profusión de los fieles. Durante la primera homilía de su viaje, Juan Pablo II recuerda la promesa que Dios le hace a Abraham y los mandamientos que dio a Moisés en el Sinaí hasta llegar a Juan el Bautista. Será su preocupación sobresaliente en todo el viaje: recordar las raíces comunes que ligan a cristianos y judíos. La promesa hecha a Abraham y sellada por la alianza con Moisés se realiza en el hombre que Juan el Bautista bautiza en el río Jordán. «Jesús es la realización de la promesa. Su muerte en la cruz y su resurrección conducen a la victoria definitiva sobre la muerte... Jesús es el cumplimiento de la ley. Sólo Cristo resucitado revela el pleno significado de cuanto sucedió junto al Mar Rojo y en el monte Sinaí».
Por la tarde, antes de partir hacia Israel, Juan Pablo II visita el lugar arqueológico de Wadi Al-Kharrar. Allí los estudios recientes sitúan el bautismo de Jesús, que el evangelista Juan (el cual, como explica el abad Giuseppe Ricciotti, especifica mejor en su texto algunos detalles ya presentes en los sinópticos) localiza en «Betania, más allá del Jordán». Unas dos mil personas acuden a esperar al Papa, y también un fuerte viento que está a punto de arrastrarle. Wojtyla recita una breve oración que da gloria al «Padre, Dios de Abraham, Isaac y Jacob», a «Cristo, Hijo de Dios» y al «Espíritu Santo, Señor y dador de Vida».

22 de marzo, Belén
«Durante dos mil años, generación tras generación, los cristianos han pronunciado el nombre del Belén con profunda emoción y alegre gratitud. Como los pastores y los magos, hemos venido nosotros también a encontrar al Niño "envuelto en pañales, que yace en un pesebre". Como muchos peregrinos antes que nosotros, nos arrodillamos llenos de estupor y en adoración ante el misterio inefable que aquí se ha cumplido». El Papa fue acogido con gran simpatía por parte de los palestinos y celebró la misa en la Manger Square, la plaza del pesebre, repitiendo el anuncio del nacimiento de Jesús. «La alegría anunciada por el ángel no es algo relativo al pasado. Es una alegría de hoy... Estamos llamados a comprender más claramente que el tiempo tiene un sentido porque aquí lo eterno ha entrado en la historia y permanece con nosotros para siempre... Ya que en esta ciudad es siempre Navidad, cada día es Navidad en el corazón de los cristianos». «El Niño recién nacido - dice el Papa en la homilía - indefenso y totalmente dependiente del cuidado de María y de José, confiado a su amor, es toda la riqueza del mundo. Él es nuestro todo. En este Niño encontramos reposo para nuestras almas y el verdadero pan que no se acaba nunca». De hecho, Beth-lehem en hebreo significa «la casa del pan». La primera tarde Karol Wojtyla descendió a la Gruta de la Natividad. Estuvo rezando durante 36 minutos, solo, ante el lugar donde nació Jesús. «Fascinados por el misterio del Verbo Eterno hecho carne, dejamos de lado cualquier temor y nos volvemos como ángeles, glorificando a Dios que ofrece al mundo tales dones... Oh Niño de Belén, mientras avanzamos en el nuevo milenio, cura nuestras heridas, refuerza nuestros pasos, abre nuestro corazón y nuestra mente a la "bondad misericordiosa de nuestro Dios, por el que nos visitará el sol que nace de lo alto"».

23 de marzo, Capilla del Cenáculo de Jerusalén
También la jornada de la visita al monumento conmemorativo del Holocausto, el Yad Vashem, gesto de reconciliación con el pueblo judío, se abrió con una celebración en uno de los lugares históricos de la salvación: el Cenáculo. En esta capilla no se celebraba una misa desde hacía casi cuatro siglos y medio. Ni siquiera a Pablo VI se le concedió este privilegio. El Papa concelebró con sus más estrechos colaboradores y firmó la Carta a los Sacerdotes para el Jueves Santo en el lugar en el que Cristo instituyó "el único sacerdocio". «Cristo ha muerto, Cristo ha resucitado. Cristo volverá. Éste es el misterio de la fe que proclamamos en cada celebración eucarística. Jesucristo, el sacerdote de la nueva y eterna Alianza, ha redimido al mundo con su propia sangre». Al término de la misa, el Papa pidió que le dejaran solo y pasó veinte minutos rezando de rodillas.

24 de marzo, Korazim,
Monte de las Bienaventuranzas

«Estamos sentados en esta colina como los primeros discípulos y escuchamos a Jesús». Hay cien mil jóvenes provenientes de todas las partes del mundo sobre la colina de Galilea, en Korazim, donde Jesús pronunció el discurso de las Bienaventuranzas. Han sorteado mil incomodidades, la más reciente el fango que ha invadido la explanada donde se celebra la misa. Lluvia y viento se alternan con claros de sol. El panorama del lago de Tiberiades es magnífico y admirándolo no se puede no pensar que esta imagen debió quedar impresa también en los ojos de Jesús. «En silencio - dice el Papa en la homilía - escuchamos su voz gentil y apremiante, gentil como esta tierra, y apremiante como la invitación a elegir entre la vida y la muerte». «¡Bienaventurados vosotros, bienaventurados los pobres en el espíritu, los mansos, los misericordiosos, los afligidos, quienes tienen hambre y sed de justicia, los puros de corazón, los que trabajan por la paz, los perseguidos! ¡Bienaventurados vosotros! Las palabras de Jesús parecen extrañas. Es extraño que Jesús exalte a quienes el mundo considera débiles. A ellos les dice "Bienaventurados vosotros que parecéis perdedores, porque sois los verdaderos vencedores: vuestro es el Reino de los Cielos!". Dichas por Él, que es manso y humilde de corazón, estas palabras lanzan un desafío que requiere una metanoia profunda y constante del espíritu, una gran transformación del corazón». Dentro de vosotros y a vuestro alrededor hay, en palabras del Papa, «otra voz contradictoria, que dice: "bienaventurados los soberbios y los violentos, aquellos que prosperan a cualquier precio, que no tienen escrúpulos, que no tienen piedad, deshonestos, que hacen la guerra en vez de la paz y persiguen a quienes son un obstáculo"... Jesús ofrece un mensaje muy diferente. No lejos de aquí llamó a sus primeros discípulos, igual que os llama a vosotros ahora».
Pero Juan Pablo II, para evitar malentendidos, recuerda que «Jesús no sólo proclama las Bienaventuranzas. Él vive las Bienaventuranzas. Él es las Bienaventuranzas. Mirándolo, veréis qué significa ser pobres en el espíritu, mansos y misericordiosos... por este motivo tiene el derecho a afirmar "¡venid, seguidme!". No dice simplemente "haced lo que yo os digo". Él dice "¡venid, seguidme!». Es cierto que abandonar las barcas y las redes como hicieron los primeros discípulos «no es nunca fácil». «Ser buenos cristianos puede parecer una empresa superior a vuestras fuerzas en el mundo de hoy. Sin embargo, Jesús no deja de miraros y no os deja solos para afrontar ese desafío. Está siempre con vosotros para transformar vuestra debilidad en fuerza. Creedle cuando os dice: "Te basta mi gracia; mi potencia se manifiesta plenamente en la debilidad"».
Antes de regresar a Jerusalén, Woytila visitó la iglesia de la multiplicación de los panes y los peces y la casa de Pedro en Cafarnaúm, el pueblo donde el príncipe de los Apóstoles vivía con su hermano Andrés.

25 de marzo, Nazaret
«Estamos reunidos para celebrar el gran misterio que tuvo lugar aquí hace dos mil años», un «evento que el evangelista Lucas sitúa claramente en el tiempo y en el espacio. "En el sexto mes, el ángel Gabriel fue enviado por Dios a una ciudad de Galilea, llamada Nazaret, a una virgen prometida con un hombre de la casa de David, llamado José. La virgen se llamaba María"». El Papa es recibido con una gran fiesta en la ciudad más árabe de Israel, en el lugar en el que - como dijo el 5 de enero de 1964 Pablo VI - sucede «esa sencillísima, humilde y bellísima aparición».
Nada más llegar se dirige a la cripta donde los arqueólogos han sacado a la luz la casa de María. Son las piedras que oyeron el «fiat», las palabras de las que arrancó la historia cristiana. Wojtyla se agacha para besar la inscripción Verbum caro hic factum est, situada bajo el altar. Después deposita una rosa de oro, su homenaje a la Virgen, y se arrodilla para rezar. Pero el tiempo apremia y arriba, en la basílica, la multitud espera cantando el inicio de la misa de la Anunciación. El Papa se incorpora con dificultad, está a punto de irse pero no es capaz. No es capaz de separarse de aquel lugar. Da marcha atrás y vuelve a caer de rodillas.
En la homilía propone a los fieles un paralelismo entre Abraham y María: para ambos «la promesa llega de forma totalmente inesperada. Dios cambia el curso cotidiano de su vida, dando la vuelta a los hábitos consolidados y a las expectativas normales. Tanto para Abraham como para María la promesa parece imposible. La mujer de Abraham, Sara, era estéril, y María no estaba casada todavía... Como a Abraham, también a María se le pide responder "sí" a algo que no había sucedido nunca antes... Como Abraham, también María debe caminar hacia la oscuridad, fiándose de Aquel que la ha llamado». La Virgen, hace notar Juan Pablo II, no «pregunta si la promesa es realizable, sino que pregunta cómo se realizará, "¿Cómo es posible? No conozco varón"».
En Nazaret el Papa suplica a María que conceda «una gran renovación de la fe a todos los hijos de la Iglesia. Una profunda renovación de fe: no solo de actitud general de vida, sino una profesión valerosa del Credo: Et incarnatus est de Spiritu Sancto ex Maria Virgen, et homo factus est». En Nazaret el Papa confía a la protección de la Sagrada Familia a todas las familias de Tierra Santa y del mundo.
Por la tarde, al volver a Jerusalén, el Papa visita Getsemaní, el huerto de los olivos donde Jesús lloró lágrimas de sangre antes de comenzar su Pasión. También aquí reza, absorto, de rodillas, con la cabeza entre las manos. En el diario de viaje escrito al finalizar la peregrinación de diciembre de 1963, Wojtyla contaba que le había impresionado la edad de algunos de los olivos: una guía le había explicado que algunos eran milenarios, y que no se descartaba que alguno hubiera sido testigo de la oración y del arresto de Jesús. Por esto el Papa pasa cerca de ellos, haciéndoles preguntas al hermano franciscano que le acompaña.

26 de marzo, Santo Sepulcro de Jerusalén
El Papa, cansado y enfermo, no puede recorrer a pie la Vía Dolorosa. Se ve obligado a hacerlo en un pequeño automóvil, parecido a los utilizados en los campos de golf. Llega avanzada la mañana a la entrada de la basílica que alberga los restos del Gólgota y del Sepulcro que custodió durante tres días el cuerpo del Salvador. Es el lugar que más conmovió a Pablo VI en 1964. Es el lugar que conmueve a Juan Pablo II. «La tumba está vacía - dice durante la homilía de la misa celebrada precisamente frente a la entrada del Santo Sepulcro -. Es una testigo silenciosa del evento central de la historia humana: la resurrección de nuestro Señor Jesucristo. Durante casi dos mil años la tumba vacía ha dado testimonio de la victoria de la vida sobre la muerte. Con los apóstoles y los evangelistas, con la Iglesia de todos los tiempos, también nosotros damos testimonio y proclamamos: "Cristo resucitado de entre los muertos no morirá nunca: la muerte ya no tiene poder sobre él"».
La Basílica del Sepulcro es la «Madre de todas las iglesias» y Juan Pablo II, recordando que alberga tanto el Calvario como la tumba vacía, dice «La buena noticia de la resurrección no puede ser separada del misterio de la cruz». El Papa evoca por última vez las promesas hechas a Abraham y la Alianza con Moisés: «La resurrección de Jesús es el sello definitivo de todas las promesas de Dios, el lugar de nacimiento de una humanidad nueva y resucitada». Y está seguro de que la potencia del Espíritu Santo dará la fuerza necesaria a los cristianos para superar sus divisiones. «Exhorto a todos los miembros de la Iglesia a renovar su obediencia al mandado del Señor de llevar el Evangelio hasta los confines de la tierra... Hoy, como humilde sucesor de Pedro, deseo repetir estas palabras mientras celebramos el sacrificio eucarístico en este lugar, el más sagrado del mundo. Con toda la humanidad redimida hago mías las palabras que Pedro el pescador dirigió a Cristo, hijo del Dios Vivo: "Señor, ¿a quién iremos? Sólo Tú tienes palabras de vida eterna". Christos anesti. ¡Cristo ha resucitado! ¡Verdaderamente ha resucitado!».
Inclinándose con gran sufrimiento, el Papa, antes de la misa, había entrado en el Sepulcro para rezar un momento y había besado dos veces la losa de mármol que cubre la roca donde fue depositado el cuerpo de Jesús. Peor no había podido subir la empinadísima escalera que conduce al Gólgota. Al salir de la basílica su mirada se dirigió hacia aquel lugar. Durante la comida Wojtyla dice a sus colaboradores que querría volver al Sepulcro. Así la seguridad israelí organiza contrarreloj este acto fuera de programa. Juan Pablo II llega y trepa con gran fatiga por los resbaladizos escalones que llevan al Calvario. Permanece largo rato en oración en el lugar donde estuvo clavada la cruz. «Junto a María, Mater dolorosa», había dicho durante el Ángelus, «estamos a la sombra de la cruz y lloramos con ella por el dolor de Jerusalén y por los pecados del mundo».


INÉDITO 1963: el viaje del Obispo
Proponemos algunos pasajes del diario escrito por el obispo de Cracovia, Karol Wojtyla, que peregrinó a Tierra Santa en diciembre de 1963
Nuestro viaje a la Patria del Señor Jesús comenzó por Egipto, sobre las huellas del camino hecho por el pueblo elegido hacia la Tierra Prometida. Desde el avión, con el buen tiempo, se veía ese camino: el desierto de Egipto desde las orillas del Mar Rojo, las montañas del Sinaí, de nuevo el desierto casi sin signo alguno de vegetación. Nos acercamos a Jerusalén dando un gran rodeo. A lo lejos aparecen las montañas de Moab, después vemos el Mar Muerto, aterrizamos en el aeropuerto de Jerusalén (en la parte árabe). Nos hemos dado cuenta de que en la otra orilla del Jordán, a nuestras espaldas, está el Monte Nebo, desde el que Moisés contempló la Tierra Prometida; probablemente en aquella época pudo ver el oasis que está en torno a Jericó. (...)
En Israel, que se instaló en Palestina, nació el Redentor. Este hecho nos ha llevado en primer lugar a Nazaret de Galilea. La ciudad está situada en la ladera del monte y está habitada fundamentalmente por árabes, aunque se encuentre en territorio de Israel. Meta de nuestra peregrinación es sobre todo la Gruta de la Anunciación, en la cual, bajo el altar principal, se encuentra la inscripción: Hic Verbum caro factum est». La gruta se encuentra sobre el lugar en el que estaba la casa natal de la Virgen María. Más arriba, a casi 200 metros, se encuentra el segundo santuario de Nazaret, el lugar en el que vivía san José, casa natal de Jesús, en la cual, después del retorno de Egipto pasó treinta años de vida escondida junto con María y el Protector. Sobre la casa de san José se construyó una iglesia, y sobre la Gruta de la Anunciación se está construyendo una iglesia moderna gracias a los donativos de los católicos de todo el mundo. (...)
A 3 km aproximadamente del Santuario de la Natividad se encuentra la iglesia de los Pastores, santuario franciscano que recuerda el lugar en el que los ángeles anunciaron a los pastores el nacimiento del Hijo de Dios. En los alrededores de Belén, como en otros lugares de Judea, se pueden ver ovejas pastando la poca hierba que hay, pues es una región inhóspita y poco fértil. De vez en cuando me venía a la mente el pensamiento de que Dios había elegido para sí un país pobre, en el cual «los suyos no le acogieron». (...) Los hechos ligados a la Navidad nos condujeron desde Belén a Jerusalén, es decir, al Templo, cuarenta días después de su nacimiento. (...) El recinto del Templo del Antiguo Testamento es lugar sagrado para los cristianos, primero porque era el Templo del Dios Verdadero, al que Jesús llamaba «casa de Su Padre», segundo porque nuestro redentor había visitado este lugar muchas veces durante su vida: en el día de su Presentación, a los doce años, en muchas otras ocasiones durante su actividad pública, en el momento de su muerte en el Calvario cuando el velo del Templo se rasgó en dos. El Templo de Jerusalén estuvo presente en la vida de Cristo. (...) A una cierta distancia de Cafarnaúm se encuentra Betsaida (Julias), el Santuario del Primado de Pedro justo en la orilla del lago. Aquí el Señor Jesús le dijo a Pedro: «Apacienta mis corderos, apacienta mis ovejas». Nos quedamos un rato en la orilla y cogimos algunas piedras como recuerdo. (...)
La parte central de la basílica [del Santo Sepulcro] encierra, bajo la amplia rotonda, la capilla del Sepulcro del Señor Jesús. En el camino desde el Calvario a la capilla del Sepulcro encontramos el lugar en el que, según la tradición, el cuerpo de Jesús descendido de la cruz fue ungido antes de la sepultura. El sepulcro mismo, tanto la estancia donde se encontraba la tumba como el atrio, son lugares que honramos como testigos directos de la Resurrección del Señor Jesús. Este es el lugar fundamental para la construcción del edificio espiritual de nuestra fe y esperanza. Junto a él se encuentra la capilla que recuerda el encuentro de Jesús resucitado con María Magdalena. (...)
En esta etapa de la historia de la Iglesia, durante el Concilio Vaticano II, los lugares santos nos hablan continuamente de la misma verdad: l verdad de la redención del mundo. Todo hombre al que se le haya dado la ocasión de acercarse a esta verdad debería ser testigo de Dios, que en estos lugares plantó su tienda en medio de los hombres.

El camino de reconciliación
El encuentro con los líderes de Israel y de la autonomía palestina
Giuseppe di Fazio

Jerusalén, jueves 23 de marzo: en la Tienda de la Memoria, el lugar en el que los israelitas recuerdan a los seis millones de muertos por el Holocausto, cae un nuevo "muro". Juan Pablo II está allí, judío entre los judíos, para rezar por las víctimas de la Shoah. En silencio, «porque no hay palabras lo suficientemente duras para deplorar la terrible tragedia de la Shoah». Bajo la Tienda se encuentran también algunos supervivientes polacos, entre los que hay una mujer - Edith Tzirer -, que fue salvada en 1945 precisamente por el entonces joven sacerdote polaco Karol Wojtyla. Dice el primer ministro israelí Ehud Barak: «Aquí, precisamente ahora, el tiempo parece haberse detenido. Este momento abarca dos mil años de historia, cuyo peso casi resulta excesivo llevar».
A despecho de los prejuicios judíos de los días previos y de las peticiones israelitas al Vaticano para ulteriores gestos de deploración de los silencios del pasado, Barak, en el lugar más sagrado para la memoria de los judíos contemporáneos, admite: «Cuando sobrevino la oscuridad del nazismo y mi pueblo fue conducido desde toda la Europa cristiana a los hornos crematorios y a las cámaras de gas, pareció que nadie podría ya poner ninguna esperanza en Dios o en el hombre. Desde las profundidades de aquella "larga" noche de la Shoah" nosotros vimos pequeños destellos de luz, resplandecientes como faros en la oscuridad total que nos rodeaba. Eran los justos entre los gentiles, la mayor parte de ellos hijos de la fe cristiana, que en secreto arriesgaron su vida para salvar la vida de otros». Y, refiriéndose a Juan Pablo II, el primer ministro añade: «Ha hecho más que nadie para provocar un cambio histórico en la actitud de la Iglesia hacia el pueblo judío». Roberto Bonfil, historiador del judaísmo en la Ebrew University de Jerusalén, nos confía: «Juan Pablo II ha llevado a cabo una revolución, es verdaderamente un gran Papa, con una estatura similar a la de un Gregorio Magno. Ahora todos deberíamos evitar reivindicaciones sobre el pasado y mirar al presente y al futuro».
Cuando el domingo 26 de marzo Juan Pablo II reza como un judío y mete su papelito - el fituch - en las rendijas del Muro de las Lamentaciones con la petición de perdón y el deseo de «una auténtica fraternidad con el Pueblo de la Alianza», los corazones de los israelitas se abren definitivamente al viejo y gran Papa de la Iglesia de Roma. Este es el último acto de un camino de acercamiento entre judíos y católicos que Juan Pablo II ha llevado a cabo con decisión sobre todo con su visita a Auschwitz en 1979, después con el abrazo a los "hermanos judíos" en la sinagoga de Roma en 1986 y, más recientemente, con el acuerdo Santa Sede-Israel de 1993 y con la petición de perdón dirigida públicamente a los judíos el 12 de marzo pasado.
Pero en su viaje a Tierra Santa Juan Pablo II ha sido también palestino con los palestinos. Y este es quizá el aspecto más extraordinario de su peregrinación. «El Santo Padre - nos dice el rector del Estudio Bíblico franciscano de Jerusalén, Federico Manns - ha tenido la sabiduría y la valentía de Salomón». En todos los momentos públicos con las autoridades israelitas, el Papa no ha dejado de subrayar que la paz no puede existir sin justicia. Porque - ha remarcado el Patriarca latino de Jerusalén, Michel Sabbah - «todavía hoy en la Ciudad Santa palestino e israelitas no gozan de los mismos derechos civiles».
Al visitar en Belén los territorios autónomos el 22 de marzo, el Pontífice ha defendido abiertamente que los palestinos deben tener una patria y la plenitud de los derechos. «Nadie puede ignorar lo que vuestro pueblo - ha dicho - ha tenido que sufrir en los últimos decenios. Vuestro tormento está ante los ojos del mundo. Y ha durado demasiado». Palabras que son como un bálsamo para Arafat y los suyos, metidos en una negociación todavía larga y difícil. Pero el Papa ha querido atraer la atención del mundo también sobre la cuestión de los refugiados. Para esto ha visitado el campo de Deheisha, desde donde ha lanzado un llamamiento a la comunidad internacional para que vuelva a encontrar «voluntad política de afrontar este desafío» y dé pruebas de «una mayor solidaridad». «Las palabras del Papa - explica Sobhy Makhoul, profesor en la Universidad católica de Belén y descendiente de una familia exiliada en 1948 del pueblo de Kafar Bir Am - son una gran ayuda para derrotar el silencio que se ha producido sobre este drama que alcanza a más de 3 millones y medio de refugiados repartidos entre los campos de West Bank, Gaza, Jordania, Líbano y Siria».
Por último queda el escollo de Jerusalén, para cuya parte histórica el Vaticano propone desde hace tiempo un estatuto especial garantizado internacionalmente. La suerte de la Ciudad Santa - disputada por judíos (que la consideran capital indivisa de Israel) y palestinos (que la denominan capital eterna del pueblo de Palestina) - divide también a los jefes religiosos de las tres grandes religiones monoteístas del tronco de Abraham. El Papa ha arrojado una semilla de diálogo, invitando en torno a la misma mesa a judíos, musulmanes y cristianos. Sin embargo, desde la parte islámica sobre todo ha habido una cierta resistencia a recorrer un camino común si antes Israel no renuncia a sus pretensiones sobre Jerusalén capital. Pero Juan Pablo II, que se ha acercado como peregrino también a la Explanada de las mezquitas para saludar personalmente al Gran Muftí, no se ha echado atrás ante las dificultades, y ha lanzado a judíos y musulmanes un mensaje explícito: «Debemos encontrar -ha dicho - en nuestras respectivas tradiciones religiosas la sabiduría y la motivación superior para garantizar el triunfo de la comprensión recíproca y de l respeto cordial». La paz de los "hijos de Abraham", de hecho, es la condición para que sobre Israel y sobre todo el Mediterráneo vuelva a soplar un hálito de vida.

El auténtico primado de Pedro
Gerolamo Castiglioni


Ha dicho bien Igor Man: «Con su humanidad Juan Pablo II ha obligado a los judíos a redescubrir la figura de Jesucristo».
Me encontré con el Papa en Belén, en donde Juan Pablo II se dirigía al pueblo palestino, que le reconoce como defensor de su causa justa. Allí el Papa habló del acontecimiento de Cristo como la fuente de una liberación plena, pidiendo que se favorezca la presencia de los cristianos en el futuro Estado palestino. Belén, dijo el Papa, pertenece a la cultura de toda la humanidad. Con mucha firmeza Juan Pablo II reivindicó el papel internacional de la ciudad de Jerusalén con respecto a la petición realizada por los musulmanes de tenerla como capital. Un Papa humilde y fuerte al mismo tiempo. Un Papa abierto a la valoración de todo lo positivo encontrado en su camino, sin reticencias en cuanto al acontecimiento de Cristo y al cumplimiento de sus promesas en la historia de los hombres. Tan seguro que es tiernamente paciente. El Papa arrodillado no sugiere una imagen de debilidad, sino que indica la estatura del santo que extrae toda su fuerza de Cristo en la cruz. Todos han visto en el Papa al hombre justo.
«Porque la justicia está en relación con Dios, es el designio de Dios; por esto quien se ha encontrado con cristo no espera un instante para ayudar al mundo a ser mejor o, por lo menos, más soportable» (Luigi Giussani). La autoridad del Papa ha sido reconocida con más facilidad por los políticos que pro algunas autoridades religiosas locales, pues estas han tenido a veces una actitud más "política"; los primeros, en cambio, han tenido una actitud más "religiosa". Vuelve a suceder como en tiempos de Jesús.
En estos últimos cuarenta días de Jubileo, Juan Pablo II ha conducido a la Iglesia, el nuevo pueblo de Dios, a renovarse en la fidelidad a sus orígenes.
Desde Abraham a Jesucristo, memoria y profecía hasta nuestros días.
Incluso la afligida invitación a la unidad entre los cristianos, más fuerte porque se ha hecho junto al Santo Sepulcro, ha sido acogida por todos los bautizados como deseo de renovada experiencia de comunión. Aunque la peregrinación de Juan Pablo II no se ha detenido en el monte Tabor, todos han podido contemplar la gran transfiguración del esplendor de la verdad encarnada en la vida del sucesor de Pedro.
A todos aquellos que han visto y oído hoy se les confía la tarea de dar testimonio.

 
 

Créditos / © Asociación Cultural Huellas, c/ Luis de Salazar, 9, local 4. 28002 Madrid. Tel.: 915231404 / © Fraternità di Comunione e Liberazione para los textos de Luigi Giussani y Julián Carrón

Vuelve al inicio de página