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Huellas N.3, Marzo 2000

EMPLEO. ITALIA CON RETRASO

Desde el puesto fijo a la movilidad laboral

Luca Antonini

El mercado laboral está sufriendo grandes transformaciones en nuestra época. Muchos, sin embargo, no están preparados para afrontarlas. Flexibilidad de empleo y sindicatos.
Entrevista a Marco Martini, de la Universidad Estatal de Milán


Te pediría que esbozases las transformaciones que están afectando al modelo laboral.
Estamos asistiendo, en todo el mundo, a una transformación del trabajo: se está pasando de la versión industrial a la versión post industrial de los servicios.
Se podría decir que en el período industrial, el trabajo, como todo su sistema de garantías y de seguridad, se había configurado sobre la base de una empresa tendencialmente estable. En otras palabras, la seguridad que la tierra suponía para los agricultores se ha trasladado, en los últimos cien años, a la relación con la gran empresa o a la gran organización burocrática pública, y sobre éstas se ha constituido todo el sistema de seguridad del trabajador, tanto en términos de tutela de la estabilidad como la organización sindical. El sindicato, en efecto, defendía a los trabajadores cuya experiencia laboral empezaba en un sector concreto y permanecía en él toda la vida. Después, debido a la presión del sindicato y a la política legislativa, también las empresas aseguradoras se pensaron en términos de sector, hasta el punto de que, aún hoy, el INPS (Instituto Nacional de la Seguridad Social, ndt) sigue dividido en sectores: si alguien está contratado por una empresa y la vez desarrolla una actividad como autónomo paga dos veces al INPS a través de dos impuestos que nada tienen que ver entre sí. Son dos mundos distintos.
Este sistema, cuyo fundamento se remonta a la época industrial, se basaba en que las grandes organizaciones burocráticas productivas tuvieran una vida larga y estable.

¿Ha desaparecido este sistema hoy en día?
Este sistema todavía no ha muerto, pero hay síntomas evidentes de que toca su fin. La experiencia laboral de las personas se configura cada vez más como un recorrido entre modalidades y empresas que cambian. El trabajo dependiente y el autónomo ya no son dos elecciones definitivas que uno toma de por vida, sino fases del recorrido laboral. Se trata de algo inevitable en un sistema donde las organizaciones dejan de ser estables porque la tecnología y los mercados cambian rápidamente. La vida media de una organización no es ya de 40 años, sino que dura tan sólo unos pocos. En este contexto, el trabajo sólo puede ser un recorrido que modifica radicalmente su propia configuración, tanto en su forma como en sus relaciones.

¿Cómo se ubica la situación italiana en este contexto?
Nuestro sistema no está aún preparado, ni en el institucional, para afrontar un cambio tan radical. Un ejemplo: el trabajo atípico es una fase cada vez más frecuente del recorrido de cualquier trabajador, pero aún no se ha aceptado. Otro: hoy se dice que hay mucho trabajo precario, pero no hay nada más falso. En efecto, una reciente investigación ha demostrado que de cada 100 contratos de trabajo, 50 son indefinidos; de los otros 50, más o menos la mitad son contratos de formación, que, aunque en ese momento son precarios, están destinados a transformarse en contratos indefinidos. Se trata entonces, simplemente, de una fase de trabajo juvenil reglamentada de una forma específica, y no es verdad, por tanto, que el ejemplo sea cada vez más precario; se puede decir que en cada recorrido formativo hay fases que no corresponden al trabajo a tiempo completo.

¿Cuáles podrían ser las soluciones?
El problema es pasar del modelo anterior aun modelo donde la seguridad laboral se organice en torno a la «solidaridad profesional». Este sistema está por construir, a nivel sindical, institucional y cultural, aunque ya hay experiencias interesantes: por ejemplo, lo que está haciendo la Compañía de las Obras.
Sin embargo, existen algunas cuestiones especificas del caso italiano que no pueden dejar de ser objeto de atención y de una propuesta cultural y política.
La primera es que lo que nos caracteriza no es tanto la tasa de paro, medio punto por encima de la de la Unión Europea, sino la tasa de ocupación, 12 puntos por debajo de la Unión Europea (la tasa de ocupación es la relación entre la población ocupada y el total de la población, mientras que la tasa de paro es la relación entre los parados y la población activa, es decir, los ocupados más los parados). Si en lugar de fijarnos en la tasa de paro miramos daremos cuenta de que es la más baja de Europa. Nos encontramos en esta situación por tres motivos: primero, porque la tasa de ocupación femenina está 20-25 puntos por debajo de la media europea; segundo, porque la tasa de ocupación juvenil es mucho más baja que la media europea, y tercero, porque también la tasa de ocupación de los ancianos es mucho más bajo que la media europea.
Esto quiere decir que nuestro sistema se ha concentrado en los trabajadores adultos, hombres y posiblemente no demasiado viejos, que se han defendido, justamente, con todos los medios posibles. Pero al hacer esto, unos pocos trabajadores han cargado con el peso de todos los demás, que están en casa; y, no por casualidad, nuestra seguridad laboral y nuestro coste laboral son más altos que en otros países. La gente trabaja, produce, pero debe mantener a todos los demás: si trabajan 40 en lugar de 60, esos 40 deben mantener a los 20 resistentes. El problema del coste laboral en Italia reside aquí.
En mi opinión, la batalla hay que librarla para ampliar la base, que quiere decir impulsar el desarrollo e incentivar el trabajo a tiempo parcial: no se reparte el trabajo con la reducción de jornada a 35 horas, sino favoreciendo la difusión voluntaria del trabajo a tiempo parcial como forma propia de ciertas fases de la experiencia laboral, sobre todo para las mujeres. Nosotros tenemos una tasa de trabajo a tiempo parcial femenino del 12%, los demás países la tienen del 35%, del 40% y del 50%.
El segundo punto grave es nuestro modelo de flexibilidad, que se limita a un determinado sector de la economía, el de la empresa privada. En efecto, para las empresas privadas las tasas de movilidad en su conjunto se pueden comparar a las de los otros países. En cambio, los trabajadores directa o indirectamente relacionados con el sector público tienen tasas de movilidad que se reducen a una quinta parte de las de otros países y prácticamente se limitan al cambio de la jubilación.
Es necesario actuar sobre las condiciones de igualdad de trato que pueden favorecer la movilidad voluntaria. Hoy el desarrollo se obtiene con una rápida adaptación a los cambios de sector, de la tecnología y del mercado, y esto sólo se puede hacer si existe esta movilidad.

¿Cómo se podría plantear el sistema de protección a los trabajadores?
En este contexto, la protección del trabajador radica en un apoyo en su recorrido, sobre todo en las fases más críticas. Se debería dar un soporte formativo, ayudando a que la demanda y la oferta se encuentren en la creación de nuevas iniciativas, y favoreciendo un sistema de seguridad laboral adecuado.
El verdadero problema es que la persona, además de estar parada, está desorientada; corre el riesgo de no tener un sentido para su vida. Entonces, hay que crear un intermediario que permita a la persona utilizar los servicios. En definitiva, hay que acompañar a la persona en su recorrido, no a un cliente. Por tanto, hay que realizar servicios integrados; el servicio a la persona debe ser unitario y con todas las especializaciones: una red de contactos. Esto está por inventar y no podemos pensar que la burocracia estatal lo haga (¡menos mal!) Porque se trata de un modelo que debe renovarse continuamente para que podamos seguir el cambio rápido y permanente a la vez que atendemos a la capacidad de especialización y de afianzamiento.
En síntesis, hay que reforzar este intermediario único que, en mi opinión, se debe proponer como una red nacional, porque la fuerza de iniciativas de este tipo está en su capacidad de comprender a la persona donde está, pero también en la relación con redes nacionales.

¿Qué está haciendo el sistema público hoy en Italia?
Una sentencia de la Corte Europea de Justicia ha obligado a Italia a renunciar a la contratación obligatoria gestionada por el ministerio, por lo que ha sido descentralizada en beneficio de las Regiones, las cuales en su mayoría delegan en las Provincias, que a su vez, se han llevado a casa gran parte de los gestores de antes y pretenden que éstos desarrollen los nuevos servicios.
Dos errores en uno: primero, nadie desempeña la función de control, y es necesaria: el Estado, la Región y la Provincia tienen la función de controlar, mientras que todas las demás funciones son subsidiarias, en el sentido de que las realizarán ellos en el caso de que nadie las realice. Hoy, en cambio, se renuncia al control y se pretende ofrecer a través del servicio público aquellos servicios que pueden ser realizados perfectamente a nivel de iniciativas sociales. Esta es la batalla para eliminar un modelo monopolista-burocrático transferido a nivel local, que no funciona. Se trata de una batalla abierta, porque la ley es ambigua e imprecisa, y la praxis, aún más. En este momento hay que encontrar propuestas adecuadas para llenar de sustancia el contenido de las competencias de las Regiones, de las Provincias y de los Ayuntamientos: el sector público debe constituir agencias de control que permitan la transparencia y, por tanto, la circulación de información. Esta es una batalla que hay que combatir a nivel político, cultural y con propuestas precisas también a nivel local. Además, esta lucha debe llevarse a cabo con la óptica de crear sistemas locales de trabajo competitivos; cuya tarea sea la de garantizar que el sistema, la Región y la Provincia, sea también competitivo a nivel internacional. Por tanto unos servicios que fomenten y faciliten la inicitiva de la sociedad civil, pero con un control.

 
 

Créditos / © Asociación Cultural Huellas, c/ Luis de Salazar, 9, local 4. 28002 Madrid. Tel.: 915231404 / © Fraternità di Comunione e Liberazione para los textos de Luigi Giussani y Julián Carrón

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