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Huellas N.2, Febrero 2000

BREVES

Cartas

a cargo de María Pérez

CHILE : Una paternidad real
Muy querido don Giussani: Después de la "evangélica" insistencia, que el mismo Arzobispo aprobó y perdonó, el jueves 23 de Diciembre visitamos con un grupo de responsables a Monseñor Francisco Javier Errázuriz, desde hace poco más de año y medio a la cabeza de la diócesis de Santiago de Chile. Al intentar sintetizar, me vienen a la mente algunas expresiones que un amigo ha utilizado para comentar en Tracce el "Bautismo de Jesús" de Benedetto Antélami. Todo se desarrolló dentro de la dinámica de unas relaciones; nuestra mirada se conmovía por el espectáculo de una humanidad cambiada, más auténtica y plena por la participación en el Misterio de Cristo. A medida que procedía la conversación, experimentábamos una correspondencia cada vez mayor, empezando por su manera de escuchar y apreciar los cantos con los que el coro le recibió; en nosotros nacía el deseo de "vincularnos con ternura y decisión" a esa presencia. Más aún, en realidad nos dimos cuenta de que ya estábamos objetivamente ligados por un profundo vínculo de simpatía. Le hablamos de nuestra presencia en los distintos ambientes, desde la Universidad a la cárcel de Colina, donde se realiza una caritativa de adultos; de la conciencia con la que algunos viven su trabajo; de la presencia en una parroquia de la periferia, donde algunos universitarios a punto de terminar sus estudios ofrecen un servicio profesional: el proyecto del desarrollo de un centro social polivalente. El Arzobispo nos escuchaba, y en la misma forma del relato percibía y compartía la peculiaridad del carisma, comentaba, juzgaba. Se confirmó la impresión que ha ido transmitiendo a lo largo de su gestión: es un hombre de fe que se interesa por todo lo que es humano, lo mira y lo juzga, o - como él mismo dijo - "trata" de mirarlo y juzgarlo desde la experiencia y sensibilidad que vive. Cuando escuchó con suma atención el testimonio de un universitario hijo de un "desaparecido" (su padre tenía sus mismos veinte años cuando no volvió nunca más de la universidad), le dijo: "Saluda con mucho afecto a tu mamá y dile que rezaré por ella". Comentando una iniciativa llevada a cabo en la universidad para la campaña de Navidad (un exquisito almuerzo a la italiana con canciones napolitanas...) exclamó: "La gente habrá dicho: "¡Aquí sí hay vida!"". Pero lo más conmovedor para mí, y creo que para todos, fue percibir su conmoción, afecto y estima por tu persona, dócil lugar de una gran obra del Espíritu. Cuando sucede esto - y esta vez fue de una manera especialmente intensa y profunda -, nuestro gozo se hace pleno de verdad, compartiendo el tuyo, que te sientes confortado y sostenido justamente por quien tiene en la Iglesia esta función. Le pregunté si quería darnos algunas indicaciones y nos dijo que siguiéramos la obra del Espíritu Santo. Nos prometió corregirnos si fuera necesario. Y estamos seguros de que lo hará. Te contamos todo esto para tu gozo y te renovamos nuestro afecto y nuestra gratitud.
Don Antonio, Santiago de Chile




UGANDA : La justicia de Dios
He pasado una semana en Ruanda realizando algunos proyectos de UNICEF y AVSI. He tenido la oportunidad de visitar este país y hablar con mucha gente. Todo ha sido una ocasión para apreciar aún más el carisma de don Gius. He descubierto la verdad de lo que nos enseña en El Sentido Religioso. Sobre todo, he comprobado la reducción de la pregunta, y por ello os pido: si veis que me estoy reduciendo de esta forma, que estoy vendiendo o perdiendo mi libertad, ¡salvadme!, si me queréis. Allí la gente está destruida; el hombre verdadero existe, pero no sabe a dónde mirar, a quién preguntar, desconfía de todos. Los católicos no tienen esperanza, es decir, falta el Dios de Nazaret, el Dios que es un hombre. Los curas predican el perdón, pero éste no es posible si Dios no es un amigo que me mira. He constatado la sustitución voluntarista de la pregunta. Cuando hablaba del trabajo con los responsables de UNICEF, les decía que, ante todo, nos interesa la persona; porque si la escuela de comunidad no tiene que ver con la vida, es inútil que don Gius haya pasado sus 77 años diciéndonos estas cosas. "He visto un pueblo destruido por su debilidad". Me he visto a mí misma destruida por mi debilidad. Todo es para mí, todo es para que yo cambie. Pienso que no he pedido lo suficiente, no he gritado, no soy sincera cuando grito. Sentía ganas de llorar y he llorado contemplando la iglesia de Nyamanta repleta de cadáveres, al menos 2000 personas asesinadas, y los que mueren continuamente. Me pregunto: "¿Qué es la justicia frente a esto?". No sé qué es la justicia... la justicia es que yo diga "sí" ante estos cadáveres, que yo sea yo; un yo que dice "sí", es decir, que pertenece. Este es el inicio de la dignidad humana, el inicio de las obras, de la actividad social. Deseo que mi tiempo, mi instante, sean para decir "sí". Intentar vivir lo que me está mostrando don Gius es adecuado para mi persona. He visto un pueblo destruido, la Iglesia destruida y, mirando aquellos cadáveres, he repetido: "Salva gratis Rex tremendae majestatis". Es el grito que me sale en este momento, que corresponde al estado de mi alma, el grito de estos días ante mi nada. Me siento más nada, pero pido a Jesús que use este "sí" como quiera, según la justicia que Él tiene y que Él sabe. Yo no soy nada ante este Rex majestatis, pero soy Tú que me haces, te pertenezco.
Rose-Nada, Campala



ESPAÑA : Leticia
Es increíble la resistencia que, "por naturaleza", presentamos a reconocer los signos de Otro en las circunstancias. Nos resistimos a reconocer que Otro actúa de veras, que tiene la potencia necesaria para ello. Generalmente convertimos a Cristo y a Dios en meros espectadores de su obra creadora. Y entonces, o los únicos que podemos cambiar el mundo somos los hombres, o no hay nada que hacer. Todo está decidido. Sin embargo, poco a poco me voy dando cuenta, en mi vida y en lo que sucede a mi alrededor, de que Dios, a través de su Iglesia, Cristo vuelve a dar vida constantemente al universo. Cada vez que sucede algo es un acto creador, y sin nuestro consentimiento muchas de esas cosas no suceden. Esto se me ha hecho más patente con el nacimiento de mi sobrina Leticia, una niña con problemas graves de malformación. Un hecho absurdo para el mundo y que la mayoría aconseja "eliminar" (hay que perfeccionar el mundo y esto es un error). Pero los médicos dicen que es una niña especial, distinta a otros niños con el mismo problema. Se recupera mejor y más rápido y tiene una belleza que ensimisma. Ante esta singularidad se pueden tomar dos posturas: decir "¡Qué suerte hemos tenido, nos ha tocado la lotería!", o bien reconocer que detrás hay un montón de gente rezando por esta niña a San Ricardo Pampuri y que Cristo obra, a través de él, el milagro físico de la recuperación y el de poner un ladrillo más en la construcción de una familia y un pueblo. Cristo teje la relación con los amigos, con mi familia y, sobre todo, con Él, a través de estos milagros. A mí me gustaría pedir un milagro más: que lo mismo nos suceda en las pequeñas cosas de cada día y que la vida y el trabajo se vuelvan apasionantes. Por todo esto sólo puedo dar gracias a la Iglesia, y dentro de ella al movimiento, porque nos permite reconocer a Cristo como algo vivo en el mundo. Gracias a don Giussani que un día dijo sí y permitió miles de milagros, y gracias a mi hermana y a Javier que han dicho "sí" a esta niña.
Maria, Madrid



KAZAJSTÁN : Encontrar a un amigo
Un estudiante de la comunidad de Karagandá ha escrito esta carta a un amigo, profesor de italiano en la universidad kazaka.
Querido Claudio: he leído tu carta y he entendido que tengo un auténtico amigo. Sabes que en este tiempo tan pérfido, sobre todo aquí, es difícil encontrar amigos de verdad. Doy gracias a Dios, que me ha permitido encontrarte. Sabes que no creo en Dios, porque así me han educado mis padres. Pero viéndoos empiezo a hacerlo. Te agradezco que hayas venido aquí. ¿Qué hubiese hecho si no te hubiese conocido? Seguiría viviendo sin saber nada de Cristo. O sea, no habría tenido un amigo de verdad. Te deseo que puedas hacer cosas hermosas, es decir, todo lo que pienses y quisieras hacer en el futuro.
Igor, Karagandà


Cautivado por el Misterio
Un amigo agustiniano de misión en Perú nos ha enviado este testimonio del encuentro que tuvo con Enzo Piccinini (desaparecido el 26 de mayo de 1999)

Fue una de esas noticias que te dejan helado, sin palabras, sin comentarios, sólo un gran dolor dentro. Conocí a Enzo tras un encuentro con don Giussani, en una fría noche del invierno milanés. Cuando acabó la reunión nos cruzamos: estaba con un viejo amigo suyo. Enzo me saludó con una pregunta: "¿Y tú quién eres?, es la primera vez que te veo". "Mucho gusto, soy... y también es la primera vez que yo te veo y te escucho: (balón al medio, dos a uno a tu favor)". Me sonrió, me estrechó la mano y se alejó sin más ceremonias, no sin lanzarme un mensaje antes: "Espero volverte a ver en algún sitio". Le volví a ver, pero él no me vio ya más: yo era uno entre en la multitud, oyente anónimo de su intervención en el encuentro con los universitarios en Bolonia. Dijo algo que me conmovió y que ahora vuelvo a oír en la intervención que hizo la noche del 12 de diciembre de 1998, durante los Ejercicios espirituales de Rímini, frente a ocho mil universitarios de CL: "Comprendí que el problema era sólo uno: que la unidad de mi persona estaba determinada por algo que yo llevaba dentro y que me acompañaba ya de niño cuando empecé a juzgar al fútbol. Algo que me caracterizaba: una exigencia de felicidad que nada podía eliminar y que siempre volvería a surgir, aunque fuese como amargura. Había entendido desde entonces que la unidad de la persona empieza por el hecho de que uno pone el corazón en lo que hace, haga lo que haga, esté frente al ordenador o limpiando las escaleras de su casa. Poner el corazón en lo que se hace significa ponerse a uno mismo, y poner en juego esa exigencia de felicidad que es indomable porque forma parte de nuestra misma esencia, de nuestro ser". Desde que estoy aquí en Apurimac, más de una vez me he preguntado por qué vale la pena: no he conocido mejor respuesta que la que me dio Enzo; fue y continúa siendo el "motor" de mi estar y mi hacer aquí. Me doy cuenta de que esto es verdad y lo único que te ayuda a ser verdadero, aunque, a veces, las circunstancias de la vida intentan hacértelo olvidar. Si sólo pienso que esa noche de niebla de nuestro primer encuentro en Milán habíamos oído al "Capo" bramar contra los que - en nombre de la diaconía, de un servicio - se convierten en orgullosos jefecillos que quieren dominar en lugar de servir, que se enfadan mucho cuando no se ven servidos, entonces, querido amigo Enzo, con cierta envidia pero con lealtad de amigo, te digo: "Enhorabuena, has ganado la partida. Has llegado rápido a la meta y, quizás, por esto el Señor te ha llamado antes de lo previsto (según nuestro cálculo)". Sí, espero volverte a ver pronto, donde y cuando será para siempre.

Padre Giovanni, Apurimac


No deje de
venir

Publicamos esta carta aparecida en el Diario de Córdoba el 19 de enero de 2000 y que un lector nos ha señalado.
"No soy mejor que vosotros"... Esas fueron las primeras palabras del Sr. Obispo en la Misa de Nochebuena, que ofició en la Capilla de la Prisión. Una homilía tan hermosa como el día en que estaba enmarcada. Se hizo un silencio sepulcral y todos los internos estábamos pendientes de sus palabras, de sus gestos. Esas palabras me calaron muy hondo e, igual que a mí, creo que a todos los asistentes, ya que transmitían sinceridad, descubrían la verdad y estaban cubiertas de amor. (...) En esos instantes no había muros, se habían roto los barrotes: me identificaba con sus palabras, al ver que procedían de lo más profundo de su corazón, y así desaparecieron los límites que anulan la libertad impuestos por la sociedad, a veces con razón y otras, sin ninguna. Durante unos momentos, sentí que no oía nada, que no veía nada que no fuesen sus palabras y la expresión de sus manos y de su rostro. Fueron palabras de consuelo para todos, alentando la esperanza en nuestros corazones. Dijo que le gustaba el Belén que habíamos hecho un grupo de internos en representación de todos, más que el del año pasado. Agradecimos sus palabras y tuvimos la suerte de estrechar su mano. Por eso puedo decir que fue el día más feliz y hermoso que he disfrutado dentro de la prisión. Espero, y hablo en nombre de todos los internos, que no deje de venir a vernos, como un amigo, como siempre ha venido, ya que sus palabras ayudan a combatir la desesperanza y su visita es el mejor regalo de Navidad que se recibe en la prisión ¡Que Dios le ilumine y le ayude en todo lo que haga! para que pueda seguir llevando el amor, el consuelo y la alegría a tantas personas necesitadas y de las que, por desgracia, pocos se acuerdan ¡Que Dios le bendiga, señor obispo!
Jesùs, Còrdoba


Mi padre
Hace tres meses ingresamos a mi padre en el hospital con una trombosis en la pierna. A los tres días nos dijeron que tenía cáncer y que no se podía hacer nada porque estaba muy extendido. Al principio me parecía una pesadilla de la que iba a despertar y todo volvería a ser como antes; luego deseaba que pasara rápido, sin dolor ni sufrimiento; por último, quería esconderme hasta que terminara. Pero la realidad se imponía un día tras otro. Durante este tiempo la escuela de comunidad se ha vuelto una compañía que explicaba como nunca mi vida. No podía dejar de preguntarme qué sentido tenían su vida y la mía, el porqué del dolor y el sufrimiento tan grande que vivía; porque ante una realidad así no puedes acallar estas preguntas o permanecer imperturbable. He mendigado al Señor el significado de esta circunstancia suplicándole que me diera fuerza para afrontarla. Cada día de la vida de mi padre - en el hospital, adormilado por la medicación - no era una día menos, sino un día más que el Señor me regalaba para quererle y estar con él. Cada segundo de su vida tenía que tener tanto valor o más que cuando hace pocos meses arreglaba la casa antes de mi boda. Murió el 12 de enero, de la forma más humana y digna del mundo, sin angustia, en casa, cuidado y acompañado por sus seres queridos. Mi madre, mis hermanos y yo hemos podido vivir este tiempo gracias a la petición y compañía de muchas personas. No dejo de pensar que, si nosotros queremos tanto a mi padre, el Señor tiene que quererle mucho más, y se lo ha llevado para que goce de Su Presencia; por eso, para mí el cielo ya no está vacío. Ahora se establece una relación nueva con él, que todavía se me escapa. Lo que sí veo es una relación nueva con mi madre y mis hermanos que no quiero perder.
Lourdes, Mòstoles


Comuniòn adulta
Estoy empezando a conocer de un modo nuevo. Me doy cuenta de que el carisma es más fiel a mi vida de lo que yo pueda ser, y que, de algún modo, siempre encuentra un camino para imponerse. Lo que estoy viviendo en este periodo puede resumirse así: más allá de las resistencias que aún pueda oponer inútilmente, mi origen está en un hecho que me define por encima de todo. Esto resulta evidente al mirar a los adultos, a los padres de familia. La diferencia está entre quien encuentra el movimiento y vuelve a casa con la conciencia falsamente tranquila y quien, regresando a casa - quizás alcoholizado - empieza a no echar a la calle a sus propios hijos, sino a amarlos con el mismo ímpetu, con la misma pasión de que es objeto. La dilatación del carisma sería imposible si se centrase en un quehacer. Yo mismo, durante mucho tiempo, he tirado la toalla, desengañado de poder construir algo con éxito. Sin embargo, ante la posibilidad de retomar lo que había conmovido mi corazón, la manera de afrontar las cosas ha cambiado. Y hoy, aunque todo parezca estar contra mí, hay siempre una pizca de alegría. Así aprendo que sólo sirviendo a lo que nace entre nosotros puedo sorprenderme de lo que sucede en la realidad entera que me rodea. Cuando vivimos con un mínimo de conciencia de pertenencia incidimos en la realidad, hasta el punto de que esta pertenencia se vuelve signo y posibilidad de recuperar la dignidad histórica de nuestro pueblo. Esto se hizo patente cuando nos invitaron, el día de la Inmaculada, a participar en la procesión en un momento dramático para la Iglesia napolitana. Asumiendo ese gesto, hemos visto que sólo con la pasión que nace de nuestro carisma se puede reconstruir la historia de un pueblo. No añadimos nada nuevo, no hicimos nada de particular, pero nuestra unidad fue para muchos un testimonio importante. Igual que la de los muchos chicos que han participado en la apertura de curso de GS. Fue algo increíble. Una marea de chicos imposible de gobernar por una mera organización, si no fuese por el amor de algún profesor que acepta que lo que sucede sea todo para él. Del mismo modo, la comunión adulta que vivimos en la CdO no censura ninguna dificultad, más bien la afronta como ocasión de corrección y perdón mutuo. Lo que nos determina es una comunión sin filtros, una corrección sin vacilaciones; sólo así comprendo con más facilidad el origen afectivo de un modo nuevo de conocer y juzgar todo.
Tonino, Nàpoles



La dignidad de las cosas
Hace sólo un día que volví de los ejercicios del CLU y no creo que sea exagerado afirmar, a pesar del poco tiempo que ha pasado, que estos tres días han sido verdaderamente un milagro: el de descubrir que todo puede ser redimido. Al contrario de lo que habitualmente pensamos, de la cosa más horrible nace con más potencia la necesidad de que todo tenga sentido. En esta desproporción paradójica, en esta herida que no quiere cicatrizarse, en este grumo de dolor infinito, todo puede desvelarse por el inmenso valor que tiene. Las cosas, así, asumen otra dignidad, dignidad que con demasiada frecuencia arrinconamos en algún compartimento olvidado de nuestro corazón como si fuese un objeto antiguo que no sabemos dónde meter. Y con la dignidad y el respeto que cada cosa demanda, como algo en sí mismo y por tanto no posesión mía. Jamás había experimentado con tanta potencia aquel estremecimiento, ese soplo de verdad, de sentido. Me he descubierto atento, atraído por la vida que últimamente me había paralizado, que sólo me había dejado un abismo de tristeza. No es que ahora esté todo claro, no es que el abismo se haya colmado o se haya desvanecido como una pesadilla, pero parece que aquel desgarro se empieza a comprender, volviéndose punto de partida para construir. ¿Cómo explicar, o tan sólo comprender, ese amor inmenso por mi tristeza? La única certeza capaz de sostenerme es un amor así; es maravilloso estar seguros de que no estamos solos y que este amor que hemos descubierto nunca podrá dejarnos.
Paolo, Milàn


Interesante
He encontrado esta frase de Pessoa, sacada del Libro de las inquietudes: "En la vida de hoy el mundo pertenece a los estúpidos, a los indiferentes y a los activistas. Hoy el derecho a vivir y triunfar se obtiene prácticamente con los mismos requisitos con que se obtiene el ingreso en un manicomio: la incapacidad de pensar, la inmoralidad y la agitación excesiva".
Dania, Imola

 
 

Créditos / © Asociación Cultural Huellas, c/ Luis de Salazar, 9, local 4. 28002 Madrid. Tel.: 915231404 / © Fraternità di Comunione e Liberazione para los textos de Luigi Giussani y Julián Carrón

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